Por José Antonio Artusi
El año que viene se cumplirán sesenta años de
la muerte de Delio Panizza. Quizás sea una buena oportunidad para homenajearlo,
para rescatarlo un poco del olvido, y para valorar las diversas facetas de su
personalidad: poeta, historiador, investigador, coleccionista, político.
Delio Panizza nació en Rosario del Tala el 26
de enero de 1893 y murió en Concepción del Uruguay el 7 de agosto de 1965. Tras
cursar la escuela primaria en su ciudad natal concurrió al Colegio del Uruguay,
del que egresó como bachiller. Posteriormente se trasladó a Buenos Aires, donde
se graduó como escribano en la Facultad de Derecho de la UBA obteniendo la
medalla de oro de su promoción en 1915. Más tarde se recibió de abogado en 1918
y de doctor en jurisprudencia en 1919, con una tesis doctoral referida la
municipalización de los servicios públicos.
Tras unos pocos años viviendo en Gualeguay se
radicó en Concepción del Uruguay, donde formó su familia y desarrolló su
carrera profesional, política y literaria. En 1926 adquirió la vieja casona en
la que hoy funciona el museo municipal que lleva su nombre, en la que fue
atesorando un riquísimo patrimonio artístico, histórico y documental, y en la
que vivió hasta su muerte. La casa fue declarada Monumento Histórico Nacional
en 1975.
En 1923 publicó su primer libro “Cardos en
flor”, y en 1965, a modo de homenaje de su esposa e hijos interpretando su
deseo, se publicó su obra póstuma “Versos del mar”, que su autor había dedicado
“a cada uno de los amigos en prenda de amistad y gratitud”. La pluma de Delio
Panizza también nos dejó obras como “De Tierra Adentro”, “Ramírez”, “Poemita de
Estío”, “Letanías de Ausencia”, “Guitarras y Lanzas”, “La luna Nueva”, “Dianas
Heroicas”, “Mi homenaje” (al Colegio Nacional del Uruguay “Justo José de
Urquiza” en su centenario), “Artigas”, “Canto de la Liberación”, entre otras;
así como poemas publicados en diversos periódicos.
Atesoro en mi biblioteca, heredados de mi
abuelo, algunos de sus libros, pero me temo que comprarlos hoy no debe ser
tarea fácil. El sexagésimo aniversario de su muerte, por ese fetichismo de los
números redondos, podría ser una buena ocasión para que alguna editorial se
entusiasme con la idea de publicar sus obras completas. Debe destacarse que la
Editorial de Entre Ríos publicó en 2022 “Ramírez”, en el marco de las
conmemoraciones por los 200 años de la trágica muerte del Supremo Entrerriano,
en 1821.
Aún así, si su obra literaria es más o menos
recordada, su labor como dirigente político y hombre público aparece bastante más
relegada y desconocida. Tarea para futuros investigadores, quizás.
Delio Panizza mantuvo un compromiso indeclinable
con el radicalismo yrigoyenista. Uno de los tantos testimonios de esa identidad
política lo constituye un poema de su autoría que publicó el diario Los
Principios el 6 de Julio de 1933, en homenaje a Hipólito Yrigoyen a 3 días de
su muerte, en el que culmina diciendo: “Y allá su nombre va, como una flecha, a
clavarse magnífica y derecha, en el bronce de la Inmortalidad”.
En 1931 fue electo concejal, cargo que ocupó
nuevamente entre 1935 y 1939, durante la gestión como presidente municipal de
Justo Ravenna. En esa ocasión integró, junto a Alberto Carosini, un bloque del
“radicalismo yrigoyenista”, escindido en ese momento de la mayoría oficialista
del “radicalismo unificado”. Como concejal impulsó diversas iniciativas, entre
ellas una tendiente a dotar a la ciudad de un parque nacional en la zona de la
Salamanca, que se habría llamado “3 de febrero”, y que obviamente no se concretó.
Un proyecto de su autoría que sí prosperó fue la erección del monumento que
recuerda el nacimiento de Justo José de Urquiza, ubicado en la intersección del
arroyo que hoy lleva su nombre con el viejo camino a Colón. En ocasión de su inauguración
en 1937 Delio Panizza brindó un discurso y recitó su poema “El talar”.
Ciudadano solidario y consustanciado con su
comunidad, también colaboró en instituciones que llegó a presidir, tales como
la Biblioteca Popular “El Porvenir”, el Centro Comercial y la Universidad
Popular. En 1928 integró la Asociación “Cultura”, que tuvo a su cargo la
realización de un censo municipal.
Su obra poética le sirvió tanto para cantar a
su tierra y para exaltar las tradiciones populares como para manifestar su
credo político, exteriorizar sus convicciones más profundas y para hacer una
interpretación de nuestro pasado histórico. Buscó denodadamente unir y hermanar
las costas del río Uruguay. No vio contradicción alguna en la reivindicación
simultánea de Artigas, Ramírez y Urquiza, como próceres a los que no despojaba
de su condición humana.
Le tocó actuar en épocas de fraude y de
autoritarismo y su poesía se torna a veces un instrumento proselitista. En el
prólogo a “Los mismos”, de Pablo Schvartzman, dice que “no vivimos en horas
de cantar a las mariposas o a las ninfas. Hay que seguir el consejo de Fierro:
cantar opinando y en cosas de fundamento”.
Tras su muerte, desde el otro lado del río Anibal
Sampayo le dedicó una hermosísima milonga, titulada “Señor de Montiel”, en la
que lo despidió diciendo: “lo llora Entre Ríos, al amanecer; y aquí en la
otra banda lo lloran también. Poeta montonero, Señor de Montiel; se quedó en su
pluma sangrando un laurel… En décimas suyas vibra el Uruguay, los hijos de
Artigas no lo olvidarán”.
Seguramente algunos se sorprenderán del término
“poeta montonero” con el que lo describe su amigo sanducero. Cabe puntualizar
que la palabra “montonero” no tenía en 1965 la connotación política que tiene
hoy. No deja de ser una divertida ironía del destino que reciba esa
caracterización alguien como Don Delio, el autor de un libro que los actuales
“montoneros” no vacilarían en calificar como escandalosamente “gorila”. Me
refiero a “Canto de la liberación”, publicado en 1955, tras la caída del
gobierno de Perón, al que condena en esa obra en los más duros términos.
Delio Panizza pidió ser enterrado de pie, como
había vivido.
Publicado en el diario La Calle el 15 de
septiembre de 2024.-
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