martes, 22 de febrero de 2022

DESAFÍOS ENERGÉTICOS

Por José Antonio Artusi

La Argentina tiene numerosos, acuciantes, y graves problemas energéticos. No son producto de la carencia de recursos naturales, ni de no haber contado nunca con algunos desarrollos importantes y significativos en este sector.

En nuestro territorio existen yacimientos de hidrocarburos, tenemos ríos caudalosos con un potencial hidroeléctrico enorme, todavía en parte desaprovechado, y extensos sitios con inmejorables condiciones para el aprovechamiento de la energía solar y eólica. Además, la excelente aptitud agrícola y forestal de diversas zonas de nuestro país es a la vez una oportunidad para la generación de energía con fuente en la biomasa. Eso, y muchas cosas más,  es lo que la Naturaleza nos brinda.

Por otro lado tenemos lo que ha hecho la acción del hombre. YPF, la empresa creada por Yrigoyen y Alvear y consolidada por la labor de Enrique Mosconi como una de las más importantes del continente en la década del 20, cumplirá este año un siglo de existencia. El aniversario encontrará por cierto, lamentablemente, una empresa muy distinta a la que construyó Mosconi, pero sigue de todos modos siendo un actor importante del sistema. Argentina es uno de los pocos países de América Latina con un desarrollo relevante de la tecnología nuclear. La Comisión Nacional de Energía Atómica, la empresa nacional Nucleoeléctrica Argentina, y otros organismos y empresas como INVAP han obtenido en diversos momentos de nuestra Historia logros significativos que nos llenan de orgullo. Durante el gobierno del Presidente Macri se le dio un impulso significativo a las energías renovables, y el gobierno de la provincia de Jujuy está llevando adelante el proyecto del parque de energía fotovoltaica más grande de Sud América.

Si todo lo anterior es verdad, ¿cómo es posible que estemos en medio de una inusitada crisis energética, con empresas que no podrían funcionar sin los abultados subsidios del Estado nacional, que generan a su vez un enorme déficit fiscal, con las consecuencias negativas por todos conocidas, y a su vez que haya amplias franjas de la población viviendo bajo la línea de la pobreza, situación que tiene su correlato en la dificultad o directamente la imposibilidad a veces de acceder a servicios energéticos adecuados?

La respuesta sólo puede encontrarse en la sucesión durante décadas de políticas públicas erráticas y desacertadas.

La Fundación Alem ha señalado recientemente que “la economía energética está fuertemente perturbada por los desajustes de la macroeconomía nacional que son de antigua data. Pero a su vez la economía energética con sus propios desajustes perturba a la macroeconomía nacional”, y con respecto a los subsidios energéticos ha manifestado que “la actual política tarifaria y de precios de la energía repite la receta aplicada en el período 2003-2015, que implica un congelamiento permanente en un entorno de alta inflación, la ruptura de los marcos regulatorios vigentes y la intervención injustificada de los entes reguladores. Las consecuencias de esta política son conocidas: un aumento exponencial en la cuenta de subsidios económicos destinados a cubrir la brecha entre el costo de prestar los servicios energéticos y las tarifas actualmente congeladas, lo que representa un ineficiente subsidio generalizado orientado a la oferta que altera y distorsiona decisiones de consumo e inversión en el sector.”  La realidad indica que al gobierno del Presidente Alberto Fernández continúa de esta manera lo hecho durante los doce años de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, vale decir destinar cuantiosos recursos públicos a enormes subsidios dirigidos sobre todo al consumo energético de los sectores más ricos de la sociedad, especialmente aquellos localizados en el área metropolitana de Buenos Aires. No está de más recordar al respecto que la provincia de Entre Ríos está entre los cinco distritos con tarifas más abultadas de energía eléctrica, aunque todas las empresas distribuidoras pagan el mismo costo mayorista de la energía a las empresas generadoras.

Está claro que el despilfarro irresponsable de los subsidios - insostenible desde el punto de vista económico, social y ambiental -  debe cesar gradualmente pero nadie debería ignorar las dificultades y los costos que habrá que afrontar. Los especialistas de la Fundación Alem, recomiendan en este sentido que “la política de subsidios debe focalizarse en los sectores de población vulnerable y abandonar los ineficientes, costosos y generalizados subsidios actualmente vigentes. La identificación de los beneficiarios requiere la aplicación de criterios objetivos apoyados en atributos sociales, que minimicen errores de inclusión y exclusión y alejados de todo oportunismo electoral. La “Tarifa Social Federal”, aparece como el instrumento adecuado y disponible para atender de forma rápida y eficiente a una importante proporción de la población afectada severamente por las consecuencias económicas de la pandemia.”    

Es evidente que el gobierno nacional carece de un programa económico de estabilización, de una estrategia de desarrollo, y de un plan energético. Pero le quedan casi dos años de mandato, y si no quiere que la situación se le vaya de las manos, teniendo en cuenta la necesidad imperiosa de reducir el déficit fiscal y bajar la inflación, deberá necesariamente tomar decisiones antes de que sea demasiado tarde.  Esas decisiones tendrán que estar basadas en criterios sólidos y en minuciosas evaluaciones técnicas, económicas y ambientales, más que en disputas de espacios de poder al interior del oficialismo o en decisiones apresuradas carentes de estudios integrales de factibilidad y conveniencia que las respalden, tal como se evidenció en recientes anuncios vinculados a la energía nuclear, a gasoductos y a una inconsistente “segmentación” tarifaria. 



Publicado en el diario La Calle el 20 de Febrero de 2022.-

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