Se cumplirán el 29 de Enero 285 años del nacimiento de Thomas Paine, en Thetford, Inglaterra, en 1737. Murió en Nueva York el 8 de julio de 1809. Revolucionario, republicano, liberal, fue uno de los padres fundadores de los Estados Unidos, protagonista importante de la Revolución Francesa, autor de textos que tuvieron enorme influencia en las ideas y en las luchas políticas de su tiempo, y uno de los pioneros más lúcidos de una propuesta que se ha vuelto a debatir intensamente en todo el mundo: el ingreso ciudadano, o ingreso básico universal. Sin embargo, su nombre es prácticamente desconocido y se lo recuerda muy poco.
Por qué deberíamos homenajearlo nosotros?. La trascendencia de sus
aportes, el ejemplo de su conducta, y la vigencia imperecedera de sus escritos quizás
deberían ser causa suficiente, pero podríamos agregar que además de eso tuvo
una influencia gravitante, aunque indirecta, en muchos de nuestros próceres. Se
sabe que Artigas y San Martín conocieron algunos de sus libros. Es evidente la
influencia de las teorías del inglés en la política de tierras de Artigas; y San
Martín cruzó los Andes con varios ejemplares de obras de Paine en sus alforjas.
A la independencia había que asegurarla con la fuerza de las armas, pero
también con la luz de las ideas.
Thomas Paine advirtió con genialidad, anticipándose de alguna manera a
Henry George y a otros, que había ciertos bienes comunes creados por la
naturaleza que debían ponerse a disposición de todos en condiciones de
igualdad, y que la privatización originaria de los recursos naturales y el
suelo había generado una suerte de desposesión que se había transmitido de
generación en generación, imposibilitando de esa manera el afianzamiento de una
sociedad genuinamente democrática e igualitaria. Paine no creyó que el remedio
consistiera en la socialización de los medios de producción, sino en la
garantía de un piso común de oportunidades, una suerte de indemnización universal
de esa desposesión originaria, que concrete las condiciones materiales de la
libertad, y en cuyo marco las personas puedan obtener legítimamente todo el
producto de su esfuerzo y su trabajo. Se trata de una posición en línea con los
postulados del liberalismo clásico, el de Adam Smith entre otros, que veían en
la concentración de la propiedad de la tierra y en la especulación inmobiliaria
uno de los factores que atentaban contra el desarrollo de un sistema
capitalista competitivo y con igualdad de oportunidades. En propias palabras de
Paine: “El cultivo de la tierra es una de las mayores mejoras naturales jamás
hecha por la invención humana. Ha decuplicado el valor de la tierra. Pero el
monopolio de la propiedad agraria que empezó con el cultivo ha generado también
el mayor daño. Ha desposeído a más de la mitad de los habitantes de todas las
naciones de su herencia natural, sin ofrecerles a trueque, como debería haberse
hecho, indemnización alguna por esa pérdida, lo que ha generado una suerte de
pobreza y de desdicha que no existían antes. Al abogar a favor de los así
desposeídos abogo por un derecho, no predico caridad”.
Bertrand Russell, otro inglés egregio, dirá de él, explicando de
alguna manera su falta de reconocimiento póstumo: “Para nuestros tatarabuelos
era una especie de Satán terrenal, un infiel subversivo, rebelde contra su Dios
y contra su rey. Se ganó la hostilidad de tres hombres a quienes no se suele
relacionar: Pitt, Robespierre y Washington. De éstos, los dos primeros trataron
de matarle, mientras el tercero se abstuvo cuidadosamente de salvar su vida.
Pitt y Washington lo odiaban porque era demócrata, Robespierre, porque se opuso
a su régimen del Terror. Su destino fue siempre ser honrado por los pueblos y
odiado por los gobiernos.”
Quizás haya llegado la hora de honrarlo, por pueblos y gobiernos, tomando
sus ideas como insumos para construir una verdadera democracia republicana, en
la que los ideales de la libertad, la igualdad y la fraternidad no sean meras
expresiones vacías.-
Publicado en el diario La Calle el día 16 de Enero de 2022.-
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