Por José Antonio Artusi
Onésimo Leguizamón nació en
Gualeguay, Entre Ríos, el 15 de febrero de 1839 y murió en Buenos Aires el 20 de
agosto de 1886.
Su padre fue el coronel
Martiniano Leguizamón, que sirvió a las órdenes de Justo José de Urquiza, y su
madre Paula Rodríguez, vinculada con lazos de parentesco con Francisco Ramírez.
Sus hermanos Honorio y Martiniano tuvieron una destacada actuación en el campo educativo
y literario respectivamente. Estudió en el Colegio del Uruguay. La leyenda
señala que el propio Justo José de Urquiza hizo bolear su caballo cuando el
joven Onésimo huía del colegio, procurando volver a la tranquilidad de su
hogar. Siendo muy joven pudo estudiar en Europa gracias a una beca otorgada por
el entonces Presidente Urquiza.
Tras el magnicidio de Urquiza
Onésimo Leguizamón se opuso la elección de Ricardo López Jordán como gobernador
y debió exiliarse en Buenos Aires. En 1870 intentó sin éxito buscar un acuerdo
entre el gobierno nacional y el provincial, procurando el retiro de las fuerzas
federales del territorio entrerriano, la no injerencia del gobierno nacional en
la elección del gobernador; y la intervención de una nación amiga para
garantizar las condiciones del acuerdo.
A pesar de su temprana muerte a
los 47 años Onésimo Leguizamón tuvo una destacada e intensa actuación pública,
como jurista, docente, periodista, escritor, y político; llegando a ocupar
numerosas responsabilidades: secretario del Consejo de Instrucción Pública de
Entre Ríos, diputado provincial, Ministro de Justicia e Instrucción Pública durante
la presidencia de Nicolás Avellaneda, entre 1874 y 1877, integrante de la
Suprema Corte de Justicia de la Nación entre 1877 y 1882, Presidente del
Congreso Pedagógico, interventor en la Provincia de Catamarca, fundador y
director del diario La Razón, y diputado nacional en tres oportunidades . En
este último rol le tocó ser el gran defensor del proyecto que terminaría siendo,
en 1884, la ley 1420 de educación común, laica, pública, gratuita y
obligatoria, uno de los pilares de la Argentina moderna y republicana. El
presidente y el ministro que firmaron el decreto promulgando esa ley, el 8 de
Julio de 1884, habían sido, como Leguizamón, alumnos del histórico Colegio del
Uruguay fundado por Urquiza, el primero laico del país: Julio Argentino Roca y
Eduardo Wilde.
Antes, como Ministro de Justicia
e Instrucción Pública, tal como recuerda la Corte Suprema de Justicia en su reseña
biográfica, “reorganizó y creó escuelas normales de mujeres, hizo una reforma
del plan de estudios de los colegios nacionales, instituyó la Comisión Nacional
de Escuelas y reglamentó el funcionamiento de las escuelas de agronomía.
También inició un plan general para la educación común y señaló como bases
fundamentales la división en grados, la instrucción obligatoria y el fondo
escolar independiente, propiciando la secularización de la enseñanza y el
desarrollo de la estadística escolar”.
En 1886 se encaminaba a ser
candidato a gobernador de Entre Ríos y su muerte nos privó de lo que habría
sido seguramente una administración extraordinariamente progresista. Sus
condiciones, su formación y su experiencia así lo señalaban, pero el destino quiso
otra cosa.
A pesar de su enorme
significación histórica, la figura de Onésimo Leguizamón permanece bastante
olvidada y desconocida. Fue un gran impulsor de la educación pública, a punto
tal de hacer confesar sus celos a Sarmiento: “tanto veo que elogian sus
trabajos de educación, que empiezo a ponerme celoso”. En la hora dolorosa de su
despedida final Eduardo Wilde dijo de él: "El aula de los colegios, la
cátedra universitaria, la tribuna del parlamento, el gabinete ministerial, la
alta magistratura, el foro y la prensa, repiten aún los ecos de su palabra
honrada y laboriosa … Ha llevado su tarea en la tierra con honradez, con brillo
y con talento. Apenas cabe en la extensión de su corta vida la abundancia de su
trabajo. Fue el ardiente propagandista de las ideas avanzadas, el temible
campeón de la libertad de conciencia y de los luminosos principios que abren
las puertas de la Nación al progreso del mundo”. Avellaneda lo llamó “maestro
de maestros”.
A poco de cumplirse 137 años de
su muerte, recordemos y honremos a Onésimo Leguizamón rescatando del olvido sus
propias palabras, en los memorables debates legislativos que antecedieron a la
sanción de la ley 1420:
“Sólo la educación forma a los pueblos, sólo la educación da carácter a
sus resoluciones, sólo ella dirige de una manera segura el rumbo de sus
destinos. Sólo los pueblos educados son libres. Tratándose de un gobierno como
el nuestro, es decir un gobierno de forma republicana representativa, este
principio es todavía más estricto y apremiante en sus conclusiones lógicas. No
es posible, Señor Presidente, comprender siquiera las ventajas del sistema
representativo republicano si el pueblo que lo ha de practicar es un pueblo
inconciente de sus destinos y de sus derechos… Si la Constitución Argentina es
tolerante, la escuela tiene necesariamente que ser tolerante. Si la
Constitución ha proclamado la libertad más absoluta de conciencia para los
ciudadanos, la escuela no puede venir a alterar los principios de la
Constitución borrándolos en la práctica y a hacer obligatoria la enseñanza de
una religión determinada en esa escuela a la que concurren los hijos de todos
los habitantes…”.-
Publicado en el diario La Calle
el día 13 de Agosto de 2023.-
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