lunes, 18 de septiembre de 2023

RIVADAVIA Y URQUIZA, O LA FALSA CONTRADICCIÓN FUNDAMENTAL EN LA ARGENTINA DEL SIGLO XIX

Por José Antonio Artusi

La historia argentina del siglo XIX está marcada por una serie de conflictos y tensiones políticas que a menudo se han interpretado como el choque entre unitarios y federales. Sin embargo, una mirada más profunda, más estructural, nos podría revelar que la verdadera contradicción fundamental subyacente en esa época consistiría en la dicotomía entre "Civilización y Barbarie", tal como lo tituló Sarmiento. En este contexto, Bernardino Rivadavia y Justo José de Urquiza, dos figuras clave de la historia argentina, emergen como figuras que, a pesar de sus diferencias políticas aparentes, superficiales, compartieron en lo relevante una visión común para construir una Argentina moderna y progresista bajo el amparo de una Constitución republicana y liberal.

Para comprender las similitudes entre Rivadavia y Urquiza es esencial situar sus acciones en el contexto histórico de la Argentina del siglo XIX. La nación estaba dividida en facciones políticas enfrentadas, pero el conflicto central no estaba dado entre unitarios y federales, sino que podríamos centrarlo en el desafío de construir la "Civilización" en un territorio caracterizado por la "Barbarie". La civilización representaba la idea de un Estado organizado, con instituciones democráticas, promoción de la educación pública y el establecimiento de una economía capitalista moderna que dejara atrás las bases coloniales del monopolio y el proteccionismo, mientras que la barbarie se asociaba con el caos, el desorden, el latifundio y el atraso, propio de estructuras feudales que han sido a menudo confundidas con las genuinas banderas del federalismo. Rosas y Quiroga, federales impostores, encarnan la barbarie de la reacción caudillista, autoritaria e integrista frente a la dimensión liberal y progresista de la Revolución de Mayo. Artigas y Ramírez, con sus sombras y sus luces, más allá de sus errores representan a su vez el genuino federalismo popular y republicano.    

En 1826 Rivadavia impulsó la sanción de una Constitución nacional que buscaba establecer un gobierno representativo y republicano pero centralizado, “en unidad de régimen”; aunque otorgaba a las provincias sus propias facultades y cierta autonomía, por lo que cabría calificarla como híbrida, y no unitaria pura. Aunque su propuesta fue rechazada y su presidencia breve, Rivadavia compartía una visión clara de la Argentina como una nación que anhelara el progreso y la superación.

Por otro lado, Urquiza desempeñó un papel fundamental en la sanción de la Constitución nacional de 1853, que aún rige en la actualidad, más allá de sucesivas reformas, que en poco la mejoraron. Con raíces federales, Urquiza fue un líder pragmático y de gran visión estratégica - virtudes que le faltaron al idealista Rivadavia - que entendió la necesidad de una nación unida, organizada e integrada, hacia adentro y hacia el mundo. La Constitución de 1853 reflejó este equilibrio al establecer un sistema federal con un gobierno central fuerte y garantizar derechos individuales y amplias libertades civiles y políticas. Urquiza compartía con Rivadavia la visión de promover la educación pública, el laicismo, la inmigración, la colonización, la agricultura, la industria y el libre comercio, todo bajo el imperio de la ley y las instituciones constitucionales de la República. 

Nicanor Molinas Leiva dirá, a propósito de las coincidencias fundamentales entre ambos textos constitucionales, que “todo lo que nuestra Constitución ha innovado sobre modelo americano hay que ir a buscarlo en esa Constitución de 1826.  Todo lo que se refiere a declaraciones, derechos y garantías, a los derechos individuales y a los derechos colectivos, a los derechos civiles y a los derechos políticos, a las garantías constitucionales que los protegen, todo lo que se refiere a las relaciones del Legislativo y del Ejecutivo,…, todo está tomado, copiado o calcado de esa ajusticiada Constitución rivadaviana de 1826.”      

La enfiteusis rivadaviana, tan poco comprendida, a la que nos hemos referido en “La vigencia del programa económica de Rivadavia”, perseguía en parte el mismo fin que la política de colonización que impulsó, en medio de grandes dificultades, Justo José de Urquiza; poner la tierra a disposición de aquellos que quieran trabajarla para explotar los recursos naturales al servicio del progreso individual y social.  Las colonias fundadas por Urquiza, el lema de Alberdi “gobernar es poblar”, y el de Sarmiento “cien Chivilcoy” no surgen de la nada. Tienen antecedentes en proyectos pioneros de Rivadavia que brindaban amplios derechos a los inmigrantes. “A los extranjeros que se dediquen al cultivo de los campos se les dará terreno suficiente y se los auxiliará para sus primeros establecimientos rurales, y en el comercio de sus producciones”, firmaba Rivadavia en 1812 como Secretario del Primer Triunvirato. Luego como ministro de Martín Rodríguez y como Presidente impulsará su innovador y original sistema de enfiteusis. Los resultados, lo sabemos, no estuvieron a la altura de aquellas nobles aspiraciones, pero los fracasos y su abandono obedecen a otras causas y no a los sabios principios que inspiraron la iniciativa; tienen otros responsables, entre ellos Rosas, y Mitre, que llegó al dislate de calificar al sistema de “comunista”.  

A pesar de las aparentes diferencias políticas entre el “unitario” Rivadavia y el “federal” Urquiza, ambos compartieron una visión común para construir una Argentina moderna y progresista. La clave interpretativa de su legado radica en comprender que la contradicción fundamental en la Argentina del siglo XIX no estuvo en el conflicto entre unitarios y federales, sino en el desafío de transformar un territorio marcado por la anarquía y el caudillismo en una nación organizada y próspera, integrada al mundo, donde imperen la libertad y la igualdad.-  

 

Publicado en el diario La Calle el día 17 de Septiembre de 2023.-

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