lunes, 18 de noviembre de 2024

ALEJANDRO CARBÓ



Alejandro Carbó Ortiz nació en Paraná el 16 de abril de 1862 y murió en Córdoba el 1º de julio de 1930. Se destacó como docente y legislador. Tres de sus hermanos también tuvieron una relevante trayectoria política, entre ellos Enrique, que llegó a ser senador nacional entre 1895 y 1903, gobernador de Entre Ríos entre 1903 y 1907, y ministro de Hacienda de la Nación entre 1914 y 1915.

Cursó estudios primarios en el Colegio Sudamericano y secundarios en la Escuela Normal de Paraná, en la que tuvo como docentes a maestras norteamericanas contratadas por Sarmiento y a José María Torres, por ese entonces el director de la institución. Egresó como profesor en 1879 e inmediatamente comenzó a trabajar allí como docente, llegando a ser secretario, vicedirector y director de la escuela, con sólo 27 años.  Su interés por la promoción de la educación quedó evidenciado en 1880 cuando fundó la primera escuela nocturna gratuita para adultos. Su gestión al frente de la primera escuela normal del país, entre 1889 y 1892, es calificada por Beatriz Bosch como “la época más brillante de la Escuela”. A raíz de un informe de un inspector que consideró injusto, y ante la falta de respuesta de las autoridades nacionales, renunció al cargo de manera indeclinable. Entre 1886 y 1898 integró el Consejo General de Educación, presidiéndolo desde 1896. Durante su gestión, entre otras medidas, implantó el censo escolar y la utilización de estadísticas.

Tras afiliarse al Partido Autonomista Nacional fue electo diputado provincial en 1894 y senador por Nogoyá en 1896. En 1898 accedió a una banca en la Cámara de Diputados de la Nación, responsabilidad que ejercerá 16 años, entre 1898 y 1910 y luego entre 1912 y 1916. Presidió la Cámara en los períodos 1906/1907 y 1915/1916.

Las elecciones antes de la ley Sáenz Peña en 1912 distaban de ser competitivas y limpias, y los expedientes registran los nombres de los candidatos, pero sin especificar partidos. Para dimensionar la cuestión es útil observar lo siguiente: En 1898 Alejandro Carbó obtuvo 11.453 sufragios, y le siguió Emerio Tenreyro con sólo 2. En 1902 la desproporción se mantuvo, 8866 contra 2 de Rodolfo Núñez, y en 1906, 8765 votos contra 35 de Núñez nuevamente. Curiosamente, en 1910 la tendencia se revierte y Alejandro Carbó logró sólo 35 votos y no pudo renovar su mandato. En 1912, ya con la vigencia de la reforma electoral que instauró la ley Sáenz Peña, el panorama cambió sustancialmente. El Partido Conservador consagró diputados a Carbó y a Eduardo Sobral con 24.058 votos, el 53,01%, mientras que el radicalismo, que participó por primera vez de manera orgánica con la candidatura de Miguel Laurencena, recibió 21.326 votos, el 46,99%, y logró la representación de la minoría. Obsérvese el aumento significativo de la concurrencia al comicio, 45.384 electores en 1912 (71,83% del padrón) contra menos de 15.000 sólo dos años antes.       

En 1903 Alejandro Carbó integró la convención que reformó la constitución entrerriana, que regía desde 1883. Beatriz Bosch considera que “si bien la reforma trajo un retroceso en el régimen municipal, pues eliminó la elección popular de los intendentes, mantuvo empero las líneas esenciales del anterior instrumento jurídico”; y enfatiza que Carbó “aboga por evitar el fraude electoral y por la representación de las minorías en los cuerpos legislativos, la que logra imponer”.     

En 1910, tras su tercer mandato como diputado nacional, ingresó al cuerpo docente de la Universidad Nacional de La Plata, que lo distinguió posteriormente con el doctorado honoris causa.        

Recurrimos nuevamente a Beatriz Bosch para contextualizar su candidatura a gobernador en 1914: “a partir de 1905 el Partido Autonomista Nacional sufre varias escisiones en Entre Ríos. Hemos visto como Alejandro Carbó ha venido alejándose del conservadorismo cerrado, ya que simpatiza con la idea del voto secreto y bregó por la representación de las minorías hasta imponerla en la provincia en 1903. A principios de 1912 un grupo de diputados y senadores invita a formar un nuevo partido. Surge así el 10 de marzo la Unión Provincial”. Dicho partido postuló a Carbó como candidato a gobernador, acompañado por Cipriano de Urquiza. El 7 de junio de 1914 la UCR obtuvo 24.974 votos (51,86%) y 42 electores, mientras que la Unión Provincial consiguió 23.192 sufragios (48,14%) y 12 electores. Recordemos que la elección era indirecta; los ciudadanos votaban electores que elegían al gobernador y al vicegobernador. Se produjo de esa manera el triunfo de la fórmula integrada por Miguel María Laurencena y Luis Lorenzo Etchevehere.  Sobre esa elección Enrique Pereira refiere que “se intentó el fraude, para favorecer a Carbó. Sin embargo, la firme actitud de un diputado conservador, don Francisco V. Martínez, presidente de la Comisión de Escrutinio, repudiando la maniobra, puso las cosas en su lugar y se reconoció el legítimo triunfo de la Unión Cívica Radical”.  Sobre este episodio Celomar Argachá resalta el rol que le tocó desempeñar a Juan José de Urquiza y Costa, uno de los hijos del primer presidente constitucional de la República Argentina, cuya participación en política fue “tardía pero muy destacada”. Juan José de Urquiza, al igual que su hermano Cipriano, tuvo un breve paso por el radicalismo y en 1914 era senador. Celomar Argachá refiere que “el oficialismo puso en duda el triunfo del radicalismo argumentando que en numerosas mesas e incluso en algunos departamentos había numerosos errores con resultados distintos a los que habían informado las autoridades comiciales… La Asamblea Legislativa, compuesta por ambas cámaras reunidas al efecto, debió votar… y fue el voto de Juan José de Urquiza y Costa en favor del dictamen de la mayoría el que resolvió tan ajustada decisión. Esa victoria significó la adjudicación de muchos más electores al radicalismo que al oficialismo”. Celomar Argachá cita las propias palabras del senador Urquiza al fundamentar su decisión: “Soy un verdadero representante del pueblo, he sido elegido por uno de los departamentos que más han luchado contra los malos gobiernos y tengo derecho a que el pueblo me diga lo que voy a decir: no me importan los partidos pero me importa, sí, salvar la honestidad política, salvar a Entre Ríos de una vergüenza nacional”. Enfatiza el mencionado autor que “debemos destacar otro hecho que quizás pasa inadvertido para muchos y es que la otra fórmula, la del oficialismo gubernativo, estaba conformado por el profesor Alejandro Carbó y Cipriano José de Urquiza y Costa, su propio hermano, sin embargo resolvió hacerlo por el dictamen de la mayoría que favoreció a Laurencena y Etchevehere, hecho que eleva y engrandece aún más semejante decisión”.               

En 1916 Carbó acompañó a Lisandro de la Torre como candidato a vicepresidente, por el Partido Demócrata Progresista, en la elección en la que se impuso Hipólito Yrigoyen, con Pelagio Luna como vicepresidente. Es interesante destacar que en Entre Ríos esa elección se polarizó entre la UCR y el PDP, ante la ausencia de una lista conservadora “pura”, seguramente por influencia de Carbó. La UCR obtuvo el 54,18% y consagró 15 electores, mientras que el PDP logró el 44,52% y 7 electores, quienes, sin embargo, en el colegio electoral votaron por los candidatos conservadores, Angel Dolores Rojas y Juan Eugenio Serú.

Posteriormente su comprovinciano Antonio Sagarna, ministro de Justicia e Instrucción pública del presidente Alvear, lo designó director de la Escuela Normal de Córdoba, cargo que ejerció hasta su muerte. Dicha institución lleva su nombre. La fachada del edificio tiene un notable parecido con la de la Escuela Normal de Concepción del Uruguay, ambos magníficos exponentes de la arquitectura escolar de inspiración sarmientina de fines del siglo XIX y principios del XX. La diferencia radica en que en la fachada del edificio cordobés la planta alta abarca todo su ancho, hasta la esquina, mientras que en la del uruguayense está limitada al núcleo central.  

Beatriz Bosch opina de Alejandro Carbó que “si bien, por la contemporaneidad y los vínculos familiares, provenía de ese “régimen” tan denostado por Hipólito Yrigoyen, se aleja paulatinamente del mismo movido por un genuino y sincero afán democrático”, y recalca que “aunque más de una vez proclamara en alto su afiliación política, hubo de oponerse frontalmente a ministros de idéntico origen partidario en demanda de una estricta observancia de normas constitucionales hasta elevar el tono ante el mismo presidente de la República, a favor de los fueros del Congreso y de los derechos de las provincias”.

Podríamos caracterizar a Alejandro Carbó como un conservador liberal, o como un liberal conservador, pero en todo caso progresista, heredero de las mejores tradiciones de la generación del 80 y también de sus limitaciones. Lamentablemente el conservadorismo iría progresivamente abandonando su veta liberal y republicana, y luego de su muerte va a oscilar cada vez más entre derivas reaccionarias, corporativas e integristas afines a los fascismos europeos y la degradación fraudulenta de los gobiernos de la década del 30, para dejar de ser una alternativa como tal a partir del peronismo, en el que van a encontrar un canal de participación política muchos de sus dirigentes. Quizás eso explica que la figura de Alejandro Carbó sea hoy prácticamente desconocida y no sea reivindicada por ningún partido político. Su retrato no está en ningún local partidario.

  

Fuentes:

Argachá , Celomar José. «Hijos del general Urquiza, ¿ afiliados al radicalismo ?» Apuntes uruguayenses, revista del Centro Cultural Justo José de Urquiza, 2019.

Bosch, Beatriz. "Prólogo." En Alejandro Carbó, educador y parlamentario . Buenos Aires: Círculo de legisladores de la Nación Argentina , 1999.

Expedientes de la Cámara de Diputados de la Nación.

Pereira , Enrique. Mil nombre del radicalismo entrerriano. Santa Fe: Universidad Nacional del Litoral, 1992.

 

 

Versión ampliada y corregida del artículo publicado por el diario La Calle el 17 de noviembre de 2014.

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