La pandemia y las respuestas
inadecuadas para enfrentarla por parte del gobierno han venido a agravar
problemas preexistentes. Tenemos una sociedad más pobre y desigual, pero además
una sociedad con mayor exclusión y segregación. La pandemia aceleró tendencias
que venían de antes y que reconocen causas estructurales. Esto se observa
claramente en 3 esferas: el hábitat, la salud y la educación. Se puede observar
una preocupante tendencia a cristalizar una sociedad dividida en ghettos o
burbujas que casi no se tocan entre sí.
Los sectores de alto poder
adquisitivo viven cada vez más en barrios cerrados, tienen seguros médicos
prepagos privados y recurren a escuelas privadas. Los sectores medios viven
todavía en buena medida en la ciudad tradicional (pero frecuentemente aspiran a
dejarla para huir a barrios cerrados), tienen obras sociales sindicales
vinculadas al empleo formal a veces combinadas con prepagas y oscilan entre la
educación privada y la cada vez menos frecuente escuela pública prestigiosa.
Los sectores medios / bajos viven en conjuntos de viviendas sociales y en
periferias de la ciudad tradicional, combinan obras sociales sindicales y
hospital público, y oscilan entre la escuela pública y las privadas religiosas.
Los sectores más desposeídos viven en la informalidad urbana, en las villas y
asentamientos que eufemísticamente hemos dado en llamar "barrios
populares"; recurren al hospital público y a escuelas públicas cercanas,
cuando no han abandonado el sistema educativo.
El sistema de salud argentino es notoriamente desarticulado, con
superposición desorganizada e ineficiente de subsectores y jurisdicciones. La
pandemia generó notorios problemas en otras patologías por la falta de
consultas y tratamientos oportunos. Y eso agravará la ya de por sí preocupante
tendencia a consolidar situaciones de salud muy disímiles en función de la
situación socio económica de las familias. Con respecto a la educación es obvio
que asistimos a una verdadera tragedia, en la que el prácticamente absoluto
cierre de las escuelas durante todo un año agravó la situación de los sectores
más vulnerables, en este caso los niños más pequeños de familias pobres. En un
contexto en el que so pretexto de cuidar la salud se destruyó la economía, y en
el que prácticamente dos de cada tres niños es pobre, el abandono parcial del
Estado de una obligación indelegable como es garantizar el derecho a la
educación incrementó la deserción escolar, ahondó la brecha educativa entre
quienes pueden acceder a dispositivos para la educación a distancia y quienes
no, y acentuó la tendencia previa de sectores medios a abandonar la escuela
pública y buscar refugio en las privadas, acentuando de esta manera la
segregación en verdaderas burbujas, cada vez más distantes unas de otras.
Quizás sea hora de recordar una de las tantas genialidades, en este caso además
profética, de Sarmiento: "... vuestros palacios son demasiado suntuosos al
lado de barrios demasiado humildes. El abismo que media entre el palacio y el
rancho lo llenan las revoluciones con escombros y con sangre; pero os indicaré
otro sistema de nivelarlo: la escuela". No hace falta decir que se refiere
obviamente a la escuela pública, laica, gratuita y obligatoria, que brinda educación
de calidad y forma ciudadanos que se sienten compatriotas.
Revertir todas estas perniciosas
tendencias, que se potencian entre sí, requerirá un conjunto articulado de
políticas públicas coherentes que se mantengan en el tiempo y no meros parches
circunstanciales; reformas profundas en las políticas de hábitat y vivienda, de
salud pública y de educación. No habrá posibilidad de construir una sociedad
democrática y desarrollada sin ciudades, escuelas y un sistema de salud que
contribuyan a integrar a los ciudadanos y nos demuestren que no es utópico ni
ingenuo pensar que todos podemos vivir en libertad y con los mismos derechos y
oportunidades.-
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