Cursó estudios primarios en el Colegio Sudamericano y secundarios en la
Escuela Normal de Paraná, en la que tuvo como docentes a maestras
norteamericanas contratadas por Sarmiento y a José María Torres, por ese
entonces el director de la institución. Egresó como profesor en 1879 e
inmediatamente comenzó a trabajar allí como docente, llegando a ser secretario,
vicedirector y director de la escuela, con sólo 27 años. Su interés por la promoción de la educación quedó
evidenciado en 1880 cuando fundó la primera escuela nocturna gratuita para
adultos. Su gestión al frente de la primera escuela normal del país, entre 1889
y 1892, es calificada por Beatriz Bosch como “la época más brillante de la
Escuela”. A raíz de un informe de un inspector que consideró injusto, y
ante la falta de respuesta de las autoridades nacionales, renunció al cargo de
manera indeclinable. Entre 1886 y 1898 integró el Consejo General de Educación,
presidiéndolo desde 1896. Durante su gestión, entre otras medidas, implantó el
censo escolar y la utilización de estadísticas.
Tras afiliarse al Partido Autonomista Nacional fue electo diputado
provincial en 1894 y senador por Nogoyá en 1896. En 1898 accedió a una banca en
la Cámara de Diputados de la Nación, responsabilidad que ejercerá 16 años,
entre 1898 y 1910 y luego entre 1912 y 1916. Presidió la Cámara en los períodos
1906/1907 y 1915/1916.
Las elecciones antes de la ley Sáenz Peña en 1912 distaban de ser
competitivas y limpias, y los expedientes registran los nombres de los
candidatos, pero sin especificar partidos. Para dimensionar la cuestión es útil
observar lo siguiente: En 1898 Alejandro Carbó obtuvo 11.453 sufragios, y le
siguió Emerio Tenreyro con sólo 2. En 1902 la desproporción se mantuvo, 8866
contra 2 de Rodolfo Núñez, y en 1906, 8765 votos contra 35 de Núñez nuevamente.
Curiosamente, en 1910 la tendencia se revierte y Alejandro Carbó logró sólo 35
votos y no pudo renovar su mandato. En 1912, ya con la vigencia de la reforma
electoral que instauró la ley Sáenz Peña, el panorama cambió sustancialmente. El
Partido Conservador consagró diputados a Carbó y a Eduardo Sobral con 24.058
votos, el 53,01%, mientras que el radicalismo, que participó por primera vez de
manera orgánica con la candidatura de Miguel Laurencena, recibió 21.326 votos,
el 46,99%, y logró la representación de la minoría. Obsérvese el aumento
significativo de la concurrencia al comicio, 45.384 electores en 1912 (71,83%
del padrón) contra menos de 15.000 sólo dos años antes.
En 1903 Alejandro Carbó integró la convención que reformó la
constitución entrerriana, que regía desde 1883. Beatriz Bosch considera que “si
bien la reforma trajo un retroceso en el régimen municipal, pues eliminó la
elección popular de los intendentes, mantuvo empero las líneas esenciales del
anterior instrumento jurídico”; y enfatiza que Carbó “aboga por evitar
el fraude electoral y por la representación de las minorías en los cuerpos
legislativos, la que logra imponer”.
En 1910, tras su tercer mandato como diputado nacional, ingresó al
cuerpo docente de la Universidad Nacional de La Plata, que lo distinguió
posteriormente con el doctorado honoris causa.
Recurrimos nuevamente a Beatriz Bosch para contextualizar su candidatura
a gobernador en 1914: “a partir de 1905 el Partido Autonomista Nacional
sufre varias escisiones en Entre Ríos. Hemos visto como Alejandro Carbó ha
venido alejándose del conservadorismo cerrado, ya que simpatiza con la idea del
voto secreto y bregó por la representación de las minorías hasta imponerla en
la provincia en 1903. A principios de 1912 un grupo de diputados y senadores
invita a formar un nuevo partido. Surge así el 10 de marzo la Unión
Provincial”. Dicho partido postuló a Carbó como candidato a gobernador,
acompañado por Cipriano de Urquiza. El 7 de junio de 1914 la UCR obtuvo 24.974
votos (51,86%) y 42 electores, mientras que la Unión Provincial consiguió
23.192 sufragios (48,14%) y 12 electores. Recordemos que la elección era
indirecta; los ciudadanos votaban electores que elegían al gobernador y al
vicegobernador. Se produjo de esa manera el triunfo de la fórmula integrada por
Miguel María Laurencena y Luis Lorenzo Etchevehere. Sobre esa elección Enrique Pereira refiere
que “se intentó el fraude, para favorecer a Carbó. Sin embargo, la firme
actitud de un diputado conservador, don Francisco V. Martínez, presidente de la
Comisión de Escrutinio, repudiando la maniobra, puso las cosas en su lugar y se
reconoció el legítimo triunfo de la Unión Cívica Radical”. Sobre este episodio Celomar Argachá
resalta el rol que le tocó desempeñar a Juan José de Urquiza y Costa, uno de
los hijos del primer presidente constitucional de la República Argentina, cuya
participación en política fue “tardía pero muy destacada”. Juan José de
Urquiza, al igual que su hermano Cipriano, tuvo un breve paso por el
radicalismo y en 1914 era senador. Celomar Argachá refiere que “el
oficialismo puso en duda el triunfo del radicalismo argumentando que en
numerosas mesas e incluso en algunos departamentos había numerosos errores con
resultados distintos a los que habían informado las autoridades comiciales… La
Asamblea Legislativa, compuesta por ambas cámaras reunidas al efecto, debió
votar… y fue el voto de Juan José de Urquiza y Costa en favor del dictamen de
la mayoría el que resolvió tan ajustada decisión. Esa victoria significó la
adjudicación de muchos más electores al radicalismo que al oficialismo”. Celomar
Argachá cita las propias palabras del senador Urquiza al fundamentar su decisión:
“Soy un verdadero representante del pueblo, he sido elegido por uno de los
departamentos que más han luchado contra los malos gobiernos y tengo derecho a
que el pueblo me diga lo que voy a decir: no me importan los partidos pero me
importa, sí, salvar la honestidad política, salvar a Entre Ríos de una
vergüenza nacional”. Enfatiza el mencionado autor que “debemos destacar
otro hecho que quizás pasa inadvertido para muchos y es que la otra fórmula, la
del oficialismo gubernativo, estaba conformado por el profesor Alejandro Carbó y
Cipriano José de Urquiza y Costa, su propio hermano, sin embargo resolvió
hacerlo por el dictamen de la mayoría que favoreció a Laurencena y Etchevehere,
hecho que eleva y engrandece aún más semejante decisión”.
En 1916 Carbó acompañó a Lisandro de la Torre como candidato a
vicepresidente, por el Partido Demócrata Progresista, en la elección en la que
se impuso Hipólito Yrigoyen, con Pelagio Luna como vicepresidente. Es
interesante destacar que en Entre Ríos esa elección se polarizó entre la UCR y
el PDP, ante la ausencia de una lista conservadora “pura”, seguramente por
influencia de Carbó. La UCR obtuvo el 54,18% y consagró 15 electores, mientras
que el PDP logró el 44,52% y 7 electores, quienes, sin embargo, en el colegio
electoral votaron por los candidatos conservadores, Angel Dolores Rojas y Juan
Eugenio Serú.
Posteriormente su comprovinciano Antonio Sagarna, ministro de Justicia e
Instrucción pública del presidente Alvear, lo designó director de la Escuela
Normal de Córdoba, cargo que ejerció hasta su muerte. Dicha institución lleva
su nombre. La fachada del edificio tiene un notable parecido con la de la
Escuela Normal de Concepción del Uruguay, ambos magníficos exponentes de la
arquitectura escolar de inspiración sarmientina de fines del siglo XIX y
principios del XX. La diferencia radica en que en la fachada del edificio
cordobés la planta alta abarca todo su ancho, hasta la esquina, mientras que en
la del uruguayense está limitada al núcleo central.
Beatriz Bosch opina de Alejandro Carbó que “si bien, por la
contemporaneidad y los vínculos familiares, provenía de ese “régimen” tan
denostado por Hipólito Yrigoyen, se aleja paulatinamente del mismo movido por
un genuino y sincero afán democrático”, y recalca que “aunque más de una
vez proclamara en alto su afiliación política, hubo de oponerse frontalmente a
ministros de idéntico origen partidario en demanda de una estricta observancia
de normas constitucionales hasta elevar el tono ante el mismo presidente de la
República, a favor de los fueros del Congreso y de los derechos de las
provincias”.
Podríamos caracterizar a Alejandro Carbó como
un conservador liberal, o como un liberal conservador, pero en todo caso
progresista, heredero de las mejores tradiciones de la generación del 80 y
también de sus limitaciones. Lamentablemente el conservadorismo iría
progresivamente abandonando su veta liberal y republicana, y luego de su muerte
va a oscilar cada vez más entre derivas reaccionarias, corporativas e
integristas afines a los fascismos europeos y la degradación fraudulenta de los
gobiernos de la década del 30, para dejar de ser una alternativa como tal a
partir del peronismo, en el que van a encontrar un canal de participación política
muchos de sus dirigentes. Quizás eso explica que la figura de Alejandro Carbó
sea hoy prácticamente desconocida y no sea reivindicada por ningún partido
político. Su retrato no está en ningún local partidario.
Fuentes:
Argachá , Celomar José. «Hijos del general Urquiza, ¿
afiliados al radicalismo ?» Apuntes uruguayenses, revista del Centro
Cultural Justo José de Urquiza, 2019.
Bosch, Beatriz. "Prólogo."
Expedientes de la Cámara de Diputados de la Nación.
Pereira , Enrique. Mil nombre del radicalismo entrerriano. Santa
Fe: Universidad Nacional del Litoral, 1992.
Versión ampliada y corregida del artículo publicado por el diario La
Calle el 17 de noviembre de 2014.