miércoles, 23 de noviembre de 2022

SILVANO SANTANDER (II)

Por José Antonio Artusi

En la Argentina populista parece no haber demasiado espacio para recordar a Silvano Santander. Quizás porque jamás hizo concesiones a la demagogia ni a la corrección política. Decir sus verdades le costó a veces la cárcel, el exilio, y perder elecciones, pero jamás traicionó ni ocultó sus propias convicciones. Muchas de sus frases mantienen plena vigencia, pero quizás pocas han envejecido tan bien como esta: “La demagogia es incompatible con el verdadero sentido y función del gobierno democrático. El demagogo no sólo no soluciona los problemas sociales, sino, por el contrario, los crea, porque es su única forma de gobernar”. Una calle recuerda su nombre en la ciudad de Paraná, pero no es una figura demasiado recordada, aún entre las filas de su propio partido, la UCR. 

Entre las muchas intervenciones memorables que tuvo en la Cámara de Diputados de la Nación vale la pena recordar una en la que expuso con particular elocuencia y lucidez, cuando se debatió en 1947 la ratificación legislativa del decreto ley que reformó el artículo 8º de la ley 1.420 de educación común e implantó la enseñanza religiosa en las escuelas públicas. Expresó en ese momento el legislador entrerriano:

“Yo siento hasta como una necesidad física de rendir mi emocionado homenaje a la ilustre generación del 80, que contribuyó a plasmar el espíritu argentino. Ellos dieron vida y sustancia a las directivas de los Constituyentes del 53, concretaron formas orgánicas y arquitectónicas a nuestra magnífica Constitución, sancionando una serie de leyes que forman el mejor acervo de nuestra legislación, entre ellas la ley 1.420 cuyo espíritu hoy, con total desaprensión, se quiere hacer desaparecer. Los debates de esos días del Congreso argentino siempre tendrán que ser recordados y quedarán ahí, como normas indestructibles, las palabras de prominentes argentinos. Se impuso en definitiva el punto de vista laicista. Esa ley fue el mejor tributo conciliador para nuestro futuro. Los árboles, dice el Eclesiastés, se juzgan por sus frutos. ¿Cuáles han sido los resultados de esta ley? Una Argentina alfabetizada, sin problemas raciales y religiosos. ¿La sanción de la ley 1.420 fue sólo la interpretación de una cláusula constitucional? ¿Se tuvo en cuenta la conformación de nuestro conglomerado social heterogéneo por naturaleza, para que no se produjeran choques entre sus componentes? ¿Se tuvo en cuenta también la necesidad de formar generaciones respetadas y respetuosas, que libremente ofrendaran su fe al Dios de sus creencias? Todo eso, señor presidente, y algo más. Salíamos de la noche de ignominia de la tiranía, en que al grito de “Facundo” y de “Mazorca”, se proclamaba la consigna siniestra “Religión o muerte”, grito revivido hoy en las calles de nuestra metrópoli, asociando el nombre de Cristo Rey con el de Juan Manuel de Rosas. ¡Blasfemia moral, blasfemia histórica, blasfemia argentina, porque no pueden conciliarse dos nombres, aunque sean simbólicos, cuando el uno representa aspiraciones de perfección y solidaridad humana, de felicidad y de grandeza moral, y el otro, dolor, miseria y sangre!”.                

En su libro “Nazismo en Argentina” Silvano Santander también se refiere a la educación. En la parte final del texto expresa lo siguiente:

“No fue suficiente la implantación de la enseñanza religiosa compulsiva, acentuadamente racista. Era menester algo más para no dejar ninguna duda respecto al camino que se seguía. En ocasión de celebrarse el aniversario de la revolución de junio, (se refiere el golpe del 4 de junio de 1943) se dispuso que en todas las escuelas se dieran clases alusivas, exaltando virtudes y valores espirituales que no son los que conforman nuestra tradición histórica”.

Tras citar textualmente los principios a los que debían sujetarse las clases para los grados superiores, Santander los analiza con detenimiento, y por momentos hasta con humor, subrayando “algunas frases que no son sino la repetición de leyendas conocidas”. 

“Primero la Patria que perdura; después las instituciones que cambian”. La Patria es una abstracción. Las instituciones le dan contenido ideal y son su fundamento. Sin éstas, aquella no es nada más que una expresión geográfica. Pero la intención es evidente: hay que cambiar las instituciones.

“La Patria siempre tiene razón”. Así, tomada la expresión en su sentido lato, esto es un disparate. ¿Cómo se podría concretar la premisa? Más, con extensión especulativa, mirando hacia Alemania o hacia la Italia que fue, la frase tiene su hondo sentido. Hitler siempre tiene razón. El Duce siempre tiene razón…

“Somos una nación libertadora e institutora. Por eso tenemos el derecho inalienable de desempeñar una gran función en América”. La circular de los jóvenes militares del Apéndice 1º condensa este pensamiento. El bloque Austral. Tutoría. Imperialismo, en una palabra.

“Debemos cultivar y mantener nuestra personalidad diferenciada dentro del tronco institutor, que es criollo, por lo tanto hispánico y católico”. Hispanidad. Pudo agregarse, aunque fuere como una definición original, que Dios es criollo.

“Ser argentino no constituye una posición pacífica, especulativa o literaria. Ser argentino es una condición dinámica, esencialmente activa”. El sentido heroico de la vida de Mussolini. El dinamismo conceptual de Goebbels.

“Un hijo más es un nuevo centinela de la soberanía”. Un hijo para el Führer, clamaban en Alemania; otro para el Duce pedían en Italia. ¿Para quién será ese hijo en la Argentina?

Vemos, de este modo, que ha invadido la escuela -¡la escuela de Sarmiento!- la ponzoña nazi, con todas las derivaciones destructoras para la niñez argentina, como un tremendo desafío a las generaciones que construyeron el edificio moral y espiritual de nuestro país.”   

Silvano Santander no alcanzó a ver la trágica noche de la dictadura que comenzó el 24 de Marzo de 1976, ni las manifestaciones del terrorismo de Estado que la antecedieron. Sí pudo ver en sus últimos días algunas derivas violentas de movimientos populares. Buena parte de su prédica estuvo dirigida a alertarnos acerca de los riesgos de las doctrinas que sustentaron la acción de quienes por izquierda o por derecha buscaron caminos basadas en la violencia y el autoritarismo.-       


Publicado en el diario La Calle el 6 de Noviembre de 2022.- 


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