Por José Antonio Artusi
A la memoria de Enrique Pereira, que me
enseñó a valorar a Alvear y entender su significación.
Se cumplieron el 4 de Octubre 153 años del
nacimiento de Marcelo de Alvear, Presidente de la Nación entre el 12 de Octubre
de 1922 y el 12 de Octubre de 1928. Dije ese día que había sido un extraordinario
dirigente de la Unión Cívica Radical, en las buenas y en las malas, y uno de
los mejores presidentes que tuvo la República Argentina, para muchos el mejor.
Nada en Concepción del Uruguay recuerda su nombre. En muchas ciudades pasa lo
mismo. Hay una calle en Buenos Aires, no demasiado importante, que los porteños
casi conocen más como “Marcelo T.” que como “Alvear”, y poco más que eso.
Los argentinos, pero sobre todo los
radicales, sus correligionarios, hemos sido injustos con Alvear. Y no es una
cuestión de nostalgia ni de vocación enfermiza por las efemérides. No reivindicarlo,
negarlo, aceptar como verdades reveladas algunas zonceras que dijeron y dicen
sus adversarios, es una de las tantas formas de no reconocer nuestros errores del
pasado (y nuestros aciertos), y nos impide aprender de ellos, y condiciona por
lo tanto nuestra forma de actuar en política en el presente, de cara al futuro.
Más que él, al homenaje a Alvear lo necesitamos nosotros.
Marcelo de Alvear nació en Buenos Aires el 4
de Octubre de 1868 y murió el 23 de Marzo de 1942 en Don Torcuato. Pudo gozar una
vida tranquila y llena de lujos, y algunos se los dió, por supuesto, pero
eligió vivir a su manera, pagando por sus convicciones y por sus sentimientos
más íntimos los precios que hubiera que pagar. Se dio el lujo de ser un hombre
público empecinado en perseguir honesta y valientemente sus ideales, los de la
libertad y la igualdad, y el lujo de vivir hasta el último de sus días con el
amor de su vida, Regina Paccini, una de las cantantes líricas más talentosas de
su época. El primero tuvo el costo de la cárcel y el exilio, de buena parte de
su fortuna, y de la incomprensión desagradecida de propios y extraños. El
segundo, solamente el desdén de la pacata oligarquía porteña con olor a bosta,
a la que conocía tan bien.
Vale la pena recordar sólo algunos de los
logros de su gestión presidencial, entre tantos otros:
-
El PBI creció a un promedio anual del 6,3% entre 1922 y 1928. Los
sectores más dinámicos fueron la industria y la construcción (8,1% y 13,8%
respectivamente). El PBI per cápita creció 14,07% y llegó al 6º lugar mundial.
-
El Índice Gini pasó de 48,1 en 1922 a 46,3 en 1928: La desigualdad se
redujo.
-
La expectativa de vida tuvo un crecimiento real del 4,73%.
-
Se consolidó YPF bajo la magnífica conducción de Enrique Mosconi.
-
En 1924 se produjo el record de exportaciones de carne, 981 mil
toneladas. Nunca más se superó esa cifra.
El historiador Eduardo Lazzari lo resume así
en Twitter: “La Argentina tenía una
economía donde 50% del PBI era exportado. No había pobres, salvo los que recién
llegaban. Se había acabado el analfabetismo infantil... Fue hace un siglo,
cuando Yrigoyen y Alvear siguieron adelante con las políticas de la Generación
del 80 y las mejoraron”.
Todo ello en el marco de la más absoluta
libertad y en un clima de paz social pocas veces visto en el país. Más tarde,
el fraude nos privó de una segunda presidencia de este gran argentino, a quien
tanto debemos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario