Por José Antonio Artusi
Para quienes tenemos a la
libertad como un bien supremo y un valor fundante del sistema republicano de
gobierno, no puede sino ser una buena noticia que se la rescate y valorice y
que el término liberalismo deje de estar automáticamente vinculado a una noción
despectiva y descalificante.
En el mundo actual, y en
particular en la Argentina, la libertad y el liberalismo han sido objeto de una
profunda tergiversación por parte de algunos curiosos seudo liberales que - en
el caso de nuestro país - combinan sin descaro ni pretensión de coherencia
diversas dosis de conservadorismo retrógrado, anarquismo delirante y
nacionalismo católico.
Sin embargo, es fundamental
volver a las raíces y rescatar el verdadero valor del liberalismo como
ideología republicana y progresista. Para ello, es necesario adentrarnos en las
definiciones y pensamientos de destacados pensadores genuinamente liberales.
Podríamos comenzar por Thomas
Paine, uno de los padres fundadores de los Estados Unidos, su obra "Rights
of Man" (Derechos del Hombre) nos brinda una perspectiva clara sobre la
libertad como un derecho inalienable de todos los individuos. Paine defendía la
igualdad de derechos y la necesidad de un gobierno limitado que protegiera la
libertad individual, alentando así la participación ciudadana en la toma de
decisiones.
Adam Smith, considerado el padre
de la economía moderna, en su obra "La Riqueza de las Naciones", pone
de manifiesto que la libertad económica es esencial para el progreso de una
sociedad. Smith argumentaba que la competencia y la libre interacción entre
individuos en el mercado, sin intervención excesiva del Estado, conducirían a
la creación de riqueza y al bienestar general. No obstante, es importante
recordar que Smith también defendía la necesidad de regulaciones estatales para
prevenir abusos y proteger los derechos de los trabajadores. Algunas frases de
Adam Smith merecen ser rescatadas del olvido, por ejemplo, “ninguna sociedad
puede ser feliz y próspera si la mayor parte de sus ciudadanos son pobres y
miserables”; o “tan pronto como la tierra se ha convertido en una propiedad
privada, el terrateniente exige una parte de casi todos los productos que el
trabajador pueda producir o recoger en ella”; o “los comerciantes del mismo
rubro rara vez se reúnen, incluso para entretenimiento y diversión, pero la
conversación termina en una conspiración contra el público, o en alguna
estratagema para aumentar los precios”.
David Ricardo, otro destacado
economista liberal, aportó a la teoría económica con su concepto de ventaja
comparativa. Según Ricardo, el libre comercio y la especialización permiten que
los países se beneficien mutuamente al enfocarse en las actividades en las que
son más eficientes. Esta idea resalta la importancia de eliminar barreras
proteccionistas y promover la libertad de intercambio, generando así
prosperidad económica y una distribución más equitativa de los recursos. No
deja de ser curioso que algunos de los que más coherentemente defendieron esa
concepción liberal en Argentina, en defensa de los derechos y del poder
adquisitivo de los trabajadores, fueran los legisladores socialistas de
principios del siglo XX, opuestos al proteccionismo de los conservadores que
defendían los intereses corporativos de ciertos empresarios a los que hoy
calificaríamos como “cazadores en el zoológico”.
John Stuart Mill, reconocido
filósofo y economista inglés, en su obra "Sobre la Libertad",
establece que la única justificación para restringir la libertad individual es
la prevención de daños a otros. Mill defiende la autonomía y la diversidad de
pensamiento como fundamentales para el progreso y la creatividad de una
sociedad. Además, Mill abogaba por la igualdad de género y la participación
política de las mujeres, reforzando así la idea de que la libertad debe ser accesible
para todos los miembros de la sociedad.
Podríamos seguir con Henry
George, economista y filósofo social norteamericano, quien en su obra
"Progreso y Pobreza" cuestiona las desigualdades generadas por la apropiación
privada de valorización de la tierra generada por la comunidad. George
argumentaba que la tierra es un recurso natural cuyas rentas no generadas por
el trabajo ni por el capital debían recuperarse por la sociedad, y propuso un
impuesto único sobre el valor de la tierra para redistribuir la riqueza de
manera más equitativa. Su enfoque se basaba en la creencia de que la libertad
verdadera solo se puede lograr si todas las personas tienen igual acceso a la posibilidad
de trabajar explotando los bienes comunes.
Rescatar el valor de la libertad
y el liberalismo implica volver a los fundamentos establecidos por destacados
pensadores. Sus ideas nos enseñan que la libertad individual, la igualdad de
derechos, la libre interacción económica y la participación ciudadana son
pilares fundamentales para una sociedad justa y próspera. Es importante
desmontar las falacias de aquellos conservadores que tergiversan estos
conceptos, para avanzar hacia un futuro en el que la libertad sea
verdaderamente accesible para todos, entendiendo que la filosofía republicana
no concibe a la libertad en abstracto sino indisolublemente unida a sus
hermanas, la igualdad y la fraternidad. No hay libertad en la anarquía, sino
privilegios. La libertad sólo impera cuando hay un Estado de Derecho que la consagra
y la protege, tal como lo concibieron quienes nos legaron la sabia Constitución
de 1853 y la Organización Nacional. Viva la libertad!
Publicado en el diario La Calle
el día 28 de Mayo de 2023.-
No hay comentarios.:
Publicar un comentario