Por José Antonio Artusi
Hace 40 años concurrí al Auditorio “Arturo
Umberto Illia” de la Municipalidad de Concepción del Uruguay para participar en
una de las Jornadas de la Ciudad que se desarrollaron en el marco del proceso
de elaboración del PLANUR (Plan de Ordenamiento Urbano), valioso y pionero
intento de planificación del desarrollo de la ciudad que había puesto en marcha
la gestión encabezada por el entonces presidente municipal Juan Carlos Lucio
Godoy. Y el miércoles pasado concurrí al
mismo auditorio, que ya no es el mismo, a participar en el lanzamiento del PIMUS
(Plan Integral de Movilidad Urbana Sostenible), iniciativa que ha comenzado a
desarrollar el actual presidente municipal José Eduardo Lauritto. Antes que nada, digamos que debe ser
bienvenido todo intento de planificación, y que ojalá tenga éxito. Dicho eso,
surgen naturalmente algunos interrogantes y ciertas reflexiones.
Pero volvamos a 1984 y al PLANUR. La democracia
recién recuperada transitaba sus primeros pasos y todos teníamos expectativas y
sueños, pero también temores de que esa normalidad constitucional y el Estado
de derecho que tanto había costado instaurar pudieran interrumpirse en
cualquier momento. Después, pasaron cosas; en el mundo, en la Argentina, y en
Concepción del Uruguay. Y aquí el PLANUR cayó en el olvido luego de la gestión
que lo impulsó, y no logró en consecuencia transformarse en un plan completo, o
sea – tomando la definición de Carlos Matus – en “el cálculo que precede y
preside a la acción”. Vale decir que un verdadero plan implica la programación
de lo que hay que hacer, pero queda “rengo” si eso no se hace; o sea, si el
“cálculo” no se acompaña con la consiguiente “acción”. Una tira cómica que los
que tienen mi edad o más recordarán lo ilustra mejor que cualquier frase con
lenguaje académico: Olaf el Vikingo está descansando plácidamente en una hamaca
paraguaya y se aproxima su mujer, Helga, quien le pregunta con rostro adusto,
señalando el jardín; ¿“Olaf, no tenías planificado cortar el césped?”. Y Olaf
le responde, sin inmutarse ni levantarse de su hamaca; “Eso sigue siendo un
plan”. Buena parte de la historia de la
planificación, lamentablemente, está resumida en esa pieza humorística.
El PLANUR quedó abandonado en un cajón, y
después le siguieron otros intentos de poner en marcha procesos de
planificación, en una cantidad realmente inusual para una ciudad intermedia
como la nuestra:
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La
Reformulación del PLANUR, a mediados de los ´90.
-
El
Plan Estratégico de Concepción del Uruguay (PECU), a fines de los ´90, que dio
origen al Código de Ordenamiento Urbano (COU).
-
La
Reformulación del PECU, en 2010.
-
La
revisión del COU y elaboración del Código de Ordenamiento Ambiental y
Territorial (COTA) en 2022/2023.
Todas esas instancias, excluyendo quizás la del
COTA, sobre la que sería prematuro sacar conclusiones, tuvieron – más allá de
sus diferencias, algunos rasgos comunes:
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Fueron
discontinuadas; a pesar de prever en algunos casos propuestas para crear
mecanismos de institucionalización de sistemas permanentes de planificación y
gestión que no lograron concretarse.
-
No
consiguieron constituir plenamente ejemplos de “planificación”, como mediación
entre el conocimiento y la acción, entre la teoría y la práctica, entre la
programación y la gestión concreta. En general, por diversas razones y más allá
de sus méritos, quedaron reducidos a “planes – libro”, publicaciones poco
difundidas y hasta difíciles de encontrar, como en el caso del PLANUR.
La realidad muestra que la ciudad ha
crecido en estos 40 años de manera bastante desordenada, y en muchos casos ha
sido el propio Estado el responsable de fomentar pautas de expansión urbana
disociadas de cualquier plan, con impactos negativos de todo tipo en las
condiciones de vida de la población, sobre todo de sus sectores más
vulnerables. Un ejemplo típico (compartido con muchas otras ciudades) es la
tendencia a la localización periférica de la vivienda de interés social
financiada con recursos públicos en áreas desprovistas de adecuadas redes de
infraestructura y equipamientos comunitarios, que fomenta una irracional e
insostenible expansión de la mancha urbana con patrones de baja densidad,
segregación social, fomento de la especulación inmobiliaria y degradación del
espacio público. Se ha venido dando de esa manera una curiosa paradoja, una
ciudad que “de lejos” parece hiper planificada (¿qué otra ciudad intermedia de
la Argentina puede mostrar al menos 5 “planes” en 40 años?), pero que en
realidad ha venido creciendo con decisiones espasmódicas, a menudo
improvisadas, y en algunos casos contradictorias, que no pueden encuadrarse en
un verdadero proceso de planificación.
Yendo específicamente a la cuestión
de la movilidad, ¿qué diagnosticaban y proponían algunos de esos planes? (parte
de la “historia clínica” de este peculiar “paciente” que es la Capital
Histórica de Entre Ríos):
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El
resumen global del diagnóstico del PLANUR identificaba algunos problemas
centrales: crisis de la conformación monocéntrica, desorganización y
crecimiento extensivo de la periferia, ausencia de un sistema integral de
transporte, congestión del área central, etc. Y se proponía, entre otras
acciones, la jerarquización del sistema vial con corredores preferenciales y el
reordenamiento del sistema de transporte colectivo con líneas troncales en
dichos corredores, etc.
-
El
PECU, dentro del Eje Estratégico 4 (Implementar un plan urbanístico), incluía
una línea de acción que consistía en repensar los problemas referidos al
transporte, el tránsito y los estacionamientos.
-
En
la Reformulación del PECU de 2010 (que tenía como horizonte temporal el 2025;
sí, el año que viene) se incluyó un proyecto denominado “Plan director vial
urbano”, que debía contemplar “la vialidad urbana no sólo como tránsito
vehicular sino también como tránsito peatonal y de ciclistas como una demanda
integrada e indivisible”. A su vez se proponía un parque lineal aprovechando la
traza de las vías del ferrocarril y el mejoramiento del área central,
incluyendo el ordenamiento del tránsito y del estacionamiento.
-
En
la revisión del COU que dio origen al COTA, en 2022, en uno de los talleres
participativos, esta consigna concitó un amplio apoyo (87% completamente de
acuerdo, 13% parcialmente de acuerdo): “La movilidad demanda un replanteo
profundo, que incorpore nuevos criterios de cuidado ambiental construyendo un
paisaje urbano más amigable, que priorice el transporte público, el “caminar y
pedalear”, y le quite progresivamente protagonismo al automóvil”.
Teniendo en cuenta todos estos
antecedentes surge inevitablemente un interrogante: ¿es posible (y conveniente)
planificar la movilidad sin planificar los usos del suelo y otras dimensiones
de la realidad urbana tales como las infraestructuras, los equipamientos, los
espacios verdes, etc.? La teoría indica que no, por lo que surge otra pregunta:
¿Cuál es el plan estratégico territorial (o como se lo quiera llamar), de
carácter global, que comprende todas esas “capas” de la realidad, que los
urbanistas y los cartógrafos representan a veces en mapas separados pero que es
una sola e indivisible, compleja y cambiante? Las respuestas a esta pregunta
pueden ser diversas; alguien podría pensar que ese plan todavía no está y lo
vamos a construir (el “modelo de ciudad” al que se hizo referencia en la
presentación del PIMUS), o bien se podría argumentar que en realidad el plan y
ese modelo deseado están implícitos en el COTA, que es una serie de normas
vigentes y que no fueron mencionadas.
Podríamos pensar en otros
interrogantes:
¿Cómo va a influir la definición de
densidades producto de las alturas máximas de edificación permitidas en las
demandas de desplazamientos y en los modos de transporte?
¿Cómo va a armonizarse la casi
siempre conflictiva relación entre tránsito vehicular y estacionamiento con los
demás usos del espacio público?
¿Cuál va a ser el impacto de los
proyectos de movilidad en los precios del suelo y consiguientemente en la
asequibilidad a la vivienda? ¿Cómo se van a financiar las obras y servicios que
demande el plan? ¿Podrían utilizarse algunos de los instrumentos de
recuperación de plusvalías urbanas incluidos en el COTA para mejoras en
movilidad? Etc., etc...
La realidad develará estos
interrogantes, y otros que irán surgiendo. Veremos…
Publicado en el diario La Calle el
18 de agosto de 2024.-
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