martes, 22 de febrero de 2022

DESAFÍOS ENERGÉTICOS

Por José Antonio Artusi

La Argentina tiene numerosos, acuciantes, y graves problemas energéticos. No son producto de la carencia de recursos naturales, ni de no haber contado nunca con algunos desarrollos importantes y significativos en este sector.

En nuestro territorio existen yacimientos de hidrocarburos, tenemos ríos caudalosos con un potencial hidroeléctrico enorme, todavía en parte desaprovechado, y extensos sitios con inmejorables condiciones para el aprovechamiento de la energía solar y eólica. Además, la excelente aptitud agrícola y forestal de diversas zonas de nuestro país es a la vez una oportunidad para la generación de energía con fuente en la biomasa. Eso, y muchas cosas más,  es lo que la Naturaleza nos brinda.

Por otro lado tenemos lo que ha hecho la acción del hombre. YPF, la empresa creada por Yrigoyen y Alvear y consolidada por la labor de Enrique Mosconi como una de las más importantes del continente en la década del 20, cumplirá este año un siglo de existencia. El aniversario encontrará por cierto, lamentablemente, una empresa muy distinta a la que construyó Mosconi, pero sigue de todos modos siendo un actor importante del sistema. Argentina es uno de los pocos países de América Latina con un desarrollo relevante de la tecnología nuclear. La Comisión Nacional de Energía Atómica, la empresa nacional Nucleoeléctrica Argentina, y otros organismos y empresas como INVAP han obtenido en diversos momentos de nuestra Historia logros significativos que nos llenan de orgullo. Durante el gobierno del Presidente Macri se le dio un impulso significativo a las energías renovables, y el gobierno de la provincia de Jujuy está llevando adelante el proyecto del parque de energía fotovoltaica más grande de Sud América.

Si todo lo anterior es verdad, ¿cómo es posible que estemos en medio de una inusitada crisis energética, con empresas que no podrían funcionar sin los abultados subsidios del Estado nacional, que generan a su vez un enorme déficit fiscal, con las consecuencias negativas por todos conocidas, y a su vez que haya amplias franjas de la población viviendo bajo la línea de la pobreza, situación que tiene su correlato en la dificultad o directamente la imposibilidad a veces de acceder a servicios energéticos adecuados?

La respuesta sólo puede encontrarse en la sucesión durante décadas de políticas públicas erráticas y desacertadas.

La Fundación Alem ha señalado recientemente que “la economía energética está fuertemente perturbada por los desajustes de la macroeconomía nacional que son de antigua data. Pero a su vez la economía energética con sus propios desajustes perturba a la macroeconomía nacional”, y con respecto a los subsidios energéticos ha manifestado que “la actual política tarifaria y de precios de la energía repite la receta aplicada en el período 2003-2015, que implica un congelamiento permanente en un entorno de alta inflación, la ruptura de los marcos regulatorios vigentes y la intervención injustificada de los entes reguladores. Las consecuencias de esta política son conocidas: un aumento exponencial en la cuenta de subsidios económicos destinados a cubrir la brecha entre el costo de prestar los servicios energéticos y las tarifas actualmente congeladas, lo que representa un ineficiente subsidio generalizado orientado a la oferta que altera y distorsiona decisiones de consumo e inversión en el sector.”  La realidad indica que al gobierno del Presidente Alberto Fernández continúa de esta manera lo hecho durante los doce años de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, vale decir destinar cuantiosos recursos públicos a enormes subsidios dirigidos sobre todo al consumo energético de los sectores más ricos de la sociedad, especialmente aquellos localizados en el área metropolitana de Buenos Aires. No está de más recordar al respecto que la provincia de Entre Ríos está entre los cinco distritos con tarifas más abultadas de energía eléctrica, aunque todas las empresas distribuidoras pagan el mismo costo mayorista de la energía a las empresas generadoras.

Está claro que el despilfarro irresponsable de los subsidios - insostenible desde el punto de vista económico, social y ambiental -  debe cesar gradualmente pero nadie debería ignorar las dificultades y los costos que habrá que afrontar. Los especialistas de la Fundación Alem, recomiendan en este sentido que “la política de subsidios debe focalizarse en los sectores de población vulnerable y abandonar los ineficientes, costosos y generalizados subsidios actualmente vigentes. La identificación de los beneficiarios requiere la aplicación de criterios objetivos apoyados en atributos sociales, que minimicen errores de inclusión y exclusión y alejados de todo oportunismo electoral. La “Tarifa Social Federal”, aparece como el instrumento adecuado y disponible para atender de forma rápida y eficiente a una importante proporción de la población afectada severamente por las consecuencias económicas de la pandemia.”    

Es evidente que el gobierno nacional carece de un programa económico de estabilización, de una estrategia de desarrollo, y de un plan energético. Pero le quedan casi dos años de mandato, y si no quiere que la situación se le vaya de las manos, teniendo en cuenta la necesidad imperiosa de reducir el déficit fiscal y bajar la inflación, deberá necesariamente tomar decisiones antes de que sea demasiado tarde.  Esas decisiones tendrán que estar basadas en criterios sólidos y en minuciosas evaluaciones técnicas, económicas y ambientales, más que en disputas de espacios de poder al interior del oficialismo o en decisiones apresuradas carentes de estudios integrales de factibilidad y conveniencia que las respalden, tal como se evidenció en recientes anuncios vinculados a la energía nuclear, a gasoductos y a una inconsistente “segmentación” tarifaria. 



Publicado en el diario La Calle el 20 de Febrero de 2022.-
Leer más...

martes, 15 de febrero de 2022

EL 3 DE FEBRERO DE 1852

Por José Antonio Artusi 

El 3 de Febrero pasado se cumplieron 170 años de la batalla de Caseros, hito trascendente de la historia argentina sobre el que vale la pena reflexionar, intentando desentrañar su significado profundo. El 3 de Febrero de 1852, con la victoria del Ejército Grande comandado por Urquiza sobre las fuerzas de Rosas, se abre una nueva etapa y se deja atrás otra. Más allá de las virtudes y defectos personales de los protagonistas, sin ignorar sus  contradicciones, por encima de sus aciertos y errores al calor de circunstancias apremiantes, lo que hoy nos importa es entender qué representaron, qué encarnaban. ¿Qué significaba Rosas y su régimen? ¿Qué significaba Urquiza y quienes lo acompañaban en aquella gesta, entre ellos el boletinero Sarmiento?

Rosas representaba el atraso y la decadencia, la reacción negadora de los ideales revolucionarios, liberales e igualitarios de Mayo, el rechazo a la modernidad y la Ilustración, la perpetuación perversa de las rémoras medievales del orden colonial hispánico, el autoritarismo, la perpetuación en el poder, la suma del poder público, la dilación de la Organización Nacional, la falta de una Constitución que asegurara el sistema federal, representativo y republicano, la falta de libertades y garantías, la censura y la represión clandestina, la idealización de la muerte de los adversarios y su demonización, el centralismo porteño disfrazado hipócritamente de federalismo, la impostura nacionalista, el aislamiento internacional, la limitación al libre comercio, la tergiversación de la sabia ley de enfiteusis de Rivadavia, la primacía del latifundio ganadero primitivo que condenaba al gaucho a la sumisión y a la ignorancia, el culto a la personalidad, el clericalismo y la falta de libertad religiosa, la confusión entre Estado e Iglesia, el desprecio por la educación popular, el clientelismo y la demagogia populista.

Urquiza y Sarmiento, con sus coincidencias y desencuentros, con sus matices y limitaciones, propios de la condición humana y del tiempo histórico que les tocó vivir, encarnaban en lo sustancial la antítesis de aquella tendencia reaccionaria y oscurantista. Representaban el progreso y la modernización del país, la recuperación y concreción de las nobles aspiraciones de los mejores herederos del legado de la Revolución de Mayo, la superación de la falsa antinomia entre unitarios y federales y la posibilidad de convivir civilizadamente en una sociedad pluralista, dejar atrás las retrógradas instituciones de la dominación española, la posibilidad de ir construyendo gradualmente una democracia representativa, la limitación de los mandatos (Urquiza y Sarmiento fueron Presidentes durante 6 años y a ninguno se le ocurrió reformar la Constitución para buscar la reelección), la concreción de la tan dilatada y necesaria Organización nacional bajo el manto protector de una Constitución liberal y progresista que garantizara derechos y promoviera la prosperidad, la libertad de prensa y las garantías individuales, el verdadero federalismo y la unión nacional, la apertura al mundo y el libre comercio, la nacionalización de la aduana y la libre navegación de los ríos para fomentar el desarrollo del interior, la inmigración y la colonización agraria, el fomento de la agricultura y la industria, la innovación científica y tecnológica al servicio de la producción, la vida democrática de los municipios en los pueblos que surgieran al calor de las colonias agrícolas, la integración del territorio nacional por el ferrocarril y las comunicaciones, la libertad de cultos y el laicismo, la consideración de la educación pública, laica, gratuita y obligatoria como uno de los pilares ineludibles de la democracia y el desarrollo. Y también el coraje de atreverse a decir verdades políticamente incorrectas antes de tiempo, y de actuar en consecuencia, a riesgo de que sus contemporáneos no los supieran comprender. A Urquiza ese coraje le costó la vida y a ambos, en diversa proporción, las diatribas feroces y falaces de revisionistas y mitristas.

Que algunas de aquellas magníficas aspiraciones hayan quedado truncas o a medio hacer es harina de otro costal, y en todo caso es un fracaso imputable sobre todo a aquellos que obstaculizaron su tarea, o a los que los sucedieron. 

Como expresara magistralmente Oscar Fernando Urquiza Almandoz en páginas del diario La Calle hace 20 años, “Caseros significó la libertad, pero ello no bastaba. Un pueblo es realmente libre cuando sus hombres sólo tienen que inclinarse ante la Constitución y la ley. Los argentinos la reclamaban desde Mayo… Libertad, organización constitucional, educación, son las rocas inconmovibles que sirven de pedestal a su estatua de predestinado. Principios que forman un todo indivisible y configuran la magnífica verdad de sus ideales. Educación para la libertad y organización para los libres… El triunfo de Urquiza debe ser valorado en su justa dimensión. Si Caseros hubiera sido un fin en sí mismo; si el único objetivo de Urquiza hubiese sido derribar un gobierno para reemplazarlo por otro o ungiese él como sucesor de Rosas, para gobernar a su antojo, sin frenos legales, persiguiendo al adversario y conculcando libertades, no valdría la pena levantar estatuas ni exaltar ahora aquel suceso”. 

A 170 años de Caseros vale la pena exaltar aquel suceso. Para que las lecciones del pasado nos ayuden a construir un futuro mejor, como el que soñaron Urquiza y Sarmiento.-    

 

Publicado en el Diario La Calle el Domingo 13 de Febrero de 2022.


Post Scriptum

Mucho se ha escrito, ya sea en términos laudatorios o condenatorios, de la significación histórica de Caseros, y de los comandantes que se enfrentaron en el campo de batalla.

Recurro a las visiones de diversos autores para abonar los argumentos que esbocé en el artículo que publicó el diario.  

Tuve la inmensa suerte de tener como Profesor de Historia en el Colegio del Uruguay – el heredero de Urquiza, primer colegio laico del país - a Oscar Fernando Urquiza Almandoz, ese extraordinario historiador y docente que tanto hiciera por la investigación rigurosa y la difusión de la historia lugareña. Es interesante rescatar algunos de sus testimonios, publicados por el diario La Calle el 3 de Febrero de 2002, a 150 años de la batalla que nos ocupa: “… Caseros no fue un fin en sí mismo. Fue tan sólo una etapa. Como antes lo había sido el Pronunciamiento, como después lo será el Acuerdo de San Nicolás. El norte, el objetivo final de la revolución de Urquiza contra Rosas fue la libertad y la Constitución Nacional. El predominio de la finalidad propuesta y una conducta consagrada al servicio de la causa, hicieron que Urquiza no fuera un revolucionario más; que no pasara simplemente a integrar esa tradición luctuosa y triste de América, de hombres levantados en armas con propósitos y juramentos que glorificaban su rebelión, pero que, en definitiva, caían en el sensualismo de un gobierno más pernicioso e ilegal que el depuesto. Urquiza no fue, pues, un apóstata. Tuvo la gloria de cumplir su promesa ante el país, causa y fin de su revolución contra Rosas, la libertad y la organización constitucional.”  

También es muy ilustrativo tener en cuenta los conceptos de uno de sus biógrafos, Isidoro Ruiz Moreno, cuando se refiere a la trascendencia de Urquiza: “Figura extraordinaria, en el cabal sentido del término como fuera de lo común, fue don Justo Urquiza. Dotado de fuerte carácter y de claros objetivos, puso ambos factores en acción para el logro de sus empeños. Pacificó la anárquica Provincia de Entre Ríos primero y luego organizó a la misma Confederación Argentina, que convertida en república constitucional, logró unificar definitivamente. Buscó, además, conquistar el Desierto – lo que anunció como candidato presidencial en 1868 -, plan que hubiese completado la geografía nacional, pero las etapas del progreso requieren su tiempo. Cuando se tiene en cuenta lo que era nuestra Argentina en aquellos años, y se considera la transformación que realizaron los esfuerzos que condujo, no puede considerarse de otra manera al General Urquiza sino como a una de las figuras más grandes de la Patria, a despecho de los errores que cometió, que poco pesan en el balance de su existencia… El tiempo transcurrido desde entonces permite aquilatar sin pasión los resultados dejados por la acción del General Urquiza en beneficio de la República Argentina. La gloria por sus beneficios realizados, inigualados en el país durante el transcurso de su prolongada actuación – Libertad, Constitución y Unidad Nacional – son de proyección permanente, a despecho de humanas falencias, lo que permite consagrarlo como a uno de sus más claros próceres”. Es pertinente también observar la caracterización que hace el mencionado autor del régimen rosista: “El Gobernador de Buenos Aires concluía en 1850 otro período de mando (iniciado en 1835); y firme su poder, sin adversario alguno que lo amenazara, el General Juan Manuel de Rosas había alcanzado el cenit de su mando. Nada podía conmoverlo: el sometimiento a su voluntad de toda la Confederación era absoluto. Comenzó entonces un movimiento tendiente a perpetuarlo sin ningún tipo de límite, ni de facultades ni de términos, sin renuncias y reelecciones. La suma del Poder Público con que fuera investido en su Provincia debía extenderse formalmente a todas las demás… El vasallaje imperante hasta en la vida cotidiana (vestidos, adornos, colores, celebraciones religiosas, festivales populares, atalaje de caballos), lo demostraba concluyentemente… Gozando de la suma del poder público, Juan Manuel de Rosas era el Estado, como le Roi Soleil otrora. Jueces y legisladores le estaban subordinados, y como carecía de sucesor – había sido propuesta como tal su hija, lo que no prosperó – le fue concedida por ley, como se ha visto, la Dictadura vitalicia… Las manifestaciones que se le dirigían no pecaban por falta de elogios y adjetivos superlativos.”     

Complementando lo anterior, podríamos considerar lo que Luis Alberto Romero escribió sobre el gobierno de Rosas hace 10 años, enfatizando entre otros rasgos la pretensión de unanimidad, la permanente propaganda oficial y oficiosa, el terrorismo de Estado o paraestatal y el culto a la personalidad, rasgos típicos de tantas tiranías a lo largo de la Historia: “… la opinión unánime era construida cotidianamente. Para evitar las disidencias, desaparecieron las asociaciones, clubes, tertulias o cenáculos de sociabilidad política, que habían florecido desde 1810. Lo mismo ocurrió con la prensa opositora, muy activa al comienzo del régimen. La prensa adicta, escrita en registros cultos o populares, exponía una militancia sin fisuras. En la calle, los opositores eran individualizados por la manera de hablar o de vestirse - lo testimonió Echeverría en El Matadero - , y la cinta punzó era impuesta a hombres y mujeres. Las fiestas públicas, celebrando las fechas patrias o simplemente en homenaje al gobernador o a su hija -alguien la propuso como sucesora del padre- combinaban el entretenimiento con la exaltación simbólica de la figura de Rosas. En suma, hoy un ministro de Cultura y Medios lo habría aprobado. Pero además, la opinión unánime se respaldaba en la intimidación o eliminación de los enemigos, los tibios y los indiferentes. Se realizaba a través de las autoridades locales, de la policía o de la Mazorca, una asociación civil privada, integrada en su mayoría por policías, que asesinaba a quienes eran señalados por el gobierno. En ciertas coyunturas, como en 1840 o 1842, en Buenos Aires el terror fue masivo e indiscriminado. El de Rosas no fue ni el primer ni el último régimen que combinó apoyo popular masivo y terror represivo.” Es muy interesante detenerse a reflexionar acerca de lo que este autor manifiesta en relación a la movilización y participación regimentada de las masas y la elección de un enemigo al que atribuirle todos los males, al que por otra parte se deshumaniza – en este caso la difusa y ominosa categoría de “salvajes unitarios”, para quienes sólo cabía la muerte - como estrategia de consolidación de un poder hegemónico, característica que va luego va a ser distintiva de los movimientos y tendencias fascistas del siglo XX: “La lucha facciosa se potenció con la creciente movilización de los sectores populares, urbanos y rurales. Los enfrentamientos políticos, muy violentos, alteraron profundamente la vida social. La apelación al orden, que Rosas asumió, tenía un amplio apoyo en buena parte de la sociedad, particularmente entre los sectores propietarios, incluyendo a muchos que a la larga engrosarían el bando opositor. La singularidad de la fórmula rosista consistió en llegar al orden por la vía de la exacerbación y canalización de la movilización popular facciosa. Con ella disciplinó y expurgó a las elites. Muchos descubrieron, entonces y después, que la politización unánime, administrada, canalizada, convocada y desconvocada, se parecía mucho a la despolitización. Solo requería de un enemigo contra quien dirigirse. Un enemigo permanentemente derrotado pero, como la hidra de mil cabezas, siempre renaciente. Tal la función de los “unitarios”, denominación con la que el discurso del régimen englobó las más diversas formas de oposición.”

En esta línea de pensamiento se podrían enmarcar los argumentos de Juan José Sebreli para caracterizar a Rosas como un bonapartista o un protofascista, cuando considera que “…el movilizador de masas fue el rosismo, que fue un protofascismo, en un momento donde no existía nada parecido en Europa ni América. Fue un régimen totalitario en sentido estricto… Es la desaparición de los límites entre sociedad civil y Estado. La vida cotidiana, hasta los aspectos más íntimos, como la sexualidad, es controlada y existe una ideologización de todo.” O cuando plantea que “el caso de Rosas es realmente muy curioso. Es una especie de fascismo avant la lettre. Fue un típico bonapartista, con elementos mucho más fascistas de lo que pudieron haber sido los bonapartistas del siglo XIX, Bismarck o Napoleón III, con esa puesta en escena de toda una ciudad que es típica de los totalitarismos del siglo XX… La imaginería, la ciudad pintada de rojo, las divisas, el retrato de Rosas en todas partes, incluidas las iglesias… Es decir: la introducción de la política en la vida cotidiana, la desaparición de los límites entre lo privado y lo público. Eso lo hace por vez primera Rosas. En ese sentido, es casi un caso único en el siglo XIX. Ni los bonapartismos europeos llegaron a ese punto.”

Sarmiento supo ver las íntimas relaciones entre las estructuras socio – económicas y culturales con los modos de organización y dominación política. Por eso en el Facundo se pregunta lo siguiente, tratando de comprender y caracterizar correctamente al régimen de Rosas: “¿Dónde, pues, ha estudiado este hombre el plan de innovaciones que introduce en su gobierno, en desprecio del sentido común, de la tradición, de la conciencia y de la práctica inmemorial de los pueblos civilizados? Dios me perdone si me equivoco, pero esta idea me domina hace tiempo: en la estancia de ganados, en que ha pasado toda su vida y en la Inquisición, en cuya tradición ha sido educado.” Y por eso su programa, coincidente con el de Urquiza, será su contracara; la colonización agropecuaria,  el acceso a la tierra, el libre comercio, la educación pública y el laicismo. Las palabras que el genial sanjuanino eligió para su epitafio en notable síntesis no podrían ser más esclarecedoras: “Una América toda, asilo de los dioses todos, con lengua, tierra y ríos libres para todos”.

Conviene otorgar un párrafo aparte a la ley de enfiteusis de Rivadavia, generalmente mal interpretada y valorada, y al papel que tuvo Rosas en su administración. Recurrimos en ese sentido a la obra del uruguayo Andrés Lamas. En las primeras palabras del prólogo de su libro “Rivadavia y la legislación de las tierras públicas”, seguramente sorprendentes para muchos, Manuel Herrera y Reissig sostiene que “la República Argentina puede reclamar el honor de haber sido, con Francia, la cuna de las ideas del Impuesto Único en el mundo”. El prologuista se refiere a las ideas en las que los fisiócratas franceses – Quesnay, Turgot -, habían sido pioneros, complementadas luego por los aportes teóricos de los economistas clásicos liberales británicos – Adam Smith, David Ricardo – y perfeccionadas, sistematizadas y explicadas con claridad más tarde por el norteamericano Henry George, a partir de la publicación de su célebre obra “Progreso y Miseria” en 1879. Henry George advirtió con lucidez el rol de la renta del suelo en los procesos de crecimiento de las economías capitalistas, y demostró contundentemente cómo si no median eficaces políticas tributarias el crecimiento económico puede llevar al aumento de la riqueza pero también de la pobreza. El remedio que propuso George fue precisamente dejar de gravar por completo el trabajo y la inversión de capital e imponer tributos solamente al mayor valor del suelo generado por la comunidad, recuperando de esa manera para el Estado los ingresos no ganados percibidos por el propietario del suelo sin que éste haya realizado ningún tipo de esfuerzo. De ahí la denominación de impuesto único, el “single tax”. Henry George era partidario también del más amplio libre comercio, entre persones y entre países. Las ventajas del impuesto al valor del suelo libre de mejoras (único o no, hoy seguramente sería imposible prescindir absolutamente de todos los demás impuestos) han sido reconocidas por la enorme mayoría de los economistas, entre ellos muchísimos premios Nobel. Uno de ellos, Milton Friedman, llegó a decir que era “el menos malo” de todos los impuestos. Dos ventajas clave de este tributo son que se trata del único impuesto que no puede trasladarse a los precios – por el contrario, tiende a aumentar la oferta y por ende a reducirlos – y que es el único que no genera pérdida de eficiencia económica.  Refiriéndose a Rivadavia, continúa Herrera y Reissig en el prólogo del libro de Lamas diciendo que “la obra más grande, más original y más trascendente de aquel ilustre argentino… no es su obra política, constitucional, administrativa, docente y cultural… sino aquella gran reforma, aquella gran conquista que todavía, cien años después, no han logrado alcanzar las naciones más libres y avanzadas de la tierra: la libertad económica fundada en la liberación de la tierra, supremo desiderátum de las Democracias…”. En su libro Andrés Lamas nos dice que la legislación agraria de Rivadavia “tenía por base la conservación del dominio natural y directo del Estado sobre las tierras públicas, que declaraba inalienables. Conservando con la propiedad, la libre disponibilidad de sus tierras, el Estado podía proceder, sin reato alguno, a su mejor distribución, consultando las necesidades y las conveniencias generales; el bienestar y el aumento de la población, la extensión, la diversidad y el perfeccionamiento de las culturas, la buena distribución de la riqueza, y con ella la justicia social y las condiciones esenciales de la organización política de una sociedad democrática. Mediante la propiedad de la tierra, el Estado recibía, por medio del canon con el que la entregaba al cultivo, la renta que le correspondía; y como esta renta nace del trabajo social, Rivadavia esperaba, y con razón, que ella llegaría a ser, con el transcurso del tiempo, la fuente única de los recursos del tesoro público, suprimiéndose, en consecuencia, los impuestos que gravan el trabajo y los capitales individuales.” En síntesis, este autor oriental llega la conclusión de que “la absorción por el Estado del valor social de la tierra creado por el esfuerzo colectivo, el reconocimiento de la igualdad de derechos a la tierra, la proscripción de todos los impuestos sobre el trabajo y el capital y sobre todas las formas de la actividad económica, la libertad de trabajo en todas sus manifestaciones y el libre cambio en su sentido más lato y absoluto, es decir, no sólo entre las naciones, sino entre los individuos, tales fueron los propósitos y finalidades del sistema agrario de Rivadavia de 1826, como son las del impuesto único…”. De esta manera, lo que la tesis de Lamas y las expresiones de Reissig nos están mostrando es un Rivadavia adelantado a su tiempo, casi podríamos decir un georgista antes que Henry George.

Eduardo Conesa abona esta teoría, al expresar que “en nuestro país, en el decenio de 1820, bajo la presidencial del liberal Bernardino Rivadavia, un entusiasta de los economistas ingleses de la época, hubo un intento frustrado de establecer este sistema, por la vía del derecho de enfiteusis. Se trataba de un arrendamiento a largo plazo que hacía el Estado de la abundante tierra fiscal. El largo plazo pactado en los contratos tenía el propósito de estimular al arrendatario o enfiteuta a invertir en mejoras. El Estado arrendaba la tierra fiscal a cambio del pago de un canon anual por parte del enfiteuta. Este canon hacía las veces de un impuesto. Con el advenimiento de la dictadura de Rosas en los dos siguientes decenios, el sistema fracasó, y fue definitivamente abandonado en el decenio de 1850”. Además, Conesa considera que la “omisión de un impuesto liberal a la tierra libre de mejoras” es la principal objeción a formular a la Generación del 80; y  - tras recordar el frustrado proyecto del Presidente Roque Saenz Peña (ver “La ley Saenz Peña que no fue”) -, señala no obstante que “muchos otros brillantes hombres de la gloriosa generación de 1880 defendieron esta idea progresista”, pero aclara que “en rigor se remonta al decenio de 1820 cuando la propuso el ilustrado y entusiasta de la naciente ciencia de la Economía Política… Bernardino Rivadavia con su ley de enfiteusis”. Evidentemente, ningún país del mundo estaba en ese entonces, en condiciones de llevar adelante una reforma de ese tipo en toda su dimensión y alcance, mucho menos la Argentina anárquica y desarticulada de aquel momento.

Veamos ahora el papel de Rosas en esta cuestión. Recurrimos para ello a los datos y consideraciones de Horacio Giberti: “Teóricamente la ley se proponía una distribución racional de la tierra, una diversificación de la producción rural, fomentando la agricultura y la creación de una nueva clase media que enfrentara a la oligarquía terrateniente. Pero al ser llevada a la práctica esta ley produjo su propia negación: no fueron los inmigrantes labriegos, con los que soñaba utópicamente Rivadavia, quienes se repartían la tierra, sino precisamente la gran oligarquía terrateniente y hacendada… Basta leer la lista de enfiteutas para comprobarlo… Los inmigrantes que quería Rivadavia, por supuesto, no llegaron nunca a ocupar esas tierras. Es fácil prever cómo se sabotearía el proyecto de inmigración, si observamos que la comisión para organizar la contratación de inmigrantes europeos – creada por decreto de Rivadavia del año 1824 – estaba presidida por el primo de Anchorena, Juan Pedro Aguirre, e integrada entre otros por el propio Juan Manuel de Rosas. En un debate de la Legislatura llevado a cabo en Enero de 1829, el general Viamonte combatió la cláusula de la ley que prohibía a los enfiteutas adquirir nuevas tierras… Tomás de Anchorena sostuvo el proyecto de reforma en el sentido en que lo promulgaba Viamonte. De este modo la ley de enfiteusis perdía hasta su último rasgo progresista, para convertirse lisa y llanamente en el gran negociado de la burguesía terrateniente bonaerense… Durante el gobierno de Rosas no le resultaría muy difícil a esta misma oligarquía, que seguía vinculada al gobierno, conseguir que éste les concediera la propiedad privada de las tierras que les habían sido entregadas en carácter de enfiteusis. El despojo quedaba de ese modo legalizado. En 1837 vencían los diez años de plazo otorgado a la enfiteusis: se aumentaba a partir de entonces el canon al doble. El gobierno de Rosas, mediante un decreto del 19 de mayo de 1836, vendió 1.427 leguas – de las otorgadas en enfiteusis – a 253 adquirentes…”. Emilio Coni publicó en 1927 un trabajo en el que señala, en relación a la ley de enfiteusis, que “dos hombres solamente la habían estudiado, y superficialmente, Andrés Lamas, panegirista de Rivadavia, y Nicolás Avellaneda...” y resalta la “opinión francamente contraria a la enfiteusis de todos los hombres de valor que actuaron después de Caseros y que habían sido testigos del sistema. Mitre, Sarmiento, Tejedor, Alberdi y Vélez Sarsfield, por no citar sino a los principales, fustigaron a la enfiteusis con frases lapidarias y la calificaron de perniciosa”. Es evidente que aquella reforma rivadaviana fracasó estrepitosamente, por diversas razones que tuvieron que ver con su tergiversación y no con los principios y marco teórico que la inspiraron, pero de todas maneras el nombre de la enfiteusis quedó desprestigiado, y probablemente además muchos de los gobernantes posteriores a Caseros no entendieron su verdadera significación y alcance. Mitre llegó al despropósito de tildarla de comunista. Por ende, más allá de que ni Urquiza ni Sarmiento la reivindicaron expresamente, sí comparten con Rivadavia, - y en se sentido se alejan de Rosas - la aspiración de transformar el campo argentino por medio de la facilitación del acceso a la tierra, la inmigración, la colonización en unidades productivas diversificadas, la promoción de la agricultura y el comercio, la democracia municipal, la educación rural, etc. Si las realizaciones efectivas de ambos no alcanzaron las dimensiones de sus anhelos fue por la resistencia que encontraron, y por las falencias de quienes los sucedieron. Ricardo de Titto recuerda las propias palabras de Sarmiento al respecto: “Enfrentado al latifundismo –“una oligarquía con olor a bosta”– promueve la pequeña propiedad: “La posesión es el germen fecundo de la población. Donde este derecho no fue respetado, el capital, el favor y la corrupción del poder distribuyeron la tierra entre especuladores y poderosos y permaneció por siglos inculta, despoblada e indivisa”.” No obstante, las colonias santafesinas, San José y sus desprendimientos en Entre Ríos, y Chivilcoy en Buenos Aires, entre otras colonias y pueblos, quedaron como testimonio del potencial de transformación del campo argentino. En alguna medida, sigue siendo una asignatura pendiente, aunque con problemas y desafíos de diferente índole.                          

Pero volvamos, para ir finalizando, a Justo José de Urquiza. En ocasión del centenario del nacimiento del prócer uruguayense, con motivo de la iniciativa de erigir un monumento que rindiera homenaje a su memoria, ni Mitre pudo evitar reconocer - quizás un poco a desgano, o tal vez valorando sinceramente tras tantos años la estatura histórica de Urquiza  -  que “el libertador de la República que derribó en Caseros la bárbara tiranía y que inició posteriormente la organización constitucional de la República, era merecedor a este honor póstumo”. Y por lo tanto sumó su adhesión a la idea de “realizar el monumento nacional que el país debe a la memoria del vencedor de Caseros y del libertador de la República.” 

Finalmente, recordemos las palabras de Sarmiento, a 12 años de la tragedia de San José, publicadas en las páginas del diario El Nacional de Buenos Aires: “El General Urquiza ha sobrevivido a su muerte violenta. La Constitución Argentina y la reunión de la República bajo las mismas instituciones de Gobierno, lo tienen a su frente. Y si el 3 de Febrero perpetúa el día en que fueron tronchadas las cadenas, el de su muerte serviría sólo para deplorar un crimen inútil, pues que la gloria legítima resiste la destrucción del tiempo, que es lo único que puede alcanzar el puñal”.- 

   

 Bibliografía

Caligaris, Hugo. «El escritor Juan José Sebreli contra todos.» Revista ADNcultura , 3 de Enero de 2009.

Conesa, Eduardo, y Luis Alberto Rey . Economía Polìtica Argentina. Buenos Aires: Prosa Editores, 2020.

Coni, Emilio Angel. La verdad sobre la enfiteusis de Rivadavia. Buenos Aires: Universidad de Buenos Aires, 1927.

de Titto, Ricardo. «Domingo ayer...Sarmiento hoy.» Clarín. 15 de Febrero de 2022. https://www.clarin.com/opinion/domingo-ayer-sarmiento-hoy_0_a6kSflBL8c.html (último acceso: 15 de Febrero de 2022).

Giberti, Horacio C. Historia económica de la ganadería argentina. Buenos Aires: Solar / Hachete, 1970.

Hora , Roy. «El latifundio como idea: Argentina, 1850-2010.» Universidad Nacional de La Pampa. s.f. https://cerac.unlpam.edu.ar/index.php/pys/article/view/3016/3495 (último acceso: 12 de Febrero de 2022).

Lamas , Andrés. «Rivadavia y la legislación de las tierras públicas.» Anáforas - Biblioteca digital de autores uruguayos. Universidad de la República. s.f. https://anaforas.fic.edu.uy/jspui/handle/123456789/48335 (último acceso: 13 de Febrero de 2022).

Revista Ñ. «Juan José Sebreli: “En la Argentina son todos populistas”.» 16 de Noviembre de 2012.

Romero, Luis Alberto. «Reelección: una obsesión de Rosas.» Centro de Estudios de Historia Política. Universidad Nacional de San Martín. 2012 de Febrero de 2012. http://www.unsam.edu.ar/escuelas/politica/centro_historia_politica/romero/rosas%20perfil.pdf (último acceso: 12 de Febrero de 2022).

Ruiz Moreno, Isidoro J. . Vida de Urquiza . Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Claridad, 2017.

Urquiza Almandoz, Oscar Fernando. Hechos, personajes y costumbres de nuestro pasado. Entre Ríos: el autor, 2010.

Leer más...

domingo, 13 de febrero de 2022

LA LEY SAENZ PEÑA QUE NO FUE

Por José Antonio Artusi

Roque Saenz Peña nació el 19 de Marzo de 1851 y murió el 9 de Agosto de 1914, en Buenos Aires. Fue el Presidente de la República desde el 12 de Octubre de 1910 hasta su muerte, aunque había pedido licencia por razones de salud en 1913. Es el único argentino que comparte con su padre haber ejercido la presidencia. Es conocido, sobre todo, por haber impulsado, en acuerdo con el líder radical Hipólito Yrigoyen, la ley electoral identificada con su nombre, una trascendente reforma política que mejoró notablemente las practicas electorales e integró a diversos partidos en el sistema representativo. Es prácticamente desconocido, sin embargo, como el Presidente que alentó otro proyecto de ley, lamentablemente frustrado, que habría significado una reforma progresista destinada a complementar de manera armónica la primera, la que conocemos como la “ley Saenz Peña”.    

De que se trataba ese proyecto que no prosperó, la ley Saenz Peña que no fue?

Recurrimos al economista Eduardo Conesa para describirla y valorarla: “Saenz peña presentó al Congreso una ley muy avanzada… En efecto, presentó… una ley de impuesto al valor venal de la tierra libre de mejoras para los territorios nacionales que hubiera abaratado las tierras y facilitado el acceso a ella de los millones de inmigrantes llegados a nuestro país… Cabe recordar que el impuesto al valor venal de la tierra libre de mejoras como elemento progresista dentro del liberalismo fue propiciado por los fisiócratas liberales franceses ya en el siglo XVIII. También por el economista ultraliberal David Ricardo en Inglaterra en 1817. Y en los Estados Unidos por el político y escritor liberal Henry George en su libro Progreso y Miseria, de 1879, pero esta vez como “impuesto único”… La muerte de Sáenz Peña en 1914 impidió cristalizar la reforma… Esta reforma ultraliberal, democrática y progresista fue sostenida además por muchos miembros del Partido Autonomista Nacional y, por supuesto, por los socialistas democráticos como Juan B. Justo… Especial reconocimiento merece Roque Sáenz Peña, pues más allá de su adhesión intelectual a la idea, en ejercicio de la presidencia promovió dos proyectos de ley tan consistentes entre sí como la cara y la ceca de una moneda: uno, político, la ley del voto secreto y obligatorio, por el que es recordado, y otro, que movilizaba la economía y respaldaba las bases económicas de la democracia… El segundo proyecto fue archivado por causa de su prematura muerte y olvidado por los siguientes hombres públicos, pero es de enorme actualidad. Su fin era asegurar la “democracia política” mediante una correlativa “democracia económica, consistente en “igual derecho de acceso a la tierra para todos los que quisieran trabajarla”… Quizá hubiese sido otra la historia económica argentina en la segunda parte del siglo XX si se hubiese sancionado un impuesto al valor de la tierra libre de mejoras en lugar del impuesto a los réditos, o si, como proponemos en este proyecto de ley, un impuesto a la tierra libre de mejoras que opere como pago a cuenta del impuesto a las ganancias”. (Conesa se refiere al proyecto de ley que presentó en tal sentido en 2016 siendo diputado nacional)       

Pero veamos lo que el propio Saenz Peña dijo sobre la cuestión, en el mensaje al Congreso en 1912: “considero necesario crear un impuesto que falta en nuestro régimen financiero, impuesto que han adoptado con éxito otras naciones y cuya ausencia no abona la justicia distributiva con que debería estar establecido entre nosotros, me refiero al impuesto sobre la valorización de la propiedad, en cuanto ella no proceda de la obra o trabajo privado, sino del esfuerzo colectivo. Están gravados todos los consumos y todas las industrias, las necesidades premiosas de la vida, tanto como el trabajo del hombre que le asegura moderadas ganancias, y no está el enriquecimiento obtenido sin esfuerzo, por la acción de la comunidad, que viene a premiar sin merecimiento propio lo que constituye obra de todos. Se impone así una reparación de tan notorio privilegio.”

Que quien pronunciara estas palabras, de una actualidad tal que duelen, sea rotulado como conservador es una muestra más de las confusiones y desvaríos ideológicos que priman en nuestro país.-  


Publicado en el diario La Calle de Concepción del Uruguay el Domingo 6 de Febrero de 2022.-                   

Leer más...

martes, 1 de febrero de 2022

GOBERNAR ES POBLAR

Por José Antonio Artusi

“Gobernar es poblar”, nos enseñó Alberdi. Lamentablemente, a 138 años de su muerte, todavía no hemos aprendido la lección. Argentina tiene un enorme territorio en el que viven algo más de 45 millones de personas, con una densidad de 16 habitantes por kilómetro cuadrado. Si la comparamos con la densidad de algunos países desarrollados veremos que es muy baja, 25 veces menor que la de Israel, 12 veces menor que la de Suiza, 8 veces menor que la de Dinamarca.

En realidad nuestro país no sólo está poco poblado sino “mal poblado”, con notorios desequilibrios entre zonas despobladas y áreas metropolitanas densas y con graves problemas muy difíciles de resolver. Santa Cruz tiene una densidad de 1,5 habitantes por kilómetro cuadrado y la ciudad de Buenos Aires, un distrito enteramente urbanizado, 15407.     

En un documento de la Fundación Alem publicado el año pasado se señala que “existe un gran desequilibrio y falta de estructuración regional que se refleja en una enorme desproporción entre áreas metropolitanas, especialmente el AMBA, que concentran tanto oportunidades como déficits estructurales acumulados durante décadas y regiones poco dinámicas que expulsan población por falta de oportunidades”.

Entre Ríos tiene una densidad poblacional ligeramente por encima del promedio nacional, aún así muy baja, casi 18 habitantes por kilómetro cuadrado. Las comparaciones son odiosas, dice el refrán, pero a veces sirven para dimensionar nuestra realidad, para recordar las asignaturas pendientes, y para tomar conciencia de nuestras posibilidades de desarrollo.

El territorio de Israel, buena parte desértico, donde viven más de 9 millones de personas, entraría más 3 veces y media en el de Entre Ríos, en el que habitamos poco más de 1,4 millones. Benelux, tal como se denomina el acuerdo entre Bélgica, los Países Bajos y Luxemburgo, tiene un territorio ligeramente menor en superficie al entrerriano. Viven en esos 3 países europeos casi 30 millones de personas. El territorio suizo es apenas superior a la mitad del de Entre Ríos. Viven en el país alpino más de 8 millones de habitantes.

Los países del Benelux exportaron en 2020 casi 900 veces más que las exportaciones originadas en Entre Ríos. Los Países Bajos, con un territorio que es prácticamente la mitad de Entre Ríos, son el segundo exportador mundial de productos agropecuarios, sólo por debajo de Estados Unidos. Bélgica, con un territorio que es poco más de un tercio del entrerriano, exportó en 2020 por un valor 292 veces mayor a las exportaciones de nuestra provincia. Luxemburgo, con una superficie menor a la mitad de la que tiene el Departamento Uruguay, cuya ciudad cabecera es Concepción del Uruguay, exportó en 2020 bienes y servicios por un monto más de 100 veces mayor a las exportaciones entrerrianas. 

Entre Ríos tiene recursos naturales de sobra para aspirar a ser un territorio desarrollado y próspero, que brinde calidad de vida y oportunidades a muchos más de los que hoy la habitan. Clima templado, suelos fértiles, recursos hídricos abundantes, ríos caudalosos que brindan agua potable, energía hidroeléctrica, vías navegables, riego, recursos ictícolas y atractivos turísticos. Está localizado en una ubicación estratégica en el corredor que une las principales áreas metropolitanas del Mercosur. A esos recursos naturales, no creados el hombre, hace falta aplicarles trabajo y capital para generar riquezas.

Pero ni las inversiones ni las personas vendrán si no se pone en marcha un plan estratégico de desarrollo que identifique correctamente las razones de nuestro atraso y que remueva los obstáculos que impiden el crecimiento desde hace décadas. Economía del conocimiento, investigación y desarrollo, innovación aplicada a los procesos productivos, agricultura de precisión, ganadería bovina y porcina, avicultura, industria frigorífica, incorporación de valor y calidad a la producción de alimentos, energías renovables, forestoindustria, servicios educativos y sanitarios, industria 4.0, turismo, etc.; todo con el más celoso cuidado del ambiente y la salud, potenciando el desarrollo de ciudades pequeñas e intermedias, que brindan las ventajas de la vida urbana y todavía están a tiempo de evitar los males de las grandes áreas metropolitanas: las oportunidades están. Depende de nosotros aprovecharlas. Poblemos Entre Ríos. Hagamos de nuestra provincia la Entre Ríos que Urquiza sonó.       


Publicado en el diario La Calle el día 30 de Enero de 2022.-


Leer más...