Por José Antonio Artusi
Los datos publicados en la página
oficial de la Provincia de Entre Ríos referidos a la ejecución presupuestaria del
primer semestre nos permiten hacer algunos análisis y consideraciones que
confirman, lamentablemente, algo que no constituye ninguna novedad, y que
afirmábamos el año pasado: Entre Ríos es una provincia que recauda mal y gasta
cada vez peor. Pero hoy nos centraremos en la recaudación.
Decíamos el año pasado que “uno
de los datos novedosos es el insólito superávit que exhiben las cuentas
públicas del fisco entrerriano”. La
provincia pudo exhibir un resultado financiero positivo de alrededor de 2000
millones de pesos en 2020, tras una década de déficits constantes, y de más de
18.500 millones en 2021. En el primer semestre del 2022 el superávit supera los
11.500 millones.
Decíamos también, y reiteramos
ahora, que “este superávit es mentiroso porque se explica, entre otros
factores, por el atraso salarial del sector público provincial y por la crónica
subejecución de la inversión en obra pública y bienes de capital. Ambos tendrán
consecuencias gravosas y repercutirán negativamente, afectando las
posibilidades de emprender un camino de crecimiento y desarrollo sostenible”.
Volvamos a la cuestión de la
recaudación. El impuesto a los ingresos brutos, el más regresivo y distorsivo
de todos, representó en 2015 el 62,40 % de la recaudación de impuestos
provinciales. Desde hace años, la incidencia de esta absurda gabela medieval en
la recaudación propia muestra una tendencia a aumentar. Es así que en el primer
semestre de este año significó el 67.41% de la recaudación propia, en términos
absolutos unos $ 28.152 millones.
En una publicación del Consejo
Empresario de Entre Ríos se sostiene, con razón, que el impuesto a los ingresos
brutos “es más regresivo desde el punto de vista de la distribución del ingreso
y más distorsivo desde el punto de vista de los incentivos a la producción y a
la productividad. Perjudica la distribución del ingreso porque recae sobre los
consumidores sin discriminar por su nivel de ingreso, perjudica la producción
porque impone un sobreprecio no productivo a los bienes y servicios
intermedios, y perjudica la productividad porque castiga la división del trabajo”.
En 2017 el diputado Eduardo
Conesa presentó un proyecto de ley para implementar una profunda reforma
tributaria, articulando los niveles nacional y provincial. En los fundamentos
de esa iniciativa el Dr. Conesa afirmaba que “debido a su carácter multifásico
y acumulativo a lo largo de toda la cadena productiva, el impuesto a los
ingresos brutos genera discriminación en perjuicio de los bienes y procesos que
requieren gran número de etapas, induciendo artificialmente a adoptar modos de
organización empresarial que busquen economizar el impuesto a través de la
reducción del número de etapas, es decir, a través de la integración vertical,
en algunos casos en desmedro de la eficiencia y productividad. Desde el punto
de vista económico, genera un efecto piramidal que incrementa el costo de los
bienes y servicios y que, en definitiva, es soportado por los consumidores
finales. Este efecto de piramidación se genera cuando los agentes económicos
buscan mantener en términos relativos el mismo margen de utilidad respecto de
sus costos, los cuales incluyen al impuesto. Si bien la posibilidad de que los
agentes económicos mantengan el mismo margen de utilidad en términos
porcentuales respecto del precio de compra dependerá del mercado (de la
elasticidad precio de la demanda del bien), lo importante es resaltar que la
piramidación es un resultado no deseado en economía… la eliminación del
impuesto a los ingresos brutos en todas las jurisdicciones del país permitiría
una rebaja promedio en los precios de los bienes de consumo del orden de un
6,13% con un máximo de 9% y un mínimo de 3,5% y un desvió estándar del 1,3%.
Pero si ponderamos los rubros de la matriz insumo producto utilizando las
ponderaciones que actualmente utiliza el INDEC para calcular el índice de
Precios al Consumidor, el impacto en la canasta del IPC sería mucho mayor,
alcanzando el 12,38%. Por consiguiente, se ratifica que la adopción de esta
propuesta traería una considerable mejora en los salarios reales de los
trabajadores del orden del 12% basada en una genuina mejora de la eficiencia y
la productividad de la economía. Los impuestos a los ingresos brutos
constituyen una carga que desalienta a los exportadores pues no se reintegra a
ellos, como es caso del IVA… son gabelas que retrasan el crecimiento económico,
disminuyen los salarios reales y frenan la actividad económica.” En su libro
“Economia Política Argentina”, Eduardo Conesa agrega que “lo lamentable es que
el nuevo gobierno asumido el 10 de Diciembre de 2019 autorizó a las provincias
por ley a aumentar el impuesto a los ingresos brutos, lo cual significa bajar
los salarios reales y desalentar las exportaciones… En otras palabras, el
impuesto provincial a los ingresos brutos es un desastre regresivo antipopular
y antidesarrollo”.
El consenso fiscal logrado por el
gobierno del Presidente Macri en 2017 fue un evidente y notorio avance en este
sentido, tendiente a reducir las alícuotas de este pésimo tributo. Lamentablemente
el gobierno de Alberto Fernández ha revertido ese avance. Pero algún día habrá
que eliminarlo, por completo y para siempre, para todas las actividades
económicas. Y se puede, como podrá comprobar quien analice los argumentos y las
cifras expuestos por el Dr. Eduardo Conesa en su proyecto de ley y en su
libro.-
Publicado en el diario La Calle el día 14 de Agosto de 2022.-
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