martes, 21 de mayo de 2024

THOMAS MORE, ENTRE EL VALOR DE LAS UTOPÍAS Y EL RIESGO DE LAS DISTOPÍAS

Por José Antonio Artusi

Se cumplen 89 años de la canonización de Thomas More como santo de la Iglesia Católica por el Papa Pío XI, el 19 de mayo de 1935. En 2000 el papa Juan Pablo II lo proclamó santo patrón de los políticos y los gobernantes, tras una petición de numerosos jefes de Estado y de gobierno y parlamentarios, que surgió como iniciativa del expresidente italiano Francesco Cossiga.

Thomas More, más conocido en el mundo de habla hispana como Tomás Moro, nació en Londres el 7 de febrero de 1478 y murió el 6 de julio de 1535, decapitado tras haber sido condenado en un juicio ordenado por el rey Enrique VIII.

Thomas More incursionó en el campo del derecho, la poesía, la literatura, la filosofía y lo que hoy denominamos ciencia política. Su obra más famosa es “Utopía”, una novela en la que por vía de la ficción literaria busca mostrar los rasgos de una sociedad ideal. Las interpretaciones y los juicios sobre la obra de Thomas More fueron y siguen siendo diversos y han generado polémicas e interpretaciones divergentes. De todos modos, sus ideas han sido rescatadas como sustento común para diferentes ideologías.

Algunos autores comparten una corriente de pensamiento que ubica a Thomas More como uno de los pioneros de la idea del ingreso ciudadano o ingreso básico universal, o en realidad de conceptos que pueden tomarse como antecedentes. Philippe van Parijs lo contextualiza argumentando que “con el surgimiento del Renacimiento, la tarea de preocuparse del bienestar de los pobres dejó de ser considerada como un ámbito exclusivo de la Iglesia y de individuos caritativos”. Daniel Raventós, por su lado, en “Las condiciones materiales de la libertad” nos dice que “los antecedentes históricos de la propuesta de la renta básica se remontan bastante lejos en el tiempo. Autores de muy distintas procedencias intelectuales han ido aportando propuestas, ideas, debates que, sin llegar a constituir una proto renta básica, constituyen unos antecedentes cuando menos a tener en cuenta desde una perspectiva histórica”, y señala que “una tenue referencia puede encontrarse ya en la famosa obra “La Utopía” de Tomás Moro”. Otros antecedentes pueden encontrarse en la obra de Joan Lluis Vives (1492 – 1540), amigo de Tomás Moro, un humanista español descendiente de judíos conversos que había huído de la Inquisición y se había afincado en la ciudad de Brujas. Tal como plantea José Manuel Panea Márquez, “para Vives, y aquí estará la originalidad y firmeza de su planteamiento, el problema de la pobreza no puede seguir quedando en el plano de la charitas individual. Tal problemática exigiría, además, una respuesta institucional”.            

Rutger Bregman, un autor holandés que en 2016 publicó un libro titulado no casualmente “Utopía para realistas”, en el que aboga a favor de la renta básica universal, tal como se denomina generalmente en España al ingreso ciudadano, plantea una interesante distinción entre “dos formas de pensamiento utópico. El primero es el más conocido, la utopía del modelo cerrado”; y señala que “en lugar de ideales abstractos, los modelos cerrados consisten en reglas inmutables que no toleran ninguna disensión”. Bregman da como ejemplo de modelo cerrado a “La ciudad del sol” (1602), del poeta italiano Tommaso Campanella… en su utopía, o más bien distopía, la propiedad individual está estrictamente prohibida, todo el mundo está obligado a amar a los demás y pelearse se castiga con la muerte. La vida privada está controlada por el Estado, incluida la procreación”. La conclusión de Rutger Bregman es clara: “víendolo en retrospectiva, cualquiera que lea hoy el libro de Campanella verá indicios escalofriantes de fascismo, estalinismo y genocidio”. Por otro lado, expresa que “sin embargo, existe otra vía de pensamiento utópico que está casi olvidada. Si el modelo cerrado es una foto de alta resolución, entonces este otro modelo es un mero esbozo. No ofrece soluciones, sino guías de buenas prácticas”; y argumenta que “fue con este espíritu con el que el filósofo británico Tomás Moro escribió su libro sobre la utopía (y con él acuñó el término). Más que un modelo cerrado que debe aplicarse de manera inflexible, su utopía era sobre todo una crítica a una aristocracia avariciosa que exigía más lujos mientras la gente común vivía en la pobreza extrema. Moro comprendió que la utopía es peligrosa cuando se toma demasiado en serio”. Rutger Bregman concluye que “las utopías no ofrecen respuestas concretas, y mucho menos soluciones. Tan sólo plantean las preguntas correctas”, pero a la vez reconoce que “ciertamente, la historia está llena de ejemplos terribles de la utopía (el fascismo, el comunismo, el nazismo), igual que toda religión también ha generado sectas fanáticas”, y se pregunta y se responde: “… si un agitador religioso incita a la violencia, ¿deberíamos descartar automáticamente toda la religión? Entonces ¿por qué eliminar la utopía? ¿Deberíamos renunciar por completo al sueño de un mundo mejor? No, por supuesto que no”. Más adelante, asevera que “sin utopía, estamos perdidos. No es que el presente sea malo, al contrario. Sin embargo, si no albergamos la esperanza de algo mejor, se vuelve sombrío. “Para ser feliz, el hombre necesita no sólo el disfrute de esto o lo otro, sino esperanza, iniciativa y cambio”, escribió en cierta ocasión el filósofo británico Bertrand Russell. Y también añadió: “No es una Utopía acabada lo que deberíamos desear, sino un mundo donde la imaginación y la esperanza estén vivos y activos”.”             

Quizás uno de los que con mayor precisión y poesía describió el valor de las utopías haya sido Oscar Wilde, cuando expresó que “un mapa del mundo que no incluya Utopía no es digno de consultarse, pues carece del único país en el que la humanidad siempre acaba desembarcando. Y cuando lo hace, otea el horizonte y al descubrir un país mejor, zarpa de nuevo. El progreso es la realización de Utopías”.-   

 

Publicado en el diario La Calle el 19 de mayo de 2024.-

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