Por José Antonio Artusi
Se cumplen 299 años del nacimiento de Adam Smith. Nació en Kirkcaldy, Escocia, el 5 de junio de 1723 y murió en Edimburgo el 17 de julio de 1790. Es considerado el padre de la economía clásica y uno de los más influyentes pensadores de Occidente. Es conocido sobre todo por su obra titulada “Una investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones”, publicada en 1776, el mismo año de la creación del Virreinato del río de la Plata en América del Sur y de la declaración de la independencia de Estados Unidos en América del Norte.
Adam Smith fue el intelectual que aportó rigor
científico a las indagaciones de sus predecesores, los economistas fisiócratas,
y el defensor de un liberalismo doctrinario que no se agotaba en el plano
económico. Representó en ese sentido cabalmente la vocación transformadora y revolucionaria
de los sectores progresistas de la burguesía capitalista de su época, opuesta
al antiguo régimen feudal.
Adam Smith es seguramente más conocido por lo que se
ha dicho de él, en un sentido u otro, que por sus propias expresiones. En un
momento en el que en la Argentina el término “liberal” no conlleva tanta
connotación negativa como hasta hace algunos años, pero a la vez en que
conservadorismo y liberalismo aparecen un tanto mezclados, quizás convenga
recordar a Adam Smith con sus propias palabras, que podrían sorprender a
algunos:
“No puede haber
una sociedad floreciente y feliz cuando la mayor parte de sus miembros son
pobres y desdichados”.
“La ciencia es
el gran antídoto contra el veneno del entusiasmo y la superstición”.
“Tan pronto
como la tierra se ha convertido en una propiedad privada, el terrateniente
exige una parte de casi todos los productos que el trabajador pueda producir o
recoger en ella”.
“Es injusto que
toda la sociedad contribuya a un gasto cuyo beneficio se limita a una parte de
la sociedad”.
“Es una
grandísima impertinencia y presunción de reyes y ministros el pretender vigilar
la economía privada de los ciudadanos y restringir sus gastos”.
“Los
comerciantes del mismo rubro rara vez se reúnen, incluso para entretenimiento y
diversión, pero la conversación termina en una conspiración contra el público,
o en alguna estratagema para aumentar los precios”.
“Esta
disposición a admirar, y casi a idolatrar, a los ricos y poderosos, y a
despreciar o, como mínimo, ignorar a las personas pobres y de condición humilde
es la principal y más extendida causa de corrupción de nuestros sentimientos
morales”.
“La gran
multiplicación de la producción de todos los diversos oficios, derivada de la
división del trabajo, da lugar, en una sociedad bien gobernada, a esa riqueza
universal que se extiende hasta las clases más bajas del pueblo”.
“Donde quiera
que haya una gran propiedad, hay una gran desigualdad”.
“Un jardinero
que cultiva su propio jardín, con sus propias manos, une en su persona los tres
personajes, de propietario, agricultor y obrero. Su producción, por lo tanto,
debe rendirle la renta del primero, la ganancia del segundo y el salario del
tercero”.
“La renta de la
tierra, por lo tanto, considerada como el precio que se paga por su uso, es
naturalmente un precio de monopolio. No guarda relación alguna con lo que el
dueño de la tierra pueda haber invertido en mejorarla, o con lo que pueda
permitirse aceptar, sino con lo que el granjero pueda permitirse pagar”.
“Aún cuando el
Estado no obtuviese ventaja de la instrucción de las clases inferiores del
pueblo, merecería su atención al propósito de lograr que no fuesen del todo
ignorantes; pero nadie duda que saca además considerables ventajas de la
instrucción de aquellas gentes. Cuanto más instruidas están, menos expuestas se
hallarán a las desilusiones traídas por la ligereza y la superstición, que
frecuentemente ocasionan los más terribles trastornos entre las naciones
ignorantes”.
“El interés de
los empresarios en cualquier rama concreta del comercio o la industria es
siempre en algunos aspectos diferente del interés común, y a veces su
opuesto”.
“Todo para
nosotros y nada para los demás parece haber sido la máxima abominable de los
amos de la humanidad en todas las edades del mundo”.
“Un impuesto
sobre la renta de los solares no elevaría la renta de las casas. Incidiría
totalmente sobre el propietario, que siempre actúa como un monopolista y extrae
la renta máxima que puede obtenerse por el uso de su suelo. Se obtendrá por él
más o menos según los competidores sean ricos o pobres.”
Cada vez que discutimos problemas tan contemporáneos y
acuciantes como una reforma tributaria, las retenciones a las exportaciones, o
la ley de alquileres, la vigencia de algunas de las ideas de Adam Smith se
evidencia de manera contundente. Sobre sus hombros se pararon posteriormente otros
gigantes como David Ricardo o Henry George para ver más lejos. Hoy “La riqueza
de las naciones” se puede leer gratis en internet; a 299 años de su nacimiento
Adam Smith sigue teniendo cosas interesantes para decirnos.-
Publicado en el diario La Calle el día 5 de Junio de 2022.-
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