Por José Antonio Artusi
José Artigas nació en Montevideo el 19 de Junio de 1764 y murió en Paraguay el 23 de Septiembre de 1850. Su figura nos sigue interpelando y desafiando, y nos motiva a buscar nuevas interpretaciones acerca del significado profundo y verdadero de sus ideas y de sus acciones. Incomprendido muchas veces por propios y extraños, en vida y tras su partida, Artigas nos dejó un legado que es preciso explorar y desentrañar con detenimiento, sacándolo del lugar cómodo y protocolar de las meras efemérides. El devenir histórico, en alguna medida sus errores, en parte los de sus aliados y de sus enemigos - que a veces convivieron en las mismas personas - quisieron que sus últimas actuaciones públicas fueran derrotas y fracasos, a los que siguió el retiro en Paraguay.
Como bien señala Félix Luna en “Los Caudillos”, “una elemental cortesía rioplatense ha
evitado que la historiografía liberal de este lado del estuario haya proseguido
lanzando contra Artigas las invectivas que inauguraron Mitre y López. Los
uruguayos han inferido a Artigas la condición de héroe nacional y eso reviste
al caudillo oriental de una suerte de inmunidad póstuma… Sin embargo, aunque su
tranquilizadora profesión de héroe nacional lo salve del destino que corrieron
otros caudillos de su laya, es difícil encontrar en nuestros historiadores
académicos el cabal reconocimiento de las dimensiones del Protector de los
Pueblos Libres, en verdad excepcionales. Porque fue, realmente, el fundador del
federalismo rioplatense, estuvo infundido por una obsesión emancipadora que lo
aparea con San Martín o Bolívar y pasó con dignidad la prueba suprema del
infortunio, que es la definitiva piedra de toque para evaluar la calidad humana
de los conductores de pueblos.” La conversión de Artigas en el héroe
nacional de un país hermano tuvo para nosotros un doble efecto; por un lado, la
“elemental cortesía” de buenos vecinos lo salvó de la descalificación y los
improperios, pero por otro lado lo perdimos un poco como un prócer propio, que
lo fue, en grado superlativo. Félix Luna lo expresa de esta manera: “No debe extrañar la inclusión de Artigas
en esta corta galería de caudillos argentinos. Toda su lucha estuvo enmarcada
en el contexto nacional, del que jamás quiso salir… la actitud de Artigas no
fue nunca separatista – mal que pese a los autores de su leyenda negra – ni
aceptó los ofrecimientos que se le hicieron para constituir la Banda Oriental
en una entidad nacional independiente… no podemos sentir como sentir como ajeno
a este oriental eminente…”.
Artigas defendió con inusual lucidez y coherencia las
ideas más progresistas de la etapa inicial de nuestra vida como nación independiente,
y están magníficamente resumidas en las Instrucciones del año 13: independencia
absoluta de la Corona española, organización constitucional, federalismo,
libertad civil y religiosa, igualdad, sistema republicano y división de
poderes, libertad de navegación y habilitación de puertos, libertad de comercio
y eliminación de aduanas interiores, instalación de la capital federal fuera de
Buenos Aires. Todas estas ideas, hasta la última, intentada sin éxito por
Alfonsín, mantienen plena vigencia.
Pero el ideario de Artigas es mucho más rico y
complejo del que se puede inferir de las célebres y no escuchadas
“Instrucciones”. Artigas entendió con notable anticipación el problema del
acceso a la tierra, y vio claramente la necesidad de acompañar las
transformaciones políticas y la constitución de un nuevo sistema institucional
con un cambio profundo en las estructuras económicas y sociales, de modo tal de
lograr – en sus propias palabras – “que los más infelices sean los más
privilegiados” y que de ese modo se den las condiciones materiales para el
ejercicio efectivo de la libertad y la soberanía popular, a la que se refería
con elocuencia al decir “para mí no hay nada más sagrado que la voluntad de los
pueblos”. Es admirable como esas ideas de avanzada impregnaron la conciencia de
un hombre que no tuvo acceso a formación académica. Podemos hallar una clave
interpretativa en la lectura, entre otros pocos textos, de algunos de los
libros de Thomas Paine, revolucionario republicano inglés que participó
activamente en el proceso independista de los Estados Unidos. En “Artigas y el
Congreso de los Pueblos Libres” Bernardo Salduna sostiene que “es evidente, y
así lo señalan los principales autores que han estudiado la trayectoria
artiguista, que el pensamiento de Thomas Paine no sólo era conocido por
Artigas, sino que influyó notablemente en su obra y proyectos
institucionales”.
A la vez, comprendió también, paradójicamente como
Sarmiento – que con Artigas incurrió en una tremenda equivocación e injusticia - que la educación popular era otro de los
requisitos ineludibles de una democracia verdadera. Algunas de sus frases y
muchas de sus acciones lo atestiguan: “Sean los orientales tan ilustrados como
valientes”; “Formemos ciudadanos capaces de honrar el decoro de un gobierno
que, siendo justo en sus principios, debe igualmente serlo en sus resultados”;
“Para mí es muy satisfactorio que los paisanos desplieguen sus conocimientos y
den honor a su país”.
Vivo en la calle Artigas y me gusta que así sea. A
pocas cuadras cambia de nombre, y pasa a llamarse Supremo Entrerriano, por
Ramírez. Es un doloroso pero a la vez útil recordatorio de lo perjudicial que
pueden resultar a veces la desinteligencias entre dirigentes que se enfrentan
sin saber distinguir las contradicciones fundamentales de las accesorias.
A 258 años de su muerte renovemos el homenaje a
Artigas, procurando que sus enseñanzas y su ejemplo nos sirvan no sólo para
entender mejor el pasado sino iluminar el camino del porvenir.-
Publicado en el diario La Calle el día 19 de Junio de 2022.-
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