Por José Antonio Artusi
No recuerdo bien cuál fue el
primer texto de Carlos Matus que leí, pero sí que me cautivó. Me atrajo
profundamente la claridad conceptual de sus escritos, la apelación a un
razonamiento lógico riguroso, su vinculación elegante entre ideas abstractas y
sus experiencias concretas, la vinculación de teoría y praxis, y su llamado a
tecnificar la política y a politizar la técnica. Y su enorme y honesta
capacidad de autocrítica, de reconocer y aprender de los propios errores.
Carlos Matus nació en Santiago de
Chile el 19 de Noviembre de 1931 y murió en Caracas el 21 de Diciembre de 1998.
Economista formado en Harvard, fue uno de los colaboradores más cercanos del
Presidente Salvador Allende, depuesto por el infausto golpe de Estado del
General Augusto Pinochet el 11 de Septiembre de 1973. Durante ese gobierno se
desempeñó como Ministro de Economía y Presidente del Banco Central de Chile.
Tras el golpe, primero en la cárcel y luego en el exilio tuvo tiempo para
reflexionar profundamente sobre los errores de aquella gestión de gobierno.
Indagando críticamente en las causas de los fracasos de ese proyecto bien
intencionado y honesto pero - en sus propias palabras - “no correcto”, llegó a
construir un formidable cuerpo teórico que revolucionó el campo de la planificación
y de las técnicas y métodos de gobierno. La influencia de sus ideas permeó
diversas disciplinas y cuestionó la validez de los procedimientos de todos los
sectores de las políticas públicas. Sus aportes epistemológicos y metodológicos
en el ámbito de la planificación estratégica resultaron sumamente valiosos y
dejaron atrás paradigmas y procedimientos obsoletos. Las lecciones de Matus
siguen constituyendo herramientas muy útiles, si se las interpreta
correctamente y no se las congela como un dogma, tanto para urbanistas,
economistas, sanitaristas, políticos, etc.
Las preguntas que Matus formuló
en una entrevista televisiva en Buenos Aires nos siguen interpelando: “¿Cómo se
puede gobernar? ¿Se puede gobernar improvisadamente? ¿Los partidos políticos
pueden seguir siendo cómo son? ¿O realmente necesitamos teoría y método para
gobernar?” Usando, en sus propias palabras, “el lenguaje duro que exige un
estilo anestesiado de hacer política”, muchas de sus provocativas afirmaciones
de ese día mantienen, a pesar de los años, lamentablemente, una notable
vigencia:
“¿Qué es lo que caracteriza el
estilo de hacer política en América Latina? La mediocridad… un estilo mediocre
de hacer política; lo que genera una bajísima credibilidad… ese estilo mediocre
de hacer política no puede dar resultados; la gente espera que le solucionen
sus problemas, para eso elige a sus gobernantes… No es un problema intelectual,
en América Latina sobra inteligencia… Son 5 problemas: 1) La política en
nuestros países está desenfocada de los problemas de la gente, la política
genera sus propios problemas, y los políticos se dedican a resolver los
problemas de la política, no los problemas de la gente… 2) Las dirigencias
políticas creen que basta con la improvisación, la experiencia, el buen sentido,
y la profesión que han adquirido en la universidad, para gobernar; o sea, creen
que un buen médico puede ser un buen ministro de salud, que un buen economista
puede hacer buena política económica. Falso. No pueden. Hay ciencias y técnicas
de gobierno que se han ido desarrollando a lo largo de los años y que en
general los políticos ignoran. Y en esto existe lo que podríamos llamar una
disfunción de segundo orden: no saben que no saben… no pueden aprender, y de
ahí es que están anestesiados... 3) En nuestros países domina lo que podríamos
llamar un sistema de baja responsabilidad; nadie le cobra cuentas por desempeño
a nadie, por consiguiente da lo mismo hacerlo bien que mal… eso facilita el
estancamiento y la mediocridad… 4) Los partidos políticos son clubes
electorales en nuestros países… no tienen centros de formación de sus
dirigentes, no se preocupan de la formación de sus líderes, no tienen centros
para pensar su país…5) Son sistemas ultra centralizados, están muy distantes de
la gente… hay un problema de democratización que pasa por la descentralización
profunda del sistema político que tiene que ser abordado”.
Las críticas de Matus exceden el
ámbito de la política. Dijo también en esa oportunidad lo siguiente a propósito
de las universidades: “No hay ninguna universidad en América Latina donde se
enseñe teoría de las macro organizaciones; ¿cómo van a modernizar el aparato
público? O sea, hay un problema en la universidad,… está de espaldas a los
problemas de gobierno, desde el punto de vista teórico… ¿qué es esta ciencia
horizontal, por qué no está en la universidad?”. En Matus la crítica es siempre
producto de la autocrítica previa: “… a eso me he dedicado, por haber cometido
los errores que cometí”. Como dice el
refrán, al que le quepa el sayo que se lo ponga.
Me animaría a decir que leer a
Matus es casi imprescindible para cualquier persona que se quiera adentrar en
el mundo de la política y de la gestión pública. Escribió varios libros, todos
muy valiosos. Quizás, por el estilo, por la carga emotiva, por ser una extraña
combinación de novela y ensayo, sobresale una de sus obras más conocidas,
“Adiós Sr. Presidente”, en la que advierte que “hay dos extremos peligrosos. El
barbarismo político tradicional, intenso e intrascendente, donde todo se
resuelve con anestesia populista, y el barbarismo tecnocrático de moda, que
ofrece cirugía radical con olvido de anestesia. La planificación moderna es una
respuesta a ambos tipos de barbarismo… Es necesario también que el lector esté
advertido del abuso casi extravagante de la palabra estrategia en la literatura
sobre planificación para disfrazar viejas concepciones determinísticas. La
esencia de la reflexión estratégica reside en el cálculo interactivo propio del
juego, donde el otro representa siempre la amenaza de impedir que yo tenga
éxito en el logro de las metas de mi plan”.
Me resulta imposible dejar de
recomendar - sobre todo a quien tenga o vaya a tener responsabilidades
concretas de gobierno – la lectura de una obra posterior, de mediados de los
´90, “Los tres cinturones de gobierno”; en la que señala sin medias tintas que
“en general, los líderes políticos tienen una pericia mutilada. Son proclives
al inmediatismo, la micropolítica , y a un exceso de confianza en el arte, con
menosprecio de los métodos de gobierno. La atracción de la política es tan
fuerte, que aún los políticos con buena formación académica y buen nivel
intelectual caen en las mismas deficiencias. Son personas inteligentes que han
superado un proceso de selección muy duro. Alcanzan experiencia, tienen o
desarrollan capacidad de liderazgo, pero poseen una formación intelectual
departamentalizada. Son abogados, economistas, ingenieros, sociólogos, médicos,
y otros profesionales especializados en alguna disciplina vertical. No saben de
métodos de gobierno. No pueden aprender, porque no saben que no saben. Pero, la
práctica política ignora esta carencia, porque asume que saben de lo que no
saben”. -
Publicado en el diario La Calle, en dos partes, los días 13 y 20 de Noviembre de 2022.-
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