Por José Antonio Artusi
Viena, la capital austríaca,
ha sido durante más de un siglo un faro de innovación y creatividad en
políticas públicas urbanas. Desde la legendaria “Viena Roja” del reformismo
socialdemócrata entre la primera y la segunda guerra mundial hasta la ciudad
contemporánea, que podríamos denominar la “Viena Verde”, la ciudadanía vienesa
ha sabido adaptar su legado de compromiso con el bienestar colectivo sin
descuidar la libertad individual a los desafíos del presente, signados por
cuestiones tales como la sostenibilidad del desarrollo, la seguridad, y la
diversidad e integración social. Hoy, Viena lidera rankings globales de calidad
de vida, ofrece viviendas asequibles, espacios públicos de calidad y equipamientos
comunitarios jerarquizados a la mayoría de sus habitantes y se destaca como un
modelo de desarrollo urbano.
Tras la Primera
Guerra Mundial, Viena era una ciudad marcada por la pobreza, el hacinamiento y
la desigualdad. La caída del Imperio Austrohúngaro la dejó en una situación
precaria, con miles de familias viviendo en condiciones insalubres. En este
contexto, el gobierno socialdemócrata, que ejerció el gobierno municipal entre
1918 y 1934, implementó un ambicioso programa para transformar la ciudad, que
sería conocido como la “Viena Roja”. Este período se caracterizó por políticas
progresistas que priorizaron la mejora de la calidad de vida de los trabajadores.
El eje de estas
reformas fue la construcción de conjuntos de viviendas municipales diseñados
para ofrecer alquileres asequibles. El más icónico, el Karl-Marx-Hof - al que
nos referimos en esta hoja el 31 de agosto pasado - terminado en 1930, no era
solo un complejo residencial, sino un elemento de integración, con guarderías,
bibliotecas, lavanderías y espacios comunitarios abiertos. Entre 1923 y 1934 se
construyeron más de 60.000 viviendas, albergando a cerca de una quinta parte de
la población vienesa. Estos proyectos se financiaron mediante una reforma
tributaria progresiva, basada en gravar la renta del suelo y los consumos
suntuarios, que permitió redistribuir recursos dirigidos a mejoras prioritariamente
destinadas a los sectores más postergados de la sociedad.
El impacto de la “Viena
Roja” fue profundo. Las condiciones de vida mejoraron significativamente, y la
ciudad se convirtió en un modelo de cohesión social. Sin embargo, este
experimento terminó abruptamente en 1934, cuando el fascismo austríaco disolvió
el gobierno socialdemócrata. A pesar de su fin, el legado de la “Viena Roja”
sentó las bases para el modelo de vivienda social que aún distingue a la
ciudad.
Tras la anexión de
Austria por parte de Hitler y la posterior devastación de la Segunda Guerra
Mundial, Viena enfrentó el desafío de reconstruir su infraestructura y su
tejido social. Los principios de la Viena Roja fueron retomados, pero adaptados
a un nuevo contexto. La municipalidad mantuvo un decidido protagonismo en la
planificación y gestión del suelo urbano, asegurando que la vivienda siguiera
siendo asequible.
La transición de la
Viena Roja a la Viena Verde no ha sido un proceso lineal ni ha estado exento de
dificultades, contradicciones, conflictos y fracasos. A partir de los años 80 y
90 del siglo pasado, Viena comenzó a integrar preocupaciones ambientales en su
planificación urbana, influenciada por el auge de los movimientos ambientalistas.
La ciudad evolucionó desde un enfoque centrado en la reconstrucción hacia uno
que priorizaba la sostenibilidad, la eficiencia energética y la inclusión
social. Algunas de las claves han sido la búsqueda de un desarrollo urbano
sostenible, priorizando la compactación urbana, la mixtura de usos, evitar la segregación
social y preservar espacios verdes de calidad, así como la consolidación de un
sistema integrado de movilidad que articula de manera eficiente redes de transporte
público en subte, tranvías y autobuses eléctricos, y que incluye carriles para
bicicletas y calles peatonales.
Hoy, Viena es un
referente global en desarrollo urbano sostenible, asequibilidad de vivienda,
integración social y calidad de vida. Su éxito no es casual, sino el resultado
de una planificación a largo plazo y un compromiso permanente con el bienestar
colectivo, en el que libertad e igualdad no son principios contradictorios sino
complementarios.
La asequibilidad de
la vivienda sigue siendo una prioridad en Viena. El alquiler promedio es
significativamente más bajo que en otras capitales europeas. La ciudad regula
el mercado inde suelo para desalentar la especulación y fomenta las
cooperativas de vivienda, que permiten a los habitantes participar en la
gestión de sus edificios. Este modelo asegura que personas de todos los niveles
socioeconómicos puedan vivir en el centro de la ciudad, o cerca, evitando la expulsión
que afecta a muchas metrópolis.
Viena ha abrazado
la sostenibilidad como pilar de su desarrollo. Un ejemplo notable es Aspern Seestadt, un barrio planificado que combina
edificios de bajo consumo energético, transporte público eficiente y amplios
espacios verdes. Cuando comenzó la construcción en 2007, el sitio era un
aeropuerto abandonado. Cuando se complete en 2030, albergará a más de 25.000
personas y 20.000 puestos de trabajo.
La integración
social es otro pilar de la Viena Verde. Los conjuntos modernos no sólo ofrecen
viviendas, sino también espacios para fomentar la cohesión comunitaria, como
centros culturales y áreas recreativas. Esta apuesta por la inclusión ha
fortalecido el tejido social de la ciudad.
Viena ocupa consistentemente
los primeros lugares en los rankings de calidad de vida de Mercer y Economist
Intelligence Unit. Su éxito se debe a la combinación de viviendas asequibles,
transporte público eficiente, acceso universal a servicios de salud y
educación, y un entorno urbano limpio y seguro. La ciudad invierte en
infraestructura que promueve el bienestar, desde parques hasta bibliotecas
públicas, haciendo que la calidad de vida sea accesible para todos, no solo
para una élite.
El modelo vienés
ofrece valiosas lecciones para otras ciudades. Su éxito radica en la
continuidad de su visión adaptada a los desafíos modernos. La regulación y la
tributación del suelo, la inversión en vivienda pública y la planificación a
largo plazo han permitido a Viena evitar los problemas de desigualdad y expulsión
que enfrentan otros gobiernos locales. Además, su enfoque en la sostenibilidad
demuestra que es posible combinar equidad social y prosperidad económica con
soluciones ambientales.
Sin embargo, Viena
no está exenta de desafíos. El crecimiento demográfico, la presión sobre los
recursos y los retos de la integración de los inmigrantes requerirán
innovaciones y nuevas estrategias. A pesar de ello, la ciudad sigue siendo un
modelo inspirador. Otras metrópolis pueden aprender de su experiencia. Viena ha
demostrado que es posible construir una ciudad justa, sostenible e inclusiva.
En un mundo donde las ciudades enfrentan crisis de desigualdad y
sostenibilidad, Viena ofrece un modelo esperanzador. Su historia nos recuerda
que, con visión y continuidad, es posible construir un hábitat donde todos
puedan prosperar y vivir con dignidad, con la ciudad como la casa común.
La transición de la
Viena Roja a la Viena Verde ofrece varias lecciones importantes para las
ciudades contemporáneas, más allá de la diversidad de escalas y contextos: la
importancia de la planificación territorial como una actividad permanente, la
necesidad de políticas públicas innovadoras que articulen principios imperecederos
con nuevos desafíos, y la participación ciudadana como instrumento para diseñar
políticas públicas que reflejen efectivamente las necesidades y prioridades de
los habitantes.
Publicado en el
diario La Calle el 21 de septiembre de 2025.
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