Por José Antonio Artusi
El 2 de Abril de 1922 tuvieron lugar las elecciones nacionales para designar al sucesor de Hipólito Yrigoyen, que había sido electo Presidente seis años antes en los primeros comicios en los que se aplicó la ley Saenz Peña. Recordemos que en ese momento las elecciones presidenciales eran indirectas, vale decir que los ciudadanos votaban por electores de presidente y vice, que luego se reunían en el colegio electoral y designaban a los mandatarios. De todos modos los partidos adelantaban la fórmula que propondrían en el colegio electoral. En el caso del radicalismo los candidatos fueron Marcelo de Alvear a presidente y Elpidio González a vicepresidente. Las listas de la UCR se impusieron en la mayoría de los distritos y obtuvieron el 50,49% de los votos. Los demás candidatos fueron el conservador Norberto Piñero de la Concentración Nacional (27,84%), Nicolás Repetto del Partido Socialista (9,45%), el entrerriano Miguel Laurencena de la UCR Principista (7.08%) y Carlos Ibarguren del Partido Demócrata Progresista (5.04%). Es muy poco recordada esa participación de Laurencena, uno de los fundadores del radicalismo entrerriano que había sido gobernador entre 1914 y 1918, como candidato presidencial, enfrentando al propio candidato de Yrigoyen, o sea Alvear. Curiosamente Laurencena pudo imponerse en tres distritos, Mendoza, San Juan y Tucumán, pero debió soportar una dura derrota en su propia provincia, dónde se impuso la fórmula Alvear - González, evidentemente al calor del prestigio y la popularidad de Hipólito Yrigoyen, seguida por los electores conservadores y relegando a los de la UCR Principista a un lejano tercer puesto. De modo tal que los 33 electores de Laurencena provenían de las 3 provincias donde se impuso, y de Salta, donde consiguió el segundo lugar. Suele confundirse a menudo el antipersonalismo, o sea la tendencia que se opuso a Yrigoyen en el seno del radicalismo, con el alvearismo. Lo antedicho sirve para mostrar con claridad que ambos términos no son intercambiables, sobre todo en el radicalismo entrerriano.
Los colegios electorales se reunieron el 12 de junio
de 1922, en cada una de las provincias y en la Capital Federal, proclamando a Marcelo
de Alvear y Elpidio González, quienes asumieron el 12 de Octubre de ese año. Se
iniciaba de esa manera uno de los mejores gobiernos que tuvo la República
Argentina en toda su historia, pletórico de logros y conductas ejemplares.
Volviendo a Miguel Laurencena, a tal punto Alvear no
se dejaba guiar por rencores o resentimientos para tomar decisiones que lo
designó al reciente competidor en las elecciones generales primero interventor
en la Universidad Nacional del Litoral y nada menos que ministro de la Corte
Suprema de Justicia de la Nación después.
La Presidencia de Alvear fue realmente magnífica, un
oasis de prosperidad y libertad en nuestra convulsionada historia. Obtuvo
resultados que arrojan indicadores cuantitativos que hoy nos parecen de ciencia
ficción, llegando a colocar a nuestro país al término de su mandato entre los 6
con mayor producto bruto interno per cápita en todo el mundo.
Teodoro Marcó, Vicegobernador de Entre ríos entre
1963 y 1967 lo recordó así en las páginas de La Calle en 1986: “la figura de
Alvear – como Presidente de la República o como líder del radicalismo – se
agiganta a través de la historia. Es un hecho unánimemente reconocido que su
proficua gestión de gobierno se caracterizó por la plena vigencia del Estado de
Derecho y las libertades públicas, así como también por su espíritu progresista
y de claro contenido de justicia social, concretado en leyes fundamentales de
nuestra legislación laboral…”.
Hemos sido tremendamente injustos con Alvear. Es hora
de reparar tanto olvido y tanta distorsión histórica. A 100 años del inicio de
su extraordinaria presidencia, tenemos mucho que aprender de su ejemplo de
conducta, entrega y coraje cívico al servicio de las causas de la libertad y la
igualdad. Su memoria se lo merece, y nosotros lo necesitamos.
Publicado en el diario La Calle el día 3 de abril de 2022.-
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