miércoles, 26 de enero de 2022

THOMAS PAINE Y MILTON FRIEDMAN


 Por José Antonio Artusi

 Me referí la semana pasada a Thomas Paine, y dije de él que fue “uno de los pioneros más lúcidos de una propuesta que se ha vuelto a debatir intensamente en todo el mundo: el ingreso ciudadano, o ingreso básico universal”. Es posible, pero muy infrecuente,  vincular las ideas de Thomas Paine con las de alguien más cercano en el tiempo y con el que no se lo suele emparentar, el economista estadounidense Milton Friedman. Reivindico a menudo al menos dos de sus planteos: la consideración del impuesto al valor del suelo libre de mejoras como el “menos malo”, en sus propias palabras, el argumento de Henry George; y la propuesta de un impuesto negativo a la renta, quizás la forma más simple y práctica de implementar un sistema de ingreso ciudadano de carácter universal e incondicional. Suelo encontrar respuestas que denotan cierta sorpresa frente a mi defensa de ideas esgrimidas por un economista al que se rotula como “neoliberal”, al que por lo tanto hay que cancelar sin más trámite. Es en esos momentos cuando me acuerdo del consejo de Raúl Alfonsín, “no sigan a hombres, sigan a ideas…”. Y en esas dos ideas, al menos, Milton Friedman no se equivocó. Por el contrario, son un marco conceptual plenamente vigente, que espera la lucidez y el compromiso de gobernantes que los hagan realidad por medio de políticas públicas concretas. No debería ser necesario que aclare – pero por las dudas lo hago – que mi coincidencia con esas dos propuestas no es en absoluto incompatible con diferencias con otras, y aún más, mi rechazo a algunos de sus posicionamientos políticos.  

Milton Friedman nació el 31 de Julio de 1912 en New York y murió en San Francisco el 16 de Noviembre de 2006.  Recibió el Premio Nobel de Economía en 1976. Curiosamente (o no tanto), es rarísimo o directamente imposible encontrar entre sus seguidores conservadores adhesiones a alguna de estas dos ideas. El propio Friedman lo advirtió en su momento, y a propósito del impuesto negativo a la renta manifestó que la iniciativa fue recibida “con considerable (aunque lejos de unánime) entusiasmo en la izquierda y con considerable (aunque, de nuevo, lejos de unánime) hostilidad por la derecha”.       

En una entrevista en 1978 Milton Friedman declaró que “todos los impuestos son antagonistas de la libre empresa, pero de todos modos necesitamos impuestos. Entonces la cuestión es, cuáles son los impuestos menos malos? En mi opinión, el impuesto menos malo es el impuesto a la propiedad sobre el valor de la tierra libre de mejoras, el argumento de Henry George de hace tantos, tantos años…”. Y agregó que el siguiente menos malo es el impuesto a los ingresos por encima de un mínimo no imponible con una tasa fija.

En un interesante reportaje imaginario a Henry George publicado en La Nación en 2009, Juan Carlos de Pablo lo presenta como “el padre de la criatura, el norteamericano Henry George (1839-1897)… que en “Progreso y pobreza”, publicado en 1879, propuso precisamente reemplazar todos los impuestos por uno a la tierra”; y le hace decir que “los modernos entusiastas del impuesto a la tierra… le prestan atención al hecho de que ese impuesto, al ser independiente del nivel de producción, no distorsiona las decisiones privadas y maximiza los esfuerzos del productor. Esa es la razón por la cual entusiasmaba tanto a Milton Friedman”.    

La otra idea, el impuesto negativo a la renta, se trata de un crédito fiscal que – como todos – puede reducir el monto del impuesto a pagar por el contribuyente. Pero, a diferencia otros créditos fiscales, se otorga incluso si el ciudadano no debe pagar nada de impuesto.  

Una forma sencilla de implementar un impuesto negativo a la renta (o mejor dicho, a las ganancias)  podría consistir en  establecer un ingreso ciudadano, de carácter absolutamente universal e incondicional, que reciben todos los habitantes adultos. Adicionalmente podría pensarse en un ingreso ciudadano a la niñez, de menor cuantía, como el que propuso en su momento Elisa Carrió, sustitutivo de la AUH y otros subsidios condicionados (los famosos “planes”, que caen en la “trampa de la pobreza”, vale decir que desincentivan el trabajo y la formalidad laboral), las asignaciones familiares y las deducciones por hijo en el impuesto a las ganancias. El impuesto tendría un mínimo no imponible y una tasa nominal fija. La persona que no recibe ningún ingreso recibiría el 100% del ingreso ciudadano como transferencia mensual. Por debajo de determinado monto de ingresos, que daría como resultado un monto a pagar menor a la cuantía del ingreso ciudadano, la persona recibiría como transferencia neta la diferencia. Por encima de ese monto de indiferencia, que daría como resultado un monto a pagar mayor al ingreso ciudadano, la persona debería abonar la diferencia en su pago del impuesto. Lo interesante del sistema es que la combinación de una tasa nominal fija, no progresiva, con un mínimo no imponible y con un ingreso ciudadano igualitario como crédito fiscal es que las tasas reales del impuesto a pagar se transforman automáticamente en progresivas, vale decir aquellos que ganan más pagan un porcentaje mayor de sus ingresos, sin necesidad de tablas escalonadas que suelen generar problemas y en algunos casos desincentivan a los trabajadores a trabajar más. Hay un antecedente muy reciente e ilustrativo al respecto de empleados de Toyota en nuestro país. La reforma propuesta debería abarcar la eliminación de diversos impuestos, entre ellos el monotributo. Todos estarían en igualdad de condiciones en el mismo régimen. Ello no quiere decir que todos pasarían a pagar ganancias. Es evidente que resulta clave en este sentido la determinación de 3 variables: el monto del ingreso ciudadano o crédito fiscal, el mínimo no imponible, y la tasa del impuesto. Resultaría muy interesante que especialistas en la cuestión hagan simulaciones con información estadística actualizada para analizar el impacto de diversas hipótesis combinando diferentes valores para esas variables.

Mucho menos estudiada, por no decir no estudiada en absoluto, es la idea de aplicar el mismo concepto básico de la tributación negativa al impuesto al valor del suelo libre de mejoras, generando en este caso un crédito fiscal a aplicar sobre dicho impuesto. También aquí el tributo debería tener un mínimo no imponible y una tasa nominal fija. La persona que no es propietaria de ningún bien inmueble recibiría el 100% del crédito fiscal. La persona que posee un inmueble valuado por debajo de determinado monto, que daría como resultado un monto a pagar menor al crédito fiscal, percibiría como transferencia neta la diferencia. La persona que posee uno o varios inmuebles, cuyo valor sumado supera ese monto de indiferencia, que daría como resultado un monto de impuesto a pagar mayor al crédito fiscal, debería abonar la diferencia en su pago del impuesto. También aquí la combinación de una tasa nominal fija, no progresiva, con un mínimo no imponible y con un crédito fiscal dan como resultado que las tasas reales del impuesto a pagar se transforman automáticamente en progresivas, vale decir aquellos que son propietarios de suelo de mayor valor  pagan un porcentaje mayor de su patrimonio.

Eduardo Conesa propuso en 2016 siendo diputado nacional una reforma tributaria en la que el impuesto al valor del suelo libre de mejoras podía computarse a cuenta del impuesto a las ganancias. Incorporando una cláusula en este sentido los dos impuestos negativos mencionados – a las ganancias y al valor del suelo – se vincularían de manera sistémica, generando diversas posibilidades de combinaciones. Podría ser que el impuesto al suelo abonado por el propietario sea mayor que su liquidación de ganancias, y por lo tanto directamente no pagaría este tributo. O podría ser que resulte menor, en cuyo caso descontaría el monto abonado en concepto de impuesto al suelo de su liquidación de ganancias. En este caso, la tasa real del impuesto a las ganancias sería aún menor.

Una reforma tributaria de este tipo debería implicar la eliminación por completo (y en algunos pocos casos la reducción) de diversos malos impuestos, tanto nacionales como provinciales: monotributo, bienes personales, ganancia mínima presunta, retenciones a las exportaciones, aranceles desmedidos a las importaciones, ingresos brutos, sellos, etc.   

Se pasaría de esa manera a un esquema en el que desaparecerían tributos regresivos y distorsivos y el sistema se basaría mucho más en los que Milton Friedman consideraba los dos menos peores impuestos. Y nos habríamos aproximado muchísimo a lo que propuso Thomas Paine en 1795. Estaríamos en presencia de algo que para muchos es una utopía pero que se debate cada vez más en el mundo desarrollado: un ingreso ciudadano financiado por la recuperación de la valorización del suelo. En Corea uno de los candidatos presidenciales para las elecciones del próximo 9 de Marzo, Jaemyung Lee, tiene entre sus propuestas medidas de este tipo.

Un documento del Observatorio Fiscal de la Pontifica Universidad Javeriana de Bogotá de 2020 titulado “El impuesto negativo a la renta de Friedman: ¿un camino para hacer realidad la renta básica?” (en algunos países el término “renta básica” es utilizado para referirse al ingreso ciudadano o ingreso básico universal) finaliza diciendo que “las ideas de Milton Friedman, fallecido en 2006, podrían ayudar a que sectores en pugna se pongan de acuerdo para nivelar la cancha a favor de los más pobres y contribuir así a sacar a más ciudadanos de la pobreza. Si de privilegian los intereses de quienes más necesitan de estas miradas, es una idea que fácilmente podría ponerse en práctica. Veremos si lo hacen”. Quizás el primer paso consista en elevar la calidad del debate, y no dejarnos llevar por las etiquetas y los rótulos, sino más bien analizar las ideas por sus méritos intrínsecos, despojados de prejuicios.-


Publicado en el diario La Calle el dìa 23 de enero de 2022.-

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miércoles, 19 de enero de 2022

CALLES QUE FALTAN: THOMAS PAINE

 Por José Antonio Artusi

Se cumplirán el 29 de Enero 285 años del nacimiento de Thomas Paine, en Thetford, Inglaterra, en 1737. Murió en Nueva York el 8 de julio de 1809. Revolucionario,  republicano, liberal, fue uno de los padres fundadores de los Estados Unidos, protagonista importante de la Revolución Francesa, autor de textos que tuvieron enorme influencia en las ideas y en las luchas políticas de su tiempo, y uno de los pioneros más lúcidos de una propuesta que se ha vuelto a debatir intensamente en todo el mundo: el ingreso ciudadano, o ingreso básico universal. Sin embargo, su nombre es prácticamente desconocido y se lo recuerda muy poco.

Por qué deberíamos homenajearlo nosotros?. La trascendencia de sus aportes, el ejemplo de su conducta, y la vigencia imperecedera de sus escritos quizás deberían ser causa suficiente, pero podríamos agregar que además de eso tuvo una influencia gravitante, aunque indirecta, en muchos de nuestros próceres. Se sabe que Artigas y San Martín conocieron algunos de sus libros. Es evidente la influencia de las teorías del inglés en la política de tierras de Artigas; y San Martín cruzó los Andes con varios ejemplares de obras de Paine en sus alforjas. A la independencia había que asegurarla con la fuerza de las armas, pero también con la luz de las ideas.

Thomas Paine advirtió con genialidad, anticipándose de alguna manera a Henry George y a otros, que había ciertos bienes comunes creados por la naturaleza que debían ponerse a disposición de todos en condiciones de igualdad, y que la privatización originaria de los recursos naturales y el suelo había generado una suerte de desposesión que se había transmitido de generación en generación, imposibilitando de esa manera el afianzamiento de una sociedad genuinamente democrática e igualitaria. Paine no creyó que el remedio consistiera en la socialización de los medios de producción, sino en la garantía de un piso común de oportunidades, una suerte de indemnización universal de esa desposesión originaria, que concrete las condiciones materiales de la libertad, y en cuyo marco las personas puedan obtener legítimamente todo el producto de su esfuerzo y su trabajo. Se trata de una posición en línea con los postulados del liberalismo clásico, el de Adam Smith entre otros, que veían en la concentración de la propiedad de la tierra y en la especulación inmobiliaria uno de los factores que atentaban contra el desarrollo de un sistema capitalista competitivo y con igualdad de oportunidades. En propias palabras de Paine: “El cultivo de la tierra es una de las mayores mejoras naturales jamás hecha por la invención humana. Ha decuplicado el valor de la tierra. Pero el monopolio de la propiedad agraria que empezó con el cultivo ha generado también el mayor daño. Ha desposeído a más de la mitad de los habitantes de todas las naciones de su herencia natural, sin ofrecerles a trueque, como debería haberse hecho, indemnización alguna por esa pérdida, lo que ha generado una suerte de pobreza y de desdicha que no existían antes. Al abogar a favor de los así desposeídos abogo por un derecho, no predico caridad”.

Bertrand Russell, otro inglés egregio, dirá de él, explicando de alguna manera su falta de reconocimiento póstumo: “Para nuestros tatarabuelos era una especie de Satán terrenal, un infiel subversivo, rebelde contra su Dios y contra su rey. Se ganó la hostilidad de tres hombres a quienes no se suele relacionar: Pitt, Robespierre y Washington. De éstos, los dos primeros trataron de matarle, mientras el tercero se abstuvo cuidadosamente de salvar su vida. Pitt y Washington lo odiaban porque era demócrata, Robespierre, porque se opuso a su régimen del Terror. Su destino fue siempre ser honrado por los pueblos y odiado por los gobiernos.”

Quizás haya llegado la hora de honrarlo, por pueblos y gobiernos, tomando sus ideas como insumos para construir una verdadera democracia republicana, en la que los ideales de la libertad, la igualdad y la fraternidad no sean meras expresiones vacías.-


Publicado en el diario La Calle el día 16 de Enero de 2022.- 

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LA REFORMA TRIBUTARIA QUE ARTURO ILLIA NO PUDO CONCRETAR

Por José Antonio Artusi

En menos de 3 años la gestión presidencial de Arturo Illia tuvo logros notables, que hoy parecen casi increíbles: Crecimiento del PBI del 10,3% en 1964 y del 9,1% en 1965. Crecimiento del PBI industrial del 18,9% en 1964 y 13,8% en 1965. Disminución de la deuda externa de 3.400 millones a 2.600 millones de dólares. Crecimiento del salario real un 9,6% entre 1963 y 1964. Descenso de la desocupación de 8,8% en 1963 a 5,2% en 1966. Apertura de mercados externos, inversión record en educación pública, ley de medicamentos, etc, etc..   

Importa analizar esos logros e indagar en las causas que los originaron, pero vale la pena también asomarse a lo que pudo haber sido y no fue, el ambicioso programa de reformas que estaba previsto o en marcha y que lamentablemente quedó trunco por el nefasto accionar de los sectores que alentaron, propiciaron y consumaron el golpe de Estado que lo desalojó del gobierno, vale decir las fuerzas armadas, la burocracia sindical con la anuencia de Perón, sectores empresariales,   periodistas, etc..

Eduardo Conesa considera que “el economista que primero y mejor señalara en nuestro país los efectos perniciosos de las sobrevaluaciones cambiarias fue Don Raúl Prebisch quien afirmara en 1956: “Hay que dar incentivos para que la actividad privada produzca más y mejor. La inflación ha contribuido poderosamente a destruir esos incentivos. El funesto propósito de reprimir sus consecuencias mediante el tipo de cambio artificialmente bajo ha privado de estímulo a la producción agropecuaria llevándola a una grave postración”…”. Y enfatiza que “particularmente interesante en este punto fue la gestión del Dr. Arturo Illia. Este presidente por consejo directo de Prebisch indexó el tipo de cambio con un sistema que se denominó “crawling peg”, adoptado por muchos países con inflación que, sin embargo, no querían cometer el grave error de sobrevaluar su propia moneda y matar así la gallina de los huevos de oro, que son las exportaciones.”

Es interesante resaltar que los inmensos logros de esa gestión se obtuvieron en un escenario signado por términos de intercambio sumamente desfavorables. En efecto, Conesa incluye a la de Illia “entre las presidencias más castigadas por los términos de intercambio”.          

Para Eduardo Conesa la gestión de Illia “fue brillante. Indexó el tipo de cambio para  evitar que la inflación lleve a la sobrevaluación cambiaria y de esta manera promover las exportaciones. Puso en marcha las grandes inversiones que en los sectores básicos de la economía se habían efectuado en la época de Frondizi. Por eso, la economía argentina, ya liberada de la foreign exchange constraint, en los años 1964 y 1965, pudo alcanzar tasas de crecimiento altísimas del orden del 8% anual. Además… los salarios reales se mantuvieron altos durante el gobierno de Illia, lo cual fue consecuencia también de las fuertes inversiones del período de Frondizi y de la misma remoción de la limitación externa al crecimiento llevada a cabo por el desarrollismo frondicista.”           

Arturo Illia tenía perfectamente en claro que la democracia política necesitaba bases materiales, económicas, para afianzarse y consolidarse. En su primer mensaje al Congreso manifestó: “La esencia de la democracia no queda debidamente expresada por estructuras meramente jurídicas o por líricas afirmaciones de dignidad humana o de igualdad de los hombres ante la ley...El propósito

de perfeccionamiento de nuestra democracia...no podrá lograrse a no ser que estemos resueltos a aceptar modificaciones sustanciales en las actuales estructuras económico-sociales de nuestro país".

Es particularmente interesante analizar la reforma tributaria que se intentó implementar durante su gobierno, iniciativa lamentablemente frustrada por su derrocamiento pero que iba a tener – paradójicamente – algunos elementos que iban a ser rescatados por la gestión del dictador Onganía. José Antonio Sánchez Román señala que “a mediados de la década de 1960, el gobierno de Arturo Illia propuso primero un impuesto nacional a la renta potencial de la tierra. Es decir, se trataba de un gravamen que afectaba a lo que se consideraba rentabilidad “normal” de la tierra de acuerdo a una evaluación previa y no sobre los beneficios reales obtenidos. El objetivo era reemplazar el impuesto a los réditos para el campo y aumentar la productividad, al estimular a los propietarios a incrementar su producción hasta los niveles de rentabilidad “normal” o superiores. Los propietarios y algunos economistas y políticos vieron en este gravamen un peligroso impuesto al patrimonio… La propuesta de Illia encontró una resistencia frontal de los propietarios rurales (y en general de todos los representantes empresariales). El sucesor de Illia, el gobierno autoritario de Onganía, introdujo un impuesto a la renta potencial, como parte de las políticas económicas de su ministro Adalbert Krieger Vasena. El impuesto era más moderado que el diseñado por la administración Illia y su objetivo declarado era “modernizar” el campo antes que contribuir a una mayor justicia social. A pesar de estas características, y de las credenciales conservadoras del gobierno, los propietarios rurales se opusieron a la reforma, que finalmente se implantó en 1969 en una versión muy moderada”. Debe quedar claro que gravar la renta de la tierra es en cierto sentido similar a gravar su valor, pues éste no es otra cosa que la renta capitalizada.  

Silvia Lazzaro considera que “desde la Secretaría de Estado de Agricultura y Ganadería se realizó un certero diagnóstico respecto a los principales problemas que afectaban directamente al desarrollo de la actividad agraria: proteccionismo indiscriminado a la industria y distorsión en el desarrollo agropecuario; falta de equilibrio de la capitalización del sector; política impositiva contraproducente; crédito limitado a la actividad rural; mayores precios que no se tradujeron en aumentos de producción; detención del proceso de subdivisión de la tierra; leyes de arrendamiento en vigencia que no estimularon la mayor productividad; acción colonizadora limitada; reducción de la superficie dedicada a la producción agrícola, tendiendo a formas más extensivas de explotación;

estancamiento o disminución de la densidad ganadera; tendencia negativa de los rendimientos unitarios de los principales cultivos de la región pampeana; baja rentabilidad de la empresa agropecuaria; reducción del salario rural; paulatina destrucción del suelo; y enseñanza agrícola estancada y en algunos casos anacrónica, entre los principales problemas que se presentaban como desafíos a enfrentar.” “En este contexto, - continúa la mencionada autora - las principales líneas de acción que se propuso el gobierno apuntaron a problemas tales como el régimen impositivo; la tenencia de la tierra; el crédito agrario; la capacitación técnica; y a tratar de lograr un reajuste en la política de desarrollo de la industria, sugiriendo al respecto la necesidad de coordinar más estrechamente el crecimiento industrial y el agrario, en tanto éste requiere cada vez más insumos de origen industrial. El núcleo de las instancias a cumplir, en lo que hacía a la política agraria, se asentaba en el propósito de evitar la inversión especulativa en tierras y la subutilización de la capacidad productiva de las mismas, sobre todo en relación con la capacidad potencial de la tierra, lo que posibilitaría un crecimiento acelerado de la producción agropecuaria pampeana... Los aspectos sobre los que se hacía especial referencia eran el régimen impositivo, la tenencia de la tierra, el crédito industrial y el ajuste de la política de desarrollo industrial. En materia impositiva el objeto básico sería la incentivación de la inversión de capital y trabajo para el logro de una mayor productividad rural; para ello los impuestos directos a la producción agrícola, así como los que gravan la renta real de la empresa rural, deberían ser sustituidos progresivamente por otros que graven la unidad de superficie aprovechable de acuerdo con su productividad potencial. De esta manera se esperaba que los empresarios rurales se vieran alentados a producir al máximo de sus reales posibilidades por razones de propia conveniencia, al recibir el producto íntegro de esa mayor producción, "...y quienes así no lo hagan sufrirán una gradual descapitalización por acción del impuesto, lo que inducirá a transferir el bien a quien se encuentre más capacitado técnica y económicamente para obtener de ella toda la renta que potencialmente es factible que produzca...Además la tierra perderá parte de su valor especulativo haciéndose así un bien más fácilmente asequible."

Estaba en marcha, como se ve, una reforma tributaria que si bien estaba limitada al suelo rural podía perfectamente luego complementarse con normas que se aplicaran al mayor valor del suelo urbano, cada vez más significativo. La asequibilidad al suelo para trabajar y para vivir habría tenido de esa manera un impulso significativo. Lamentablemente, dicha reforma, y otras de carácter progresista y transformador que la complementaban, quedó trunca. Buena parte, por no decir todos, de los problemas que Illia identificó como trabas para nuestro desarrollo y la democracia social siguen ahí, la enorme mayoría de ellos agravados por décadas de marchas y contramarchas y políticas desacertadas. Durante su gestión presidencial se pusieron en marcha iniciativas basadas en ideas que planteaban correctamente la raíz de los problemas y formulaban los remedios adecuados.   

Es nuestra responsabilidad rescatar esas ideas y actualizarlas para que sirvan como insumo en el diseño de políticas públicas que hagan realidad la gran revolución pacífica y democrática por la que Arturo Illia luchó toda su vida.    

 

BIBLIOGRAFÍA

 

Conesa, Eduardo y Rey , Luis Alberto. 2020. Economía Polìtica Argentina. Buenos Aires : Prosa Editores, 2020.

Lázzaro, Silvia. 2003. El problema agrario durante el gobierno de Arturo Illia. Memoria académica. [En línea] 2003. [Citado el: 19 de Enero de 2022.] https://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.10767/pr.10767.pdf.

Sánchez Román, José Antonio. 2014. Impuestos y terratenientes en la Argentina: Un balance . Memoria académica. [En línea] 2014. [Citado el: 19 de Enero de 2022.] https://memoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.6727/pr.6727.pdf.

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sábado, 15 de enero de 2022

CALLES QUE FALTAN: JULIO ARGENTINO ROCA

 

Por José Antonio Artusi

El Concejo Deliberante de Trelew ha sancionado una ordenanza por la que se retira la denominación “Julio Argentino Roca” a una de sus principales calles.

La cultura de la cancelación y las políticas identitarias postmodernas (o antimodernas) están haciendo estragos en Occidente. Una de las formas que estos desvaríos adquieren en Argentina consiste en la demonización de la figura de Roca. Como todo hombre público, cometió errores y tuvo aciertos, pero a veces da la impresión de que se lo combate y descalifica más por los segundos que por los primeros, aunque no se lo reconozca explícitamente. Roca encarnó como pocos la fuerza progresista y modernizadora - con sus luces y sombras, como en todo el mundo - del liberalismo capitalista del siglo XIX, y muchos nostálgicos del viejo orden - colonial, feudal, reaccionario y clerical - no se lo perdonan. 

Roca nació en Tucumán el 17 de Julio de 1943 y murió en Buenos Aires el 19 de Octubre de 1914. Entre 1856 y 1858 estudió en el Colegio del Uruguay. Hay cosas para criticarle a Roca? Por supuesto. Seguramente muchas. Yo me centraría en la falta de una política que garantice el acceso generalizado a la tierra para vivir y para trabajar. En eso toda la generación del 80 falló rotundamente. Algunos como Sarmiento y más tarde Roque Saenz Peña, siguiendo a Belgrano, Rivadavia y Esteban Echeverría, lo vieron claramente, y quisieron solucionarlo, pero no pudieron.

De todos modos, como militar y como presidente de la República en dos ocasiones Roca  tuvo también muchísimos logros que lo hacen merecedor de un lugar destacado en nuestra Historia. La brevedad de estas líneas me obliga a seleccionar uno de tantos, y en ese caso me inclino por la sanción y aplicación de la ley 1420 de educación pública, laica, gratuita y obligatoria. Hemos dicho en otra oportunidad que “el día que se promulgó la ley 1420, el 8 de Julio de 1884, el Presidente de la Nación, su Ministro de Instrucción, el diputado autor del proyecto de ley y el Presidente de la Cámara de Diputados compartían una inusual coincidencia: todos habían sido alumnos del Colegio del Uruguay, el “heredero de Urquiza”. Casualidad? No creo. Tengo para mí que ese día dió uno de sus frutos más brillantes la semilla plantada por el Organizador de la Nación 35 años antes al fundar en Concepción del Uruguay el primer colegio laico del país y al procurar que tuviera los recursos necesarios y los mejores profesores de los que se podía disponer en ese momento. Se logró así, tras numerosos contratiempos y conflictos, una norma que iba a resultar fundamental como uno de los pilares de la Argentina moderna y republicana, que nunca dejó de recibir, abierta o veladamente, los embates reaccionarios de los nostálgicos de la Argentina colonial y autoritaria. La ley que Sarmiento no había podido lograr como Presidente, pero claramente inspirada en sus ideas, con el apoyo decidido de Leandro Alem y otros dirigentes progresistas de la época, se tornaba realidad”. El Presidente, por las dudas, era Roca. Mucho más tarde, en 1947, durante los acalorados debates parlamentarios que se suscitaron ante la derogación de la ley 1420, el diputado Silvano Santander diría a modo de balance: “Los árboles, dice el Eclesiastés, se juzgan por sus frutos. ¿Cuáles han sido los resultados de esta ley? Una Argentina alfabetizada, sin problemas raciales y religiosos”.

Quizás sea un buen momento para ir contra la corriente, como hay que ir a veces, y proponer que algún espacio público de Concepción del Uruguay lleve el nombre de Julio Argentino Roca. No hay nada en la ciudad que lo alojó como estudiante en su adolescencia que recuerde su nombre.  Y como una ironía del destino, sí tiene una calle que recuerda a uno de los más férreos y enardecidos opositores de la ley 1420.   


Publicado en el diario La Calle el día 2 de Enero de 2022.-

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sábado, 1 de enero de 2022

LA VIGENCIA DEL PROGRAMA ECONÓMICO DE RIVADAVIA

Por José Antonio Artusi

Se discute intensamente de impuestos por estos días en la Argentina. Lamentablemente, sin demasiada claridad ni rigor conceptual. Cuesta una enormidad lograr que se entienda que es necesario tanto “bajar” la carga como “mejorar” la matriz tributaria, vale decir que se trata de un problema cualitativo, además de cuantitativo, que no todos los impuestos son iguales, que generan muy distintos efectos en la actividad económica y en la distribución de los recursos. La Historia, como tantas veces, nos puede resultar útil para poner las cosas en perspectiva y para extraer lecciones que nos sirvan para entender el presente y para construir el futuro.

Héctor Raúl Sandler en su libro “A la búsqueda del tesoro perdido” nos da algunas pistas interesantes para encontrar en nuestro pasado, y más específicamente en las ideas y la obra de gobierno de Bernardino Rivadavia – en especial su ley de enfiteusis - ciertas claves que nos permitan entender las razones de tantos fracasos de nuestro país, luego de haber estado durante algún breve período entre los más avanzados del mundo. La tesis central de este autor es que “ninguna reforma… podrá concretar la democracia republicana con una simultánea vigencia de los derechos humanos fundamentales…, si previamente no se logra establecer un derecho positivo que asegure a todos sus habitantes – existentes y por venir – un idéntico derecho de acceso a la tierra y al mismo tiempo, como la otra cara de una misma moneda, si la misma legislación no establece que la base del tesoro público del Estado… sea la recaudación de una alícuota parte del valor de mercado del suelo del territorio argentino”. (Sandler, 2008)

¿Qué tiene todo esto que ver con los impuestos?; se preguntará el lector. Sigue diciendo Sandler que “esta propuesta implica necesariamente la eliminación progresiva de la miríada de impuestos que gravan al trabajo y a la inversión de capital real, a la producción y al consumo”.  ¿Y qué tiene que ver todo esto con Rivadavia?; continuará preguntándose el lector. Volvamos a Sandler: “…”La República Argentina puede reclamar el honor de haber sido, con Francia, la cuna de las ideas del Impuesto Unico en el mundo”, dice el uruguayo Manuel Herrera y Reissig en su prólogo al libro de Andrés Lamas Rivadavia y la legislación de las tierras públicas… Idea traída por Manuel Belgrano en 1794 y recogida por Esteban Echeverría en su escrito La contribución territorial… La Ley de Enfiteusis argentina fue el fruto de un pensamiento que apuntaba al ideal de una democracia social, sin cuyo propósito la Revolución de Mayo se habría limitado a ser una mera secesión del imperio español. Sin embargo, establecer una democracia social con el recurso de enfiteusis probó ser una medicina demasiado fuerte para una sociedad con hábitos autoritarios que en su seno había crecido en demasía el latifundio. En el enfrentamiento entre quienes propugnaban ese ideal y la realidad llamada “la fuerza de las cosas”, ésta se impuso. Con esa ley, como hemos visto, se cometió el mayor fraude legis de nuestra historia. Dictada para generar la base de una democracia social, fue utilizada para organizar una estrecha y poderosa oligarquía terrateniente. Esta desgraciada experiencia explicaría por qué la miraron con verdadero encono y le atribuyeran los males que sufría el país los más denodados opositores de Rosas, hombres como Sarmiento, Alberdi y Mitre”. Este último, tergiversando por completo el espíritu y las disposiciones de la ley, llegó a decir una tontería que luego sería repetida muchas veces: “los que sostienen el enfiteusis son precisamente los que entran en las ideas del comunismo”. Combatida de un lado y del otro, la ley de enfiteusis rivadaviana terminó siendo una de las cuestiones más incomprendidas y tergiversadas de nuestra Historia. Unos y otros le adjudicaron los males del latifundio y la entrega  de la tierra pública, cuando fueron  precisamente su falta de aplicación de acuerdo a su espíritu y disposiciones originales los factores que originaron esos males. Héctor Sandler considera que “el régimen jurídico de la enfiteusis argentina quedó desvirtuado, entre otras cosas, por la falta de instituciones sin la cuales no podía funcionar… No había catastros adecuados, ni una división topográfica del territorio, ni un sistema de registro de la propiedad…, ni funcionarios  suficientes para montar organismos de este tipo, etc.”. Está claro que la enfiteusis de Rivadavia estaba referida a tierras públicas, que se entregaban en arriendo por plazos largos a cambio de un canon que se actualizaba periódicamente, pero es también verdad que constituye un antecedente conceptual válido de las iniciativas tendientes a gravar el valor de la tierra libre mejoras – y en especial el aumento de ese valor como consecuencia de acciones ajenas al propietario - como principal fuente de recaudación fiscal, en desmedro de otros tributos que gravan el trabajo y la inversión de capital. Continúa Sandler en ese sentido argumentando que “hay muy buenas razones, cuidadosamente expuestas y empíricamente probadas como verdad, que el fondo primordial del tesoro público – para que exista una economía de mercado libre y próspera – es la renta fundiaria. Esto es, el valor que adquiere la tierra por causa de la demanda… La base para calcular la prestación de la contribución territorial tiene que ser el valor de mercado del suelo – rural y urbano – sin consideración a las mejoras que sus propietarios hayan construido o construyan en el futuro sobre él. Así lo propuso el brillante presidente Roque Sáenz Peña en proyecto remitido a la Honorable Cámara de Diputados. Por causa de su prematura muerte no recibió tratamiento.”

Héctor Sandler considera que “la recaudación de la renta fundiaria no es un impuesto. Es una obligación que pesa sobre el propietario,… Salvando las diferencias, es semejante a la obligación que por causa de la mera asociación debe el consorcista de un consorcio inmobiliario al conjunto para que la administración haga frente a los gastos comunes”. Es importante resaltar, siguiendo al mencionado autor, que “el mayor valor del espacio, según el lugar del país y según la época que se considere, no es hechura de su ocupante individual… Es el producto del quehacer social. Toda vez que este mayor valor del espacio se manifiesta como un rédito de la tierra ha sido denominado renta fundiaria… Dos aspectos sobresalientes caracterizan la renta fundiaria: a) ella no depende de la actividad de un determinado propietario en particular y b) ella existe en función de la actividad cooperativa de la sociedad como grupo comunitario. Un terreno en el centro de la ciudad no vale un céntimo por el hecho de que el propietario nunca haya hecho nada en él… A la inversa, todo esfuerzo que haga el propietario no aumentará su valor rentístico en un solo centavo”.       

El economista Eduardo Conesa, diputado nacional entre 2016 y 2017 y autor de un proyecto de ley que habría sido una trascendental reforma tributaria, señala que “en nuestro país, en el decenio de 1820, bajo la presidencia de Bernardino Rivadavia, un entusiasta de los economistas ingleses de la época, hubo un intento frustrado de establecer este sistema por la vía de la enfiteusis. Se trata de un arrendamiento a largo plazo que hacía el Estado de la abundante tierra fiscal. El largo plazo pactado en los contratos tenía el propósito de estimular al arrendatario-enfiteuta para invertir en mejoras. El Estado arrendaba la tierra fiscal a cambio del pago de un canon anual por parte del enfiteuta. Este canon hacía las veces de un impuesto. Con el advenimiento de la dictadura de Rosas en los dos decenios siguientes, el sistema fracasó, y fue definitivamente abandonado en el decenio de 1850”.  (Conesa, y otros, 2020)    

Finalmente, veamos qué dijo Andrés Lamas en el libro citado por Sandler: “Mediante la propiedad de la tierra, el Estado recibía, por medio del canon con el que la entregaba al cultivo, la renta que le correspondía; y como ésta nace del trabajo social, Rivadavia esperaba, y con razón, que ella legaría a ser, con el transcurso del tiempo, la fuente única de los recursos del tesoro público, suprimiéndose, en consecuencia, los impuestos que gravan el trabajo, y los capitales individuales”. (Lamas , 1914)

Hoy está claro que no sería posible ni deseable volver a esquemas del tipo de la enfiteusis basados en la propiedad de la tierra por parte del Estado, y que no resulta razonable creer que se pueda contar, como quería Henry George, con un único impuesto; pero es igualmente evidente que sí resulta conveniente, hasta imprescindible, plantear profundas reformas tributarias que basen la recaudación fiscal en la renta del suelo y alivien las cargas al capital y al trabajo.  

En definitiva, tal como señala Manuel Herrera y Reissig en el prólogo al libro de Lamas, “la absorción por el Estado del valor social de la tierra creado por el esfuerzo colectivo, el reconocimiento de la igualdad de derechos a la tierra, la proscripción de todos los impuestos sobre el trabajo y el capital y sobre todas las formas de la actividad económica, la libertad del trabajo en todas sus manifestaciones y el libre cambio en su sentido más lato y absoluto, es decir, no sólo entre las naciones sino entre los individuos, tales fueron los propósitos y finalidades del sistema agrario de Rivadavia en 1826…”.

En ese sentido, la vigencia del programa económica de Rivadavia impresiona tanto como lo poco que se lo reivindica.-

Bibliografía

Artusi, José Antonio. 2020. La reforma que no fue. [En línea] 29 de Enero de 2020. [Citado el: 31 de Diciembre de 2021.] http://joseantonioartusi.blogspot.com/2020/01/la-reforma-que-no-fue.html.

Conesa, Eduardo y Rey , Luis Alberto. 2020. Economía Polìtica Argentina. Buenos Aires : Prosa Editores, 2020.

Lamas , Andrés. 1914. Rivadavia y la legislación de las tierras públicas. Buenos Aires : s.n., 1914.

Sandler, Héctor Raúl. 2008. A la búsqueda del tesoro perdido . Buenos Aires  : Instituto de Capacitación Económica, 2008.


Publicado en el diario La Calle el dìa 9 de Enero de 2022.-

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