Por José Antonio Artusi
En el mundo de la economía, las
teorías y las ideologías a menudo chocan en la búsqueda de soluciones para los
desafíos fiscales y socioeconómicos. Uno de los debates perennes es el relativo
a los impuestos y la reforma tributaria. En este contexto, el economista
anarcocapitalista Murray Rothbard (1926-1995) ha argumentado en contra de la
imposición de tributos, sugiriendo en su lugar una eliminación completa o
drástica de los impuestos. Sin embargo, sus postulados - extrañamente en boga
en Argentina y no aplicados por ningún país desarrollado - pasan por alto una
alternativa arraigada en la historia del pensamiento económico liberal: la
tributación al valor del suelo libre de mejoras.
Rothbard argumenta que cualquier
forma de tributación es una coerción indebida sobre la propiedad y que la
tributación del valor del suelo es en esencia un robo. Sin embargo, este
argumento pasa por alto el hecho de que los aumentos en los valores del suelo no
se deben a esfuerzos que pueda hacer el propietario sino a acciones de la
comunidad, ya sea en obras o servicios públicos o privados. Es por ello que no
recuperar por el Estado de alguna manera ese incremento constituye un “regalo”
absolutamente injustificado y perjudicial para la sociedad en su conjunto.
Murray Rothbard argumenta que un
impuesto basado en el valor del suelo libre de mejoras es impracticable debido
a la dificultad de valorar el suelo y las potenciales distorsiones. Sin
embargo, este argumento pasa por alto los avances tecnológicos en la valoración
del suelo y la realidad de su presencia en las tasaciones de bienes raíces.
Además, diversos economistas desde Henry George hasta la actualidad han propuesto
sistemas efectivos para implementar este tipo de impuesto, basados en
tasaciones regulares y transparentes, combinado con la eliminación de la
mayoría de los demás impuestos regresivos y distorsivos. En la versión ideal de
Henry George, expuesta en su obra “Progreso y Miseria”, se trata en realidad de
un “impuesto único”, que sustituye todos los demás tributos. La tributación al
valor del suelo, debe recordarse, recae sobre un recurso fijo y no desplaza la
producción ni la inversión, evitando distorsiones en la economía.
El liberalismo económico clásico,
respaldado por pensadores como Adam Smith y John Stuart Mill, sugiere que las
contribuciones al bienestar colectivo a través de impuestos son justificables,
siempre y cuando se realicen de manera eficiente y equitativa. Adam Smith,
considerado el padre de la economía moderna, reconoció la necesidad de
financiar el gobierno a través de impuestos. Smith argumentó que la tributación
al valor del suelo era un enfoque justo y menos perjudicial para la economía,
ya que el valor del suelo no se debe al esfuerzo humano sino a factores
naturales y la ubicación. Esto evita distorsiones y desincentivos en la
inversión y el trabajo. A menudo citado por los defensores del
anarcocapitalismo, Smith abogaba por la justicia tributaria y cuestionaba los
impuestos que afectaban negativamente la economía. En este sentido, la
tributación al valor del suelo libre de mejoras sigue esta lógica. David
Ricardo y John Stuart Mill también expresaron su apoyo a la idea de gravar la
renta del suelo.
Henry George, un economista del
siglo XIX, propuso la idea de gravar únicamente el valor del suelo sin mejoras.
George creía que esto era una forma justa de financiar el gobierno y prevenir
la concentración de la riqueza, ya que el valor del suelo es el resultado de la
comunidad y la ubicación, no del esfuerzo individual. Su enfoque tiene un
fuerte respaldo teórico en la tradición liberal. George argumentaba que este
impuesto era el único medio de garantizar un acceso justo a la tierra,
desalentando la especulación y fomentando la producción.
Incluso economistas neoliberales
del siglo XX, como Milton Friedman, reconocen que algunos impuestos son
inevitables, pero deben ser diseñados de manera que causen el menor daño
posible a la economía. En esta línea, el impuesto al valor del suelo libre de
mejoras emerge como la opción "menos mala" al no distorsionar la
actividad económica y alentar un uso eficiente de los recursos. Más
recientemente, Mason Gaffney, Fred Foldvary y Fred Harrison son ejemplos de
economistas contemporáneos que respaldan la tributación al valor del suelo como
una forma de abordar desigualdades y promover una economía más equitativa y
estable. Sus investigaciones sostienen que este enfoque puede generar ingresos
públicos sin afectar la inversión y la producción.
Contrario a las afirmaciones de
Rothbard, la tributación al valor del suelo libre de mejoras no solo es
factible, sino que también es eficiente y equitativa. A diferencia de los
impuestos que gravan el trabajo o la inversión, este impuesto no desincentiva
la producción ni la inversión, ya que no penaliza el esfuerzo individual.
Además, al capturar el valor creado por la sociedad y la ubicación, este
enfoque promueve un reparto más equitativo de la riqueza generada por la
comunidad.
Estas falacias anarcocapitalistas
carecen de fundamento en la evidencia histórica y en la lógica económica. La
propuesta de un impuesto al valor del suelo libre de mejoras tiene una sólida base liberal y
está respaldada por destacados economistas a lo largo de la historia y en la
actualidad. Como alternativa "menos mala", sustitutiva de gabelas que
sólo castigan el trabajo y la inversión, y fomentan la especulación, este
enfoque podría desempeñar un papel crucial en la creación de sistemas
tributarios más justos y eficientes.-
Publicado en el diario La Calle
el día 27 de Agosto de 2023.-
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