jueves, 6 de junio de 2024

CONDORCET

Por José Antonio Artusi

Marie-Jean-Antoine Nicolas de Caritat, más conocido como el marqués de Condorcet nació en Ribemont el 17 de septiembre de 1743 y murió en Bourg-la-Reine, el 28 o 29 de marzo de 1794.  

Se formó en un colegio jesuita, lo que no le impidió más tarde ser un agudo crítico de la orden, de la Iglesia Católica, y de las instituciones religiosas en general. Figura estelar de la Ilustración francesa, descolló en diversos campos del conocimiento - matemática, filosofía, economía, ciencia política, sociología - a la vez que participó activamente en las luchas políticas de su tiempo.

Liberal, republicano, laicista, feminista, progresista, su concepción universalista de los derechos humanos lo llevó a defender a las víctimas de discriminación y sojuzgamiento en virtud de su sexo, etnia o religión, y fue por ende solidario con las mujeres, los negros y los judíos.   

En 1774 Condorcet fue designado Inspector General de la Moneda por Turgot, uno de los economistas destacados dentro de la escuela de los fisiócratas franceses. Turgot es recordado por sus aportes a la defensa de las bondades del libre comercio y a la formulación de la teoría del “impuesto único”, que señala que la única materia imponible debería ser la renta del suelo, liberando de todo tributo al trabajo y al capital; teorías que serían retomadas por los liberales clásicos británicos y sobre todo por el economista norteamericano Henry George a fines del siglo XIX. Turgot terminó siendo destituido de su cargo de inspector general de finanzas en 1776 y Condorcet se solidarizó presentando su renuncia, pero fue obligado a permanecer en el cargo hasta 1791. En 1786 Condorcet escribió una biografía de Turgot en la que avala sus ideas económicas.    

En el proceso de la Revolución Francesa Condorcet se enroló en el bando reformista de los girondinos, y sufrió la persecución de los extremistas jacobinos. En 1791 fue electo representante de París en la Asamblea Nacional, de la que llegó a ser secretario. A instancias suyas se avanzó en la instauración del laicismo en la educación pública.  Tras oponerse a la ejecución de Luis XVI y criticar el proyecto de constitución de los jacobinos fue acusado y condenado por traición, lo que lo obligó a refugiarse en la casa de una amiga durante algunos meses. Intentó huir de París, pero fue detenido. A los pocos días murió en su celda. Algunos han señalado al suicidio como probable causa de muerte.

Philippe Van Parijs 1 lo incluye en su galería de precursores de la idea del ingreso ciudadano y señala que “hacia finales del siglo XVIII surgió una idea diferente que iba a desempeñar un papel aún mayor en el alivio de la pobreza en toda Europa. La primera persona conocida que esbozó la idea fue el matemático, filósofo y activista político Antoine Caritat, marqués de Condorcet… Mientras estuvo escondido, escribió su obra más sistemática, el “Esbozo de un cuadro histórico de los progresos del espíritu humano” (publicado póstumamente por su viuda en 1795), cuyo último capítulo contiene un breve esbozo de cómo podría ser un seguro social y cómo podría reducir la desigualdad, la inseguridad y la pobreza”.

Dejemos que Condorcet lo diga con sus propias palabras: “Existe, por tanto, una causa necesaria de desigualdad, de dependencia e incluso de miseria, que amenaza constantemente a la clase más numerosa y activa de nuestras sociedades. Demostraremos que podemos eliminarla en gran medida, oponiendo la suerte a sí misma, asegurando a quienes llegan a la vejez un alivio que es producto de lo que ahorró, pero aumentado por los ahorros de aquellos que hicieron el mismo sacrificio pero murieron antes de que llegara el momento en que necesitaban recoger su fruto; utilizando una compensación similar para proporcionar a las mujeres y a los niños, en el momento de perder a sus maridos o a sus padres, recursos del mismo nivel y adquiridos al mismo precio, ya sea que la familia en cuestión haya sufrido una muerte prematura…; y, finalmente, dando a aquellos niños que tienen edad suficiente para trabajar por sí solos y fundan una nueva familia, la ventaja de un capital necesario para el desarrollo de su actividad”.  Es decir, tal como plantea Van Parijs, que “esta idea distinta terminará dando forma, un siglo después, al desarrollo de los masivos sistemas de seguridad social de Europa, comenzando con los planes de pensiones de vejez y de seguro médico de Otto von Bismarck para la fuerza laboral industrial de la Alemania unificada (desde 1883 en adelante)”.

Pjilippe Van Parijs enfatiza que “es el mismo Marqués de Condorcet quien fue el primero en mencionar brevemente, en el contexto de su discusión sobre el seguro social, la idea de una prestación no restringida ni a los pobres (merecedores de nuestra compasión) ni a los asegurados (acreedores a una indemnización si el riesgo se materializa), es decir, la idea de “dar a aquellos niños que tengan edad suficiente para trabajar por sí mismos y fundar una nueva familia la ventaja de un capital necesario para el desarrollo de su actividad”. No se sabe que el propio Condorcet haya dicho o escrito nada más sobre el tema, pero su amigo cercano y miembro de la Convención Thomas Paine (1737-1809) desarrolló la idea con mucho mayor detalle, dos años después de la muerte de Condorcet”. Es evidente que Thomas Paine puede haberse nutrido de las ideas de su amigo, con quien también compartió el destino de la persecución y la cárcel, aunque el revolucionario inglés pudo salir de ella con vida.    

¿Qué hace que sea pertinente recordar y rescatar hoy el legado intelectual de Condorcet?  Las respuestas pueden ser variadas, pero podríamos arriesgar que sus ideas podrían ser particularmente valiosas y fecundas en un momento histórico en el que Occidente se encuentra asediado por dentro y por fuera, por dentro por parte de quienes aparecen – a izquierda y derecha - como los traidores de sus mejores tradiciones liberales y humanistas. - 

 

Publicado en el diario la Calle el 2 de Junio de 2024.-

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