lunes, 28 de agosto de 2023

LAS FALACIAS ANARCOCAPITALISTAS (MAL LLAMADAS LIBERALES)

Por José Antonio Artusi

En el mundo de la economía, las teorías y las ideologías a menudo chocan en la búsqueda de soluciones para los desafíos fiscales y socioeconómicos. Uno de los debates perennes es el relativo a los impuestos y la reforma tributaria. En este contexto, el economista anarcocapitalista Murray Rothbard (1926-1995) ha argumentado en contra de la imposición de tributos, sugiriendo en su lugar una eliminación completa o drástica de los impuestos. Sin embargo, sus postulados - extrañamente en boga en Argentina y no aplicados por ningún país desarrollado - pasan por alto una alternativa arraigada en la historia del pensamiento económico liberal: la tributación al valor del suelo libre de mejoras.

Rothbard argumenta que cualquier forma de tributación es una coerción indebida sobre la propiedad y que la tributación del valor del suelo es en esencia un robo. Sin embargo, este argumento pasa por alto el hecho de que los aumentos en los valores del suelo no se deben a esfuerzos que pueda hacer el propietario sino a acciones de la comunidad, ya sea en obras o servicios públicos o privados. Es por ello que no recuperar por el Estado de alguna manera ese incremento constituye un “regalo” absolutamente injustificado y perjudicial para la sociedad en su conjunto.    

Murray Rothbard argumenta que un impuesto basado en el valor del suelo libre de mejoras es impracticable debido a la dificultad de valorar el suelo y las potenciales distorsiones. Sin embargo, este argumento pasa por alto los avances tecnológicos en la valoración del suelo y la realidad de su presencia en las tasaciones de bienes raíces. Además, diversos economistas desde Henry George hasta la actualidad han propuesto sistemas efectivos para implementar este tipo de impuesto, basados en tasaciones regulares y transparentes, combinado con la eliminación de la mayoría de los demás impuestos regresivos y distorsivos. En la versión ideal de Henry George, expuesta en su obra “Progreso y Miseria”, se trata en realidad de un “impuesto único”, que sustituye todos los demás tributos. La tributación al valor del suelo, debe recordarse, recae sobre un recurso fijo y no desplaza la producción ni la inversión, evitando distorsiones en la economía.

El liberalismo económico clásico, respaldado por pensadores como Adam Smith y John Stuart Mill, sugiere que las contribuciones al bienestar colectivo a través de impuestos son justificables, siempre y cuando se realicen de manera eficiente y equitativa. Adam Smith, considerado el padre de la economía moderna, reconoció la necesidad de financiar el gobierno a través de impuestos. Smith argumentó que la tributación al valor del suelo era un enfoque justo y menos perjudicial para la economía, ya que el valor del suelo no se debe al esfuerzo humano sino a factores naturales y la ubicación. Esto evita distorsiones y desincentivos en la inversión y el trabajo. A menudo citado por los defensores del anarcocapitalismo, Smith abogaba por la justicia tributaria y cuestionaba los impuestos que afectaban negativamente la economía. En este sentido, la tributación al valor del suelo libre de mejoras sigue esta lógica. David Ricardo y John Stuart Mill también expresaron su apoyo a la idea de gravar la renta del suelo.

Henry George, un economista del siglo XIX, propuso la idea de gravar únicamente el valor del suelo sin mejoras. George creía que esto era una forma justa de financiar el gobierno y prevenir la concentración de la riqueza, ya que el valor del suelo es el resultado de la comunidad y la ubicación, no del esfuerzo individual. Su enfoque tiene un fuerte respaldo teórico en la tradición liberal. George argumentaba que este impuesto era el único medio de garantizar un acceso justo a la tierra, desalentando la especulación y fomentando la producción.

Incluso economistas neoliberales del siglo XX, como Milton Friedman, reconocen que algunos impuestos son inevitables, pero deben ser diseñados de manera que causen el menor daño posible a la economía. En esta línea, el impuesto al valor del suelo libre de mejoras emerge como la opción "menos mala" al no distorsionar la actividad económica y alentar un uso eficiente de los recursos. Más recientemente, Mason Gaffney, Fred Foldvary y Fred Harrison son ejemplos de economistas contemporáneos que respaldan la tributación al valor del suelo como una forma de abordar desigualdades y promover una economía más equitativa y estable. Sus investigaciones sostienen que este enfoque puede generar ingresos públicos sin afectar la inversión y la producción.

Contrario a las afirmaciones de Rothbard, la tributación al valor del suelo libre de mejoras no solo es factible, sino que también es eficiente y equitativa. A diferencia de los impuestos que gravan el trabajo o la inversión, este impuesto no desincentiva la producción ni la inversión, ya que no penaliza el esfuerzo individual. Además, al capturar el valor creado por la sociedad y la ubicación, este enfoque promueve un reparto más equitativo de la riqueza generada por la comunidad.

Estas falacias anarcocapitalistas carecen de fundamento en la evidencia histórica y en la lógica económica. La propuesta de un impuesto al valor del suelo libre de mejoras tiene una sólida base liberal y está respaldada por destacados economistas a lo largo de la historia y en la actualidad. Como alternativa "menos mala", sustitutiva de gabelas que sólo castigan el trabajo y la inversión, y fomentan la especulación, este enfoque podría desempeñar un papel crucial en la creación de sistemas tributarios más justos y eficientes.-

 

Publicado en el diario La Calle el día 27 de Agosto de 2023.-  

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