Por José Antonio Artusi *
Suelo comenzar algunas de mis charlas sobre
cuestiones urbanísticas con un par de advertencias preliminares. La primera es
del chileno Carlos Matus, y la segunda del catalán Jordi Borja:
“…tenemos que
tecnificar la política y politizar a los técnicos…”
“… El urbanismo es
ante todo una dimensión de la política. Y su objetivo es garantizar el acceso
por igual a todos los ciudadanos de los bienes y servicios que ofrece la
ciudad…”
Ambas apuntan a señalar los riesgos de dos
actitudes extremas que deberíamos evitar: un tecnocratismo despojado de
valoraciones éticas y políticas, y una politización carente de rigor técnico y
alejada de las evidencias que proporciona el conocimiento científico.
Concepción del Uruguay exhibe como pocas
ciudades intermedias de nuestro país una historia inusualmente rica en materia
de procesos de planificación del desarrollo urbano; desde el PLANUR en los
albores de la recuperación de la democracia hasta la reformulación del PECU en
2010, pasando por la reformulación del PLANUR y el PECU en los ´90. Sin
embargo, lamentablemente, todos esos intentos de planificar y ordenar de manera
armónica el crecimiento de la ciudad resultaron ineficaces e
insuficientes.
El Código de Ordenamiento Urbano que surgió
como consecuencia de las recomendaciones del PECU a fines del siglo pasado fue
una de las pocas líneas de acción que se transformaron en realidad. De todos
modos, a más de veinte años de su sanción es menester reconocer que, al no
estar acompañado por un proceso permanente de planificación y gestión, no ha
logrado contribuir al logro de los objetivos con los que fue pensado. Las
reformas espasmódicas que ha sufrido y la numerosas excepciones al cumplimiento
de sus disposiciones lo han tornado un instrumento desactualizado e inadecuado
para afrontar los retos de la ciudad hacia el futuro.
Es una buena noticia que el Municipio se
aboque por lo tanto a su reforma, que debe involucrar necesariamente, en alguna
medida, una revisión de los últimos planes, la definición de un modelo territorial
deseable, la identificación de las líneas estratégicas que deberían contribuir
a su construcción, y las normas e instrumentos capaces de guiar y ordenar la
gestión de todo el proceso.
Será una buena oportunidad para repensar
integralmente la ciudad, con la activa participación de la ciudadanía. No
debemos renunciar al objetivo de una ciudad más justa, democrática, próspera,
segura, saludable y sostenible.
Publicado en el diario La Calle de Concepción del Uruguay el 22 de Agosto de 2021.-
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