lunes, 22 de julio de 2024

EDUARDO LAURENCENA Y LA REELECCIÓN QUE NO FUE

Por José Antonio Artusi

Eduardo María Dionisio Laurencena Beheretche nació el 9 de octubre de 1885 en Paraná, dónde murió el 19 de junio de 1959. Su padre, Miguel María Laurencena, fue uno de los fundadores del radicalismo entrerriano, y el primer gobernador surgido de sus filas. Eduardo Laurencena transitó una extensa carrera política que lo llevó ocupar numerosas responsabilidades y a ser electo dos veces gobernador, aunque sólo llegó a ejercer su primer mandato.

En 1912 fue electo diputado provincial y renunció dos años más tarde, con motivo de haber sido su padre electo gobernador. En 1918 fue designado Fiscal de Estado por el gobernador Celestino Marcó y entre 1919 y 1922 se desempeñó como ministro de Hacienda. En 1922 Marcelo de Alvear le confió la responsabilidad de dirigir la Inspección Nacional de Justicia.

En las elecciones que lo consagraron gobernador Laurencena encabezó la fórmula de la UCR antipersonalista acompañado por José María Garayalde, que debió enfrentar al radicalismo yrigoyenista, que llevó como candidato a gobernador a Francisco Beiró, y a una coalición conservadora que propuso a Fortunato Solanas. Los comicios del 6 de junio de 1926 arrojaron el siguiente resultado: Laurencena 39,48%, Beiró 33,50%, Solanas 27,02%. En ese momento la elección era indirecta, no se votaba a gobernador sino a electores, y Laurencena no llegó a obtener la mayoría del colegio electoral, pero fue de todos modos apoyado por los electores conservadores que respetaron su legitimidad. Obsérvese la fortaleza del radicalismo en su conjunto, que sumando sus dos ramas superaba el 70% de los sufragios; y podía por lo tanto darse el “lujo” de ir dividido a los comicios. Una década más tarde tales lujos ya no serán posibles, y la reunificación se impondrá.  

El cisma del radicalismo no fue gratuito. Tal como señala Enrique Pereira1, “el gobierno de Laurencena, el primero con el radicalismo dividido, debió realizarse con una Legislatura trabada por carecer de mayoría en el Senado”. De todos modos, “este período fue fecundo en realizaciones e iniciativas, especialmente en materia vial y educacional”, y “la ejemplar dedicación de Laurencena hizo que su figura, polémica y controvertida, se convirtiera, con el paso de los años y especialmente tras la unificación de 1935, en la principal del radicalismo entrerriano”. A tal punto fue duro el enfrentamiento entre antipersonalistas e yrigoyenistas que Laurencena debió enfrentar dos proyectos de ley disponiendo la intervención federal de la provincia, que no prosperaron, promovidos en 1926 por los diputados nacionales Carmelo Astesiano y Ambrosio Artusi y en 1928 por Enrique Mihura.

Beatriz Bosch2 comenta así la gestión de gobierno de Laurencena: “Conviene subdividir las tierras y propagar el policultivo. El primer lugar en la producción agrícola corresponde ahora al lino. La Cooperativa Saladeril de Concordia y el Frigorífico Gualeguaychú industrializan los productos de una ganadería todavía floreciente. Una completa red de caminos abovedados de 3.500 kilómetros…, obra de consorcios camineros en varios tramos, …  satisfacen las exigencias del transporte de la hora. Los bancos agrícolas regionales … se convierten en focos de orientación técnica para el agricultor”.

Manuel Macchi y Alberto Masramón3 enfatizan otros aspectos de su gestión: “al finalizar su primer año de labor, se inauguraron las obras sanitarias de la provincia, en Victoria, Gualeguay y Gualeguaychú… Con el apoyo del gobierno nacional, el Dr. Laurencena logró el establecimiento de balsas automóviles entre Paraná y Santa Fe”; a la vez que recuerdan que “ocurrida la revolución del 6 de septiembre de 1930 contra el presidente Hipólito Yrigoyen, Entre Ríos, conjuntamente con San Luis, no fueron intervenidas por el gobierno de facto”. Esta circunstancia determinó que Laurencena pudiera entregar el mando al gobernador Herminio Quirós, también del sector antipersonalista, que se había impuesto – con el apoyo de los conservadores – al candidato yrigoyenista Enrique Mihura.

Entre 1932 y 1943 Eduardo Laurencena ocupó una banca en el Senado de la Nación, y también presidió la convención que reformó la Constitución de la provincia en 1933.

En 1943 fue nuevamente electo gobernador, para suceder a Enrique Mihura, ya con el radicalismo unificado. En las elecciones del 21 de marzo de 1943 Laurencena encabezó una fórmula acompañado por Fermín Garay, que obtuvo el 50,40% de los sufragios. La lista radical contó con el apoyo del Partido Demócrata Progresista, el Partido Socialista y el Partido Comunista. En segundo lugar se ubicó el Partido Demócrata Nacional, que llevaba nuevamente como candidato a Pedro Radio. La fórmula conservadora fue respaldada por el 48,35% del electorado. El golpe del 4 de Junio y la intervención de la provincia impidieron que Laurencena pueda asumir por segunda vez como gobernador.          

Entre 1946 y 1948 presidió la UCR a nivel nacional. Al respecto Enrique Pereira señala que “otra etapa se inicia en la vida del viejo luchador: una oposición franca y dura, que lo lleva a la presidencia del Comité Nacional, con el resultado conocido: el estrecho triunfo de la fórmula Perón – Quijano”. Y agrega que “Jorge Farías Gómez dijo aquello de “comando de la derrota”, acusando al Comité Nacional de lo ocurrido. Lo real, a los efectos de comparar actitudes, es que a los pocos meses el Sr. Farías Gómez se había mudado al oficialismo y que Laurencena siguió en su trinchera, siendo encarcelado y perseguido”. En 1956 el presidente de facto Pedro Eugenio Aramburu lo designó presidente del Banco Central, cargo que ocupó hasta 1958.  

Laurencena fue uno de los fundadores del unionismo, sector interno del radicalismo enfrentado a la intransigencia. Paradójicamente, allí se encontró con viejos correligionarios de acendrado yrigoyenismo.Enrique Pereira lo describe como un hombre “parco y estudioso, de férrea austeridad… cortés y respetuoso con todos, era un hombre sincero, alejado de la ostentación y la vanidad”. –

 

   1)         Pereira, Enrique. Mil nombres del radicalismo entrerriano, Santa Fe, UNL, 1992.

2)            Bosch, Beatriz. Historia de Entre Ríos, Buenos Aires, Plus Ultra, 1978.

3)            Macchi, Manuel y Masramón, Alberto. Entre Ríos – Síntesis histórica, Concepción del Uruguay, Sacha, 1977.

 

Publicado en el diario La Calle el 21 de julio de 2024.-

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ENRIQUE MIHURA

Por José Antonio Artusi

Enrique Fermín Mihura nació en Paraná el 7 de junio de 1895 y murió en Córdoba el 13 de septiembre de 1951. Estudió abogacía en la Universidad de Buenos Aires y tras obtener su título regresó a Paraná, donde llevó adelante una intensa carrera política. Fue concejal y más tarde diputado nacional en dos ocasiones, entre 1928 y 1930 y entre 1936 y 1939.

Resulta curioso que Wikipedia señale, erróneamente, que Mihura “adhirió a la corriente antipersonalista del radicalismo” cuando en realidad fue uno de los más fervientes defensores del yrigoyenismo y un encarnizado rival de los antipersonalistas. Ambos sectores de la UCR estuvieron separados y compitieron duramente entre sí desde mediados de la década del 20 hasta 1935. A tal punto llegaron esos enfrentamientos que una de las primeras iniciativas que impulsó como diputado nacional fue un proyecto de ley de intervención federal a la Provincia de Entre Ríos en 1928, por entonces gobernada por Eduardo Laurencena, que se sumaba a otro similar presentado en 1926 por Carmelo Astesiano y Ambrosio Artusi. En la reseña biográfica de este último he señalado que “en los fundamentos del proyecto pueden leerse consideraciones que hoy indudablemente causan asombro y que sólo pueden comprenderse a la luz de los arduos enfrentamientos de la época”. Y me preguntaba: “¿Se habrán arrepentido los yrigoyenistas de tal actitud? ¿Se habrán arrepentido luego los antipersonalistas de conductas que terminaron siendo funcionales a la asonada de 1930? Podemos arriesgar que – al menos en parte – así debe haber sido. La reunificación partidaria de 1935 actúa como la principal evidencia en este sentido. Enrique Pereira1 presenta a Enrique Mihura como “un decidido partidario de la fusión” y “uno de sus hacedores”. Más tarde Mihura verá como su propio gobierno es intervenido, pero no ya por una ley del Congreso, sino por un decreto del gobierno de facto instalado tras el golpe del 4 de junio de 1943. Curiosamente, casi como una paradoja del destino, el gobernador electo para suceder a Mihura, que obviamente no pudo asumir por la interrupción del orden constitucional, era nada más y nada menos que Eduardo Laurencena…”.

En 1930 Mihura encabezó como candidato a gobernador la fórmula del yrigoyenismo, acompañado por Domingo Dasso. En esa elección se impuso la fórmula antipersonalista, integrada por Herminio Quirós y Cándido Uranga. En 1938, tal como relata Enrique Pereira, Mihura “probó en el Congreso, sin lugar a duda alguna, la perpetración del fraude electoral por parte de los conservadores”.

En las elecciones de 1939 para suceder al gobernador Tibiletti, Mihura – acompañado por el uruguayense Cipriano Marcó, del sector antipersonalista, como candidato a vicegobernador - encabezó la fórmula del radicalismo, ya unificado desde la elección anterior, que a su vez integró una coalición con el Partido Socialista Obrero; denominada Alianza Obrera y Democrática. Si bien ambos partidos llevaban la misma fórmula, presentaban boletas propias, por lo que puede observarse el aporte de cada uno: el radicalismo obtuvo el 51.29% de los sufragios y el Partido Socialista Obrero el 0,59%, sumando el 51,87% para la alianza. La elección se polarizó con otra coalición conservadora integrada por el Partido Demócrata Nacional y un sector minoritario proveniente del yrigoyenismo que no había aceptado la unificación del viejo tronco radical. La fórmula en este caso fue integrada por Pedro Radio y Gregorio Morán. El PDN obtuvo el 43.07% de los votos y la paradójicamente denominada UCR antipersonalista el 4,29%, sumando un 47,36% para la Concordancia.

Enrique Pereira refiere que “muy difíciles fueron los años de Mihura en el gobierno, agravada la situación por la decadencia física del presidente Ortiz… a lo cual se unía todo lo derivado de la segunda guerra mundial... En medio de ese torbellino, el gobierno radical, con don Enrique Mihura al frente, se las arregló para realizar una importante, sensata y progresista labor…”.

Beatriz Bosch2 resalta que “a causa de la disparidad política con quienes están a cargo de los poderes nacionales, Entre Ríos obtiene escaso beneficio de los planes de obras públicas generales. Desmedro que pronto importará verdadera rémora”.  Manuel Macchi y Alberto Masramón3 destacan que “en su gobierno hubo una sana política administrativa” y mencionan que “prosiguieron las obras viales” y “hubo un creciente desarrollo de la avicultura”.

Cabe recordar que “durante su gestión… prohibió las persecuciones por motivos raciales, políticos o religiosos, penalizando a partidos que los pregonasen, en el marco de una creciente actividad pública de grupos nazistas, fascistas, franquistas y nacionalistas”4. Una muestra cabal de la isla de libertad que constituía Entre Ríos en ese momento se refleja en esta circunstancia que nos narra Enrique Pereira: “Entre Ríos fue casi el único sitio argentino en el que pudo verse “El gran dictador”, la genial película de Chaplin”.  Con relación a la obra de gobierno, menciona la “legislación para combatir la desocupación, ampliación de hospitales, modificación del método de valuación de la propiedad inmueble, eximición de impuestos provinciales y comunales a cada primera industria, eximición de contribución directa a determinados productores rurales... Pero fue en el área de la educación donde se dejó notar con mayor singularidad la obra del Dr. Mihura, ya que desde el levantamiento del censo escolar, que fue la base del Censo Escolar Permanente, hasta la ampliación del presupuesto para educación, la equiparación de los maestros rurales a los urbanos, el fomento a la educación física, la erección de nuevas escuelas, establecimiento del concurso riguroso para el ingreso a la docencia, etc.; todo deja traslucir la preocupación esencial del gobernante, que tuvo la posibilidad de decir, con sano orgullo, que en Entre Ríos había muchos más maestros que vigilantes”. -  

 

1)            Pereira, Enrique. Mil nombres del radicalismo entrerriano, Santa Fe, UNL, 1992.

2)            Bosch, Beatriz. Historia de Entre Ríos, Buenos Aires, Plus Ultra, 1978.

3)            Macchi, Manuel y Masramón, Alberto. Entre Ríos – Síntesis histórica, Concepción del Uruguay, Sacha, 1977.

4) http://www.efemeridesradicales.com.ar/Indice/E/Enrique_Mihura/Enrique_Mihura.html

 

Publicado en el diario La Calle el 14 de julio de 2024.-

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A 140 AÑOS DE LA LEY 1420, POCO QUE FESTEJAR (Y MUCHO POR RECUPERAR) II

Por José Antonio Artusi

Mañana se cumplirán 140 años de la ley nacional 1420; de educación común, pública, laica, gratuita y obligatoria.  El 8 de Julio de 1884 el presidente Julio Argentino Roca y su ministro de Instrucción, Eduardo Wilde, promulgaron la norma que había sido sancionada por el Congreso luego de duros y apasionados debates. Discusiones y controversias que seguirían luego, y que llegarían incluso hasta el siglo XX.  

Ya hemos dicho en esta hoja que “la tarea para llegar a esa ley trascendente no había sido sencilla ni había estado exenta de conflictos y arduas polémicas. Lo que no había logrado el erudito Sarmiento lo conseguía el militar Roca, acompañado del médico Wilde y del abogado Onésimo Leguizamón, en ese entonces diputado nacional, otro ex alumno del histórico colegio”; en referencia al Colegio del Uruguay fundado por Urquiza, el primero laico del país.  

Reivindicar la ley 1420 y el legado de sus impulsores dista de constituir una mera actitud nostálgica y trasciende la formalidad de las efemérides. Se torna más bien una necesidad imperiosa, en momentos en los que los valores de la modernidad son asediados en todo el mundo por tendencias reaccionarias de diverso signo basadas en dogmatismos intolerantes y en concepciones totalitarias e integristas que resultan absolutamente incompatibles con la esencia del sistema republicano consagrado en nuestra sabia Constitución nacional de 1853. 

Una democracia republicana madura y consolidada requiere hacer realidad el mandato sarmientino de “educar al soberano”; demanda ciudadanos responsables, formados e informados, que participen activamente en la cosa pública, que asuman plenamente su rol de mandantes de los funcionarios públicos, circunstanciales mandatarios designados por la voluntad popular para desempeñar responsabilidades públicas en períodos acotados de tiempo. En esa tarea, el sistema educativo que iguala, que libera, que nos hace compatriotas, que enseña e inculca los valores de la libertad, la igualdad y la fraternidad adquiere una significación política trascendente.    

También cobra relevancia el rol de la educación en el desafío de brindar herramientas para que todas las personas adquieran habilidades y capacidades para desempeñarse en el ámbito económico, contribuyendo con su trabajo a la prosperidad general, incorporando elementos que son cada vez más necesarios en una sociedad en la que la economía del conocimiento y la innovación tecnológica serán determinantes.

No menos significativa es la necesidad de contar con un sistema educativo que integre y fortalezca los vínculos de solidaridad social, que haga que las nuevas generaciones se sientan parte de una comunidad que no sólo comparte un pasado histórico, sino que también es capaz de confluir en un proyecto común a futuro, en la búsqueda del logro paulatino de mejores condiciones de vida para todos. 

Adrián Pignatelli1, refiriéndose al presidente Roca, señala que “los furibundos ataques de la iglesia y el enfrentamiento producido por la ley 1420, sumadas a la creación del registro civil hizo que expulsara al nuncio apostólico Luis Mattera y se rompieran relaciones con la Santa Sede, que él se ocuparía de reestablecer durante su segunda presidencia… Por la ley del Registro Civil, la iglesia católica perdía las atribuciones de siglos de anotar nacimientos, casamientos y defunciones” y recuerda que Félix Luna, en “Soy Roca”, le hace decir que esa norma y la ley 1420 “eran tributos indispensables a la afluencia de extranjeros, que debían encontrar un país neutral en materia religiosa, donde cada uno pudiera adorar a su dios libremente, casarse y educar a sus hijos según sus convicciones”.

Haydée Breslav 2 recuerda que “la ley rigió sin mayores inconvenientes durante 46 años. Vale la pena recordar en ese sentido los conceptos del presidente Hipólito Yrigoyen, quien, en 1921, aseguró que “las luchas religiosas que dividieron a la humanidad pertenecen ya a una época remota” y que “renovar esa discusión podría parecer inusitado”; y agrega que “el escenario cambió con el golpe militar de 1930… Así, entre 1936 y 1937 se sancionaron leyes, decretos o resoluciones que implantaron la enseñanza de la religión católica en nueve provincias. Por su parte, el gobierno militar surgido del golpe del 4 de junio de 1943 –que tenía por finalidad, según su proclama, “acercar a los niños a la doctrina de Jesucristo” y “educar a la juventud en el respeto a Dios”– dictó el último día de ese año, con el país bajo estado de sitio, el decreto ley 18.411, cuyo primer artículo disponía: “En todas las escuelas públicas de enseñanza primaria, postprimaria, secundaria y especial, la enseñanza de la Religión Católica será impartida como materia ordinaria de los respectivos planes de estudio” (sic). En cuanto a los docentes que debían impartirla, serían “designados por el gobierno, debiendo recaer los nombramientos en personas autorizadas por la autoridad eclesiástica”. El decreto fue redactado por el ministro de Educación, el conocido nazi-fascista Gustavo Martínez Zuviría”. Esta autora narra el proceso que dio origen a “la ley 12.978, de enseñanza católica, que se promulgó el 29 de abril de 1947 y rigió hasta mayo de 1955 cuando, a raíz y en medio de la creciente confrontación entre el gobierno peronista y la Iglesia, fue derogada por el Congreso. En esa oportunidad se manifestaron partidarios convencidos de las bondades del laicismo escolar muchos legisladores oficialistas que ocho años antes se habían proclamado fervorosos defensores de la enseñanza religiosa. Entre ellos se encontraba el diputado Héctor J. Cámpora”.

José Luis Romero 3 considera que “la sanción de una ley de enseñanza popular correspondía a una preocupación profunda por el problema de la educación. Era la misma preocupación que Sarmiento había tenido durante toda su existencia y que había inspirado las páginas de “Educación popular”; ahora, en sus herederos, se mantenían algunos de los principios prácticos de quien había erigido en preocupación primera de su vida la de “educar al soberano”. -

 

1)      https://www.infobae.com/sociedad/2023/07/28/los-dos-gobiernos-de-julio-a-roca-segun-el-historiador-felix-luna-paz-administracion-y-respeto-a-la-constitucion/

2)      https://trascarton.com.ar/aniversarios/ley-1420-sancion-y-primera-derogacion

3)      https://jlromero.com.ar/textos/el-desarrollo-de-las-ideas-en-la-sociedad-argentina-del-siglo-xx-1965/

 

Publicado en el diario La Calle el día 7 de julio de 2024.-

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lunes, 1 de julio de 2024

A 89 AÑOS DE LA GOBERNACIÓN DE EDUARDO TIBILETTI

Por José Antonio Artusi

Mañana se cumplirán 89 años de la asunción de Eduardo Tibiletti como gobernador de la provincia de Entre Ríos, el 1º de Julio de 1935, cargo que ejerció hasta idéntica fecha de 1939.

Eduardo Tibiletti nació en Concepción del Uruguay el 5 de octubre de 1871 y murió en Buenos Aires el 4 de enero de 1940. Cursó el bachillerato en el Colegio del Uruguay, institución de la que luego sería profesor y más tarde rector. Designado por el presidente Roque Sáenz Peña en 1911, ejerció esa responsabilidad hasta 1920.  Antes había obtenido el título de abogado en la Universidad de Buenos Aires. También ejerció la docencia en la Escuela Normal de Concepción del Uruguay y presidió la Asociación Educacionista La Fraternidad. En 1922 Tibiletti se radicó en la ciudad de Buenos Aires, donde entre otras actividades se dedicó al periodismo, desempeñándose en el diario “La Razón”, en el que habitualmente abordó cuestiones vinculadas con la educación.    

Enrique Pereira1 comienza así su reseña biográfica: “destacado docente, rector del Colegio Histórico, concejal de Concepción del Uruguay, convencional constituyente en 1932, era presidente de la Convención que lo eligió candidato a gobernador, como prenda de la flamante unidad partidaria”. En efecto, es necesario recordar que el radicalismo entrerriano logró en ese momento unificarse, finalizando un cisma entre antipersonalistas e yrigoyenistas que duró prácticamente una década, en la que ambos sectores constituyeron fuerzas políticas separadas, que competían con sus propios candidatos en las elecciones generales. Es así como la Convención provincial que se realizó el 21 de febrero de 1935 en el cine “Urquiza” de Paraná, que Tibilettí presidió y en la que resultó electo candidato, fue la primera con el radicalismo unido tras la división que había sufrido a mediados de la década del 20.

Tibiletti, antipersonalista, estuvo acompañado por el yrigoyenista Roberto Lanús, de La Paz, como candidato a vicegobernador. El sector antipersonalista había proclamado el 1º de diciembre de 1934 en Gualeguaychú su propia fórmula, integrada por Luis Jaureguiberry y Francisco Mihura, quienes renunciaron para facilitar la fusión del radicalismo. Por otro lado, un sector minoritario del yrigoyenismo no aceptó la unificación y presentó una fórmula propia, encabezada por Gregorio Morán, dirigente de sinuosa trayectoria.

En las elecciones del 17 de marzo de 1935, las primeras tras la reforma constitucional de 1933 que estableció la elección directa del gobernador, Tibiletti obtuvo el 50,78% de los sufragios, Juan Morrogh Bernard (Partido Demócrata Nacional) el 40,8%, Morán el 7,11% y Juan Nux (Partido Socialista) el 1,31%. El radicalismo se impuso en todos los departamentos menos en Gualeguaychú y Gualeguay.

Eduardo Tibiletti sucedió al gobernador Luis Lorenzo Etchevehere (1931 – 1935) y su gestión fue continuada a partir del 1º de Julio de 1939 por la de Enrique Fermín Mihura, quien a pocos días de finalizar su mandato fue desalojado del poder por el golpe militar del 4 de junio de 1943.

El gabinete del gobernador Tibiletti, conformado en ese momento por sólo dos ministerios, estuvo integrado por el uruguayense Luis María Rodríguez en la cartera de Hacienda y por Sebastián Mundani primero y José María Garayalde después en la de Gobierno.     

Sobre la gestión de gobierno de Tibiletti Enrique Pereira sostiene que se caracterizó por “la preocupación por solucionar problemas financieros de la provincia, acosada de alguna manera por el gobierno nacional fraudulento. Fue también tema sustancial la educación, continuando una labor que arrancaba desde 1914. El gobierno del doctor Tibiletti estimuló claramente el cooperativismo y la colonización”. El autor mencionado considera que “el gobernador no era un militante político en la acepción común del término, sino una respetada figura partidaria, a la que se apeló para sellar la unidad”, pero a la vez enfatiza que “se reveló como un gobernante de singular capacidad y perspicacia, que debió sortear situaciones de muy difícil solución”; y señala que “al finalizar su mandato el Dr. Tibiletti bajó al llano en medio del sincero respeto de todos sus comprovincianos”.

Beatriz Bosch2 analiza en particular la política agraria de Tibiletti: “la campaña comienza a despoblarse por la alternancia del distinto rinde de las cosechas. Los peones emigran a las provincias de Santa Fe y Buenos Aires. Más cuando antiguos moradores la abandonan, grupos de judíos víctimas de las persecuciones del nazismo alemán encuentran amparo y garantías en nuestra provincia”. La historiadora entrerriana recuerda “la plaga de la langosta, contra la que se lucha intensamente en 1935 y 1936. El desmonte avanza en las colonias oficiales entonces fundadas en Yeruá y en el distrito Potreros del departamento Uruguay. Algodón, papa y mandioca se siembra en el terreno libre. Se estimula la granja, instalándose un frigorífico regional para sus productos en Villa San José (Colón) en 1938”. Esta autora destaca que un “fomento especial alcanza a la zona del Delta. El refugio de matreros de antaño se transforma en un hermoso vergel. Alemanes, húngaros, holandeses, checoslovacos y suizos sanean los anegadizos y consolidan los bordes de las islas gracias a plantaciones de álamos, en tan gran número que singularizan ahora al paisaje”.

Manuel Macchi y Alberto Masramón3 brindan un enfoque similar al de los autores citados: “aunque sin la hechura política de sus antecesores, el Dr. Tibiletti tuvo otras dignísimas aptitudes que sirven para el arte de gobernar como fueron las que había desplegado en el periodismo y en la docencia… De su gestión es digno de recordar la acción desplegada en favor de la colonización y de la educación popular, así como el dictado de la ley 3201 sobre fomento de la zona del Delta, con lo que se mostró una exacta visión sobre la importancia y el futuro de esa rica zona entrerriana”. -        

 

1)      Pereira, Enrique. Mil nombres del radicalismo entrerriano, Santa Fe, UNL, 1992.

2)      Bosch, Beatriz. Historia de Entre Ríos, Buenos Aires, Plus Ultra, 1978.

3)      Macchi, Manuel y Masramón, Alberto. Entre Ríos – Síntesis histórica, Concepción del Uruguay, Sacha, 1977.

 

Publicado en el diario La Calle el 30 de Junio de 2024.-

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