lunes, 19 de agosto de 2024

DEL PLANUR AL PIMUS, 40 AÑOS DE PLANIFICACIÓN TERRITORIAL (Y SU AUSENCIA) EN CONCEPCIÓN DEL URUGUAY

Por José Antonio Artusi

Hace 40 años concurrí al Auditorio “Arturo Umberto Illia” de la Municipalidad de Concepción del Uruguay para participar en una de las Jornadas de la Ciudad que se desarrollaron en el marco del proceso de elaboración del PLANUR (Plan de Ordenamiento Urbano), valioso y pionero intento de planificación del desarrollo de la ciudad que había puesto en marcha la gestión encabezada por el entonces presidente municipal Juan Carlos Lucio Godoy.  Y el miércoles pasado concurrí al mismo auditorio, que ya no es el mismo, a participar en el lanzamiento del PIMUS (Plan Integral de Movilidad Urbana Sostenible), iniciativa que ha comenzado a desarrollar el actual presidente municipal José Eduardo Lauritto.  Antes que nada, digamos que debe ser bienvenido todo intento de planificación, y que ojalá tenga éxito. Dicho eso, surgen naturalmente algunos interrogantes y ciertas reflexiones.

Pero volvamos a 1984 y al PLANUR. La democracia recién recuperada transitaba sus primeros pasos y todos teníamos expectativas y sueños, pero también temores de que esa normalidad constitucional y el Estado de derecho que tanto había costado instaurar pudieran interrumpirse en cualquier momento. Después, pasaron cosas; en el mundo, en la Argentina, y en Concepción del Uruguay. Y aquí el PLANUR cayó en el olvido luego de la gestión que lo impulsó, y no logró en consecuencia transformarse en un plan completo, o sea – tomando la definición de Carlos Matus – en “el cálculo que precede y preside a la acción”. Vale decir que un verdadero plan implica la programación de lo que hay que hacer, pero queda “rengo” si eso no se hace; o sea, si el “cálculo” no se acompaña con la consiguiente “acción”. Una tira cómica que los que tienen mi edad o más recordarán lo ilustra mejor que cualquier frase con lenguaje académico: Olaf el Vikingo está descansando plácidamente en una hamaca paraguaya y se aproxima su mujer, Helga, quien le pregunta con rostro adusto, señalando el jardín; ¿“Olaf, no tenías planificado cortar el césped?”. Y Olaf le responde, sin inmutarse ni levantarse de su hamaca; “Eso sigue siendo un plan”.  Buena parte de la historia de la planificación, lamentablemente, está resumida en esa pieza humorística.

El PLANUR quedó abandonado en un cajón, y después le siguieron otros intentos de poner en marcha procesos de planificación, en una cantidad realmente inusual para una ciudad intermedia como la nuestra:          

-          La Reformulación del PLANUR, a mediados de los ´90.

-          El Plan Estratégico de Concepción del Uruguay (PECU), a fines de los ´90, que dio origen al Código de Ordenamiento Urbano (COU).

-          La Reformulación del PECU, en 2010.

-          La revisión del COU y elaboración del Código de Ordenamiento Ambiental y Territorial (COTA) en 2022/2023.

Todas esas instancias, excluyendo quizás la del COTA, sobre la que sería prematuro sacar conclusiones, tuvieron – más allá de sus diferencias, algunos rasgos comunes:

-          Fueron discontinuadas; a pesar de prever en algunos casos propuestas para crear mecanismos de institucionalización de sistemas permanentes de planificación y gestión que no lograron concretarse.

-          No consiguieron constituir plenamente ejemplos de “planificación”, como mediación entre el conocimiento y la acción, entre la teoría y la práctica, entre la programación y la gestión concreta. En general, por diversas razones y más allá de sus méritos, quedaron reducidos a “planes – libro”, publicaciones poco difundidas y hasta difíciles de encontrar, como en el caso del PLANUR.

La realidad muestra que la ciudad ha crecido en estos 40 años de manera bastante desordenada, y en muchos casos ha sido el propio Estado el responsable de fomentar pautas de expansión urbana disociadas de cualquier plan, con impactos negativos de todo tipo en las condiciones de vida de la población, sobre todo de sus sectores más vulnerables. Un ejemplo típico (compartido con muchas otras ciudades) es la tendencia a la localización periférica de la vivienda de interés social financiada con recursos públicos en áreas desprovistas de adecuadas redes de infraestructura y equipamientos comunitarios, que fomenta una irracional e insostenible expansión de la mancha urbana con patrones de baja densidad, segregación social, fomento de la especulación inmobiliaria y degradación del espacio público. Se ha venido dando de esa manera una curiosa paradoja, una ciudad que “de lejos” parece hiper planificada (¿qué otra ciudad intermedia de la Argentina puede mostrar al menos 5 “planes” en 40 años?), pero que en realidad ha venido creciendo con decisiones espasmódicas, a menudo improvisadas, y en algunos casos contradictorias, que no pueden encuadrarse en un verdadero proceso de planificación.

Yendo específicamente a la cuestión de la movilidad, ¿qué diagnosticaban y proponían algunos de esos planes? (parte de la “historia clínica” de este peculiar “paciente” que es la Capital Histórica de Entre Ríos):

-          El resumen global del diagnóstico del PLANUR identificaba algunos problemas centrales: crisis de la conformación monocéntrica, desorganización y crecimiento extensivo de la periferia, ausencia de un sistema integral de transporte, congestión del área central, etc. Y se proponía, entre otras acciones, la jerarquización del sistema vial con corredores preferenciales y el reordenamiento del sistema de transporte colectivo con líneas troncales en dichos corredores, etc.

-          El PECU, dentro del Eje Estratégico 4 (Implementar un plan urbanístico), incluía una línea de acción que consistía en repensar los problemas referidos al transporte, el tránsito y los estacionamientos.

-          En la Reformulación del PECU de 2010 (que tenía como horizonte temporal el 2025; sí, el año que viene) se incluyó un proyecto denominado “Plan director vial urbano”, que debía contemplar “la vialidad urbana no sólo como tránsito vehicular sino también como tránsito peatonal y de ciclistas como una demanda integrada e indivisible”. A su vez se proponía un parque lineal aprovechando la traza de las vías del ferrocarril y el mejoramiento del área central, incluyendo el ordenamiento del tránsito y del estacionamiento.

-          En la revisión del COU que dio origen al COTA, en 2022, en uno de los talleres participativos, esta consigna concitó un amplio apoyo (87% completamente de acuerdo, 13% parcialmente de acuerdo): “La movilidad demanda un replanteo profundo, que incorpore nuevos criterios de cuidado ambiental construyendo un paisaje urbano más amigable, que priorice el transporte público, el “caminar y pedalear”, y le quite progresivamente protagonismo al automóvil”.            

Teniendo en cuenta todos estos antecedentes surge inevitablemente un interrogante: ¿es posible (y conveniente) planificar la movilidad sin planificar los usos del suelo y otras dimensiones de la realidad urbana tales como las infraestructuras, los equipamientos, los espacios verdes, etc.? La teoría indica que no, por lo que surge otra pregunta: ¿Cuál es el plan estratégico territorial (o como se lo quiera llamar), de carácter global, que comprende todas esas “capas” de la realidad, que los urbanistas y los cartógrafos representan a veces en mapas separados pero que es una sola e indivisible, compleja y cambiante? Las respuestas a esta pregunta pueden ser diversas; alguien podría pensar que ese plan todavía no está y lo vamos a construir (el “modelo de ciudad” al que se hizo referencia en la presentación del PIMUS), o bien se podría argumentar que en realidad el plan y ese modelo deseado están implícitos en el COTA, que es una serie de normas vigentes y que no fueron mencionadas.

Podríamos pensar en otros interrogantes:

¿Cómo va a influir la definición de densidades producto de las alturas máximas de edificación permitidas en las demandas de desplazamientos y en los modos de transporte?

¿Cómo va a armonizarse la casi siempre conflictiva relación entre tránsito vehicular y estacionamiento con los demás usos del espacio público?

¿Cuál va a ser el impacto de los proyectos de movilidad en los precios del suelo y consiguientemente en la asequibilidad a la vivienda? ¿Cómo se van a financiar las obras y servicios que demande el plan? ¿Podrían utilizarse algunos de los instrumentos de recuperación de plusvalías urbanas incluidos en el COTA para mejoras en movilidad? Etc., etc...  

La realidad develará estos interrogantes, y otros que irán surgiendo. Veremos…     

 

Publicado en el diario La Calle el 18 de agosto de 2024.-

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