Por José Antonio Artusi
El Diario de Paraná fue fundado en 1914 por un grupo de dirigentes
radicales entre los que se encontraban Miguel María Laurencena y Luis Lorenzo
Etchevehere, su primer director. Ese mismo año ambos fueron electos gobernador
y vicegobernador respectivamente.
El matutino paranense fue durante mucho tiempo el diario más importante
de la provincia y ocupó un lugar destacado en el panorama de los medios del
interior del país.
Para conocer la riquísima historia de El Diario lo más recomendable es
leer “El imperio del Quijote – La historia oculta de un diario que influyó en
la política argentina”, de Jorge Riani, magnífica obra de un autor que alcanzó
a ser protagonista de su última época.
Al calor de la división del radicalismo a mediados de la década del "20
entre yrigoyenistas y antipersonalistas, y como producto de la adhesión de los dirigentes
radicales vinculados a El Diario a esta segunda tendencia, el medio adoptó en
determinado momento una postura abiertamente crítica y hostil hacia Hipólito
Yrigoyen, que lo llevó a promocionar la candidatura presidencial de Leopoldo
Melo en 1928 y a tener una actitud francamente golpista en 1930.
Revisar algunas de las ediciones de El Diario en 1928, antes y después
de las elecciones del 1º de abril de ese año, permite darnos una idea cabal de
cómo se canalizaba en la prensa periódica de la época el proselitismo a favor –
y en contra - de determinadas corrientes políticas, dejando absolutamente en
claro desde dónde se opinaba, y utilizando un lenguaje de una inusual dureza,
que hoy quizás sorprenda a muchos.
En la tapa de la edición del 1º de marzo de 1928, por ejemplo, en una
breve columna sin firma titulada “Ciudadano” El Diario pregunta a su lector: “¿No
se sonroja Ud. al pensar que un hombre por capricho y por interés y otras
razones, ha abierto una zanja de odio entre sus compatriotas, tendiendo a
corromper la conciencia del país que divide en amigos y enemigos de su
persona?”. No hace falta decir que “un hombre” es Hipólito Yrigoyen, al que
no se lo nombra en todo el artículo. Continúa preguntándose el autor: “¿No
tiene Ud. la dolorosa impresión de que algunas multitudes de argentinos han
abandonado la inmensa ruta de sol que recorrían, para reptar por sendas
tortuosas y en descenso?”.
El día siguiente, el 2 de marzo, El Diario sale con una tapa en la que se
destaca un artículo titulado “Rectificaciones amargas”. Allí se señala que “antiguos
y acérrimos enemigos, más de la persona que del personalismo - su falla
fundamental, a nuestro juicio – del señor Irigoyen, acaban de ponerse no solo
al lado del mismo en la actual campaña política, sino también al lado de los
que son sus aduladores por interés o por convicción leal, emulando con ellos en
el fuego de la alabanza, por lo general simulada”.
En la edición del 3 de marzo de 1928 podemos observar una columna
titulada “Impostura”, en la que más que Yrigoyen el blanco elegido son los
yrigoyenistas y seguramente un medio identificado con esa tendencia, que no se
menciona: “El personalismo y sus adeptos que los hay de varias clases en cuanto a
sinceridad se refiere, pero que en cuanto a estrechez de miras toca, se igualan
por la carencia de conceptos y la falta más completa de independencia en la
acción, han dado en abusar de un medio tan optimista como ingenuo de
propaganda, voceando próximos triunfos en distritos donde jamás conseguirán la
mayoría que de antemano se atribuyen. Si se les interroga acerca de las razones
que tienen para hacer tales afirmaciones, caen de inmediato en esa vacuidad de
criterio que a todos los singulariza por igual, desde el caudillajo que
organiza el repunte hasta el que pega carteles en los muros.”
El domingo 4 de marzo el diario incluyó un artículo con el título “La
agresividad en la propaganda política”. Allí se decía que “a tales extremos
ha llegado la falta de respeto, la grosería y hasta la agresividad que son
peculiares condiciones de los elementos personalistas, puestos en acción de
confusionismo y de presiones violentas, que todo el país se siente alarmado ante
los canallescos avances de agentes perturbadores alucinados como su jefe o por
él pagados para buscar ventajas electorales en el desconcierto y en el temor.”
Obviamente, el resultado de las elecciones del 1º de abril de 1928 fue
una pésima noticia para la redacción de El Diario. Yrigoyen, acompañado por el
entrerriano Francisco Beiró como candidato a vicepresidente, logró un triunfo
contundente con más del 61% de los sufragios, lo que le permitió consagrar una
holgada mayoría en el colegio electoral. En Entre Ríos la fórmula radical (para los
radicales antipersonalistas entrerrianos la fórmula “personalista”) obtuvo el
56,64% de los votos y el Frente Único, una coalición de la UCR antipersonalista
y partidos conservadores que impulsaba la fórmula Leopoldo Melo – Vicente Gallo
el 42,52%. Francisco Beiró no alcanzó a asumir la vicepresidencia ya que
falleció el 22 de julio y fue reemplazado por Enrique Martínez.
Tres semanas después del comicio, el domingo 22 de abril, El Diario publicó una nota titulada “El veredicto de
las urnas”, en la que se lamentaba de que “si bien se sospechaba que Entre
Ríos no podía librarse de la ola personalista que arrasaba con situaciones en
apariencia inconmovibles, un espíritu de conservación fincado en las
tradiciones provinciales y en el concepto de nuestra autonomía política tan
acentuada por sus atributos históricos y morales alimentó la certeza de que
nunca llegaría a ser tan abrumadora la mayoría del adversario.”
En otra, bajo el título “Manifestación personalista”, el cronista
señalaba que “festejando el triunfo en la provincia los irigoyenistas
realizaron anoche una manifestación que recorrió varias calles de la ciudad.
Más por falta de cultura que por entusiasmo, los manifestantes profirieron
gritos destemplados y exclamaciones incorrectas que no respetaron ni a
funcionarios ni a damas accidentalmente espectadores del malogrado despliegue
de fuerzas victoriosas”.
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