Por José Antonio Artusi
Milton Friedman nació el 31 de Julio de 1912 en New York y murió en
San Francisco el 16 de Noviembre de 2006.
Recibió el Premio Nobel de Economía en 1976. Curiosamente (o no tanto),
es rarísimo o directamente imposible encontrar entre sus seguidores
conservadores adhesiones a alguna de estas dos ideas. El propio Friedman lo
advirtió en su momento, y a propósito del impuesto negativo a la renta manifestó
que la iniciativa fue recibida “con considerable (aunque lejos de unánime)
entusiasmo en la izquierda y con considerable (aunque, de nuevo, lejos de
unánime) hostilidad por la derecha”.
En una entrevista en 1978 Milton Friedman declaró que “todos los
impuestos son antagonistas de la libre empresa, pero de todos modos necesitamos
impuestos. Entonces la cuestión es, cuáles son los impuestos menos malos? En mi
opinión, el impuesto menos malo es el impuesto a la propiedad sobre el valor de
la tierra libre de mejoras, el argumento de Henry George de hace tantos, tantos
años…”. Y agregó que el siguiente menos malo es el impuesto a los ingresos por
encima de un mínimo no imponible con una tasa fija.
En un interesante reportaje imaginario a Henry George publicado en La
Nación en 2009, Juan Carlos de Pablo lo presenta como “el padre de la criatura,
el norteamericano Henry George (1839-1897)… que en “Progreso y pobreza”,
publicado en 1879, propuso precisamente reemplazar todos los impuestos por uno
a la tierra”; y le hace decir que “los modernos entusiastas del impuesto a la
tierra… le prestan atención al hecho de que ese impuesto, al ser independiente
del nivel de producción, no distorsiona las decisiones privadas y maximiza los
esfuerzos del productor. Esa es la razón por la cual entusiasmaba tanto a
Milton Friedman”.
La otra idea, el impuesto negativo a la renta, se trata de un crédito
fiscal que – como todos – puede reducir el monto del impuesto a pagar por el
contribuyente. Pero, a diferencia otros créditos fiscales, se otorga incluso si
el ciudadano no debe pagar nada de impuesto.
Una forma sencilla de implementar un impuesto negativo a la renta (o
mejor dicho, a las ganancias) podría
consistir en establecer un ingreso
ciudadano, de carácter absolutamente universal e incondicional, que reciben
todos los habitantes adultos. Adicionalmente podría pensarse en un ingreso
ciudadano a la niñez, de menor cuantía, como el que propuso en su momento Elisa
Carrió, sustitutivo de la AUH y otros subsidios condicionados (los famosos
“planes”, que caen en la “trampa de la pobreza”, vale decir que desincentivan
el trabajo y la formalidad laboral), las asignaciones familiares y las
deducciones por hijo en el impuesto a las ganancias. El impuesto tendría un
mínimo no imponible y una tasa nominal fija. La persona que no recibe ningún
ingreso recibiría el 100% del ingreso ciudadano como transferencia mensual. Por
debajo de determinado monto de ingresos, que daría como resultado un monto a
pagar menor a la cuantía del ingreso ciudadano, la persona recibiría como
transferencia neta la diferencia. Por encima de ese monto de indiferencia, que
daría como resultado un monto a pagar mayor al ingreso ciudadano, la persona
debería abonar la diferencia en su pago del impuesto. Lo interesante del
sistema es que la combinación de una tasa nominal fija, no progresiva, con un
mínimo no imponible y con un ingreso ciudadano igualitario como crédito fiscal
es que las tasas reales del impuesto a pagar se transforman automáticamente en
progresivas, vale decir aquellos que ganan más pagan un porcentaje mayor de sus
ingresos, sin necesidad de tablas escalonadas que suelen generar problemas y en
algunos casos desincentivan a los trabajadores a trabajar más. Hay un
antecedente muy reciente e ilustrativo al respecto de empleados de Toyota en
nuestro país. La reforma propuesta debería abarcar la eliminación de diversos
impuestos, entre ellos el monotributo. Todos estarían en igualdad de
condiciones en el mismo régimen. Ello no quiere decir que todos pasarían a
pagar ganancias. Es evidente que resulta clave en este sentido la determinación
de 3 variables: el monto del ingreso ciudadano o crédito fiscal, el mínimo no
imponible, y la tasa del impuesto. Resultaría muy interesante que especialistas
en la cuestión hagan simulaciones con información estadística actualizada para
analizar el impacto de diversas hipótesis combinando diferentes valores para
esas variables.
Mucho menos estudiada, por no decir no estudiada en absoluto, es la
idea de aplicar el mismo concepto básico de la tributación negativa al impuesto
al valor del suelo libre de mejoras, generando en este caso un crédito fiscal a
aplicar sobre dicho impuesto. También aquí el tributo debería tener un mínimo
no imponible y una tasa nominal fija. La persona que no es propietaria de
ningún bien inmueble recibiría el 100% del crédito fiscal. La persona que posee
un inmueble valuado por debajo de determinado monto, que daría como resultado
un monto a pagar menor al crédito fiscal, percibiría como transferencia neta la
diferencia. La persona que posee uno o varios inmuebles, cuyo valor sumado
supera ese monto de indiferencia, que daría como resultado un monto de impuesto
a pagar mayor al crédito fiscal, debería abonar la diferencia en su pago del
impuesto. También aquí la combinación de una tasa nominal fija, no progresiva,
con un mínimo no imponible y con un crédito fiscal dan como resultado que las
tasas reales del impuesto a pagar se transforman automáticamente en
progresivas, vale decir aquellos que son propietarios de suelo de mayor valor pagan un porcentaje mayor de su patrimonio.
Eduardo Conesa propuso en 2016 siendo diputado nacional una reforma
tributaria en la que el impuesto al valor del suelo libre de mejoras podía
computarse a cuenta del impuesto a las ganancias. Incorporando una cláusula en
este sentido los dos impuestos negativos mencionados – a las ganancias y al
valor del suelo – se vincularían de manera sistémica, generando diversas
posibilidades de combinaciones. Podría ser que el impuesto al suelo abonado por
el propietario sea mayor que su liquidación de ganancias, y por lo tanto
directamente no pagaría este tributo. O podría ser que resulte menor, en cuyo
caso descontaría el monto abonado en concepto de impuesto al suelo de su
liquidación de ganancias. En este caso, la tasa real del impuesto a las
ganancias sería aún menor.
Una reforma tributaria de este tipo debería implicar la eliminación
por completo (y en algunos pocos casos la reducción) de diversos malos
impuestos, tanto nacionales como provinciales: monotributo, bienes personales,
ganancia mínima presunta, retenciones a las exportaciones, aranceles desmedidos
a las importaciones, ingresos brutos, sellos, etc.
Se pasaría de esa manera a un esquema en el que desaparecerían
tributos regresivos y distorsivos y el sistema se basaría mucho más en los que
Milton Friedman consideraba los dos menos peores impuestos. Y nos habríamos
aproximado muchísimo a lo que propuso Thomas Paine en 1795. Estaríamos en
presencia de algo que para muchos es una utopía pero que se debate cada vez más
en el mundo desarrollado: un ingreso ciudadano financiado por la recuperación
de la valorización del suelo. En Corea uno de los candidatos presidenciales
para las elecciones del próximo 9 de Marzo, Jaemyung Lee, tiene entre sus
propuestas medidas de este tipo.
Un documento del Observatorio Fiscal de la Pontifica Universidad
Javeriana de Bogotá de 2020 titulado “El impuesto negativo a la renta de
Friedman: ¿un camino para hacer realidad la renta básica?” (en algunos países
el término “renta básica” es utilizado para referirse al ingreso ciudadano o
ingreso básico universal) finaliza diciendo que “las ideas de Milton Friedman,
fallecido en 2006, podrían ayudar a que sectores en pugna se pongan de acuerdo
para nivelar la cancha a favor de los más pobres y contribuir así a sacar a más
ciudadanos de la pobreza. Si de privilegian los intereses de quienes más
necesitan de estas miradas, es una idea que fácilmente podría ponerse en
práctica. Veremos si lo hacen”. Quizás el primer paso consista en elevar la
calidad del debate, y no dejarnos llevar por las etiquetas y los rótulos, sino
más bien analizar las ideas por sus méritos intrínsecos, despojados de
prejuicios.-
Publicado en el diario La Calle el dìa 23 de enero de 2022.-
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