Por José Antonio Artusi
Es cada vez más evidente que el
sector turístico está llamado a ser uno de los principales pilares de la
generación de empleo y riqueza. Un informe de la Organización Internacional del
Trabajo de 2022 señala que “el turismo es una actividad que atrae la atención
de los gobiernos debido a su rol como motor de los procesos de desarrollo
económico, particularmente a nivel regional. Es una actividad intensiva en
empleo donde coexisten firmas de diferentes tamaños en ecosistemas empresarios
dinámicos con efectos positivos sobre la distribución del ingreso. Tiene
anclaje territorial, genera divisas (aunque no siempre con un saldo positivo
considerando el turismo receptivo y el emisivo) y es un potencial integrador y
/ o articulador de otras actividades productivas”. Ese mismo informe consigna
que “según estimaciones del Ministerio de Turismo (2015), todas las Ramas Características
del Turismo creaban en 2014 un total de 1,08 millones de puestos de trabajo, es
decir, el turismo aportaría alrededor del 9,2 por ciento del total de los
empleos de la Argentina”.
En un contexto en el que la
automatización de los procesos productivos y la inteligencia artificial
afectarán indudablemente a todas las actividades económicas, el turismo se
posiciona con características diferenciales. En efecto, si bien es cierto que
algunas actividades turísticas pueden ser automatizadas o afectadas por la
tecnología, como la reserva de alojamiento en línea, el turismo sigue siendo
una industria centrada en la experiencia y el contacto humano. Muchos aspectos
del turismo, como la atención al cliente, las guías turísticas y la oferta de
experiencias auténticas, requieren de interacción humana y conocimiento local,
lo que limita el impacto de la inteligencia artificial en este sector.
Sin embargo, si no se planifica
adecuadamente su desarrollo – como toda actividad económica – el turismo puede
generar efectos indeseados. Uno de ellos consiste en que la demanda de
alojamiento en una determinada localidad por parte de los turistas aumenta los
precios del suelo y de los inmuebles, perjudicando de esa manera la
asequibilidad a la vivienda por parte de los pobladores locales. De esa manera,
buena parte de los beneficios que se obtienen en términos de mejores empleos y
aumento de ingresos se ven relativizados por un aumento en la cantidad de
recursos que se deben destinar para acceder a una vivienda adecuada, ya sea en
propiedad o en alquiler. Lo que se gana por un lado se pierde por el otro, afectando
especialmente a quienes perciben menores ingresos. Es así que es frecuente
observar en muchas ciudades que han sido exitosas en promover su desarrollo
turístico diversas formas de resistencia a algunas de las modalidades que
surgen para dar respuesta a las demandas de los turistas. Un ejemplo reciente
en este sentido es demonizar a plataformas de alquiler temporario de
alojamiento por los efectos negativos en el encarecimiento de los alquileres y
la disminución de la oferta de viviendas para residencia permanente. Sin
embargo, el problema no radica allí. El problema no son esas plataformas. El
verdadero problema radica en que no se recupere y reinvierta de manera eficaz
la valorización del suelo generada por la comunidad y por el Estado que redunda
en más y mejores atractivos turísticos. Lamentablemente, eso es lo que sucede la
mayoría de las veces. La mayor demanda turística genera empleos, inversiones y
divisas, pero a la vez dispara los precios del suelo y de las viviendas y si la
política tributaria no ayuda y las expectativas son que esa demanda siga
subiendo, alimenta procesos de especulación inmobiliaria. Una salida tonta a
este dilema sería intentar poner trabas a la actividad turística. Pero la
salida es por otro lado. Si una localidad es muy exitosa en materia turística
eso evidentemente hará subir los precios del suelo bien localizado en ese
destino, en el que el Estado seguramente habrá invertido enormes sumas en redes
de infraestructura, equipamiento y sistemas de transporte. Ese mayor valor
puede – y debe – ser recuperado por el Estado a través de diversos
instrumentos, tributarios y no tributarios. Y luego podría ser reinvertido
precisamente como un antídoto para revertir los efectos negativos causados por
la actividad turística, en este caso el encarecimiento de las viviendas, a
través de la financiación de obras que aumenten la oferta de suelo urbanizado y
viviendas destinadas a los pobladores locales. Se pondría de esa manera en
marcha un círculo virtuoso en el que a mayor actividad turística correspondería
mayor recuperación y reinversión de las plusvalías urbanas que se generen, con
lo que se lograría aprovechar al máximo los beneficios y morigerar o
neutralizar los probables perjuicios.
No se trata de matar a la gallina
de los huevos de oro, ni de ver enemigos donde no están, ni de pegarse innecesariamente
tiros en los pies. Se trata, por el contrario, de aprovechar al máximo una
actividad de enorme futuro como es el turismo, pero haciéndolo de manera
inteligente, aprovechando al máximo sus aspectos positivos y mitigando
racionalmente sus posibles efectos colaterales negativos.-
Publicado en el diario La Calle
el día 11 de Junio de 2023.-
No hay comentarios.:
Publicar un comentario