Por José Antonio Artusi
El día que se promulgó la ley 1420 de
educación común, pública, laica, gratuita y obligatoria, el 8 de Julio de 1884,
el Presidente de la Nación, su Ministro de Instrucción, el diputado autor del
proyecto de ley y el Presidente de la Cámara de Diputados compartían una
inusual coincidencia: todos habían sido alumnos del Colegio del Uruguay, el
“heredero de Urquiza”. Casualidad? No creo. Tengo para mí que ese día dió uno
de sus frutos más brillantes la semilla plantada por el Organizador de la
Nación 35 años antes al fundar en Concepción del Uruguay el primer colegio laico
del país y al procurar que tuviera los recursos necesarios y los mejores
profesores de los que se podía disponer en ese momento.
Se logró así, tras numerosos contratiempos y
conflictos, una norma que iba a resultar fundamental como uno de los pilares de
la Argentina moderna y republicana, que nunca dejó de recibir, abierta o
veladamente, los embates reaccionarios de los nostálgicos de la Argentina
colonial y autoritaria. La ley que Sarmiento no había podido lograr como
Presidente, pero claramente inspirada en sus ideas, con el apoyo decidido de
Leandro Alem y otros dirigentes progresistas de la época, se tornaba
realidad.
El Presidente es conocido, y buena parte de
los ataques que recibió y sigue recibiendo son producto de su compromiso con
esta ley, y con haber afrontado con decisión los costos políticos de mantenerla
y aplicarla: Julio Argentino Roca, alumno del Histórico Colegio entre 1856 y
1858.
Al Ministro de Instrucción, Eduardo Wilde,
nos hemos referido en otra columna.
Onésimo Leguizamón, a pesar de ser
entrerriano, no es por ello mucho más conocido. Una de las calles que flanquean
al Colegio y una de sus aulas llevan su nombre, pero su obra gigantesca es
ignorada casi por completo. 4 años mayor que Roca, nació en Gualeguay. Abogado,
juez, periodista, político, la educación estuvo siempre en el centro de sus
afanes, tal como se desprende de las responsabilidades que asumió, a pesar de
su temprana muerte a los 47 años: legislador provincial y nacional, Ministro de
Educación de Entre Ríos entre 1864 y 1868, Ministro de Justicia, Culto e
Instrucción Pública del Presidente Avellaneda entre 1874 y 1877, integró luego
la Suprema Corte de Justicia, pero no vaciló en renunciar a esa alta
magistratura para presidir el Congreso Pedagógico. Como diputado asumió la
responsabilidad de presentar y defender el proyecto que dio origen a la ley
1420. Sarmiento llegó al extremo de sincerarse: “Tanto veo que elogian sus
trabajos de educación, que empiezo a ponerme celoso”. Ante su tumba, Wilde lo
definió como “el temible campeón de la libertad de conciencia”.
Mucho más tarde, en 1947, durante los
acalorados debates parlamentarios que se suscitaron ante la derogación de la
ley 1420, el diputado Silvano Santander recordaría a Leguizamón y a su
principal legado: “Los árboles, dice el Eclesiastés, se juzgan por sus frutos.
¿Cuáles han sido los resultados de esta ley? Una Argentina alfabetizada, sin
problemas raciales y religiosos”. Que la “gloria y loor” no sean sólo para su
principal ideólogo, sino también para los estudiantes del Colegio que la
hicieron realidad.-
Publicado en el diario La Calle de Concepción del Uruguay el día 26 de Septiembre de 2021.-
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