lunes, 18 de noviembre de 2024

ALEJANDRO CARBÓ



Alejandro Carbó Ortiz nació en Paraná el 16 de abril de 1862 y murió en Córdoba el 1º de julio de 1930. Se destacó como docente y legislador. Tres de sus hermanos también tuvieron una relevante trayectoria política, entre ellos Enrique, que llegó a ser senador nacional entre 1895 y 1903, gobernador de Entre Ríos entre 1903 y 1907, y ministro de Hacienda de la Nación entre 1914 y 1915.

Cursó estudios primarios en el Colegio Sudamericano y secundarios en la Escuela Normal de Paraná, en la que tuvo como docentes a maestras norteamericanas contratadas por Sarmiento y a José María Torres, por ese entonces el director de la institución. Egresó como profesor en 1879 e inmediatamente comenzó a trabajar allí como docente, llegando a ser secretario, vicedirector y director de la escuela, con sólo 27 años.  Su interés por la promoción de la educación quedó evidenciado en 1880 cuando fundó la primera escuela nocturna gratuita para adultos. Su gestión al frente de la primera escuela normal del país, entre 1889 y 1892, es calificada por Beatriz Bosch como “la época más brillante de la Escuela”. A raíz de un informe de un inspector que consideró injusto, y ante la falta de respuesta de las autoridades nacionales, renunció al cargo de manera indeclinable. Entre 1886 y 1898 integró el Consejo General de Educación, presidiéndolo desde 1896. Durante su gestión, entre otras medidas, implantó el censo escolar y la utilización de estadísticas.

Tras afiliarse al Partido Autonomista Nacional fue electo diputado provincial en 1894 y senador por Nogoyá en 1896. En 1898 accedió a una banca en la Cámara de Diputados de la Nación, responsabilidad que ejercerá 16 años, entre 1898 y 1910 y luego entre 1912 y 1916. Presidió la Cámara en los períodos 1906/1907 y 1915/1916.

Las elecciones antes de la ley Sáenz Peña en 1912 distaban de ser competitivas y limpias, y los expedientes registran los nombres de los candidatos, pero sin especificar partidos. Para dimensionar la cuestión es útil observar lo siguiente: En 1898 Alejandro Carbó obtuvo 11.453 sufragios, y le siguió Emerio Tenreyro con sólo 2. En 1902 la desproporción se mantuvo, 8866 contra 2 de Rodolfo Núñez, y en 1906, 8765 votos contra 35 de Núñez nuevamente. Curiosamente, en 1910 la tendencia se revierte y Alejandro Carbó logró sólo 35 votos y no pudo renovar su mandato. En 1912, ya con la vigencia de la reforma electoral que instauró la ley Sáenz Peña, el panorama cambió sustancialmente. El Partido Conservador consagró diputados a Carbó y a Eduardo Sobral con 24.058 votos, el 53,01%, mientras que el radicalismo, que participó por primera vez de manera orgánica con la candidatura de Miguel Laurencena, recibió 21.326 votos, el 46,99%, y logró la representación de la minoría. Obsérvese el aumento significativo de la concurrencia al comicio, 45.384 electores en 1912 (71,83% del padrón) contra menos de 15.000 sólo dos años antes.       

En 1903 Alejandro Carbó integró la convención que reformó la constitución entrerriana, que regía desde 1883. Beatriz Bosch considera que “si bien la reforma trajo un retroceso en el régimen municipal, pues eliminó la elección popular de los intendentes, mantuvo empero las líneas esenciales del anterior instrumento jurídico”; y enfatiza que Carbó “aboga por evitar el fraude electoral y por la representación de las minorías en los cuerpos legislativos, la que logra imponer”.     

En 1910, tras su tercer mandato como diputado nacional, ingresó al cuerpo docente de la Universidad Nacional de La Plata, que lo distinguió posteriormente con el doctorado honoris causa.        

Recurrimos nuevamente a Beatriz Bosch para contextualizar su candidatura a gobernador en 1914: “a partir de 1905 el Partido Autonomista Nacional sufre varias escisiones en Entre Ríos. Hemos visto como Alejandro Carbó ha venido alejándose del conservadorismo cerrado, ya que simpatiza con la idea del voto secreto y bregó por la representación de las minorías hasta imponerla en la provincia en 1903. A principios de 1912 un grupo de diputados y senadores invita a formar un nuevo partido. Surge así el 10 de marzo la Unión Provincial”. Dicho partido postuló a Carbó como candidato a gobernador, acompañado por Cipriano de Urquiza. El 7 de junio de 1914 la UCR obtuvo 24.974 votos (51,86%) y 42 electores, mientras que la Unión Provincial consiguió 23.192 sufragios (48,14%) y 12 electores. Recordemos que la elección era indirecta; los ciudadanos votaban electores que elegían al gobernador y al vicegobernador. Se produjo de esa manera el triunfo de la fórmula integrada por Miguel María Laurencena y Luis Lorenzo Etchevehere.  Sobre esa elección Enrique Pereira refiere que “se intentó el fraude, para favorecer a Carbó. Sin embargo, la firme actitud de un diputado conservador, don Francisco V. Martínez, presidente de la Comisión de Escrutinio, repudiando la maniobra, puso las cosas en su lugar y se reconoció el legítimo triunfo de la Unión Cívica Radical”.  Sobre este episodio Celomar Argachá resalta el rol que le tocó desempeñar a Juan José de Urquiza y Costa, uno de los hijos del primer presidente constitucional de la República Argentina, cuya participación en política fue “tardía pero muy destacada”. Juan José de Urquiza, al igual que su hermano Cipriano, tuvo un breve paso por el radicalismo y en 1914 era senador. Celomar Argachá refiere que “el oficialismo puso en duda el triunfo del radicalismo argumentando que en numerosas mesas e incluso en algunos departamentos había numerosos errores con resultados distintos a los que habían informado las autoridades comiciales… La Asamblea Legislativa, compuesta por ambas cámaras reunidas al efecto, debió votar… y fue el voto de Juan José de Urquiza y Costa en favor del dictamen de la mayoría el que resolvió tan ajustada decisión. Esa victoria significó la adjudicación de muchos más electores al radicalismo que al oficialismo”. Celomar Argachá cita las propias palabras del senador Urquiza al fundamentar su decisión: “Soy un verdadero representante del pueblo, he sido elegido por uno de los departamentos que más han luchado contra los malos gobiernos y tengo derecho a que el pueblo me diga lo que voy a decir: no me importan los partidos pero me importa, sí, salvar la honestidad política, salvar a Entre Ríos de una vergüenza nacional”. Enfatiza el mencionado autor que “debemos destacar otro hecho que quizás pasa inadvertido para muchos y es que la otra fórmula, la del oficialismo gubernativo, estaba conformado por el profesor Alejandro Carbó y Cipriano José de Urquiza y Costa, su propio hermano, sin embargo resolvió hacerlo por el dictamen de la mayoría que favoreció a Laurencena y Etchevehere, hecho que eleva y engrandece aún más semejante decisión”.               

En 1916 Carbó acompañó a Lisandro de la Torre como candidato a vicepresidente, por el Partido Demócrata Progresista, en la elección en la que se impuso Hipólito Yrigoyen, con Pelagio Luna como vicepresidente. Es interesante destacar que en Entre Ríos esa elección se polarizó entre la UCR y el PDP, ante la ausencia de una lista conservadora “pura”, seguramente por influencia de Carbó. La UCR obtuvo el 54,18% y consagró 15 electores, mientras que el PDP logró el 44,52% y 7 electores, quienes, sin embargo, en el colegio electoral votaron por los candidatos conservadores, Angel Dolores Rojas y Juan Eugenio Serú.

Posteriormente su comprovinciano Antonio Sagarna, ministro de Justicia e Instrucción pública del presidente Alvear, lo designó director de la Escuela Normal de Córdoba, cargo que ejerció hasta su muerte. Dicha institución lleva su nombre. La fachada del edificio tiene un notable parecido con la de la Escuela Normal de Concepción del Uruguay, ambos magníficos exponentes de la arquitectura escolar de inspiración sarmientina de fines del siglo XIX y principios del XX. La diferencia radica en que en la fachada del edificio cordobés la planta alta abarca todo su ancho, hasta la esquina, mientras que en la del uruguayense está limitada al núcleo central.  

Beatriz Bosch opina de Alejandro Carbó que “si bien, por la contemporaneidad y los vínculos familiares, provenía de ese “régimen” tan denostado por Hipólito Yrigoyen, se aleja paulatinamente del mismo movido por un genuino y sincero afán democrático”, y recalca que “aunque más de una vez proclamara en alto su afiliación política, hubo de oponerse frontalmente a ministros de idéntico origen partidario en demanda de una estricta observancia de normas constitucionales hasta elevar el tono ante el mismo presidente de la República, a favor de los fueros del Congreso y de los derechos de las provincias”.

Podríamos caracterizar a Alejandro Carbó como un conservador liberal, o como un liberal conservador, pero en todo caso progresista, heredero de las mejores tradiciones de la generación del 80 y también de sus limitaciones. Lamentablemente el conservadorismo iría progresivamente abandonando su veta liberal y republicana, y luego de su muerte va a oscilar cada vez más entre derivas reaccionarias, corporativas e integristas afines a los fascismos europeos y la degradación fraudulenta de los gobiernos de la década del 30, para dejar de ser una alternativa como tal a partir del peronismo, en el que van a encontrar un canal de participación política muchos de sus dirigentes. Quizás eso explica que la figura de Alejandro Carbó sea hoy prácticamente desconocida y no sea reivindicada por ningún partido político. Su retrato no está en ningún local partidario.

  

Fuentes:

Argachá , Celomar José. «Hijos del general Urquiza, ¿ afiliados al radicalismo ?» Apuntes uruguayenses, revista del Centro Cultural Justo José de Urquiza, 2019.

Bosch, Beatriz. "Prólogo." En Alejandro Carbó, educador y parlamentario . Buenos Aires: Círculo de legisladores de la Nación Argentina , 1999.

Expedientes de la Cámara de Diputados de la Nación.

Pereira , Enrique. Mil nombre del radicalismo entrerriano. Santa Fe: Universidad Nacional del Litoral, 1992.

 

 

Versión ampliada y corregida del artículo publicado por el diario La Calle el 17 de noviembre de 2014.

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domingo, 10 de noviembre de 2024

MIGUEL MARÍA LAURENCENA

Por José Antonio Artusi

Miguel María Laurencena nació en Buenos Aires el 27 de febrero de 1851 y murió en Gualeguay el 3 de febrero de 1928. Se lo conoce sobre todo por haber sido el primer gobernador de Entre Ríos surgido del radicalismo, pero en realidad buena parte de su carrera política transcurrió en el siglo XIX, antes de su fundación.

Se graduó de abogado en la Universidad de Buenos Aires y en 1877 obtuvo el doctorado en Jurisprudencia con una tesis en la que abogó contra la pena de muerte. A los treinta años fue electo intendente de Gualeguay, cargo que desempeñó entre 1881 y 1882.  En 1883 fue electo diputado provincial pero no asumió dado que el gobernador Racedo lo designó ministro de Gobierno. Durante su gestión se sancionó la ley de libertad de imprenta y se llevó adelante el conflictivo proceso del traslado de la capital provincial desde Concepción del Uruguay a Paraná. Renunció en 1885 para abocarse a una gestión en Londres que le encomendó Racedo, tendiente a concretar un empréstito dirigido a la construcción de un ramal ferroviario que uniría la capital histórica con la nueva.

En 1886 accedió a una banca en la Cámara de Diputados de la Nación, que ocuparía hasta 1990. En la elección del 7 de febrero de 1886 también fue reelecto Onésimo Leguizamón, que fallecería poco después, el 21 de agosto de ese año. Laurencena se presentó nuevamente como candidato a diputado nacional en 1992, esta vez sin lograr su propósito. Posteriormente sería electo diputado nacional en tres ocasiones, ya por la UCR; en 1912, en 1914 (pero renunciaría para asumir como gobernador), y en 1919, ejerciendo su mandato hasta 1922. En la elección de 1912 se impuso el Partido Conservador, con el 53.01% de los sufragios, y el segundo lugar correspondió a la UCR, con el 46,99%. En los comicios de 1914 se invirtió el resultado, el radicalismo se impuso con el 47,42% y el conservador Partido Provincial obtuvo el 39%. Es muy probable que el triunfo radical se deba a la división del electorado conservador, ya que en esa oportunidad también participó una lista de candidatos “carbosistas”, que fue votada por el 12,09%. Tras su renuncia, Laurencena sería reemplazado por Martín Reibel, electo en una elección especial el 14 de noviembre de 1914. En 1919, tras culminar su mandato como gobernador, fue electo nuevamente diputado nacional en comicios especiales para reemplazar a Lucilo B. López, quien falleció el 31 de agosto de 1918.  

El periodismo fue una de las grandes pasiones de Miguel María Laurencena. Durante el siglo XIX fue redactor del periódico porteño El Argentino, creó en Paraná un diario de idéntica denominación y el periódico La Lucha, y fue uno de los fundadores de El Diario de Paraná en 1914.

En Buenos Aires conoció a Leandro Alem y se enroló a partir de su fundación en 1891 en la Unión Cívica Radical. Participó en los levantamientos radicales de 1893, 1898 y 1905, siendo en esa ocasión detenido y encarcelado. El 11 de agosto de 1891 participó en representación de Paraná en la convención que se realizó en Concepción del Uruguay y puede considerarse el hito fundacional del radicalismo entrerriano, y fue uno de los delegados electos para representar a la provincia en la Convención Nacional. A partir de ese momento desempeñaría numerosas responsabilidades en la conducción partidaria.      

En 1914 logró ser electo gobernador, acompañado por Luis Lorenzo Etchevehere como candidato a vicegobernador, derrotando por escaso margen al candidato conservador Alejandro Carbó. Los electores de la UCR recibieron el 51,86% de los sufragios, y los de la Unión Popular el 48,14%.

La gestión de gobierno de Laurencena estuvo condicionada por la crisis económica causada por la primera guerra mundial, por conflictos entre el Ejecutivo y la Legislatura que derivaron en la intervención federal por parte del presidente Yrigoyen, y por una severa sequía que afectó a la producción agropecuaria en 1916 y 1917. Laurencena intentó sin éxito reformar la Constitución provincial, logro que recién llegaría en 1933 de la mano de quien había sido su vicegobernador, Luis Lorenzo Etchevehere. Lo secundaron en su gestión Antonio Sagarna como ministro de Gobierno y Luis Jaureguiberry como ministro de Hacienda. El gobierno de Laurencena mantuvo duras controversias con el obispo de Paraná, Abel Bazán y Bustos, que se reflejaron en los medios de la época. Beatriz Bosch refiere que “ruidosa controversia ideológica entablan profesores de la Escuela Normal de Paraná con dicho obispo en 1917”.

En 1922 Laurencena decidió, disconforme con la decisión del radicalismo entrerriano de apoyar la candidatura de Alvear siguiendo las indicaciones de Hipólito Yrigoyen, encabezar una fórmula presidencial en la que estuvo acompañado por Carlos Francisco Melo como candidato a vicepresidente. Este dato, poco recordado, es útil para evidenciar la falta de identidad entre términos que se suelen presentar como equivalentes, tales como “alvearismo” y “antipersonalismo”, en referencia a los opositores a Yrigoyen dentro del radicalismo. Laurencena obtuvo sólo el 3,49% en su propia provincia, con la UCR Intransigente, pero logró imponerse en Mendoza, San Juan y Tucumán, gracias al apoyo del lencinismo, el bloquismo, y una fracción mayoritaria del radicalismo tucumano. A nivel nacional logró el apoyo del 7,08%, que le permitió consagrar 33 electores.  El presidente Alvear – el revanchismo no formaba parte de sus prácticas políticas – designó a Laurencena ministro de la Suprema Corte de Justicia, cargo que ocupaba al momento de su muerte.     

Merecería un estudio que trasciende este artículo la consideración del supuesto jordanismo de Laurencena, sobre el que diversos autores han esgrimido posiciones un tanto contrapuestas. Enrique Pereira, por ejemplo, lo caracteriza como “de claro cuño jordanista”. Mientras que Celomar Argachá brinda abundante información que al menos lo relativiza.

 

Fuentes:

Argachá, Celomar José. 1998. Origen y fundación de la Unión Cívica Radical en Entre Ríos. Editorial La Causa.

Bosch, Beatriz. 1978. Historia de Entre Ríos. Buenos Aires: Editorial Plus Ultra.

Pereira , Enrique. 1992. Mil nombre del radicalismo entrerriano. Santa Fe: Universidad Nacional del Litoral.

 

 

Publicado en el diario La Calle el 10 de noviembre de 2024.-

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lunes, 4 de noviembre de 2024

JUAN JOSÉ SEBRELI

Por José Antonio Artusi

Juan José Sebreli nació en Buenos Aires el 3 de noviembre de 1930 y murió en su ciudad natal el 1º de noviembre de 2024.

Me enteré de la noticia de su muerte por un twit de Silvia Mercado (sí Elon, le seguimos diciendo Twitter): “Se murió anoche Juan José Sebreli, amigos, el más grande luchador de la libertad en contra de la corriente. Ya no tomará sus clásicos cafecitos que últimamente eran en La Biela. Tristeza infinita. Chau Juan José. Gracias por todo el aire que nos brindaste para animarnos a pensar distinto, siempre”. Yo, que no tuve la fortuna de conocerlo personalmente, atiné a escribir: “… No lo conocí sino a través de sus libros, pero lo voy a extrañar. Coincidiendo o no, nos enseñó mucho y nos alentó a tener pensamiento crítico. Nos quedan sus libros. Sobre todo, para mí, “El asedio a la modernidad”.

Rogelio Alaniz lo despidió así: “Murió Sebreli. Me sumo a la pena. Desdeñaba el sentimentalismo, pero le guste o no su ausencia duele. Por lo menos a las personas que lo quisimos y lo respetamos. Un modelo de intelectual, un estilo de vivir las ideas y las pasiones de las ideas desaparece con su muerte.”  

El primer libro suyo que leí fue “Buenos Aires, vida cotidiana y alienación” (1964), durante mi adolescencia en la década del 80, tomado prestado de la gigantesca biblioteca de mi abuelo, José Antonio Rodríguez. Para un joven que quería ingresar a la facultad de arquitectura y urbanismo más por el urbanismo que por la arquitectura y que a su vez comenzaba a interesarse por la política ese texto fue revelador. Recurro a ese viejo ejemplar de hojas amarillentas y encuentro – no lo recordaba - que en algún momento marqué con resaltador algunos párrafos que por alguna razón me llamaron especialmente la atención:

“El cuadro de la estructura económica de la sociedad capitalista en general y de sus contradicciones fundamentales, el papel que las clases juegan en el circuito de la producción, sólo establece las relaciones abstractas y universales y no nos muestran en toda su riqueza concreta el fenómeno singular, la particularidad histórica que constituye la vida cotidiana de una ciudad”.

“Uno de los modos particulares que definen la peculiaridad de una clase con respecto a otras, es su modo de habitar. Por lo tanto, una interpretación que abarque la totalidad debe, forzosamente, tomar como disciplina auxiliar la sociología urbana, la ecología y aún una sociología de la arquitectura”.

“… la distribución de la población y la planificación urbana no son obra del azar o de la casualidad, sino que están indisolublemente ligadas al sistema económico y a las instituciones políticas y sociales”.    

Luego me encontré, en un momento peculiar como 1983, con “Los deseos imaginarios del peronismo”. Lo busco en mi biblioteca y encuentro que también resalté algunos pasajes:

“Hoy podemos justificarlo o combatirlo, pero no permanecer indiferentes ante él. Es una parte de nuestro destino; está ahí, ineludible y tenemos que develar su enigma para saber lo que somos”.    

“La originalidad del bonapartismo y del fascismo consiste precisamente en ser sistemas reaccionarios con amplio apoyo de masas populares”.

“… la creación de un Estado totalitario implica la sumisión de la Iglesia y del Ejército, y Perón también lo intentó aunque no pudo llegar hasta sus últimas consecuencias, quedando a mitad de camino entre el bonapartismo y el fascismo. Cuando aquellas instituciones – Ejército e Iglesia – lo abandonaron en 1955, a pesar de seguir contando con el apoyo de la CGT, se retiró sin lucha”.

En el prólogo a una edición de esta obra en 2019 el propio Sebreli consideró que “no ha perdido nada de actualidad. Espero que contribuya, a su manera, a la batalla cultural siempre oscilante e inconclusa, entre la democracia republicana y la libertad de los ciudadanos, contra el populismo irracional autoritario que ensombreció el siglo pasado y sobrevive aún hoy en ciertas regiones de América Latina. Asimismo, su fantasma recorre Europa y socava a las democracias más antiguas y sólidas”.      

Más tarde me deleité con la que considero su obra cumbre, “El asedio a la modernidad, crítica del relativismo cultural” (1991).  Tampoco en este caso puede evitar la tentación de resaltar algunas frases:

“Un ejemplo típico de cómo ciertos signos de la identidad cultural musulmana implican la opresión de la mujer lo da el uso del chador… Con respecto al uso del velo puede comprobarse cómo las izquierdas tercermundistas han renunciado a los valores humanistas que caracterizaron a la izquierda clásica, entre ellos la lucha por los derechos individuales y la emancipación de la mujer, subordinándolos al nacionalismo y a la supuesta identidad cultural”.  

“Los ataques a la sociedad industrial, a la educación masiva, a la urbanización, constituyen una forma de ese anticapitalismo romántico que Marx llamara “socialismo feudal”; añoranza por una supuesta armonía perdida que, en rigor, nunca existió”.

“Los nacionalistas personalizan la tierra, la transforman en un sujeto del cual los hombres que la habitan son mero atributo; por eso los derechos individuales son subordinados a la soberanía nacional…”.

En uno de sus últimos artículos, “Porqué soy un liberal de izquierda” (https://seul.ar/liberalismo-de-izquierda/), señaló que “todos estos planteos no son más que la resignificación de las lecturas de John Stuart Mill que, a pesar de haber tenido como fuentes de inspiración a Adam Smith y David Ricardo, a mediados del siglo XIX planteaba ya la exigencia de combinar libertad individual con igualitarismo social… Al fin y al cabo, no hay nada más liberal que escuchar a Juan B. Justo… Por eso, considero que no se le hace ningún favor al liberalismo denostando y demonizando a la socialdemocracia, pues hoy el único liberalismo posible es el que no prescinde ni tiene complejos frente a la igualdad de oportunidades”.

Nos ha dejado un escritor que supo entender que su rol era no casarse con nadie y estar dispuesto a pagar el precio que tienen que pagar los que se animan a nadar contra la corriente.

 

Publicado en el diario La Calle el 3 de noviembre de 2024.-   

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martes, 29 de octubre de 2024

VÍCTOR ETCHEVERRY

José Antonio Artusi

Víctor Daniel Etcheverry nació el 22 de julio de 1879 en Concepción del Uruguay, por entonces Capital de Entre Ríos, y murió el 3 de mayo de 1943 en su ciudad natal. Ingeniero agrónomo, periodista, político, tuvo una extensa y destacada actuación en el radicalismo entrerriano, permaneciendo siempre en las filas yrigoyenistas. 

El diario uruguayense Los Principios, identificado abiertamente con la rama de la UCR que mantuvo invariablemente su adhesión a Hipólito Yrigoyen, lo tuvo como uno de sus colaborares más importantes. Actuó en la redacción y en la dirección del medio. Fue su antecesor en tal responsabilidad Ernesto Bourband T. y su sucesor Luis María “Solapa” Rodríguez.     

Su interés por el cooperativismo y sus ideas sobre el fomento de la producción agropecuaria quedaron plasmados en un libro de su autoría que publicó la Librería del Colegio en 1914, titulado “Las cooperativas agrícolas en Entre Ríos”, basado en la tesis con la que obtuvo su título en la Facultad de Agronomía y Veterinaria de la Universidad Nacional de La Plata. En esa obra Víctor Etcheverry sostenía, en relación a las cooperativas, que “el supremo ideal de estas asociaciones, es propender a estimular la cultura general de la masa productora, es decir, elevar su nivel de vida en su triple manifestación: económica, moral e intelectualmente considerada, para que la legión de la clase rural laboriosa, adquiera plena conciencia de sus ideas y de sus actos, sepa lo que hace y por qué lo hace, llegue en fin, a constituir una colectividad superior en donde cada uno de sus elementos componentes piense reflexivamente y accione libre de presiones extrañas”. Osvaldo Fabián Graciano considera que “este argumento hacía referencia a la necesidad de construir una sociedad agraria fundada en un agricultor capacitado técnicamente pero también formado como ciudadano. Los ecos de la apertura política que vivía la Argentina desde 1912 y que hacía posible el avance político de los sectores medios urbanos se expresaban con claridad en esta monografía y revelaba también el ambiente social y la politización de los estudiantes de la UNLP y específicamente de su Facultad de Agronomía y Veterinaria, conformado -como ya se señaló- por un estudiantado proveniente de familias de clases medias urbanas (docentes, comerciantes, empleados públicos) y rurales (hijos de colonos y arrendatarios) argentinos de primera generación muchos ellos y otros inmigrantes”.

A tal punto fue relevante su aporte en este sentido que el diputado nacional del Partido Socialista Nicolás Repetto expresó en un artículo publicado por la Revista de Ciencias Económicas en 1921 que “la cooperación agrícola ha alcanzado en la provincia de Entre Ríos un desarrollo y una consistencia realmente prometedores. Gracias al fuerte espíritu de asociación que reina en las numerosas colonias israelitas de la provincia, así como a la propaganda del ingeniero agrónomo don Víctor D. Etcheverry y al estímulo discreto ejercido por algunos particulares y el mismo gobierno provincial, la provincia cuenta hoy con no menos de diez cooperativas agrícolas, todas ellas en perfecto estado de consolidación, destacándose por su antigüedad, importancia y amplitud de propósitos, el "Fondo comunal de la colonia CIara", fundado en la colonia del mismo nombre el año 1904”.

Patricia Flier, en un trabajo sobre la historia de la colonización judía agraria en Entre Ríos, centrado en la experiencia de Colonia Clara entre 1890-1950, señala que “Entre Ríos fue la sede en junio de 1913 del primer congreso de cooperativas, reunido en la localidad de Lucas González, oportunidad en la que se constituyó la Confederación Entrerriana de Cooperativas, que se inició con la compra en común de materiales e implementos para sus asociados. Si bien esta primera entidad de segundo grado tuvo una vida efímera –fue refundada en 1930 con el actual nombre de Federación Entrerriana de Cooperativas–, dejó un saldo favorable, porque desde ese momento las cooperativas rompieron su estado de aislamiento, al considerarse parte integrante de un proceso económico social que necesitaba del esfuerzo solidario”. La mencionada autora que nos dice que en esa oportunidad “inauguró las deliberaciones el ingeniero Víctor Etcheverry – presidente de la Comisión organizadora – manifestando «que el Congreso era fruto de la idea del señor Alejandro Mohor, gerente de «La Agrícola Regional» y del anhelo del presidente del Fondo Comunal, Don Isaac Kaplan, aquí presentes», y contó con la participación de cinco cooperativas y una asociación agraria”.

Víctor Etcheverry se desempeñó en la Sección Mutualidad y Cooperación del Ministerio de Agricultura de la Nación. Hernán González Bollo sostiene que su “fin era asesorar a pequeños y medianos arrendatarios y a propietarios rurales sobre diferentes modelos de cooperativas de responsabilidad limitada. El programa constituyó un intento de perfeccionar comportamientos y de ritualizar conductas en el mundo rural. Emilio Lahitte, Domingo Bórea y Víctor Etcheverry fueron los funcionarios que más se destacaron en la organización de los productores con innovaciones institucionales duraderas, que ocuparon un lugar menos ambiguo en las políticas agrarias”. Este autor también enfatiza que “a tres años de su creación, la Sección Mutualidad y Cooperación coordinaba tareas de asesoramiento y vigilancia junto a los agrónomos regionales de la Dirección General de Enseñanza e Investigaciones Agrícolas. Esta suma de ideas y prácticas en el terreno promovió y moldeó el perfil del cooperativismo rural, gracias a un diligente trabajo etnográfico sobre los productores, con reuniones colectivas y públicas en su medio social, para avanzar en asambleas hasta obtener la personería jurídica. Este logro sintetizaba la gran variedad de modelos de estatutos que preveía constituir bodegas, lecherías, sociedades frutícolas y de horticultores. El agrónomo regional Víctor Etcheverry es un ejemplo del trabajo de la Sección en las provincias de Entre Ríos y Santa Fe. Etcheverry desplegó en el medio rural una elaborada estrategia para lograr la participación y colaboración de los chacareros. Inicialmente, publicaba artículos sobre modelos de organización de cooperativas en los diarios zonales, que muchas veces eran el anticipo de las conferencias que ofrecía en cada pueblo o colonia visitados. Tenía bien claro que debía transmitir ideas sencillas, ejemplificadas con hechos y referencias conocidas por el auditorio. Luego, visitaba a los colonos en sus domicilios y, finalmente, seleccionaba a los líderes, con los que se vinculaba solidariamente. En Entre Ríos, alentó el primer congreso provincial, que se reunió en Lucas González en junio de 1913. En Santa Fe, estuvo presente en el Congreso de las Cooperativas Agrícolas Santafecinas, organizado por el primer gobierno radical de la provincia, en diciembre de 1913. Allí defendió el modelo de responsabilidad limitada frente al de las Cajas Raiffeissen, propuesto por los católicos sociales. En cada cuarto intermedio, Etcheverry explicaba las ventajas del primer modelo societario a los presentes.”

El 5 de diciembre de 1915 Etcheverry fue electo concejal para el período 1916/1917, en comicios que consagraron a seis ediles radicales y cuatro conservadores. En 1916 integró la Comisión de Hacienda y Obras Públicas, junto a Ambrosio Artusi y Alberto Lagier. Fue senador del Departamento Uruguay entre 1917 y 1928 y entre 1935 y 1939. En varios períodos ejerció la presidencia provisional de la Cámara.

Entre 1922 y 1926 fue el presidente del Consejo Directivo de la Asociación Educacionista La Fraternidad. En 1923 gestionó a través del diputado nacional Herminio Quirós un préstamo del gobierno nacional para la terminación del edificio de la institución, ante la proximidad de su cincuentenario. Curiosamente, cinco años más tarde ambos se enfrentarían electoralmente.

El 1º de abril de 1928 fue electo diputado nacional junto a Enrique Fermín Mihura, en representación del radicalismo yrigoyenista, con el 57,13% de los sufragios. En esa elección fue reelecto el colonense Herminio Quirós, del radicalismo antipersonalista, con el apoyo del 41,85%. En esa oportunidad Etcheverry enfrentó a su copoblano Cipriano Marcó, que también buscaba la reelección y no pudo lograrla, ya que obtuvo algunos votos menos que Quirós, dado el sistema de tachas que regía en ese momento.  En 1928 Etcheverry acompañó un proyecto de ley del diputado Leopoldo Bard por el que se proponía la expropiación de las concesiones privadas de petróleo.  En 1929, en ocasión de tratarse un nuevo régimen de arrendamientos agrarios a partir de un proyecto del diputado Juan José Ferrarotti, legislador radical vinculado a la Federación Agraria, manifestó en el recinto: “yo sé que esta ley es pura y exclusivamente de efectos transitorios, que con ella no se soluciona el problema de la política agraria argentina (…) la grandeza del país se consolidará cuando cada familia rural viva en mejores condiciones materiales, morales e intelectuales. Hay que dividir el latifundio que es una vergüenza nacional. Contemplamos que poderosos terratenientes, que pasean en Londres y París no conocen sus predios extensos, no han contribuido en mejorar las condiciones de vida y de trabajo de los productores rurales”. El proyecto en cuestión fue aprobado en forma casi unánime, con sólo un voto en contra.

El período de Víctor Etcheverry como legislador nacional, interrumpido por la asonada del 6 de septiembre de 1930, coincidió con el momento de más virulentos enfrentamientos entre las dos ramas en las que se había escindido el radicalismo entrerriano. Martín Gerlo señala al respecto que “entre 1926 y 1930, la provincia fue escenario de una feroz disputa radical que la puso al borde de la intervención federal. Antipersonalistas e yrigoyenistas fueron entonces adversarios y en esa guerra discursiva no escatimaron acusaciones mutuas”, a la vez que recuerda que “uno de los primeros proyectos del diputado Enrique Fermín Mihura consistió en solicitar nuevamente, en este caso junto a Víctor Etcheverry, el pedido de intervención en base a la iniciativa de Artusi y Astesiano”. La iniciativa a la que este autor se refiere es un proyecto de ley de 1926 por el que los diputados nacionales Carmelo Astesiano y Ambrosio Artusi pedían la intervención federal a la provincia de Entre Ríos, gobernada en ese momento por el antipersonalista Eduardo Laurencena. No obstante, tal como señala Enrique Pereira, posteriormente “participó de la reorganización que culminó con la unidad radical en 1935, año en que retorna al Senado de la Provincia hasta 1939”.     

La militancia política le valió a Víctor Etcheverry la persecución por parte del gobierno fraudulento de Agustín P. Justo. En 1933, tras el frustrado intento de asalto al Regimiento de Ferrocarrileros de Concordia, en el marco del estado de sitio, fue detenido y puesto a disposición del Poder Ejecutivo Nacional. El 13 de enero Los Principios publicó una nota titulada “La policía local restringió el acceso de visitas a los detenidos políticos Ing. Víctor Etcheverry y Señor Ambrosio Artusi”. Recuperó su libertad cuatro meses después, tras el levantamiento del estado de sitio. Fueron numerosas las responsabilidades que tuvo Víctor Etcheverry en la conducción del partido radical: vocal y tesorero de la Junta de Gobierno (equivalente al actual Comité Provincial), congresal, etc.

Víctor Etcheverry es recordado así por Enrique Pereira: “Mantuvo una inquebrantable lealtad con Don Hipólito Yrigoyen, a quien lo unió una cordial amistad… El paso por la Legislatura y el Congreso del ingeniero Etcheverry no pasó inadvertido. Numerosas intervenciones e iniciativas prueban su capacidad, preocupación y apasionada defensa de los principios radicales. Hombre progresista y solidario, Etcheverry tuvo un papel preponderante en el cooperativismo, llegando a ser presidente de la Federación Entrerriana de Cooperativas. Asimismo, actuó en otras instituciones. Su vocación democrática lo llevó, en la década del ´30, a participar con gran entusiasmo en organizaciones de solidaridad con la República Española y también en Acción Argentina, entidad que luchaba contra la barbarie nazi fascista”.       

En 1950 el Concejo Deliberante impuso su nombre a una calle de Concepción del Uruguay, anteriormente denominada Victoria.

 

Fuentes:

Concepción, historia y turismo; Las calles de la ciudad (https://concepcionhistoriayturismo.com/las-calles/#/page/395)

Efemérides radicales (http://www.efemeridesradicales.com.ar/Indice/V/Victor_Etcheverry/Victor_Etcheverry.html)

Flier, Patricia; Historia y memoria de la colonización judía agraria  en Entre Ríos: La experiencia de Colonia Clara, 1890-1950, Memoria Académica, UNLP, 2011 (https://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/tesis/te.1842/te.1842.pdf)   

Gerlo, Martín; Diario de la guerra radical, en Revista Cicatriz, Paraná, 17 de julio de 2024 (https://cicatriz.com.ar/diario-de-la-guerra-radical/)   

González Bollo, Hernán; La fábrica de las cifras oficiales del Estado argentino (1890 – 1947), Universidad Nacional de Quilmes, Bernal, 2014 (https://ri.conicet.gov.ar/bitstream/handle/11336/107258/CONICET_Digital_Nro.304ac676-f669-457f-ae5a-b4e7415915e4_A.pdf?sequence=2&isAllowed=y)  

Graciano, Osvaldo Fabián; El agro pampeano en el pensamiento universitario argentino, Revista interdisciplinaria de Estudios Agrarios, Programa Interdisciplinario de estudios agrarios, Buenos Aires, 2001 (https://www.ciea.com.ar/web/wp-content/uploads/2016/11/revista-interdisciplinaria-de-estudios-agrarios-15.pdf) 

Municipalidad de Concepción del Uruguay; Intendentes uruguayenses (1783 – 2003), Espacio Editorial Institucional UCU, Concepción del Uruguay, 2023. 

Pereira, Enrique; Diccionario Biográfico Nacional de la Unión Cívica Radical, Ediciones IML, Buenos Aires, 2012.

Pereira, Enrique; Mil nombres del radicalismo entrerriano, UNL, Santa Fe, 1992.

Repetto, Nicolás; Cooperativas agrícolas, en Revista de Ciencias Económicas, Buenos Aires, Febrero – Marzo – Abril de 1921 (http://bibliotecadigital.econ.uba.ar/download/rce/rce_1921_v9_n92-93-94_06.pdf)

Villa, Sandra Gabriela;  Tierra, poder y justicia: Santa Fe y la cuestión social agraria, 1912-1932, Buenos Aires, CONICET - Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, 2018.


Versión ampliada del artículo publicado en el diario La Calle el día 27 de octubre de 2024.-

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domingo, 20 de octubre de 2024

CIPRIANO FRANCISCO MARCÓ







José Antonio Artusi

Cipriano Francisco Marcó nació en Gualeguay el 17 de septiembre de 1875 y murió en Concepción del Uruguay el 21 de mayo de 1950. Fue un destacado dirigente del radicalismo entrerriano, con una extensa trayectoria que lo llevó a ocupar numerosas responsabilidades públicas.

A los 28 años fue electo concejal. Asumió el cargo el 1º de enero de 1904. En esa gestión el presidente municipal fue Darío del Castillo. Recordemos que en esa época los mandatos municipales duraban dos años.  En 1909 fue nuevamente electo para ocupar una banca en la rama legislativa municipal entre 1910 y 1912.

En 1914 Cipriano Marcó fue elector de gobernador y vice (la elección era indirecta) por la sección electoral Uruguay - Colón, y votó a Miguel María Laurencena y Luis Lorenzo Etchevehere, primera fórmula surgida de la UCR en Entre Ríos.

Integró la Cámara de Diputados de la provincia, en la que ejerció la vicepresidencia; entre 1915 y 1920 y entre 1923 y 1924, año en el que renunció para asumir como diputado nacional.  

Fue dos veces elector de presidente y vice de la Nación; la primera en 1922, ocasión en la que votó por el binomio electo, integrado por Marcelo de Alvear y Elpidio González. En esa elección la UCR se impuso en Entre Ríos con el 49,47 % de los sufragios, frente al 46,29 % de la Concentración Nacional. Es poco recordado que en esa elección Miguel María Laurencena enfrentó a Alvear con la “UCR Principista” y obtuvo sólo el 3,49% en Entre Ríos.    

En 1924 fue electo diputado nacional junto a Herminio Quirós, por la UCR Antipersonalista, con el apoyo del 63,88% del electorado, derrotando a la conservadora Concentración Popular que obtuvo el 35,69%.  Como legislador llevó adelante gestiones tendientes a la concreción de obras relevantes en Concepción del Uruguay: el hospital Urquiza, la red de obras sanitarias, la planta de YPF y los cuarteles del Ejército.  

En 1928 Quirós y Marcó intentaron renovar sus bancas, pero sólo lo logró Quirós. El sistema electoral de tachas imperante permitía que candidatos de una misma lista obtuvieran distinta cantidad de votos, y en esa oportunidad Quirós obtuvo algunos pocos sufragios más. De todos modos, en esa oportunidad el radicalismo concurrió dividido a los comicios y el triunfo correspondió a la UCR yrigoyenista, con el 57,13% frente al 41,85% de la UCR antipersonalista. La lista del yrigoyenismo estuvo encabezada en ese momento por Enrique Fermín Mihura, que una década más tarde sería el gobernador que completaría su fórmula con Cipriano Marcó. Recordemos también que en la elección presidencial de ese año el radicalismo antipersonalista apoyó a Leopoldo Melo, que fue derrotado por Hipólito Yrigoyen.     

Cipriano Marcó también fue candidato a diputado nacional en 1930, nuevamente en un escenario signado por el cisma radical. Tampoco en esta ocasión pudo acceder a una banca. La lista de la UCR antipersonalista obtuvo el 47,69% y consagró dos diputados, pero fue derrotada por el radicalismo yrigoyenista, con el 49,47%. 

En 1931Cipriano Marcó volvió a integrar el Colegio Electoral nacional, votando esta vez por la poco recordada fórmula integrada por Francisco Barroetaveña y José Nicolás Matienzo. Sobre esa faceta de Barroetaveña Enrique Pereira refiere que “fue quimérico candidato a presidente de la Nación por el radicalismo gobernante en Entre Ríos, que con su nombre logró vencer en la provincia al formidable aparato montado por la dictadura de Uriburu para que “triunfase” el general Justo”. En esas elecciones de 1931, el radicalismo a nivel nacional se abstuvo de participar en virtud de la proscripción de Alvear y de la persecución y prisión de muchos de sus dirigentes. Sin embargo en Entre Ríos, donde todavía imperaba la división del radicalismo entre yrigoyenistas y antipersonalistas, esta rama se presentó a las elecciones y triunfó con el 45,96%, frente al 35,23% de la Concordancia, coalición conservadora que postulaba a Justo, y el 18,82% de la Alianza Civil que proponía a Lisandro De la Torre y Nicolás Repetto, del Partido Demócrata Progresista y del Partido Socialista respectivamente. El dato curioso es que Matienzo formó parte de dos fórmulas, la que encabezaba Barroetaveña y la de Justo. Sin embargo, no fue electo vicepresidente dado que los electores de la Concordancia se inclinaron mayormente por Julio Argentino Pascual Roca. Entre Ríos, con la victoria testimonial de Barroetaveña, y Santa Fe, donde se impuso Lisandro de la Torre, fueron los únicos dos distritos donde no se pudo imponer la maquinaria electoral del oficialismo fraudulento.           

En 1934 fue nuevamente electo diputado nacional, en comicios en los que el yrigoyenismo se abstuvo y en los que el radicalismo antipersonalista obtuvo el 48,02% de los votos y el Partido Demócrata Nacional el 43,86%.           

Fue Cipriano Marcó un actor protagónico en los durísimos enfrentamientos entre ambos sectores del radicalismo entrerriano, que determinaron un cisma de prácticamente una década. Pero también fue posteriormente, al decir de Enrique Pereira, un “decidido partidario de la fusión de la UCR”. En 1935, en el marco de la reunificación, fue electo presidente del Comité Departamental. Antes y después ejerció numerosas otras responsabilidades en la conducción partidaria, congresal, delegado a la Convención nacional, etc.  

El 1º de marzo de 1939 fue electo vicegobernador, acompañando a Enrique Fermín Mihura, dirigente yrigoyenista con el que había confrontado anteriormente. El radicalismo integró una coalición denominada Alianza Obrera y Democrática, integrada por la UCR y el Partido Socialista Obrero, que contó a su vez con el apoyo del Partido Comunista, y concitó el apoyo del 51,87%. En segundo lugar quedó la Concordancia, alianza del Partido Demócrata Nacional y una minoritaria escisión del radicalismo que no había aceptado la reunificación y postuló como candidato a vicegobernador a un cultor del transfuguismo, Gregorio Morán, acompañando al conservador Pedro Radio, quienes obtuvieron el 47,36%.

Enrique Mihura y Cipriano Marcó ejercieron sus cargos desde el 1 de julio de 1939 hasta su destitución por parte del gobierno de facto el 21 de junio de 1943, diez días antes de la finalización de su mandato constitucional.

 

Publicado en el diario La Calle el día 20 de octubre de 2024. -

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lunes, 14 de octubre de 2024

7 DE OCTUBRE

José Antonio Artusi

Hace un año vimos con estupor y angustia cómo se producía el mayor atentado contra el pueblo judío después del Holocausto. Miles de personas inocentes, entre ellos bebés, fueron masacradas, vejadas, torturadas y secuestradas; y las imágenes de las víctimas y la barbarie de la que fueron objeto quedaron registradas por los propios victimarios, la organización terrorista Hamas. A diferencia de los nazis, que documentaban sus crímenes más horrendos pero que no los exhibían con tanto desparpajo, las atrocidades del 7 de octubre fueron mostradas al mundo y fueron hasta reivindicadas con orgullo y siniestra algarabía por sus autores materiales e intelectuales, quienes incluso llegaron a asegurar que sólo se trataba de un macabro comienzo.

Al dolor y desconcierto inicial por la masacre y al temor por la suerte de los secuestrados sobrevino otro dolor; el de constatar que las víctimas, en vez de suscitar la solidaridad incondicional, la empatía y el acompañamiento unánime de todo el mundo civilizado, recibían la indiferencia y hasta la negación de su condición de víctima por parte de muchos, sobre todo en Occidente. Y los crímenes de Hamas, en vez de ser condenados de manera absoluta, eran relativizados o hasta directamente alabados y justificados en nombre de supuestas causas de liberación y de consignas absurdas y delirantes. Al dolor del 7 de octubre por lo que pasó ese día y los días que siguieron, hasta el día de hoy, se le sumó el espanto de constar el surgimiento de una ominosa ola de antisemitismo, a menudo disfrazada de antisionismo. La defensa del derecho de autodeterminación del pueblo de Israel y de tener su propio Estado en su propio territorio, reconocido por la comunidad internacional y sin amenazas existenciales de enemigos que procuran lisa y llanamente su destrucción, es presentado como una oscura y tenebrosa conspiración contaminada de los antiguos prejuicios y mitos antisemitas, a los que ahora se le agregan nuevos. De la mano de esa tergiversación el término “sionista” aparece por lo tanto automáticamente cargado de una connotación negativa y se transforma en un insulto y en una acusación. Quienes advertimos que la falacia y la mentira son evidentes tenemos la obligación de exponerlas y decir que reconocemos la legitimidad del Estado de Israel y proclamamos su derecho a defenderse.

Reivindicar la causa del Estado de Israel, única democracia liberal de Medio Oriente, no significa justificar ni pasar por alto los errores o las acciones impropias de sus gobernantes. Por el contrario, la sociedad civil israelí es la única de la región que puede darse el lujo, propio de las democracias republicanas, de manifestarse públicamente para criticar determinadas decisiones de su gobierno. Los ciudadanos de países enemigos de Israel, si se atreven a hacer lo mismo se ven automáticamente expuestos a las represalias de regímenes autoritarios y absolutistas, con consecuencias que van desde la cárcel al destierro, y que en muchos casos determinan directamente la muerte.

Tras la barbarie del 7 de octubre siguieron las agresiones de otros brazos armados del régimen iraní, una teocracia que sojuzga a su propio pueblo y reprime ferozmente las disidencias, en particular a las mujeres que luchan por ejercer derechos básicos que increíblemente aparecen vulnerados y cuestionados en pleno siglo XXI. Y siguió también, obviamente, una guerra en múltiples frentes, que como toda guerra es cruel y dolorosa.

No puede dejar de enfatizarse que Israel respondió a la agresión del 7 de octubre en primer lugar para tratar de rescatar con vida a las personas secuestradas y para lograr que nunca más, esta vez sí, nunca más, tengamos que soportar una tragedia similar. Ante la guerra, no podemos repetir ingenuamente las consignas buenistas de los que pretenden hacernos creer en la teoría de los dos demonios y lanzan llamados “políticamente correctos” pero falaces, que terminan siendo funcionales a la causa de organizaciones terroristas que reivindican abiertamente la barbarie del 7 de octubre y exhiben con absoluta franqueza su propósito de borrar al Estado de Israel del mapa.

El pueblo palestino y el pueblo libanés también son víctimas de Hamas y Hezbollah, y junto a otros pueblos sometidos merecen ser liberados del yugo opresor de regímenes fundamentalistas y retrógrados que desprecian profundamente los valores de la libertad y los derechos humanos.

Es imprescindible advertir y diferenciar las actitudes de quienes se enfrentan en este conflicto. Quienes atacaron a Israel procuraron deliberadamente masacrar civiles inocentes y toman a su propia población civil como escudo humano. Las fuerzas de defensa de Israel buscan por todos los medios posibles minimizar las muertes de no combatientes y defender a toda costa a su población. Se trata de dos actitudes diametralmente opuestas ante la vida y la muerte, que de ninguna manera pueden ponerse en un pie de igualdad y compararse como si fueran actitudes semejantes.

El año pasado, a propósito del 81º aniversario del estreno de la película “Casablanca” escribí algo que me parece pertinente recordar hoy:

“Hay muchos silencios ensordecedores en estas horas oscuras. Quizás los que serán recordados como la mayor infamia son los de organizaciones que nacieron como supuestas abanderadas del feminismo y la defensa de los derechos humanos. El “ni una menos” y tantas otras consignas parece que no son válidas si las víctimas son mujeres judías…

Hoy está claro de qué lado están la libertad, la igualdad y la democracia y de qué lado la opresión y la teocracia fundamentalista.

Como en Casablanca, como en 1942, no es tan difícil saber de qué lado hay que estar.”

Y poco después del 7 de octubre dije que “el pueblo y el Estado de Israel merecen el apoyo y la solidaridad de todos los demócratas del mundo. No están solos. Pero en la guerra que se está librando en estos momentos, sí, están solos…

Israel prevalecerá. Y le deberemos eterna gratitud y reconocimiento por ello”.

Hoy es un día de tristeza, de dolor y de ejercicio de la memoria. Pero también debe ser un día de reflexión, de compromiso, y de esperanza.

 

Texto pronunciado por el autor en el acto de la Asociación Israelita de Villaguay el 7 de octubre de 2024. 

 

Publicado en el diario La Calle el día 13 de octubre de 2024. -

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jueves, 10 de octubre de 2024

ALBERTO CAROSINI

Por José Antonio Artusi

Se cumplen hoy 158 años del nacimiento de Bartolomé Herminio Alberto Carosini Lefebre. Nació en Concepción del Uruguay el 6 de octubre de 1866, por entonces Capital de la Provincia de Entre Ríos, y murió en su ciudad natal el 18 de mayo de 1942.

Alberto Carosini - tal como se lo conoció mayormente - al igual que su hermano mayor, Agustín Antonio, tuvo una extensa actuación en el radicalismo uruguayense, del que fue uno de sus fundadores.

Tras egresar como bachiller del Colegio del Uruguay se desempeñó como empleado bancario, primero en Villaguay y más tarde en Concepción del Uruguay. Comerciante, rematador, procurador, periodista, fue uno de los creadores del periódico El Radical, que comenzó a publicarse a partir del 1º de agosto de 1891, a pocos días de crearse la Unión Cívica Radical como partido nacional bajo el liderazgo de Leandro Alem. El medio se imprimía en la imprenta Gutenberg, de propiedad de Carosini. Fue más tarde corresponsal del diario La Nación. 

Fueron numerosas las responsabilidades que ejerció Carosini en la conducción de la UCR: delegado al Comité Nacional, presidente del Comité Departamental, presidente del Comité Provincial, etc. 

En 1886 integró una Comisión de Higiene, creada para enfrentar la epidemia de cólera que afectó a la ciudad. En las elecciones del 2 de diciembre de 1900 compitió como candidato a la presidencia municipal en representación de diversos “clubes” políticos, dada la abstención que había decretado el radicalismo. Como dato anecdótico curioso, una de esas agrupaciones se denominaba “La Chusma Honrada”. Se impuso en esa oportunidad Wenceslao Gadea.

En las elecciones del 6 de diciembre de 1903 Carosini fue electo para ocupar una banca en el Concejo Deliberante de Concepción del Uruguay. Fue reelecto en 1905 y 1907. Recordemos que en ese momento el mandato de los concejales duraba dos años. Durante la gestión de Vicente Corvalán, en 1906, se desempeñó de manera interina al frente del Departamento Ejecutivo Municipal. 

Entre 1913 y 1917 Alberto Carosini fue el senador por el departamento Uruguay, siendo el primero proveniente de la UCR, tras el levantamiento de la abstención del radicalismo con posterioridad a la sanción de la Ley Sáenz Peña a nivel nacional.  En 1918 integró el Colegio Electoral que consagró a Celestino Marcó como gobernador y a Emilio Mihura como vicegobernador. También tuvo a su cargo la Jefatura de Policía del Departamento Uruguay.  

Fue diputado nacional entre 1919 y 1924. El 16 de marzo de 1919 fue electo en un comicio especial para sustituir a Celestino Marcó, quien renunció el 23 de septiembre de 1918 tras haber sido electo gobernador de la Provincia de Entre Ríos. En la elección del 22 de abril de 1922 la provincia de Entre Ríos renovó 8 bancas. La UCR obtuvo el 49,71% de los votos frente al 46,69% de la coalición conservadora Concentración Popular. Por imperio del sistema electoral imperante a la UCR le correspondieron seis bancas, entre ellas la de Carosini, y a la Concentración Popular dos. Fue designado en dos oportunidades (1922 y 1923) como vicepresidente primero de la Cámara, lo que nos da una idea de la relevancia y representatividad política que tenía en ese momento. De su labor legislativa podemos destacar las gestiones para la construcción del Hospital de Zona “Justo José de Urquiza”, para la instalación de la planta de combustibles de YPF y la ampliación y mejora del puerto de Concepción del Uruguay.       

En el cisma radical de la década del 20 optó por el sector yrigoyenista. Además del componente nacional y provincial el duro enfrentamiento entre antipersonalistas e yrigoyenistas tuvo también condimentos locales. En 1924 el gobernador Ramón Mihura (antipersonalista) procedió a designar a Demetrio Echezárraga como presidente municipal con carácter interino tras la renuncia de Juan Carlos González por razones de salud. La decisión del Poder Ejecutivo Provincial desencadenó un duro conflicto con el Concejo Deliberante, que intentó resistir la medida. La respuesta fue contundente, un decreto por el que se declaraba “en acefalía total” el legislativo municipal. Desde fines de 1924 los concejales se venían negando a tomar el juramento de práctica al Escribano Echezárraga, pero constituida la Comisión Municipal designada por el gobierno provincial – una suerte de intervención del concejo deliberante – el designado prestó juramento y tomó posesión de su cargo el 28 de enero de 1925. Alberto Carosini se dirigió al gobernador Mihura reprochándole tal actitud en duros términos: “Por resolución de su gobierno acaba de ser asaltada la Municipalidad, colocando al frente a un ciudadano del más refinado régimen y desalojados radicales elegidos por el partido que lo llevó al poder. Durante el régimen jamás presenciamos esta vergüenza”. La reforma constitucional de 1933, con la incorporación de la elección directa de los presidentes municipales, terminó con esa usina de conflictos que constituía la designación indirecta por parte del Poder Ejecutivo Provincial, y contribuyó a legitimar a los gobiernos locales.          

Carosini fue uno de los que no aceptó la reunificación de la UCR una década más tarde. Es así que en la elección del 17 de marzo de 1935, en la que el radicalismo unificado consagró presidente municipal a Justo Germán Ravenna, integró una lista de concejales de la UCR yrigoyenista que se ubicó en tercer lugar, con 698 votos, detrás de la UCR con 2.261 y el Partido Demócrata Nacional con 1.015. Alberto Carosini y Delio Panizza fueron electos en esa oportunidad junto a siete concejales de la UCR y tres del del PDN. Evidentemente la representatividad política que Carosini supo ostentar en otros momentos, a sus sesenta y nueve años ya no era la misma de otras épocas.  

Alberto Carosini participó activamente en diversas instituciones de la sociedad civil de Concepción del Uruguay, entre ellas la Asociación Educacionista “La Fraternidad”, el Consejo Escolar, la Asociación Patriótica, la Biblioteca Popular “El Porvenir”, el Jockey Club, etc. En su sepelio lo despidieron Delio Panizza y Luis María Rodríguez. Una calle de Concepción del Uruguay recuerda su nombre.

 

Fuentes:

Argachá, Celomar José; Origen y fundación de la Unión Cívica Radical en Entre Ríos, Editorial La Causa, 1998. 

Centro Cultural “Justo José de Urquiza; Apuntes Uruguayenses, Año I, nº1, Editorial Dunken, Buenos Aires, 2019.

Municipalidad de Concepción del Uruguay; Intendentes Uruguayenses, Espacio Editorial UCU, Concepción del Uruguay, 2023.

Pereira, Enrique; Mil nombres del radicalismo entrerriano, UNL, Santa Fe, 1992     

 

Publicado en el diario La Calle el día 6 de octubre de 2024. -

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lunes, 30 de septiembre de 2024

BERNARDINO HORNE

Por José Antonio Artusi

Bernardino Cesáreo Horne Magnin nació en Colón, Entre Ríos, el 1º de noviembre de 1900 y murió en 1965. Descendiente de inmigrantes suizo franceses afincados en la Colonia San José, cursó estudios secundarios en el Colegio del Uruguay y posteriormente se trasladó a Buenos Aires, donde obtuvo el título de abogado. Luego se radicó en Concordia. Identificado con el radicalismo, fue electo en dos oportunidades concejal en esa ciudad (1928 y 1931), llegando a presidir su concejo deliberante. En 1931 el gobernador Luis Lorenzo Etchevehere lo designó ministro de Hacienda, Justicia e Instrucción Pública, responsabilidad que ejerció hasta 1935 y desde la que desplegó una incansable labor dirigida a promover el desarrollo de la provincia de Entre Ríos, con especial énfasis en la transformación agraria.

Ejerció diversos roles en la conducción de la UCR: presidente de la Juventud Radical de Entre Ríos, delegado al Comité y a la Convención Nacional, etc. En el cisma radical de la década del 20 optó por el sector antipersonalista, retornando al radicalismo unificado en 1935. Y en la escisión de 1958 tomó partido por la UCR Intransigente liderada por Arturo Frondizi.  

En “Calles que faltan: Luis Lorenzo Etchevehere”, publicado en esta hoja el 12 de diciembre de 2021, sostuve que “muchas de las ideas y acciones de gobierno de Etchevehere y sus ministros entre 1931 y 1935 - entre los que sobresale Bernardino Horne – adquieren hoy renovada vigencia”. Y resalté entre los logros de aquella gestión ejemplar, entre otros, la “creación del Departamento Agrícola Ganadero, constitución de la Federación Entrerriana de Cooperativas, creación del Banco de Entre Ríos (que luego otros privatizaron y extranjerizaron), ley de transformación y colonización agraria, la ley de Solidaridad Social destinada a proveer a los colonos de semillas, creación y fomento de bibliotecas populares, etc.”. Pero sobre todo enfaticé que “merece destacarse la poco conocida Ley 3006/34, de “contribución directa con impuesto progresivo a la tierra libre de mejoras y catastro de inmuebles”, en sintonía con otras iniciativas similares en diversos puntos del país que se hacían eco de las ideas progresistas del economista norteamericano Henry George. De haber continuado esta norma en el tiempo habría significado un notable impulso a la producción y el trabajo, democratizando el acceso al suelo y evitando prácticas especulativas”. Podríamos agregar la ley 2933 de exoneración de impuestos por cinco años a las viviendas construidas a través del Banco Hipotecario Nacional, de exención impositiva para los primeros establecimientos de cada industria, etc.        

En un artículo publicado en 1938 en la revista Hechos e Ideas, titulado “Urquiza colonizador”, Bernardino Horne se refirió a la ley agraria de Entre Ríos de 1934, y sostuvo que “fue inspirada, en sus bases generales, en la organización dada a la Colonia San José, fundada en el año 1857, si bien se han tenido en cuenta las exigencias técnicas y económicas de la colonización moderna”. 

Bernardino Horne fue electo diputado nacional por Entre Ríos en 1936 y 1942. No pudo concluir su segundo mandato por la asonada golpista del 4 de junio de 1943.  Fue uno de los firmantes de la célebre “Declaración de Avellaneda”, documento político del Movimiento de Intransigencia y Renovación de la UCR, junto a figuras de la talla de Arturo Frondizi, Moisés Lebensohn, Ricardo Balbín y Crisólogo Larralde. Dada su experiencia y formación en política agropecuaria es muy probable que él mismo haya contribuido con su pluma en la redacción de los párrafos que se refieren a esa cuestión. He dicho, a propósito de esa declaración, que “acusada a menudo de socializante, reivindicada por algunos entonces y ahora, y a la vez criticada por propios y extraños en diversos momentos históricos, podría especularse que una adecuada interpretación de tan relevante documento es aún una asignatura pendiente”. Un fragmento de la “Declaración de Avellaneda” propicia que “la tierra será para los que la trabajen, individual o cooperativamente, es decir, dejará de ser un medio de renta y especulación para transformarse en un instrumento de trabajo y de beneficio nacional y la producción agraria será defendida de la acción de los monopolios y de los acaparadores”. Sostuve al respecto que “es este párrafo seguramente uno de los que dio lugar a mayor cantidad de malentendidos. No se trata de una reforma agraria colectivizante lo que se propone, sino todo lo contrario, de poner la tierra al alcance de quienes quieran trabajarla en condiciones de libre competencia, de ahí la necesidad de la lucha contra los monopolios. Y la forma de lograrlo está estipulada a continuación en otro párrafo, cuando se propone una “reforma financiera que libere al trabajo de las gabelas que lo agobian y haga recaer el impuesto en forma progresiva sobre las rentas no ganadas con la labor personal restituyendo a las provincias las atribuciones económicas y financieras que le corresponden dentro de nuestro sistema federal de gobierno”. Cuando se habla de las “rentas no ganadas” es imposible no escuchar el eco de las ideas de economistas liberales clásicos como Adam Smith o John Stuart Mill, que abogaban por gravar las rentas del suelo, por diversas razones de eficiencia y equidad, y que llevaron luego a un insospechado de comunismo como Milton Friedman a aseverar que la vieja idea de Henry George, el impuesto a la tierra libre de mejoras, era el menos malo de los impuestos” (En “La Declaración de Avellaneda y la intangibilidad de las libertades”, publicado en La Calle el 7 de Abril de 2024.)

Bernardino Horne fue designado por el presidente Arturo Frondizi en 1958 como secretario de Agricultura y Ganadería, cargo que ejerció hasta el año siguiente. Posteriormente se desempeñó al frente del Banco de Entre Ríos, entidad que lo había tenido como uno de sus creadores, durante la gobernación de Raúl Uranga, hasta 1962. 

Decidido impulsor del cooperativismo, autor de numerosos artículos y libros sobre política agropecuaria, tras su muerte sus restos fueron trasladados en 2001 al cementerio de su ciudad natal, donde se lo recuerda como el “Centinela del Agro Argentino”.

 

Publicado en el diario La Calle el 29 de septiembre de 2024. -

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