Por José Antonio Artusi
Marie-Jean-Antoine Nicolas de Caritat, más
conocido como el marqués de Condorcet nació en Ribemont el 17 de septiembre de
1743 y murió en Bourg-la-Reine, el 28 o 29 de marzo de 1794.
Se formó en un colegio jesuita, lo que no le
impidió más tarde ser un agudo crítico de la orden, de la Iglesia Católica, y
de las instituciones religiosas en general. Figura estelar de la Ilustración
francesa, descolló en diversos campos del conocimiento - matemática, filosofía,
economía, ciencia política, sociología - a la vez que participó activamente en
las luchas políticas de su tiempo.
Liberal, republicano, laicista, feminista,
progresista, su concepción universalista de los derechos humanos lo llevó a
defender a las víctimas de discriminación y sojuzgamiento en virtud de su sexo,
etnia o religión, y fue por ende solidario con las mujeres, los negros y los
judíos.
En 1774 Condorcet fue designado Inspector
General de la Moneda por Turgot, uno de los economistas destacados dentro de la
escuela de los fisiócratas franceses. Turgot es recordado por sus aportes a la
defensa de las bondades del libre comercio y a la formulación de la teoría del
“impuesto único”, que señala que la única materia imponible debería ser la
renta del suelo, liberando de todo tributo al trabajo y al capital; teorías que
serían retomadas por los liberales clásicos británicos y sobre todo por el
economista norteamericano Henry George a fines del siglo XIX. Turgot terminó
siendo destituido de su cargo de inspector general de finanzas en 1776 y
Condorcet se solidarizó presentando su renuncia, pero fue obligado a permanecer
en el cargo hasta 1791. En 1786 Condorcet escribió una biografía de Turgot en
la que avala sus ideas económicas.
En el proceso de la Revolución Francesa Condorcet
se enroló en el bando reformista de los girondinos, y sufrió la persecución de los
extremistas jacobinos. En 1791 fue electo representante de París en la Asamblea
Nacional, de la que llegó a ser secretario. A instancias suyas se avanzó en la
instauración del laicismo en la educación pública. Tras oponerse a la ejecución de Luis XVI y
criticar el proyecto de constitución de los jacobinos fue acusado y condenado
por traición, lo que lo obligó a refugiarse en la casa de una amiga durante
algunos meses. Intentó huir de París, pero fue detenido. A los pocos días murió
en su celda. Algunos han señalado al suicidio como probable causa de muerte.
Philippe Van Parijs 1 lo incluye en
su galería de precursores de la idea del ingreso ciudadano y señala que “hacia
finales del siglo XVIII surgió una idea diferente que iba a desempeñar un papel
aún mayor en el alivio de la pobreza en toda Europa. La primera persona
conocida que esbozó la idea fue el matemático, filósofo y activista político
Antoine Caritat, marqués de Condorcet… Mientras estuvo escondido, escribió su
obra más sistemática, el “Esbozo de un cuadro histórico de los progresos del
espíritu humano” (publicado póstumamente por su viuda en 1795), cuyo último
capítulo contiene un breve esbozo de cómo podría ser un seguro social y cómo
podría reducir la desigualdad, la inseguridad y la pobreza”.
Dejemos que Condorcet lo diga con sus propias
palabras: “Existe, por tanto, una causa necesaria de desigualdad, de
dependencia e incluso de miseria, que amenaza constantemente a la clase más
numerosa y activa de nuestras sociedades. Demostraremos que podemos eliminarla
en gran medida, oponiendo la suerte a sí misma, asegurando a quienes llegan a
la vejez un alivio que es producto de lo que ahorró, pero aumentado por los
ahorros de aquellos que hicieron el mismo sacrificio pero murieron antes de que
llegara el momento en que necesitaban recoger su fruto; utilizando una
compensación similar para proporcionar a las mujeres y a los niños, en el
momento de perder a sus maridos o a sus padres, recursos del mismo nivel y
adquiridos al mismo precio, ya sea que la familia en cuestión haya sufrido una
muerte prematura…; y, finalmente, dando a aquellos niños que tienen edad
suficiente para trabajar por sí solos y fundan una nueva familia, la ventaja de
un capital necesario para el desarrollo de su actividad”. Es decir, tal como plantea Van Parijs, que “esta
idea distinta terminará dando forma, un siglo después, al desarrollo de los
masivos sistemas de seguridad social de Europa, comenzando con los planes de
pensiones de vejez y de seguro médico de Otto von Bismarck para la fuerza
laboral industrial de la Alemania unificada (desde 1883 en adelante)”.
Pjilippe Van Parijs enfatiza que “es el mismo
Marqués de Condorcet quien fue el primero en mencionar brevemente, en el
contexto de su discusión sobre el seguro social, la idea de una prestación no
restringida ni a los pobres (merecedores de nuestra compasión) ni a los
asegurados (acreedores a una indemnización si el riesgo se materializa), es
decir, la idea de “dar a aquellos niños que tengan edad suficiente para
trabajar por sí mismos y fundar una nueva familia la ventaja de un capital
necesario para el desarrollo de su actividad”. No se sabe que el propio
Condorcet haya dicho o escrito nada más sobre el tema, pero su amigo cercano y
miembro de la Convención Thomas Paine (1737-1809) desarrolló la idea con mucho
mayor detalle, dos años después de la muerte de Condorcet”. Es evidente que
Thomas Paine puede haberse nutrido de las ideas de su amigo, con quien también
compartió el destino de la persecución y la cárcel, aunque el revolucionario
inglés pudo salir de ella con vida.
¿Qué hace que sea pertinente recordar y
rescatar hoy el legado intelectual de Condorcet? Las respuestas pueden ser variadas, pero
podríamos arriesgar que sus ideas podrían ser particularmente valiosas y
fecundas en un momento histórico en el que Occidente se encuentra asediado por
dentro y por fuera, por dentro por parte de quienes aparecen – a izquierda y
derecha - como los traidores de sus mejores tradiciones liberales y humanistas.
-
Publicado en el diario la Calle el 2 de Junio
de 2024.-
No hay comentarios.:
Publicar un comentario