Se cumplen 443 años
de la muerte de Teresa Sánchez de Cepeda Dávila y Ahumada, más conocida como
Santa Teresa de Jesús o Santa Teresa de Ávila. Teresa, descendiente de judíos
conversos, nació en Gotarrendura el 28 de marzo de 1515 y murió en Alba de
Tormes el 4 de octubre de 1582. Algunas fuentes difieren en la fecha de su
muerte y la datan el 15 de octubre, dado que coincide con la transición del
calendario juliano al gregoriano en España.
Monja y escritora
mística, en 1562 Teresa fundó el primer convento de Carmelitas Descalzas -
Convento de San José - en Ávila. Posteriormente, junto con San Juan de la Cruz,
fundó la Orden de los Carmelitas Descalzos. Fue beatificada en 1614, canonizada
en 1622, declarada patrona de los escritores católicos españoles en 1965 y
proclamada doctora de la Iglesia Católica en 1970.
En una época en que
la Iglesia sospechaba de las mujeres místicas y las consideraba propensas a la
inestabilidad emocional, ella argumentó que las mujeres podían alcanzar la
perfección espiritual y desempeñar diversos roles. Fue investigada por la Inquisición,
pero no encontraron nada en sus escritos que pueda ser considerado herético.
En Roma, a 650
metros de la iglesia de Sant ‘Andrea y a 500 metros de la iglesia de San
Carlino a las que nos referimos en esta hoja el 7 de septiembre pasado, en la
modesta iglesia de Santa María della Vittoria diseñada por Carlo Maderno, se puede
apreciar una de las maravillas más fascinantes del arte barroco: el grupo
escultórico “El Éxtasis de Santa Teresa” en la Capilla Cornaro, obra de Gian
Lorenzo Bernini finalizada en 1652.
Esta obra de arte
es mucho más que una escultura aislada que puede localizarse de manera aséptica
en la sala de cualquier museo; es más bien un intento de brindar una experiencia
integral a través de la fusión de la escultura y la arquitectura, dotadas a su
vez de efectos lumínicos; diseñada ex profeso de esa manera para conmover al
espectador y reforzar la devoción religiosa en una época de crisis espiritual.
Encargada por el cardenal veneciano Federico Cornaro para su capilla funeraria,
la obra centraliza la figura de Santa Teresa de Ávila en un momento de éxtasis
místico, mientras un ángel la atraviesa con una flecha dorada. Pero lo que hace
única a esta creación es su articulación perfecta con el espacio arquitectónico
que la contiene, convirtiéndola en un exponente supremo de la expresividad
barroca al servicio de la Contrarreforma católica. La capilla y el grupo escultórico
son la misma cosa, en la que cada volumen es inescindible del espacio que lo
contiene.
Imaginemos acercarnos
a la capilla: la luz natural filtra desde arriba a través de una ventana
oculta, iluminando rayos dorados de bronce que parecen descender del cielo, ambientando
dramáticamente la escena. Santa Teresa yace en una nube de mármol blanco, su
cuerpo contorsionado en un paroxismo de placer y dolor, con el rostro extasiado
y los ojos entrecerrados. El ángel, con una sonrisa juguetona, sostiene la
flecha que simboliza la transverberación descrita en las visiones de la santa.
Bernini concibió esta representación como un teatro sagrado, donde los miembros
de la familia Cornaro, a los lados de la capilla, observan la escena desde
balcones como espectadores privilegiados.
Esta táctica escénica
torna difusos los límites entre la ficción artística y la realidad, predisponiendo
al observador a participar emocionalmente en el milagro que tiene ante sí.
La estructura de la
capilla, con su nicho profundo y una cúpula elíptica, enmarca la escultura como
un altar viviente. Los mármoles de varios colores en las paredes y el piso
contrastan con el blanco puro de las figuras, creando un efecto de levitación
que hace parecer que Santa Teresa flota en el aire. Esta ilusión óptica, potenciada
por la luz dirigida, no solo realza la expresividad emocional de la obra, sino
que también simboliza la elevación espiritual, un tema central en la mística
católica.
El Barroco emergió
en el siglo XVII como una respuesta artística de la Iglesia Católica a la
Reforma Protestante, en el marco de la Contrarreforma. Tras el Concilio de
Trento la Iglesia buscó reconquistar a los fieles perdidos ante el avance del
protestantismo, que rechazaba las imágenes y los sacramentos católicos en favor
de una fe más austera.
Para contrarrestar
esto, el arte barroco se convirtió en una herramienta propagandística: teatral,
sensorial y emotiva, diseñada para emocionar y convencer. En este contexto,
Bernini, encarnó el ideal barroco: un arte que no solo decora, sino que
persuade y consolida la fe, a través de una apelación que privilegia lo
emocional por sobre lo racional, mediado por la intensa y dinámica percepción
sensorial.
La expresividad barroca,
con su énfasis en el movimiento, la luz y la emoción, sirvió perfectamente a
estas estrategias. En contraste con el equilibrio estático y racional del Renacimiento,
el arte barroco privilegia el desequilibrio dinámico, el drama emocional y lo
infinito.
En “El éxtasis de
Santa Teresa”, esta expresividad se manifiesta en la fusión de elementos: la
arquitectura enmarca la escultura, la luz pinta la escena, y todo converge para
evocar una visión celestial. Todo esto no era mera ornamentación; era un arma
en la batalla ideológica y religiosa. Al hacer tangible lo divino, la Iglesia
reafirmaba su autoridad, invitando a los fieles a una inmersión sensorial que contrastaba
con la sobriedad protestante.
No todos los
críticos saludaron la obra. Simon Schama la describió como "el
espectáculo voyeurista más asombroso del arte... que flota en el límite entre
el misterio sagrado y la indecencia". Dany Nobus la calificó como "una
representación sacrílega desvergonzada” y "un ejemplo típico de los
excesos deplorables del arte barroco". La crítica de arte victoriana
Anna Jameson la condenó diciendo que "incluso aquellos menos puritanos
en asuntos de arte, aquí tirarían gustosamente la primera piedra."
Ernst Gombrich, en
cambio, considera que “si comprendemos que una obra de arte religioso, como
el altar de Bernini, puede legítimamente emplearse para provocar sentimientos
de fervorosa exaltación y de transportes místicos, debemos admitir que Bernini
logró este propósito de forma magistral. Dejó a un lado, deliberadamente,
cualquier limitación para conducirnos a una cima de emotividad a la que nunca
habían llegado los artistas. Si comparamos el rostro de su desfallecida santa con
cualquier obra realizada en los siglos anteriores, encontraremos que ha logrado
una intensidad en su expresión que nunca se había conseguido en el arte hasta
entonces”. Nosotros podríamos agregar, quizás, que tampoco se consiguió posteriormente.
El propio Bernini habría expresado que se trataba de su obra cumbre.
En nuestros días el
“Éxtasis de Santa Teresa” sigue siendo motivo tanto de devoción religiosa como
de deleite estético y de curiosidad intelectual, y se erige como un testimonio
imperecedero de la eterna necesidad del arte frente a las tendencias contemporáneas
que lo niegan o desprecian, que van desde un consumismo vacuo y frívolo hasta la
barbarie reaccionaria de fundamentalismos iconoclastas.
Fuentes:
Burgos Madroñero, Manuel. "En torno a Santa Teresa de Jesús." Dialnet. n.d.
http://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/2571289.pdf.
Gombrich, Ernst. La historia del
arte. Buenos Aires: Sudamericana, 2007.
White, Katie. "Is Bernini’s Baroque Masterpiece
the Most Controversial Religious Artwork of All Time?" artnet.
2025.
https://news.artnet.com/art-world/bernini-the-ecstasy-of-saint-teresa-2659785.
Publicado en el diario La Calle el 5 de octubre de 2025.