Uno de mis placeres porteños es
caminar por calle Corrientes y hurgar sin ningún plan preestablecido en
librerías que ofrecen libros viejos y baratos. Siempre aparece algo
interesante. Esta semana, entre otros, me encontré con un ejemplar de una obra
de Rubén Giustiniani, “El socialismo de Alfredo Palacios”, que me resultó muy
útil para rescatar algunos aspectos de la influencia del liberalismo clásico en
el ideario del legendario legislador socialista de la ciudad de Buenos
Aires.
Comienza diciendo Rubén
Giustiniani que “en la tarde del 13 de
marzo de 1904, como salidos de “El crepúsculo” de Quinquela Martín, los obreros
de la Boca festejaban la llegada del primer diputado socialista de América al
Congreso de la Nación. La modificación del régimen electoral que el ministro
Joaquín González pone en vigencia a partir de un plan político del Presidente
Julio Roca determinó la división de la ciudad de Buenos Aires en veinte
circunscripciones donde cada una de ellas elegía sus representantes a la Cámara
de Diputados. El barrio de la Boca era la expresión de la nueva Argentina. Las
casas de zinc en los doscientos conventillos albergaban a los obreros de los
astilleros, los marinos y los pescadores en la pobreza y el hacinamiento. En
esa abigarrada población abundaban los garibaldinos, los masones, los
anticlericales, los abstenidos radicales. Serán ellos los protagonistas de la
histórica elección”.
Cuando me refiero a las
influencias del liberalismo clásico en el socialismo de Palacios no aludo
solamente a la dimensión política propia de la democracia republicana, en la
que de manera igualitaria se reconocen a los individuos derechos y garantías
para el ejercicio de su autodeterminación. Hablo también de la dimensión
económica, que interactúa con aquella y la complementa, dando lugar a lo que
algunos han denominado la democracia social. Esta veta liberal progresista puede
observarse en al menos dos grandes tópicos de la política económica: las
tensiones entre el libre comercio y el proteccionismo y la cuestión del acceso
a la tierra por parte de los trabajadores.
Continúa Giustiniani su prólogo
aseverando que “recorrer la obra de
Alfredo Palacios es transitar caminos de increíble actualidad”. El libro
contiene textos del propio legislador socialista, que – efectivamente –
revisten una notable vigencia.
Escribió Alfredo Palacios en su
rechazada tesis doctoral: “Los mismos factores
determinantes del sistema económico que hunde en la miseria a millares de
proletarios en la decrépita Europa, aparecen en este pueblo de vejez prematura
y de incapacidad política… Los presupuestos de gastos arrojan cifras cada vez
mayores. El sistema proteccionista, proclamado por el gobierno, favorece a unos
cuantos industriales con detrimento de los consumidores. Los impuestos internos
y de Aduana, como la gota de aceite, van extendiendo cada vez más su esfera…”. Nada
nuevo bajo el sol; Palacios parece estar describiendo la realidad argentina contemporánea,
la de trabajadores y consumidores castigados por impuestos regresivos y
distorsivos y por los altísimos precios de bienes producidos por empresarios
acostumbrados a “cazar en el zoológico”. La Historia suele ser más compleja que
las simplificaciones maniqueas y absurdas que se pretenden instalar a veces
como verdades reveladas. No es demasiado frecuente que se recuerde al
socialista Palacios condenando el proteccionismo para defender los derechos de
los consumidores frente al gobierno conservador de Roca.
La otra cuestión es la del acceso
a la tierra, uno de los tres factores de producción de la economía clásica,
junto al trabajo y al capital, pero sin confundirse nunca con éste, pues son de
naturaleza diferente. Dirá Alfredo Palacios en el Congreso de la Nación en
1940: “nuestras leyes de tierras, mal
aplicadas, han permitido la expansión del latifundio que destruye el vigor de
los pueblos en vez de facilitar la colonización… Nuestro campo se habría
poblado con la aplicación honesta de una ley de colonización y con la
implantación del sistema de impuesto al mayor valor de la tierra que debía
regir antes de efectuarse expropiaciones para entregar la tierra al productor…
Tal sistema impositivo favorecería la división de la tierra, porque el
propietario abandonaría su actitud pasiva, en espera del mayor valor; atenuaría
la especulación, el viejo enemigo de la pequeña propiedad rural triunfante de
las leyes agrarias y que contribuye a detener la población preparando grandes
convulsiones para el futuro; regularizaría las fluctuaciones del valor y
propendería a que la tierra fuera entregada al trabajo… Urge un sistema fiscal
que permita al Estado apoderarse, en relativa proporción, del aumento del precio
del suelo, facilitando la adquisición de la tierra a los que quieran
trabajarla. Se trataría de tomar una parte de los valores producidos por el
trabajo de la sociedad…”. Los ecos de la obra del economista norteamericano
Henry George y de los economistas clásicos ingleses son evidentes.
El último legislador nacional que propuso una reforma tributaria tendiente a crear algo parecido al sistema propuesto por Alfredo Palacios fue el Dr. Eduardo Conesa, del Partido Demócrata de la Ciudad de Buenos Aires. Paradojas, o no tanto, de la Argentina contemporánea.-
Publicado en el diario La Calle el día 25 de Septiembre de 2022.-
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