En el debate en torno a la
relación entre el mercado y el Estado se ha planteado una dicotomía entre la
libertad de mercado y la acción gubernamental en la administración del Estado.
Sin embargo, esta polarización no captura la complejidad de la interacción
necesaria entre ambos elementos para alcanzar un progreso económico sostenible
y una sociedad más justa y armónica. La libertad de mercado es esencial para
fomentar la innovación, la competencia y el crecimiento, pero su éxito depende
en gran medida de la presencia de un Estado eficiente que establezca un marco
normativo adecuado y garantice un funcionamiento equitativo. La sinergia entre
el mercado y el Estado es fundamental para mantener un equilibrio que promueva
la libertad integral, en sentido amplio, y el desarrollo económico y social.
La libertad de mercado en sentido
amplio, en el sentido de asegurar la competencia, la iniciativa privada y la
apertura a los mercados es un pilar central de las economías modernas de países
desarrollados. Permite que las empresas compitan en igualdad de condiciones, lo
que estimula la innovación y la mejora constante de productos y servicios.
Además, crea oportunidades para el emprendimiento y la inversión, lo que a su
vez genera empleo y crecimiento económico. La capacidad de los individuos para
tomar decisiones sobre cómo invertir, producir y consumir es fundamental para
impulsar la prosperidad en una sociedad. A su vez, la ampliación de los
mercados en el marco de la globalización brinda economías de escala y acceso a
demandantes de gran poder adquisitivo, con la consiguiente mejora en la
eficiencia y productividad de los actores económicos.
Pero es importante enfatizar que
aunque la libertad de mercado es vital, su pleno potencial solo puede
alcanzarse con un Estado eficiente que establezca y haga cumplir reglas claras
y equitativas. El Estado tiene el papel de garantizar la competencia leal,
prevenir abusos de poder y proteger los derechos de los consumidores. Sin
regulaciones adecuadas, los mercados pueden volverse volátiles y propensos a
crisis financieras que afectan a la estabilidad económica. Debe además el
Estado brindar seguridad jurídica, previsibilidad y políticas tributarias inteligentes
que premien el trabajo y la inversión de capital, y que castiguen la
especulación y la apropiación rentística por parte de privados de toda
valorización generada por el esfuerzo colectivo.
La austeridad en el gasto público
es otro componente esencial de este equilibrio. Un Estado que opera con
eficiencia también debe ser responsable financieramente para evitar el
agotamiento de recursos, el déficit fiscal y la inflación crónica que lamentablemente
sufrimos en nuestro país, que afecta especialmente a los sectores más
vulnerables de la sociedad. Sin embargo, la austeridad no debe significar la
eliminación de inversiones en educación, salud, infraestructura y programas
sociales universales que son fundamentales para el desarrollo a largo plazo,
dada la relevancia del capital humano en la economía del conocimiento, cada vez
más relevante. Un Estado austero, moderno, e innovador debe priorizar la
asignación inteligente de recursos en áreas críticas mientras reduce el
derroche y la burocracia innecesaria.
Casos históricos ofrecen ejemplos
claros de cómo la relación entre el mercado y el Estado puede impulsar o
entorpecer el progreso económico. Por un lado, naciones con un Estado robusto y
regulaciones efectivas, como los países nórdicos europeos, han logrado altos
niveles de bienestar y desarrollo humano. Por otro lado, situaciones en las que
el Estado es ineficiente o está sometido a corrupción, como en algunos países
atrasados, pueden frenar el crecimiento y perpetuar desigualdades.
El equilibrio entre la libertad de mercado y un Estado eficiente es fundamental para el progreso económico y la prosperidad. La libertad de mercado fomenta la innovación y el crecimiento, pero requiere un marco regulatorio sólido y una vigilancia gubernamental para funcionar de manera justa. La austeridad en el gasto público es esencial para la sostenibilidad financiera, pero debe aplicarse con cuidado para no comprometer inversiones críticas en el futuro. La interacción equilibrada entre el mercado y el Estado es un recordatorio de la complejidad inherente a la construcción y el mantenimiento de sociedades prósperas, democráticas, justas e igualitarias.
No hay libertad ni posibilidades
de progreso y desarrollo en la anarquía, sino en el orden y el equilibrio garantizados
por la vigencia plena de las instituciones de nuestro sabio texto
constitucional gestado en 1853.-
Publicado en el diario La Calle
el día 3 de Septiembre de2023.-
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