Por José Antonio Artusi
El Poder Ejecutivo Nacional acaba de remitir al Congreso un extenso
proyecto de ley, denominado ampulosamente “Ley de Bases y Puntos de Partida
para la Libertad de los Argentinos”, en obvia referencia al famoso libro de
Juan Bautista Alberdi que se suele mencionar como uno de los antecedentes que
tuvieron en cuenta los constituyentes de 1853.
En la iniciativa, entre muchas otras reformas de todo tipo - algunas muy
necesarias - se incluye la propuesta de sustituir el actual método de elección
de diputados nacionales por el de circunscripciones uninominales. Se trata de
una muy mala idea, que de concretarse traería graves consecuencias, degradando
de manera profunda nuestro sistema representativo y constituyendo una regresión
de imprevisibles consecuencias en la configuración del sistema de partidos
políticos. Que no existan sistemas electorales perfectos y que todos combinen
en mayor o menor medida ventajas y desventajas no debe llevarnos a un absurdo
relativismo que nos impida reconocer cuando estamos en presencia de un retroceso,
como claramente sucede en este caso.
La principal contraindicación del sistema de circunscripciones
uninominales consiste en la afectación del principio de proporcionalidad entre
sufragios y bancas obtenidas. En Entre Ríos, por ejemplo, además de perder una
banca pasando de 9 a 8, tendríamos en cada elección que elegir 4 diputados, uno
en cada uno de los distritos electorales en los que se dividiría la provincia.
Un partido podría obtener el 100% de las bancas en juego si se impone en los 4
distritos, con una cantidad de votos mucho menor al 100%, incluso por debajo
del 50%. El sistema D´Hont vigente asegura una proporcionalidad mucho más
ajustada entre sufragios y bancas obtenidas.
El politólogo Miguel De Luca enumeró en Twitter antecedentes concretos de
cómo el sistema de distritos uninominales a simple mayoría de sufragios puede
ocasionar distorsiones graves en el vínculo representativo entre ciudadanos y
legisladores. Una primera posibilidad que se puede presentar es que un partido
con menos votos que otro obtenga más bancas. Esta posibilidad teórica no es una
mera especulación, se verificó en la práctica en el Reino Unido en 1951 y 1974
y en Canadá en 1979, 2019 y 2021. Esta disfuncionalidad del sistema electoral
británico ha llevado al Partido Liberal (sí, al Partido Liberal) a abogar desde
hace años por una reforma que asegure mayor proporcionalidad.
Otra posibilidad es que un partido que obtiene un porcentaje
significativo de votos en todo el país puede quedar con cero legisladores, si
no logra imponerse en ningún distrito; sucedió en Barbados en 2018. De Luca
enumera también algo que en la ciencia política es archi conocido, este sistema
“empuja a la competencia entre dos partidos y sólo dos. Chau terceros, cuartos,
quintos y demás partidos”. ¿Es saludable para la democracia argentina forzar de
esa manera un bipartidismo que no se condice con la complejidad de visiones e
intereses que surge de una sociedad cada vez más diversa? El propio oficialismo
parece estar jugando con fuego en este sentido, en una arriesgada maniobra que
le puede salir muy mal dentro de dos años si esta reforma prospera.
Un riesgo adicional mencionado por Miguel de Luca es el conocido como “gerrymandering”,
término acuñado en 1812 en honor a Elbridge Gerry, gobernador de Massachusetts.
El origen de la denominación se debe a una caricatura de Gilbert Stuart,
titulada “The Gerrymander”, juego de palabras que combina el apellido del
gobernador con la palabra inglesa salamander, o sea salamandra, por la
caprichosa forma que había sido impuesta al distrito electoral. El
geerrymandering consiste en una estratagema en la que el trazado de los
distritos es objeto de una manipulación amañada para favorecer a determinado partido.
Sucedió en la República Argentina durante el primer gobierno de Juan Domingo
Perón y sucede hoy, por ejemplo, en la delimitación del cuarto distrito
electoral en la ciudad de Illinois, en Estados Unidos. Además, como resulta
obvio, el sistema de circunscripciones uninominales dificulta la paridad de
género en la composición de la cámara.
La diputada nacional Sabrina Ajmechet se pregunta; ¿“Por qué Perón optó
por el sistema uninominal de circunscripciones?”, y ella misma brinda la
respuesta: “Porque quería crear un congreso unánime, en el que la oposición
tuviera mínima representación. En el Senado ya tenía unanimidad y este sistema
le permitió en la Cámara de Diputados pasar, con un porcentaje de votos
similar, de 45 diputados de la oposición a poco más de 10”.
En un resumen difundido por el Poder Ejecutivo se sostiene que con el
sistema propuesto se “evita la lista sábana”. ¿Puede razonablemente hablarse de
“lista sábana” en Entre Ríos donde las listas de candidatos a diputados
nacionales están conformadas por cuatro candidatos titulares, y los que tienen
chances de ser electos son uno o dos? La demonización de la “lista sábana”, en
este caso, puede sonar más o menos agradable a los oídos de una sociedad
hastiada, pero la verdad es que no tiene ningún asidero en la realidad.
El sistema electoral argentino tiene aspectos a mejorar pero no es con
estas falacias que se lo logrará. La necesidad de reformas pasa por otro lado,
la boleta única, por ejemplo. Es de desear que el Congreso de la Nación se
aboque a debatir en serio estas cuestiones, deseche esta inoportuna e
inconveniente propuesta y avance en cambio en modificaciones que sí pueden
contribuir a lograr un mejor vínculo entre el soberano y sus
representantes.-
Publicado en el diario La Calle el día 31 de Diciembre de 2023.-
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