Por José Antonio Artusi
Nos referimos la
semana pasada a un aspecto no demasiado conocido de la trayectoria de Martin
Luther King, que habría cumplido 95 años el pasado 15 de Enero; “su dedicación a investigar las causas estructurales
de la pobreza, en especial - pero no exclusivamente - la que afectaba a los
negros y otras minorías, y sus propuestas para mitigarla y hasta erradicarla”.
En esta oportunidad el foco estará puesto en otra faceta de su personalidad, la
solidaridad puesta de manifiesto con Israel y su actitud hacia el sionismo.
El 14 de Enero la
revista Seúl publicó una magnífica columna de Santiago Francisco Peña titulada
“El embrujo contra Israel” (https://seul.ar/el-embrujo-contra-israel/), en la
que el autor plantea que “los llamados critical
race studies proponen una relectura histórica desde un punto de vista
étnico y, en buena medida, cromático. Así, proliferan categorías como whiteness y blackness y una panoplia de
colores y mestizajes sincréticos, con sus debidas jerarquías en función de su
carácter de víctimas y victimarios. Como es de sospechar, la whiteness se corresponde con el más alto
nivel de privilegio victimario, mientras que la blackness concentra los mayores honores de la victimología”. Peña
considera que “no es casual que este tipo de expresiones tengan lugar
primordialmente en los campus universitarios, donde las ciencias sociales y las
humanidades han sido prácticamente absorbidas por el paradigma poscolonial, que
a la dicotomía de la opresión le suma un criterio identitario y racial. En
estos días, sin ir más lejos, hemos asistido a la resistencia por parte de tres
de las más importantes universidades norteamericanas, Harvard, Pennsylvania y
el MIT, de declarar como hate speech (discurso de odio) toda invitación a la
intifada, es decir, a la guerra abierta contra Israel por todos los medios
posibles.”
Continúa más adelante
Santiago Peña considerando que “se desprende aquí una curiosa tangente, la del
antijudaísmo visceral por parte de ciertas organizaciones afroamericanas
plenamente identificadas con la mencionada blackness. Podríamos citar de modo
paradigmático a las vulgatas antisemitas de la organización Nation of Islam,
que poco difieren de la infame narrativa de Los protocolos de los sabios de
Sion, que tanto contribuyeron al maremoto antijudío que culminó en el
Holocausto”. Y advierte más delante que “así, es menos sorprendente el apoyo
explícito de Black Lives Matter de Chicago (centro geográfico de Nation of
Islam) a la “lucha palestina” (es decir, a Hamás) y su nula empatía y
solidaridad con las víctimas judías de la masacre”.
No es descabellado
pensar que Martin Luther King se habría opuesto de manera decidida a esta
tendencia “woke” presente en tantas esferas de Estados Unidos, que termina
cristalizando un racismo al revés, pero racismo al fin. El Premio Nobel de la
Paz por sus luchas no violentas a favor de los derechos civiles de los negros
quería la integración y la no discriminación, no la segregación basada en
criterios identitarios. Tal como señaló en su célebre discurso en Washington (“Tengo
un sueño”), “sueño que mis cuatro hijos vivirán un día en un país en el cual no
serán juzgados por el color de su piel, sino por los rasgos de su personalidad”.
En varias ocasiones
Martin Luther King se refirió explícitamente a la legitimidad del Estado de
Israel y a la validez del sionismo. Tras la tragedia del 7 de Octubre del año
pasado, sus palabras adquieren una renovada vigencia y deberían resonar con
fuerza en las conciencias del mundo libre:
“La paz para Israel
significa seguridad, y debemos defender con todas nuestras fuerzas su derecho a
existir y su integridad territorial. Veo a Israel, y no me importa decirlo,
como uno de los grandes puestos avanzados de la democracia en el mundo, y un maravilloso
ejemplo de lo que se puede hacer. Cómo una tierra casi desértica puede
transformarse en un oasis de hermandad y democracia. Paz para Israel significa
seguridad y esa seguridad debe ser una realidad.”
“Qué fácil debería
ser para cualquiera que valore este derecho inalienable de toda la humanidad,
comprender y apoyar el derecho del pueblo judío a vivir en su antigua tierra de
Israel”.
“No podemos quedarnos
tranquilamente en el camino mientras nuestros hermanos judíos en la Unión
Soviética enfrentan la posible extinción de su vida cultural y espiritual. Los
que se sientan en reposo, mientras otros se esfuerzan, son tiernas tortugas y
compran su tranquilidad con vergüenza. La negación de los derechos humanos en
cualquier lugar es una amenaza a la afirmación de los derechos humanos en todas
partes. La historia y la cultura judías son parte del patrimonio de todos, ya
sean judíos, cristianos o musulmanes”.
Anticipándose de
manera premonitoria a la ominosa ola de antisemitismo disfrazada de
antisionismo que recorre el mundo, paradójicamente tras la mayor masacre de
judíos por el solo hecho de serlo después del Holocausto, en 1968 Martin Luther
King le respondió a un estudiante que había atacado al sionismo: “Cuando la
gente critica a los sionistas, se refiere a los judíos. Estás hablando de
antisemitismo”. Que las sabias palabras de Martin Luther King, acompañadas por
su conducta de coraje y compromiso, no hayan sido en vano.-
Publicado en el diario La Calle el 28 de Enero de 2024.-
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