Por José Antonio Artusi
Un documento de la OEA señala que
“la cuenca del río Uruguay es notablemente rica en energía. Si se considera su
potencial total de 18.264 MW y su superficie de 360.000 km2 se obtiene una
potencia unitaria de 50,7 KW instalado por kilómetro cuadrado, o sea una
energía del orden de los 220 MWh/km2. Esta cantidad de energía es similar a la
de Suecia, considerado uno de los países más ricos en hidroelectricidad”. Sin
embargo, lamentablemente se trata de un potencial energético mayormente
desaprovechado, siendo Salto Grande el único emprendimiento binacional operativo. No deja de ser curioso – y doloroso – que no
exista todavía ninguna central hidroeléctrica compartida entre Argentina y
Brasil.
En 1919 el Gobierno Argentino
encomendó a la Dirección General de Navegación y Puertos realizar estudios
tendientes al aprovechamiento hidroeléctrico de las caídas del Salto Grande.
Más tarde, el diputado nacional entrerriano Bernardino Horne presentó un
proyecto de ley estableciendo cuatro objetivos centrales: la navegación, el
aprovechamiento de energía eléctrica, la irrigación y el control de los efectos
de las crecientes. Y el 30 de Diciembre de 1946 se firmó el Convenio entre
Argentina y Uruguay, que dispuso en su artículo 3º que “las diversas
utilizaciones de agua tendrán el siguiente orden de prioridad…:
1) Utilización
para fines domésticos y sanitarios;
2) Utilización
para navegación;
3) Utilización
para producción de energía;
4) Utilización
para riego.”
Salto Grande ha venido
funcionando desde hace décadas como una eficiente usina de generación de
energía barata, limpia y renovable, pero no ha aportado demasiado al logro de
los demás objetivos. Es importante por lo tanto recordar que Salto Grande fue
pensada originalmente como un proyecto multipropósito, orientado a promover el
desarrollo regional.
En momentos en que nuestro país
necesita imperiosamente asegurar la provisión de agua potable y saneamiento a toda
su población, diversificar y descarbonizar sus fuentes de energía, eficientizar
sus sistemas de transporte, y aprovechar los recursos hídricos para mejorar la
productividad del sector agropecuario y hacerlo menos vulnerable a episodios
climáticos en el contexto del cambio global, el emprendimiento de Salto Grande
se presenta como una oportunidad magnífica de aportar al logro de esos fines, potenciándolo
con iniciativas que duermen en algunos cajones desde hace décadas, y otras que
puedan surgir.
Si lo vemos desde la perspectiva
de los intereses de la provincia de Entre Ríos – pero cuidando de no caer en
una visión aldeana y cerrada, sino enmarcándolos armoniosamente en el contexto
de los intereses de la región y de la Nación en su conjunto – un primer paso
podría consistir en reclamar que se aumente la proporción en la que se pagan
regalías hidroeléctricas a la provincia, permitir que tales regalías se puedan
cobrar en especie, y aumentar el precio que Salto Grande recibe por la energía
generada. Estas acciones permitirían contar con más recursos, provenientes
tanto de regalías como de excedentes, y parte de esos recursos adicionales
podrían destinarse a morigerar el impacto de la quita de subsidios a la
energía, sobre todo para usos productivos y para consumos básicos de los
sectores más vulnerables. Por otro lado, revisando de manera profunda el rol de
la CAFESG, podrían también destinarse recursos a la promoción de un verdadero
programa de desarrollo regional, priorizando las obras que impacten
efectivamente en tal propósito, y cuidando rigurosamente la eficiencia y
rentabilidad social de las inversiones. Retomando
las prioridades de 1946, ese proyecto tendría que concentrarse fuertemente en
proyectos que brinden agua potable y saneamiento, infraestructura de transporte
ferroviario y carretero para alimentar los puertos, electrificación rural y
para parques industriales a costos adecuados, y acueductos para riego.
Por otro lado, la potencia de la
represa podría aumentarse concretando el demorado dique compensador de Salto
Grande, obra que permitiría operar más eficientemente la central y aportar
energía de base a ambos países. El aumento de generación incrementaría obviamente
la percepción de regalías y excedentes para la provincia, llegado el momento.
Pero además el dique compensador, cuya localización y diseño debería contemplar
los más rigurosos criterios ambientales, permitiría mitigar el impacto de las
inundaciones y favorecería la navegación, aportando al desarrollo de la Hidrovía
del río Uruguay. Debe tenerse en cuenta que el transporte fluvial en
determinadas distancias tiene ventajas significativas sobre el transporte
carretero en términos de menor consumo de combustible, menor emisión de gases
contaminantes y mayor seguridad. La navegación a su vez podría también
potenciarse con la construcción de las demoradas esclusas y el canal, que
permitirían navegar con barcazas aguas arriba de la represa.
Obviamente todas estas obras
requieren estudios y evaluaciones muy rigurosas que avalen su factibilidad y
conveniencia, pero al menos deberíamos estar debatiendo estas cuestiones y
exigiendo que esos estudios se realicen de manera perentoria.
Salto Grande siguen siendo una
oportunidad magnífica para la promoción efectiva del desarrollo sostenible y la
mejora de la calidad de vida de nuestras comunidades, pero exige discusiones
serias y acciones conducentes, más que repetir como loros cantinelas
demagógicas o resignarnos a un status quo de atraso y empobrecimiento.-
Publicado en el diario La Calle el día 23 de Abril de 2023.-
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