martes, 19 de marzo de 2024

QUO VADIS POLÍTICA SOCIAL?

Por José Antonio Artusi

Aldo Neri, en un libro publicado en 1995 titulado “Sur, penuria y después. La crisis de la política social”, cita a Castoriadis cuando expresa que “la pauperización intelectual tanto de los “socialistas” como de los “conservadores” es aterradora. Los “socialistas” no tienen nada que decir, y la calidad intelectual de la producción de los voceros del liberalismo económico, desde hace quince años, haría que Smith, Constant, o Mill se revolcasen en sus tumbas”. No faltan elementos para extender hasta nuestros días la veracidad de la aseveración de Castoriadis. Más adelante, el propio Neri sostiene que “la democracia es en su esencia distribución del poder mismo en la sociedad. Y esto es incompatible con una excesiva concentración de beneficios económico – sociales. Uno no puede elegir un solo plato de ese menú; debe pagar por ambos. Y esta receta, como tantas con las mejores ideas, no tiene nada nuevo. Así la quisieron, de uno u otro modo, los griegos de la democracia ateniense, Jesucristo, los liberales fundacionales, los soñadores socialistas. Avanzar pequeños pasos en ese camino exige grandes esfuerzos”.

Lo antedicho puede servir como una introducción para comenzar a evaluar los pasos que viene dando en materia de política social el gobierno nacional, y para tratar de explorar escenarios futuros.

En la citada obra Aldo Neri considera que “en el firmamento de los bienes sociales fundamentales existen cinco estrellas de luz muy fuerte, que se destacan por la inequívoca manera en que iluminan (u oscurecen con su ausencia) las oportunidades de un desarrollo integral de la persona, así como el logro de niveles mínimos de bienestar familiar. Ellas son la alimentación, la atención de la salud, la educación, la vivienda y el retiro en la vejez”.

Demos por lo tanto una mira rápida al panorama de algunas de estas cinco “estrellas” en la actualidad y las perspectivas que se podrían abrir a futuro.

El gobierno dispuso inicialmente un aumento que duplicó nominalmente los montos de la AUH y la Tarjeta Alimentar. En un contexto de creciente pauperización de la mano de la estanflación, y de infantilización de la pobreza, estas herramientas son cruciales en la coyuntura pero corren el riesgo de ser afectadas por la elevada inflación. El gobierno se ha manifestado proclive a eliminar la intermediación de movimientos sociales en la asistencia a comedores comunitarios mientras que se muestra por otro lado dispuesto a aceptar la intermediación de algunas iglesias.      

Cabe señalar las limitaciones y déficits de estos programas, tanto los de asistencia monetaria directa como los de asistencia a través de comedores. Y es oportuno por lo tanto, más allá de la coyuntura, volver a reflexionar acerca de la necesidad rescatar la idea de programas universales e incondicionales que eviten la trampa de la pobreza, en la línea del Ingreso Ciudadano a la Niñez que propuso en su momento Elisa Carrió y que llegó a ser una asignatura pendiente del gobierno de Mauricio Macri. 

En relación a la vivienda y el hábitat por ahora prima una gran indefinición de las políticas públicas, una desjerarquización de las áreas de gobierno, y una desfinanciación que se suma a la que se venía dando desde el gobierno de Alberto Fernández. A la demora en la designación de funcionarios se le han sumado la renuncia de algunos y la transferencia a la órbita del Ministerio de Economía. A la desfinanciación del sistema federal de vivienda que supuso la no actualización del monto fijo en el impuesto a los combustibles y su impacto en la merma del FONAVI, que afectó profundamente las finanzas de los institutos provinciales de vivienda el año pasado, se suma ahora la pérdida casi total de recursos del impuesto País con destino al Programa de Integración Socio Urbana, dirigido a urbanizar y regularizar las casi 6000 villas y asentamientos relevados en el Registro Nacional de Barrios Populares. Si bien sabemos que el impuesto País es un pésimo tributo, además transitorio, y que el sistema de fideicomisos quizás no es el más adecuado, no por ello debería abandonarse la aspiración de contar con una estrategia robusta y permanente de financiamiento para este fin. Un informe reciente del Banco Mundial sostiene que uno de los “factores que menoscaban las ventajas económicas de las ciudades y merecen especial atención” consiste en “la división de las ciudades en zonas pobres y prósperas desconectadas, que limitan la extensión geográfica de las economías de aglomeración, obstruyen los flujos de información y generan una asignación inadecuada de los recursos debido a la prevalencia de la informalidad en los barrios de bajos ingresos”. O sea, la informalidad y la precariedad nos afecta directa o indirectamente a todos, y por lo tanto todos deberíamos estar interesados en su reversión, si es que realmente queremos ciudades más prósperas. Aunque sea reiterativo, vale la pena enfatizar que no se trata de regalar nada a nadie ni de premiar la informalidad; se trata de regularizar debidamente lo que corresponda y fundamentalmente evitar la informalidad futura.     

Las otras tres “estrellas”, educación, salud y jubilaciones, muestran por ahora más amenazas que promesas, en un contexto de crisis que obviamente no es el más adecuado para pensar políticas estructurales de largo plazo; que sin embargo son más necesarias que nunca. Es oportuno recordar que el célebre Servicio Nacional de Salud británico fue planificado en buena medida durante la Segunda Guerra Mundial.-   

 

Publicado en el diario La Calle el 17 de Marzo de 2024.-

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jueves, 14 de marzo de 2024

EMILIO RAVIGNANI


 Por José Antonio Artusi

Se cumplieron 70 años de la muerte de Emilio Ravignani. Nació en Buenos Aires el 15 de Enero de 1886 y murió el 8 de Marzo de 1954 en su ciudad natal.

Hijo de inmigrantes italianos, tras egresar del Colegio Nacional de Buenos Aires cursó estudios universitarios en la Facultad de Derecho y en la de Filosofía y Letras de la UBA, ámbitos en los que luego se desempeñó como profesor e investigador. Junto a Ricardo Levene y otros historiadores formó parte de la denominada Nueva Escuela Histórica, abocada a aplicar marcos metodológicos rigurosos para la investigación.

Pablo Buchbinder, en un artículo titulado “Entre la historia, la política y las aulas: reflexiones sobre la trayectoria de Emilio Ravignani”, recuerda que “en diciembre de 1946… debió abandonar sus cargos como profesor universitario que ejercía desde los años veinte en las Facultades de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional de la Plata (UNLP) y de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA). De esta manera terminó su larga trayectoria en las instituciones de enseñanza superior de la Argentina que había incluido no sólo el ejercicio de cargos de profesor en las áreas de Historia Constitucional Argentina y de Historia Americana –además había sido profesor en el Instituto Nacional del Profesorado- respectivamente sino también el desempeño de diversas responsabilidades en puestos y organismos de gobierno universitario. Por un tiempo breve continuaría sus tareas académicas y universitarias en el Uruguay”. No es ocioso recordar que Ravignani fue separado de sus cargos por razones políticas, tal como era usual en ese momento.

En el citado trabajo Buchbinder considera que “Ravignani articuló desde 1945, directa y estrechamente, un análisis del pasado histórico argentino con una lectura crítica de su presente. Este uso y articulación se explicaba posiblemente por el hecho de que sus juicios políticos no podían expresarse en forma pública y abierta desde entonces. Sus escritos sobre Rivadavia, del que lo había separado su papel en la tradición unitaria, buscaron ahora subrayar su defensa de los principios republicanos. El análisis de Artigas estuvo desde entonces cruzado por consideraciones similares. Ya no era el líder que se oponía a los intentos centralistas de Buenos Aires sino, fundamentalmente el que, frente al autoritarismo porteño, encarnaba tradiciones auténticamente democráticas”. Siguiendo con la reivindicación de Artigas es pertinente mencionar que el historiador uruguayense Pedro Félix Guridi resalta en su obra “El artiguismo y su legado”, citando a Alberto Demicheli, que fue precisamente Emilio Ravignani quien descubrió y publicó en 1937 el proyecto de Constitución nacional que llevaron consigo los diputados orientales para presentar a la Asamblea General Constituyente de 1813, junto con las célebres “Instrucciones”, que constituyen en su conjunto una magnífica síntesis de la doctrina artiguista, base ineludible del federalismo argentino y de su posterior concreción constitucional en 1853 de la mano de Urquiza.  

En el campo político Ravignani tuvo una intensa participación en la Unión Cívica Radical, ocupando numerosos cargos y llegando a presidir su Convención Nacional. Fue electo diputado nacional en tres ocasiones, en 1936, 1946 y 1952. Su muerte truncó el último mandato.

Enrique Pereira lo evoca diciendo que “unió en su persona a un luchador callejero valiente con un intelectual de prestigio internacional, a un docente cabal, un creador de escuelas, y un parlamentario inteligente y combativo”; recuerda que “su conciencia democrática lo llevó a sumarse a la organización de las actividades solidarias con la II República Española”, y que “fue uno de los pilares del legendario “Bloque de los 44” presidido por Balbín, integrado, entre otros, por Raúl Uranga, Silvano Santander, Arturo Frondizi”, etc.

Su conocimiento histórico le permitió participar en algunos debates en la Cámara de Diputados con inusual solvencia. Una de las intervenciones en las que puso de manifiesto su comprensión del pasado como faro para iluminar el presente fue la que tuvo lugar en Marzo de 1947, al tratarse la ratificación del decreto ley 18.411 de 1943 que reformó el artículo 8º de la ley 1420 de educación pública, laica, gratuita y obligatoria e implantó la enseñanza religiosa en las escuelas. Este año se cumplirán 140 años de la promulgación de la ley 1420. Parece oportuno recordar las palabras finales de Ravignani, en alguna medida premonitorias, en aquellos acalorados debates de 1947:

“La Iglesia debe trabajar sin oprimir las conciencias, pues se lo prohíbe la Constitución, y, sobre todo, no debe convertirse en un instrumento político que pueda robustecer a los gobiernos fuertes. No debe repetir la experiencia de aquellos monarcas que eran católicos, pero perseguían a los religiosos, disolvían sus órdenes; y, por fin, no debe enturbiar el vino generoso del sentimiento católico, que se apoya en la fe, con el agua turbia de la acción política, que a menudo se vale de la simulación para ahogar las libertades humanas, esencia de la moral del Mártir del Gólgota”.-     

 

Publicado en el diario La Calle el día 10 de Marzo de 2024.-

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lunes, 4 de marzo de 2024

MOISÉS LEBENSOHN Y LA CONSTITUCIÓN NACIONAL DE 1949

Por José Antonio Artusi

Se cumplen 75 años del discurso que pronunció Moisés Lebensohn en la Convención convocada para reformar la Constitución Nacional, el 3 de Marzo de 1949.

Moisés León Lebensohn nació el 12 de agosto de 1907 en Bahía Blanca y murió en Buenos Aires el 13 de Junio de 1953. Diego Barovero considera que “la principal ocupación de Lebensohn fue darle autonomía y sistematización a los fundamentos doctrinarios de la UCR, definiéndola como una expresión política democrática, liberadora, popular y progresista”, y señala que “a pesar de sus condiciones intelectuales y capacidad organizativa, Lebensohn casi no tuvo oportunidad de ejercer funciones públicas. Sólo fue concejal en su ciudad (1936) y convencional nacional constituyente (1949), en la que fue protagonista central en esa oportunidad como jefe de la bancada radical, impugnando la legitimidad de una reforma que se hacía con la intención de perpetuar a Perón en la presidencia”.

La efeméride es propicia para recordar algunos pasajes de aquel célebre discurso. Dijo Lebensohn ese día: “El señor presidente ejerce una potestad irrestricta en el orden político y en los campos económicos, financieros, sindicales y culturales; controla a su arbitrio los rumbos de la vida nacional. Por otros caminos, con otros procedimientos usando sus mismas técnicas, ha alcanzado la finalidad totalitaria. Ahí está instalado el Régimen en sus realidades, dispositivos y orientaciones. Se ha desarrollado en el quebrantamiento de la estructura constitucional y en la regulación de las libertades públicas; ha centralizado las direcciones del país y pretendido imprimir su concepción en todos los aspectos de la existencia argentina. No puede consolidarse sin la permanencia indefinida del conductor que constituye el centro de las decisiones. De ahí la necesidad de la reelección presidencial. Sin continuidad del jefe, no existe continuidad del sistema y no se concibe al jefe sin la total concentración del poder”.

Expresó más adelante el convencional radical, en relación a la Constitución de 1853, que prohibía la reelección presidencial: “El artículo 77 de la Constitución es la garantía suprema de las libertades populares y la última valla contra la arbitrariedad. Puede un gobernante avasallar todos los derechos. Su poder tiene límite cierto, plazo infranqueable, en la prohibición dictada por el sufrimiento de dos generaciones argentinas. Su remoción es el objeto de la reforma, y el Radicalismo se opone esta “in totum”, en su conjunto, en defensa del orden democrático y de las libertades fundamentales, y en lealtad con la historia y el destino de nuestra Patria. Votará contra la reforma porque entraña el propósito de consolidar, fortificar y perpetuar al absolutismo gobernante y persigue la única finalidad de legalizar el establecimiento del sistema que está destruyendo esencias republicanas y precipitando a nuestra Patria en la abyección del despotismo. En el curso de nuestra organización constitucional, la vida republicana, casi siempre fue amarga, pudo desarrollarse evolutivamente. Los presidentes solían ejercer influjo decisivo; su poder era inmenso, incontrolado dentro del lapso en que ejercían la dirección de la República. Imponían a sus sucesores, pero éstos, conscientes de la fuerza que reúne el poder presidencial, jamás se resignaron a ser meros ejecutores de directivas ajenas. Y en esa renovación de fuerzas, de procedimientos y de hombres, la democracia argentina se salvó y la República subsistió aun en las épocas dolorosas del fraude. A este gran recaudo constitucional, los círculos de intereses que siempre rodean al poder personal quieren suprimirlo, no en interés del país, sino en su propio interés. No tienen la responsabilidad histórica del presidente, sino la oportunidad de enturbiarse con el fango de los negociados y de beneficiarse con el usufructo de su influencia, operando a la sombra del poder presidencial”.

“Reelección presidencial, constitucionalización de la legislación represiva del Régimen, culminación del proceso de centralización. He ahí la reforma. Todos sus demás aspectos estaban en la legislación o podía alcanzarse mediante la legislación: derechos del trabajador, incompletos y falseados; los derechos de la familia, imprecisos e innocuos; disposiciones atinentes a servicios públicos que en parte se acercan a nuestro programa. Todo cabía como desarrollo dentro del gran encuadre orgánico de la Constitución del 53. Lo único que no podía lograrse era la remoción del infranqueable obstáculo a la ambición de mando de los gobernantes. De ahí y sólo de ahí nació la reforma”.

Llegando al final de su alocución, Lebensohn señaló: “frente a este régimen que intenta reducir a nuestro pueblo a la categoría de masas semejantes y moldeables al redoble de las consignas de propaganda, confiriéndole la justicia como dádiva y la solidaridad como soborno, afirmamos nuestra absoluta convicción en la lealtad del hombre del pueblo con el destino nacional… Desvalidos de poder material, sin prensa, sin radio, sin aulas y sin armas, sin bancos ni gobiernos, libramos esta batalla con victoriosa confianza en la prevalencia final de los ideales que nutrieron la historia argentina, serenos y seguros, porque son nuestros la razón y el futuro”.

En 1955 el gobierno que impulsó la reforma fue depuesto por un golpe y el 1º de Mayo de 1956 el General Aramburu presidió un acto en la Plaza Ramírez de Concepción del Uruguay en el que se abrogó esa Constitución de 1949. Y en 1994 se reformó la Constitución de 1853, esta vez sobre la base de acuerdos básicos entre los partidos mayoritarios. Pero esa es otra historia.-

 

Publicado en el diario La Calle el día 3 de Marzo de 2024.-  

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