Por José Antonio Artusi
Héctor Raúl Sandler murió el último día del año pasado, a los 94 años.
Fue abogado, político, docente y escritor.
Integró el partido liderado por el Gral. Pedro Eugenio Aramburu Unión del
Pueblo Argentino (UDELPA). En 1963 fue candidato a Gobernador de Córdoba por
ese partido, obteniendo el cuarto lugar y ese mismo año fue electo diputado
nacional, cargo que desempeñó hasta el golpe de Onganía en 1966. En 1970, tras
el asesinato de Aramburu por parte de Montoneros, se hizo cargo de la
conducción de UDELPA, y en 1973 volvió a ocupar una banca en la Cámara de
Diputados, esta vez en representación de la Capital Federal. En las elecciones
presidenciales de ese año integró la coalición denominada Alianza Popular
Revolucionaria, que llevó como candidato a Oscar Alende, del Partido
Intransigente.
Fue defensor de presos políticos desde 1971, tanto peronistas como
trotskistas, tarea que continuó durante los gobiernos de Juan Domingo Perón y
María Estela Martínez. Ese compromiso lo llevó a ser uno de los blancos
elegidos por la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina) organización
terrorista parapolicial creada por Perón y liderada por su ministro José López Rega,
que lo amenazó de muerte y estuvo cerca de concretar tal amenaza. Tras el
asesinato del diputado nacional Rodolfo Ortega Peña y la reivindicación del
crimen por parte de la revista El Caudillo, Héctor Sandler planteó una cuestión
de privilegio en la Cámara de Diputados por la ofensa a la memoria del
legislador asesinado, y reclamó cinco días de arresto para Felipe Romeo,
director de El Caudillo, publicación que era apoyada con publicidad de sindicatos
y del Ministerio de Bienestar Social. Tal como recuerda Marcelo Larraquy en una
nota publicada en Infobae el 31 de Diciembre de 2017, “debió refugiarse durante
un mes en distintos domicilios hasta que decidió dormir en una sala contigua a
su despacho del Congreso Nacional junto a su esposa, como único resguardo para
su vida. Permaneció allí siete noches, hasta que las autoridades de la Cámara
lo enviaron al exterior en una misión parlamentaria, y enseguida se asilaría en
México”. Estuvo exiliado entre el 16 de octubre de 1974 y el 24 de abril de
1975. La dictadura que ocupó el poder a partir del 24 de marzo de 1976 confiscó
sus bienes y ordenó su captura, por lo que volvió nuevamente al exilio, entre
el 5 de mayo de 1976 y el 24 de junio de 1984.
Con posterioridad al exilio, ya radicado en la Argentina, su protagonismo
no pasó por la vida política partidaria sino por la actividad académica, en la
UBA y en diversas universidades del extranjero. Fue uno de los pocos dirigentes
argentinos que abrazó, defendió y propuso las ideas del economista
norteamericano Henry George, y abogó por una profunda reforma tributaria basada
en gravar las rentas del suelo y liberar de impuestos al capital y al trabajo.
Plasmó sus ideas y sus propuestas en varios libros.
La noticia de su muerte generó muchísimos testimonios de admiración y de agradecimiento
de quienes habían sido alumnos del viejo profesor, quienes lo evocaron como un
docente extraordinario.
A modo de homenaje a su memoria lo recordamos con sus propias palabras, que
mantienen plena vigencia, extraídas del libro “El desafío argentino: eliminar
los impuestos”, publicado en 1988:
“Como protector del orden económico el Estado debe garantizar que cada
ciudadano reciba el producto íntegro de su trabajo y que cada inversor real
tenga como correlato su recompensa, para lo cual debe impedir la conformación
de monopolios y de privilegios de cualquier tipo. Debe ordenar la economía de
manera tal que nadie especule o viva del trabajo ajeno, incluido el propio
Estado. Sólo así podrá constituirse una Nación compuesta por hombres política y
económicamente libres. Desde esta perspectiva, el Estado, como órgano rector y
protector del orden económico, por una parte, y los particulares como agentes
económicos, por la otra, podrán asegurar el crecimiento y desarrollo señalado.
Pero también se requiere de una política social, en un doble sentido. Por una
parte, como todo cambio, la transición del actual orden económico al que
propugnamos produce desajustes, reacciones fundadas en la inercia y en los
intereses. Es preciso aliviar las tensiones y suavizar los conflictos. Pero
además de esta política social coyuntural debe ejercerse otra, que procure en
todo momento la reconstitución de un orden social que se fundamente en el
desarrollo cultural libre y en la regulación de la economía y de la política
por el derecho.”.-
Publicado en el diario La Calle el 7 de Enero de 2024.-
No hay comentarios.:
Publicar un comentario