Por José Antonio Artusi
Se cumplió ayer un año de la muerte de Aldo
Neri. El 1º de octubre de 2023 lo despedí en esta hoja - tras una breve
semblanza de su vida y de su obra - diciendo que “fue un adelantado a su
tiempo. Veía más lejos y mejor, con más claridad y lucidez que la media de los
dirigentes políticos argentinos. Supo aplicar como pocos el consejo de Carlos
Matus, el gran teórico chileno de la planificación estratégica: “tecnificar la
política y politizar la técnica”. Era un profundo conocedor de las implicancias
teóricas de las políticas de salud pública y de las políticas sociales en
general y a la vez era un político consciente de las limitaciones que a veces
impone la realidad, que hay que ir destrabando con paciencia, conocimiento, y
voluntad política”. Y sostuve en ese momento que “el mejor homenaje a su
memoria será trabajar denodadamente para hacer realidad sus ideas. Por eso el
primer paso es conocerlas”.
Vayamos pues, a refrescar sus ideas. En 1982
Aldo Neri publicó un libro titulado “Salud y política social”. En esa obra
aborda entre otros temas la cuestión de la política universitaria, y en una parte
del capítulo sobre el papel de la universidad se refiere a la necesidad de “la
nueva reforma”. Son conceptos que parecen especialmente interesantes (y
vigentes) para quienes nos reconocemos como reformistas, a más de 40 años de la
recuperación de las instituciones de la democracia.
Recordemos que Aldo Neri escribió esto en 1982,
y reflexionemos acerca de si podemos o no decirlo hoy sin quedar
desactualizados: “Para remontar la caída actual, los principios fundamentales
que dieron sentido histórico a la reforma del 18 siguen constituyendo
referencia irremplazable. La libertad académica con su consecuencia educativa
sobre el espíritu crítico, la quiebra de todo elitismo social y económico, la
participación de los distintos sectores interesados directamente en la vida
universitaria, valen tanto hoy como hace sesenta años en su condición de ideas
fuerza. Sólo que el riesgo de las grandes ideas es la rigidez a las que las
condena, a veces, el manejo rutinario de su doctrina, así como la falta de
actualización en los modos de implementarla. Es la distancia que va de la idea
fecunda al slogan simplista”. Hasta acá, supongo que a nadie le hará demasiado
ruido, al menos dentro del campo reformista. Pero sigamos: “Algo de eso es lo
que ha venido aconteciendo con el tema de la autonomía universitaria, por
ejemplo. Una cosa es la condición necesaria de libertad intelectual, elección
de sus propias autoridades y personal docente y no docente, manejo flexible del
presupuesto, y programación independiente de los currícula, líneas de
investigación y actividades de servicio; y otra cosa muy distinta es que ello
suceda en una isla soberana, no insertada en una planificación nacional que
acote tales desarrollos a las necesidades y posibilidades sociales… Un
progresismo desactualizado deviene en una variedad nueva del conservadurismo, y
esto es lo acontecido con parte del pensamiento reformista de las últimas
décadas. Muchos no se animan a cambiar porque hacerlo pone en riesgo de
resultar impopular, y es más fácil quedarse en las propuestas que sólo espantan
a los más reaccionarios, adversarios en todo caso inmodificables de cualquier
progreso viejo o nuevo. En la resolución madura de este dilema se encierra uno
de los desafíos fundamentales que nos impone el problema universitario
argentino”. Es obvio que entre 1982 y 2024 pasaron muchas cosas, y este debate
se da hoy en el contexto de un gobierno nacional que claramente no es
reformista, y que parece tener a la universidad pública como uno de los
exponentes de la decadencia argentina. Quizás precisamente por eso haga más
falta que nunca “una nueva reforma”, que con autocrítica y espíritu innovador –
como el que tuvieron los jóvenes estudiantes de 1918 – nos acerque a las ideas
fecundas y nos aleje de los slogans inconducentes o de las justificaciones de
lo indefendible que terminan siendo funcionales a los planteos de los sectores
más reaccionarios.
Sigamos con algunas ideas tomadas de otro
libro, “La cuestión social, un desafío a la política”, de 2014. Por razones de
espacio me limito a seleccionar dos propuestas, que involucran cuestiones
candentes que esperan soluciones adecuadas, la legislación laboral y la reforma
de la seguridad social. Sobre la primera nos dice Aldo Neri “hay que liberarse
del temor a ser estigmatizado como neoliberal y encarar algunas reformas
necesarias en la legislación laboral. Ni desregulaciones que regresen al
atropello de los derechos del trabajo ni corsés legales asfixiantes,
principalmente para las pequeñas y medianas empresas… Flexibilizar no es
necesariamente mala palabra, depende de los objetivos que la inspiran y los
campos y modos de implementación. Un cierto grado de flexibilización puede ser
también más redistributivo y más eficiente. Si no, lo impone brutalmente el mercado,
en detrimento de los más débiles”. Y sobre la segunda nos señala que “un avance
importante en la cadena será la incorporación progresiva de un ingreso básico
de ciudadanía, cuyo fundamental primer paso implica una reforma sustancial de
la seguridad social, universalizando un ingreso al niño y a los mayores en edad
jubilatoria, igualitario e independiente de la condición laboral de las
personas; así como un tratamiento de la desocupación que integre subsidio,
capacitación y trabajo, permitiendo achicar paulatinamente los programas de
asistencia social focalizados, que generan dependencia, clientelismo y
discriminación.”
Estos puntos están incluidos, junto a otros
(reforma tributaria, rediseño del sistema de coparticipación federal, obras
públicas, seguro de salud, reforma educativa, etc.), en una sección denominada sugestivamente
“Para un borrador de futuro”. Necesitamos imperiosamente un debate político más
elevado, más maduro, menos infantil, para ir construyendo acuerdos en torno al
diseño de ese “borrador de futuro” que permita construir un país mejor, una sociedad
más democrática y más próspera, en la que todos podamos ejercer efectivamente
la libertad, en condiciones de igualdad y fraternidad. Las ideas de Aldo Neri
siguen siendo un insumo valiosísimo para alimentar ese debate impostergable.
Publicado en el diario La Calle el día 22 de
septiembre de 2024. -
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