Por José Antonio Artusi
Aldo Neri nació en Bahía Blanca
el 19 de Octubre de 1930 y murió en Buenos Aires hace unos días, el 21 de
Septiembre de 2023, cerca de cumplir 93 años.
Médico egresado de la Universidad
de Buenos Aires, su trayectoria académica y profesional es extensa; profesor
universitario, director de la Escuela de
Salud Pública de la Universidad de Buenos Aires, presidente del Consejo de
Salud de la provincia de Río Negro, consultor de organismos internacionales
como la Organización Mundial de la Salud, el Banco Mundial y la Organización de
Estados Americanos.
Se incorporó al radicalismo en
los 70 y acompañó a Raúl Alfonsín en la consolidación del Movimiento de Renovación
y Cambio. Asumió como Ministro de Salud y Bienestar Social el 10 de Diciembre
de 1983. Su gestión enfrentó las dificultades propias de aquella compleja
transición, pero aún así llevó adelante políticas públicas exitosas y otras que
no contaron con condiciones adecuadas y que todavía son asignaturas pendientes,
tales como una profunda reforma estructural del sistema de atención sanitaria a
través del Seguro Nacional de Salud. En el nuevo sistema, las obras sociales se
independizarían de los sindicatos y actuarían como entidades autónomas, pero
integradas en un sistema articulado y eficiente, que brindara equidad y
calidad.
Aldo Neri fue diputado nacional
por la Unión Cívica Radical entre 1987 y 1991 y entre 2001 y 2005. En 1988
recibió de la Organización Mundial de la Salud la medalla "Salud para
todos". En 2019 recibió la Mención de Honor Senador Domingo Faustino
Sarmiento del Senado de la Nación. Fue uno de los fundadores de la Red
Argentina de Ingreso Ciudadano e integró su comisión directiva. Fue uno de los
principales defensores y divulgadores de la idea del ingreso ciudadano en
nuestro país.
Además de innumerables artículos,
columnas de opinión y trabajos científicos, publicó tres libros: Salud y
Política Social (1982), Sur, penuria y después (1995) y Claves de Política
Social (2004).
Aldo Neri fue un adelantado a su
tiempo. Veía más lejos y mejor, con más claridad y lucidez que la media de los
dirigentes políticos argentinos. Supo aplicar como pocos el consejo de Carlos
Matus, el gran teórico chileno de la planificación estratégica: “tecnificar la
política y politizar la técnica”. Era un profundo conocedor de las implicancias
teóricas de las políticas de salud pública y de las políticas sociales en
general y a la vez era un político consciente de las limitaciones que a veces
impone la realidad, que hay que ir destrabando con paciencia, conocimiento, y
voluntad política. Por eso, su rol como intelectual, como escritor, como
divulgador, como formador, estuvo complementado de manera coherente y comprometida
con su carrera pública como funcionario, legislador y dirigente político.
No lo conocí personalmente más
que en breves charlas en ocasión de un par de conferencias, pero no por ello
dejé de recibir la noticia de su muerte con gran pesar. Sentí que se iba uno de
los mejores de los nuestros, alguien que nos hacía falta, quizás más que nunca,
para iluminar el camino con la potencia de sus ideas. Obviamente, no fui el
único en sentir algo parecido. Agustín Campero lo definió como “un protagonista
de los años dorados de nuestra democracia. Sabio, equilibrado, generoso,
justo”. Lilita Puig lo caracterizó como “un hombre bueno. Un político dedicado
a buscar los consensos manteniendo los principios... La clase de personas que
no muere porque sembró convivencia democrática”. Fabián Bosoer lo recordó como
“un interlocutor siempre autorizado y reconocido dentro y fuera de las filas de
su partido. Y un talante siempre caracterizado por la amabilidad, la gentileza
y el buen humor”.
Dije que el mejor homenaje a su
memoria será trabajar denodadamente para hacer realidad sus ideas. Por eso el
primer paso es conocerlas. Nos quedan sus libros y sus artículos, de inusitada
vigencia. En uno de los últimos que publicó el diario La Nación, el 6 de Enero de
2017, escribió estas palabras, que reproducimos a modo de agradecimiento y despedida,
sabiendo que tendremos que volver a usar sus textos como insumo para el debate:
“Maquiavelo apuntaba que "el
promotor (de reformas) tiene por enemigos a todos aquellos que sacaban provecho
del viejo orden y encuentra unos defensores tímidos en todos los que se verían
beneficiados por el nuevo". No obstante ello, un proyecto político claro,
que no tenga apuro por llenar las legislaturas, induciendo la discusión de
estos temas y rescatando el concepto de ciudadanía, como superior al de
integrante de una corporación -religiosa, profesional, sindical, armada,
empresarial, piquetera- puede aportar al cambio cultural.
Y así se discutirían asuntos de
la democracia como una seguridad social universal basada en la condición de
ciudadanía y superadora de la originada en el mercado laboral formal; un
ingreso ciudadano universal e igualitario, a la altura de las posibilidades
fiscales, que dé flexibilidad al destino laboral de las personas y sustituya
algunos beneficios de la seguridad social y la maraña de programas
asistenciales; un régimen impositivo que colabore en la redistribución del
ingreso sin desalentar la inversión realmente productiva; un transporte público
que sea una opción para la ciudadanía; un servicio de salud y educación,
estatal o privado, totalmente igualitario, que no entre en la mercantilización
de mercado -como ahora la salud- y no sea tributario de corporaciones y clases
sociales; un urbanismo que integre a la población y no la fragmente; ¿no es un
programa estimulante? Tal vez se trate de un sueño; pero el sueño, en política,
es el impulso para caminar, como lo sabían Luther King y Mandela”.-
Publicado el 1º de Octubre de 2023.-
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