Por José Antonio Artusi
Juan José Sebreli nació en Buenos Aires el 3 de
noviembre de 1930 y murió en su ciudad natal el 1º de noviembre de 2024.
Me enteré de la noticia de su muerte por un
twit de Silvia Mercado (sí Elon, le seguimos diciendo Twitter): “Se murió
anoche Juan José Sebreli, amigos, el más grande luchador de la libertad en
contra de la corriente. Ya no tomará sus clásicos cafecitos que últimamente
eran en La Biela. Tristeza infinita. Chau Juan José. Gracias por todo el aire
que nos brindaste para animarnos a pensar distinto, siempre”. Yo, que no
tuve la fortuna de conocerlo personalmente, atiné a escribir: “… No lo
conocí sino a través de sus libros, pero lo voy a extrañar. Coincidiendo o no,
nos enseñó mucho y nos alentó a tener pensamiento crítico. Nos quedan sus
libros. Sobre todo, para mí, “El asedio a la modernidad”.
Rogelio Alaniz lo despidió así: “Murió
Sebreli. Me sumo a la pena. Desdeñaba el sentimentalismo, pero le guste o no su
ausencia duele. Por lo menos a las personas que lo quisimos y lo respetamos. Un
modelo de intelectual, un estilo de vivir las ideas y las pasiones de las ideas
desaparece con su muerte.”
El primer libro suyo que leí fue “Buenos Aires,
vida cotidiana y alienación” (1964), durante mi adolescencia en la década del
80, tomado prestado de la gigantesca biblioteca de mi abuelo, José Antonio
Rodríguez. Para un joven que quería ingresar a la facultad de arquitectura y
urbanismo más por el urbanismo que por la arquitectura y que a su vez comenzaba
a interesarse por la política ese texto fue revelador. Recurro a ese viejo
ejemplar de hojas amarillentas y encuentro – no lo recordaba - que en algún
momento marqué con resaltador algunos párrafos que por alguna razón me llamaron
especialmente la atención:
“El cuadro de la estructura económica de la
sociedad capitalista en general y de sus contradicciones fundamentales, el
papel que las clases juegan en el circuito de la producción, sólo establece las
relaciones abstractas y universales y no nos muestran en toda su riqueza
concreta el fenómeno singular, la particularidad histórica que constituye la
vida cotidiana de una ciudad”.
“Uno de los modos particulares que definen la
peculiaridad de una clase con respecto a otras, es su modo de habitar. Por lo
tanto, una interpretación que abarque la totalidad debe, forzosamente, tomar
como disciplina auxiliar la sociología urbana, la ecología y aún una sociología
de la arquitectura”.
“… la distribución de la población y la
planificación urbana no son obra del azar o de la casualidad, sino que están
indisolublemente ligadas al sistema económico y a las instituciones políticas y
sociales”.
Luego me encontré, en un momento peculiar como
1983, con “Los deseos imaginarios del peronismo”. Lo busco en mi biblioteca y
encuentro que también resalté algunos pasajes:
“Hoy podemos justificarlo o combatirlo, pero no
permanecer indiferentes ante él. Es una parte de nuestro destino; está ahí,
ineludible y tenemos que develar su enigma para saber lo que somos”.
“La originalidad del bonapartismo y del
fascismo consiste precisamente en ser sistemas reaccionarios con amplio apoyo
de masas populares”.
“… la creación de un Estado totalitario implica
la sumisión de la Iglesia y del Ejército, y Perón también lo intentó aunque no
pudo llegar hasta sus últimas consecuencias, quedando a mitad de camino entre
el bonapartismo y el fascismo. Cuando aquellas instituciones – Ejército e
Iglesia – lo abandonaron en 1955, a pesar de seguir contando con el apoyo de la
CGT, se retiró sin lucha”.
En el prólogo a una edición de esta obra en
2019 el propio Sebreli consideró que “no ha perdido nada de actualidad.
Espero que contribuya, a su manera, a la batalla cultural siempre oscilante e
inconclusa, entre la democracia republicana y la libertad de los ciudadanos,
contra el populismo irracional autoritario que ensombreció el siglo pasado y
sobrevive aún hoy en ciertas regiones de América Latina. Asimismo, su fantasma
recorre Europa y socava a las democracias más antiguas y sólidas”.
Más tarde me deleité con la que considero su
obra cumbre, “El asedio a la modernidad, crítica del relativismo cultural”
(1991). Tampoco en este caso puede
evitar la tentación de resaltar algunas frases:
“Un ejemplo típico de cómo ciertos signos de la
identidad cultural musulmana implican la opresión de la mujer lo da el uso del
chador… Con respecto al uso del velo puede comprobarse cómo las izquierdas
tercermundistas han renunciado a los valores humanistas que caracterizaron a la
izquierda clásica, entre ellos la lucha por los derechos individuales y la
emancipación de la mujer, subordinándolos al nacionalismo y a la supuesta
identidad cultural”.
“Los ataques a la sociedad industrial, a la
educación masiva, a la urbanización, constituyen una forma de ese
anticapitalismo romántico que Marx llamara “socialismo feudal”; añoranza por
una supuesta armonía perdida que, en rigor, nunca existió”.
“Los nacionalistas personalizan la tierra, la
transforman en un sujeto del cual los hombres que la habitan son mero atributo;
por eso los derechos individuales son subordinados a la soberanía nacional…”.
En uno de sus últimos artículos, “Porqué soy un
liberal de izquierda” (https://seul.ar/liberalismo-de-izquierda/), señaló que “todos estos
planteos no son más que la resignificación de las lecturas de John Stuart Mill
que, a pesar de haber tenido como fuentes de inspiración a Adam Smith y David
Ricardo, a mediados del siglo XIX planteaba ya la exigencia de combinar
libertad individual con igualitarismo social… Al fin y al cabo, no hay nada más
liberal que escuchar a Juan B. Justo… Por eso, considero que no se le hace
ningún favor al liberalismo denostando y demonizando a la socialdemocracia,
pues hoy el único liberalismo posible es el que no prescinde ni tiene complejos
frente a la igualdad de oportunidades”.
Nos ha dejado un escritor que supo entender que
su rol era no casarse con nadie y estar dispuesto a pagar el precio que tienen
que pagar los que se animan a nadar contra la corriente.
Publicado en el diario La Calle el 3 de noviembre de 2024.-
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