lunes, 19 de diciembre de 2022

CASEROS


Por José Antonio Artusi

Mucho se ha escrito acerca de la significación histórica de la batalla de Caseros, y de los comandantes que se enfrentaron en ella.

 Oscar Fernando Urquiza Almandoz nos dice que “… Caseros no fue un fin en sí mismo. Fue tan sólo una etapa. Como antes lo había sido el Pronunciamiento, como después lo será el Acuerdo de San Nicolás. El norte, el objetivo final de la revolución de Urquiza contra Rosas fue la libertad y la Constitución Nacional. El predominio de la finalidad propuesta y una conducta consagrada al servicio de la causa, hicieron que Urquiza no fuera un revolucionario más; que no pasara simplemente a integrar esa tradición luctuosa y triste de América, de hombres levantados en armas con propósitos y juramentos que glorificaban su rebelión, pero que, en definitiva, caían en el sensualismo de un gobierno más pernicioso e ilegal que el depuesto. Urquiza no fue, pues, un apóstata. Tuvo la gloria de cumplir su promesa ante el país, causa y fin de su revolución contra Rosas, la libertad y la organización constitucional.” 

También es muy ilustrativo tener en cuenta los conceptos de uno de sus biógrafos, Isidoro Ruiz Moreno, cuando se refiere a la trascendencia de Urquiza: “Figura extraordinaria, en el cabal sentido del término como fuera de lo común, fue don Justo Urquiza. Dotado de fuerte carácter y de claros objetivos, puso ambos factores en acción para el logro de sus empeños. Pacificó la anárquica Provincia de Entre Ríos primero y luego organizó a la misma Confederación Argentina, que convertida en república constitucional, logró unificar definitivamente. Buscó, además, conquistar el Desierto – lo que anunció como candidato presidencial en 1868 -, plan que hubiese completado la geografía nacional, pero las etapas del progreso requieren su tiempo. Cuando se tiene en cuenta lo que era nuestra Argentina en aquellos años, y se considera la transformación que realizaron los esfuerzos que condujo, no puede considerarse de otra manera al General Urquiza sino como a una de las figuras más grandes de la Patria, a despecho de los errores que cometió, que poco pesan en el balance de su existencia… El tiempo transcurrido desde entonces permite aquilatar sin pasión los resultados dejados por la acción del General Urquiza en beneficio de la República Argentina. La gloria por sus beneficios realizados, inigualados en el país durante el transcurso de su prolongada actuación – Libertad, Constitución y Unidad Nacional – son de proyección permanente, a despecho de humanas falencias, lo que permite consagrarlo como a uno de sus más claros próceres”. Es pertinente también observar la caracterización que hace el mencionado autor del régimen rosista: “El Gobernador de Buenos Aires concluía en 1850 otro período de mando (iniciado en 1835); y firme su poder, sin adversario alguno que lo amenazara, el General Juan Manuel de Rosas había alcanzado el cenit de su mando. Nada podía conmoverlo: el sometimiento a su voluntad de toda la Confederación era absoluto. Comenzó entonces un movimiento tendiente a perpetuarlo sin ningún tipo de límite, ni de facultades ni de términos, sin renuncias y reelecciones. La suma del Poder Público con que fuera investido en su Provincia debía extenderse formalmente a todas las demás… El vasallaje imperante hasta en la vida cotidiana (vestidos, adornos, colores, celebraciones religiosas, festivales populares, atalaje de caballos), lo demostraba concluyentemente… Gozando de la suma del poder público, Juan Manuel de Rosas era el Estado, como le Roi Soleil otrora. Jueces y legisladores le estaban subordinados, y como carecía de sucesor – había sido propuesta como tal su hija, lo que no prosperó – le fue concedida por ley, como se ha visto, la Dictadura vitalicia… Las manifestaciones que se le dirigían no pecaban por falta de elogios y adjetivos superlativos.”    

Complementando lo anterior, podríamos considerar lo que Luis Alberto Romero escribió sobre el gobierno de Rosas, enfatizando entre otros rasgos la pretensión de unanimidad, la permanente propaganda oficial y oficiosa, el terrorismo de Estado o paraestatal y el culto a la personalidad, rasgos típicos de tantas tiranías a lo largo de la Historia: “… la opinión unánime era construida cotidianamente. Para evitar las disidencias, desaparecieron las asociaciones, clubes, tertulias o cenáculos de sociabilidad política, que habían florecido desde 1810. Lo mismo ocurrió con la prensa opositora, muy activa al comienzo del régimen. La prensa adicta, escrita en registros cultos o populares, exponía una militancia sin fisuras. En la calle, los opositores eran individualizados por la manera de hablar o de vestirse - lo testimonió Echeverría en El Matadero - , y la cinta punzó era impuesta a hombres y mujeres. Las fiestas públicas, celebrando las fechas patrias o simplemente en homenaje al gobernador o a su hija -alguien la propuso como sucesora del padre- combinaban el entretenimiento con la exaltación simbólica de la figura de Rosas. En suma, hoy un ministro de Cultura y Medios lo habría aprobado. Pero además, la opinión unánime se respaldaba en la intimidación o eliminación de los enemigos, los tibios y los indiferentes. Se realizaba a través de las autoridades locales, de la policía o de la Mazorca, una asociación civil privada, integrada en su mayoría por policías, que asesinaba a quienes eran señalados por el gobierno. En ciertas coyunturas, como en 1840 o 1842, en Buenos Aires el terror fue masivo e indiscriminado. El de Rosas no fue ni el primer ni el último régimen que combinó apoyo popular masivo y terror represivo.” Es muy interesante detenerse a reflexionar acerca de lo que este autor manifiesta en relación a la movilización y participación regimentada de las masas y la elección de un enemigo al que atribuirle todos los males, al que por otra parte se deshumaniza – en este caso la difusa y ominosa categoría de “salvajes unitarios”, para quienes sólo cabía la muerte - como estrategia de consolidación de un poder hegemónico, característica que va luego va a ser distintiva de los movimientos y tendencias fascistas del siglo XX: “La lucha facciosa se potenció con la creciente movilización de los sectores populares, urbanos y rurales. Los enfrentamientos políticos, muy violentos, alteraron profundamente la vida social. La apelación al orden, que Rosas asumió, tenía un amplio apoyo en buena parte de la sociedad, particularmente entre los sectores propietarios, incluyendo a muchos que a la larga engrosarían el bando opositor. La singularidad de la fórmula rosista consistió en llegar al orden por la vía de la exacerbación y canalización de la movilización popular facciosa. Con ella disciplinó y expurgó a las elites. Muchos descubrieron, entonces y después, que la politización unánime, administrada, canalizada, convocada y desconvocada, se parecía mucho a la despolitización. Solo requería de un enemigo contra quien dirigirse. Un enemigo permanentemente derrotado pero, como la hidra de mil cabezas, siempre renaciente. Tal la función de los “unitarios”, denominación con la que el discurso del régimen englobó las más diversas formas de oposición.”

En esta línea de pensamiento se podrían enmarcar los argumentos de Juan José Sebreli para caracterizar a Rosas como un bonapartista o un protofascista, cuando considera que “…el movilizador de masas fue el rosismo, que fue un protofascismo, en un momento donde no existía nada parecido en Europa ni América. Fue un régimen totalitario en sentido estricto… Es la desaparición de los límites entre sociedad civil y Estado. La vida cotidiana, hasta los aspectos más íntimos, como la sexualidad, es controlada y existe una ideologización de todo.” O cuando plantea que “el caso de Rosas es realmente muy curioso. Es una especie de fascismo avant la lettre. Fue un típico bonapartista, con elementos mucho más fascistas de lo que pudieron haber sido los bonapartistas del siglo XIX, Bismarck o Napoleón III, con esa puesta en escena de toda una ciudad que es típica de los totalitarismos del siglo XX… La imaginería, la ciudad pintada de rojo, las divisas, el retrato de Rosas en todas partes, incluidas las iglesias… Es decir: la introducción de la política en la vida cotidiana, la desaparición de los límites entre lo privado y lo público. Eso lo hace por vez primera Rosas. En ese sentido, es casi un caso único en el siglo XIX. Ni los bonapartismos europeos llegaron a ese punto.”

Sarmiento supo ver las íntimas relaciones entre las estructuras socio – económicas y culturales con los modos de organización y dominación política. Por eso en el Facundo se pregunta lo siguiente, tratando de comprender y caracterizar correctamente al régimen de Rosas: “¿Dónde, pues, ha estudiado este hombre el plan de innovaciones que introduce en su gobierno, en desprecio del sentido común, de la tradición, de la conciencia y de la práctica inmemorial de los pueblos civilizados? Dios me perdone si me equivoco, pero esta idea me domina hace tiempo: en la estancia de ganados, en que ha pasado toda su vida y en la Inquisición, en cuya tradición ha sido educado.” Y por eso su programa, coincidente con el de Urquiza, será su contracara; la colonización agropecuaria, el acceso a la tierra, el libre comercio, la educación pública y el laicismo. Las palabras que el genial sanjuanino eligió para su epitafio en notable síntesis no podrían ser más esclarecedoras: “Una América toda, asilo de los dioses todos, con lengua, tierra y ríos libres para todos”.

Conviene otorgar un párrafo aparte a la ley de enfiteusis de Rivadavia, generalmente mal interpretada y valorada, y al papel que tuvo Rosas en su administración. Recurrimos en ese sentido a la obra del uruguayo Andrés Lamas. En las primeras palabras del prólogo de su libro “Rivadavia y la legislación de las tierras públicas”, seguramente sorprendentes para muchos, Manuel Herrera y Reissig sostiene que “la República Argentina puede reclamar el honor de haber sido, con Francia, la cuna de las ideas del Impuesto Único en el mundo”. El prologuista se refiere a las ideas en las que los fisiócratas franceses – Quesnay, Turgot -, habían sido pioneros, complementadas luego por los aportes teóricos de los economistas clásicos liberales británicos – Adam Smith, David Ricardo – y perfeccionadas, sistematizadas y explicadas con claridad más tarde por el norteamericano Henry George, a partir de la publicación de su célebre obra “Progreso y Miseria” en 1879. Henry George advirtió con lucidez el rol de la renta del suelo en los procesos de crecimiento de las economías capitalistas, y demostró contundentemente cómo si no median eficaces políticas tributarias el crecimiento económico puede llevar al aumento de la riqueza pero también de la pobreza. El remedio que propuso George fue precisamente dejar de gravar por completo el trabajo y la inversión de capital e imponer tributos solamente al mayor valor del suelo generado por la comunidad, recuperando de esa manera para el Estado los ingresos no ganados percibidos por el propietario del suelo sin que éste haya realizado ningún tipo de esfuerzo. De ahí la denominación de impuesto único, el “single tax”. Henry George era partidario también del más amplio libre comercio, entre persones y entre países. Las ventajas del impuesto al valor del suelo libre de mejoras (único o no, hoy seguramente sería imposible prescindir absolutamente de todos los demás impuestos) han sido reconocidas por la enorme mayoría de los economistas, entre ellos muchísimos premios Nobel. Uno de ellos, Milton Friedman, llegó a decir que era “el menos malo” de todos los impuestos. Dos ventajas clave de este tributo son que se trata del único impuesto que no puede trasladarse a los precios – por el contrario, tiende a aumentar la oferta y por ende a reducirlos – y que es el único que no genera pérdida de eficiencia económica.  Refiriéndose a Rivadavia, continúa Herrera y Reissig en el prólogo del libro de Lamas diciendo que “la obra más grande, más original y más trascendente de aquel ilustre argentino… no es su obra política, constitucional, administrativa, docente y cultural… sino aquella gran reforma, aquella gran conquista que todavía, cien años después, no han logrado alcanzar las naciones más libres y avanzadas de la tierra: la libertad económica fundada en la liberación de la tierra, supremo desiderátum de las Democracias…”. En su libro Andrés Lamas nos dice que la legislación agraria de Rivadavia “tenía por base la conservación del dominio natural y directo del Estado sobre las tierras públicas, que declaraba inalienables. Conservando con la propiedad, la libre disponibilidad de sus tierras, el Estado podía proceder, sin reato alguno, a su mejor distribución, consultando las necesidades y las conveniencias generales; el bienestar y el aumento de la población, la extensión, la diversidad y el perfeccionamiento de las culturas, la buena distribución de la riqueza, y con ella la justicia social y las condiciones esenciales de la organización política de una sociedad democrática. Mediante la propiedad de la tierra, el Estado recibía, por medio del canon con el que la entregaba al cultivo, la renta que le correspondía; y como esta renta nace del trabajo social, Rivadavia esperaba, y con razón, que ella llegaría a ser, con el transcurso del tiempo, la fuente única de los recursos del tesoro público, suprimiéndose, en consecuencia, los impuestos que gravan el trabajo y los capitales individuales.” En síntesis, este autor oriental llega la conclusión de que “la absorción por el Estado del valor social de la tierra creado por el esfuerzo colectivo, el reconocimiento de la igualdad de derechos a la tierra, la proscripción de todos los impuestos sobre el trabajo y el capital y sobre todas las formas de la actividad económica, la libertad de trabajo en todas sus manifestaciones y el libre cambio en su sentido más lato y absoluto, es decir, no sólo entre las naciones, sino entre los individuos, tales fueron los propósitos y finalidades del sistema agrario de Rivadavia de 1826, como son las del impuesto único…”. De esta manera, lo que la tesis de Lamas y las expresiones de Reissig nos están mostrando es un Rivadavia adelantado a su tiempo, casi podríamos decir un georgista antes que Henry George.

Eduardo Conesa abona esta teoría, al expresar que “en nuestro país, en el decenio de 1820, bajo la presidencial del liberal Bernardino Rivadavia, un entusiasta de los economistas ingleses de la época, hubo un intento frustrado de establecer este sistema, por la vía del derecho de enfiteusis. Se trataba de un arrendamiento a largo plazo que hacía el Estado de la abundante tierra fiscal. El largo plazo pactado en los contratos tenía el propósito de estimular al arrendatario o enfiteuta a invertir en mejoras. El Estado arrendaba la tierra fiscal a cambio del pago de un canon anual por parte del enfiteuta. Este canon hacía las veces de un impuesto. Con el advenimiento de la dictadura de Rosas en los dos siguientes decenios, el sistema fracasó, y fue definitivamente abandonado en el decenio de 1850”. Además, Conesa considera que la “omisión de un impuesto liberal a la tierra libre de mejoras” es la principal objeción a formular a la Generación del 80; y  - tras recordar el frustrado proyecto del Presidente Roque Saenz Peña -, señala no obstante que “muchos otros brillantes hombres de la gloriosa generación de 1880 defendieron esta idea progresista”, pero aclara que “en rigor se remonta al decenio de 1820 cuando la propuso el ilustrado y entusiasta de la naciente ciencia de la Economía Política… Bernardino Rivadavia con su ley de enfiteusis”. Evidentemente, ningún país del mundo estaba en ese entonces, en condiciones de llevar adelante una reforma de ese tipo en toda su dimensión y alcance, mucho menos la Argentina anárquica y desarticulada de aquel momento.

Veamos ahora el papel de Rosas en esta cuestión. Recurrimos para ello a los datos y consideraciones de Horacio Giberti: “Teóricamente la ley se proponía una distribución racional de la tierra, una diversificación de la producción rural, fomentando la agricultura y la creación de una nueva clase media que enfrentara a la oligarquía terrateniente. Pero al ser llevada a la práctica esta ley produjo su propia negación: no fueron los inmigrantes labriegos, con los que soñaba utópicamente Rivadavia, quienes se repartían la tierra, sino precisamente la gran oligarquía terrateniente y hacendada… Basta leer la lista de enfiteutas para comprobarlo… Los inmigrantes que quería Rivadavia, por supuesto, no llegaron nunca a ocupar esas tierras. Es fácil prever cómo se sabotearía el proyecto de inmigración, si observamos que la comisión para organizar la contratación de inmigrantes europeos – creada por decreto de Rivadavia del año 1824 – estaba presidida por el primo de Anchorena, Juan Pedro Aguirre, e integrada entre otros por el propio Juan Manuel de Rosas. En un debate de la Legislatura llevado a cabo en Enero de 1829, el general Viamonte combatió la cláusula de la ley que prohibía a los enfiteutas adquirir nuevas tierras… Tomás de Anchorena sostuvo el proyecto de reforma en el sentido en que lo promulgaba Viamonte. De este modo la ley de enfiteusis perdía hasta su último rasgo progresista, para convertirse lisa y llanamente en el gran negociado de la burguesía terrateniente bonaerense… Durante el gobierno de Rosas no le resultaría muy difícil a esta misma oligarquía, que seguía vinculada al gobierno, conseguir que éste les concediera la propiedad privada de las tierras que les habían sido entregadas en carácter de enfiteusis. El despojo quedaba de ese modo legalizado. En 1837 vencían los diez años de plazo otorgado a la enfiteusis: se aumentaba a partir de entonces el canon al doble. El gobierno de Rosas, mediante un decreto del 19 de mayo de 1836, vendió 1.427 leguas – de las otorgadas en enfiteusis – a 253 adquirentes…”. Emilio Coni publicó en 1927 un trabajo en el que señala, en relación a la ley de enfiteusis, que “dos hombres solamente la habían estudiado, y superficialmente, Andrés Lamas, panegirista de Rivadavia, y Nicolás Avellaneda...” y resalta la “opinión francamente contraria a la enfiteusis de todos los hombres de valor que actuaron después de Caseros y que habían sido testigos del sistema. Mitre, Sarmiento, Tejedor, Alberdi y Vélez Sarsfield, por no citar sino a los principales, fustigaron a la enfiteusis con frases lapidarias y la calificaron de perniciosa”. Es evidente que aquella reforma rivadaviana fracasó estrepitosamente, por diversas razones que tuvieron que ver con su tergiversación y no con los principios y marco teórico que la inspiraron, pero de todas maneras el nombre de la enfiteusis quedó desprestigiado, y probablemente además muchos de los gobernantes posteriores a Caseros no entendieron su verdadera significación y alcance. Mitre llegó al despropósito de tildarla de comunista. Por ende, más allá de que ni Urquiza ni Sarmiento la reivindicaron expresamente, sí comparten con Rivadavia, - y en se sentido se alejan de Rosas - la aspiración de transformar el campo argentino por medio de la facilitación del acceso a la tierra, la inmigración, la colonización en unidades productivas diversificadas, la promoción de la agricultura y el comercio, la democracia municipal, la educación rural, etc. Si las realizaciones efectivas de ambos no alcanzaron las dimensiones de sus anhelos fue por la resistencia que encontraron, y por las falencias de quienes los sucedieron. Ricardo de Titto recuerda las propias palabras de Sarmiento al respecto: “Enfrentado al latifundismo –“una oligarquía con olor a bosta”– promueve la pequeña propiedad: “La posesión es el germen fecundo de la población. Donde este derecho no fue respetado, el capital, el favor y la corrupción del poder distribuyeron la tierra entre especuladores y poderosos y permaneció por siglos inculta, despoblada e indivisa”.” No obstante, las colonias santafesinas, San José y sus desprendimientos en Entre Ríos, y Chivilcoy en Buenos Aires, entre otras colonias y pueblos, quedaron como testimonio del potencial de transformación del campo argentino. En alguna medida, sigue siendo una asignatura pendiente, aunque con problemas y desafíos de diferente índole.                         

Pero volvamos a Urquiza. En ocasión del centenario del nacimiento del prócer uruguayense, con motivo de la iniciativa de erigir un monumento que rindiera homenaje a su memoria, ni Mitre pudo evitar reconocer - quizás un poco a desgano, o tal vez valorando sinceramente tras tantos años la estatura histórica de Urquiza  -  que “el libertador de la República que derribó en Caseros la bárbara tiranía y que inició posteriormente la organización constitucional de la República, era merecedor a este honor póstumo”. Y por lo tanto sumó su adhesión a la idea de “realizar el monumento nacional que el país debe a la memoria del vencedor de Caseros y del libertador de la República.”

Finalmente, recordemos las palabras de Sarmiento, a 12 años de la tragedia de San José, publicadas en las páginas del diario El Nacional de Buenos Aires: “El General Urquiza ha sobrevivido a su muerte violenta. La Constitución Argentina y la reunión de la República bajo las mismas instituciones de Gobierno, lo tienen a su frente. Y si el 3 de Febrero perpetúa el día en que fueron tronchadas las cadenas, el de su muerte serviría sólo para deplorar un crimen inútil, pues que la gloria legítima resiste la destrucción del tiempo, que es lo único que puede alcanzar el puñal”.-

 

Bibliografía

Caligaris, Hugo. «El escritor Juan José Sebreli contra todos.» Revista ADNcultura , 3 de Enero de 2009.

Conesa, Eduardo, y Luis Alberto Rey . Economía Polìtica Argentina. Buenos Aires: Prosa Editores, 2020.

Coni, Emilio Angel. La verdad sobre la enfiteusis de Rivadavia. Buenos Aires: Universidad de Buenos Aires, 1927.

de Titto, Ricardo. «Domingo ayer...Sarmiento hoy.» Clarín. 15 de Febrero de 2022. https://www.clarin.com/opinion/domingo-ayer-sarmiento-hoy_0_a6kSflBL8c.html (último acceso: 15 de Febrero de 2022).

Giberti, Horacio C. Historia económica de la ganadería argentina. Buenos Aires: Solar / Hachete, 1970.

Hora , Roy. «El latifundio como idea: Argentina, 1850-2010.» Universidad Nacional de La Pampa. s.f. https://cerac.unlpam.edu.ar/index.php/pys/article/view/3016/3495 (último acceso: 12 de Febrero de 2022).

Lamas , Andrés. «Rivadavia y la legislación de las tierras públicas.» Anáforas - Biblioteca digital de autores uruguayos. Universidad de la República. s.f. https://anaforas.fic.edu.uy/jspui/handle/123456789/48335 (último acceso: 13 de Febrero de 2022).

Revista Ñ. «Juan José Sebreli: “En la Argentina son todos populistas”.» 16 de Noviembre de 2012.

Romero, Luis Alberto. «Reelección: una obsesión de Rosas.» Centro de Estudios de Historia Política. Universidad Nacional de San Martín. 2012 de Febrero de 2012. http://www.unsam.edu.ar/escuelas/politica/centro_historia_politica/romero/rosas%20perfil.pdf (último acceso: 12 de Febrero de 2022).

Ruiz Moreno, Isidoro J. . Vida de Urquiza . Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Claridad, 2017.

Urquiza Almandoz, Oscar Fernando. Hechos, personajes y costumbres de nuestro pasado. Entre Ríos: el autor, 2010.


Publicado en el diario La Calle en cuatro entregas, los días 27 de Noviembre y 4, 11 y 18 de diciembre de 2022.- 

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miércoles, 23 de noviembre de 2022

CARLOS MATUS

Por José Antonio Artusi

No recuerdo bien cuál fue el primer texto de Carlos Matus que leí, pero sí que me cautivó. Me atrajo profundamente la claridad conceptual de sus escritos, la apelación a un razonamiento lógico riguroso, su vinculación elegante entre ideas abstractas y sus experiencias concretas, la vinculación de teoría y praxis, y su llamado a tecnificar la política y a politizar la técnica. Y su enorme y honesta capacidad de autocrítica, de reconocer y aprender de los propios errores.

Carlos Matus nació en Santiago de Chile el 19 de Noviembre de 1931 y murió en Caracas el 21 de Diciembre de 1998. Economista formado en Harvard, fue uno de los colaboradores más cercanos del Presidente Salvador Allende, depuesto por el infausto golpe de Estado del General Augusto Pinochet el 11 de Septiembre de 1973. Durante ese gobierno se desempeñó como Ministro de Economía y Presidente del Banco Central de Chile. Tras el golpe, primero en la cárcel y luego en el exilio tuvo tiempo para reflexionar profundamente sobre los errores de aquella gestión de gobierno. Indagando críticamente en las causas de los fracasos de ese proyecto bien intencionado y honesto pero - en sus propias palabras - “no correcto”, llegó a construir un formidable cuerpo teórico que revolucionó el campo de la planificación y de las técnicas y métodos de gobierno. La influencia de sus ideas permeó diversas disciplinas y cuestionó la validez de los procedimientos de todos los sectores de las políticas públicas. Sus aportes epistemológicos y metodológicos en el ámbito de la planificación estratégica resultaron sumamente valiosos y dejaron atrás paradigmas y procedimientos obsoletos. Las lecciones de Matus siguen constituyendo herramientas muy útiles, si se las interpreta correctamente y no se las congela como un dogma, tanto para urbanistas, economistas, sanitaristas, políticos, etc.

Las preguntas que Matus formuló en una entrevista televisiva en Buenos Aires nos siguen interpelando: “¿Cómo se puede gobernar? ¿Se puede gobernar improvisadamente? ¿Los partidos políticos pueden seguir siendo cómo son? ¿O realmente necesitamos teoría y método para gobernar?” Usando, en sus propias palabras, “el lenguaje duro que exige un estilo anestesiado de hacer política”, muchas de sus provocativas afirmaciones de ese día mantienen, a pesar de los años, lamentablemente, una notable vigencia: 

“¿Qué es lo que caracteriza el estilo de hacer política en América Latina? La mediocridad… un estilo mediocre de hacer política; lo que genera una bajísima credibilidad… ese estilo mediocre de hacer política no puede dar resultados; la gente espera que le solucionen sus problemas, para eso elige a sus gobernantes… No es un problema intelectual, en América Latina sobra inteligencia… Son 5 problemas: 1) La política en nuestros países está desenfocada de los problemas de la gente, la política genera sus propios problemas, y los políticos se dedican a resolver los problemas de la política, no los problemas de la gente… 2) Las dirigencias políticas creen que basta con la improvisación, la experiencia, el buen sentido, y la profesión que han adquirido en la universidad, para gobernar; o sea, creen que un buen médico puede ser un buen ministro de salud, que un buen economista puede hacer buena política económica. Falso. No pueden. Hay ciencias y técnicas de gobierno que se han ido desarrollando a lo largo de los años y que en general los políticos ignoran. Y en esto existe lo que podríamos llamar una disfunción de segundo orden: no saben que no saben… no pueden aprender, y de ahí es que están anestesiados... 3) En nuestros países domina lo que podríamos llamar un sistema de baja responsabilidad; nadie le cobra cuentas por desempeño a nadie, por consiguiente da lo mismo hacerlo bien que mal… eso facilita el estancamiento y la mediocridad… 4) Los partidos políticos son clubes electorales en nuestros países… no tienen centros de formación de sus dirigentes, no se preocupan de la formación de sus líderes, no tienen centros para pensar su país…5) Son sistemas ultra centralizados, están muy distantes de la gente… hay un problema de democratización que pasa por la descentralización profunda del sistema político que tiene que ser abordado”.

Las críticas de Matus exceden el ámbito de la política. Dijo también en esa oportunidad lo siguiente a propósito de las universidades: “No hay ninguna universidad en América Latina donde se enseñe teoría de las macro organizaciones; ¿cómo van a modernizar el aparato público? O sea, hay un problema en la universidad,… está de espaldas a los problemas de gobierno, desde el punto de vista teórico… ¿qué es esta ciencia horizontal, por qué no está en la universidad?”. En Matus la crítica es siempre producto de la autocrítica previa: “… a eso me he dedicado, por haber cometido los errores que cometí”.  Como dice el refrán, al que le quepa el sayo que se lo ponga.

Me animaría a decir que leer a Matus es casi imprescindible para cualquier persona que se quiera adentrar en el mundo de la política y de la gestión pública. Escribió varios libros, todos muy valiosos. Quizás, por el estilo, por la carga emotiva, por ser una extraña combinación de novela y ensayo, sobresale una de sus obras más conocidas, “Adiós Sr. Presidente”, en la que advierte que “hay dos extremos peligrosos. El barbarismo político tradicional, intenso e intrascendente, donde todo se resuelve con anestesia populista, y el barbarismo tecnocrático de moda, que ofrece cirugía radical con olvido de anestesia. La planificación moderna es una respuesta a ambos tipos de barbarismo… Es necesario también que el lector esté advertido del abuso casi extravagante de la palabra estrategia en la literatura sobre planificación para disfrazar viejas concepciones determinísticas. La esencia de la reflexión estratégica reside en el cálculo interactivo propio del juego, donde el otro representa siempre la amenaza de impedir que yo tenga éxito en el logro de las metas de mi plan”.

Me resulta imposible dejar de recomendar - sobre todo a quien tenga o vaya a tener responsabilidades concretas de gobierno – la lectura de una obra posterior, de mediados de los ´90, “Los tres cinturones de gobierno”; en la que señala sin medias tintas que “en general, los líderes políticos tienen una pericia mutilada. Son proclives al inmediatismo, la micropolítica , y a un exceso de confianza en el arte, con menosprecio de los métodos de gobierno. La atracción de la política es tan fuerte, que aún los políticos con buena formación académica y buen nivel intelectual caen en las mismas deficiencias. Son personas inteligentes que han superado un proceso de selección muy duro. Alcanzan experiencia, tienen o desarrollan capacidad de liderazgo, pero poseen una formación intelectual departamentalizada. Son abogados, economistas, ingenieros, sociólogos, médicos, y otros profesionales especializados en alguna disciplina vertical. No saben de métodos de gobierno. No pueden aprender, porque no saben que no saben. Pero, la práctica política ignora esta carencia, porque asume que saben de lo que no saben”. -


Publicado en el diario La Calle, en dos partes, los días 13 y 20 de Noviembre de 2022.- 

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SILVANO SANTANDER (II)

Por José Antonio Artusi

En la Argentina populista parece no haber demasiado espacio para recordar a Silvano Santander. Quizás porque jamás hizo concesiones a la demagogia ni a la corrección política. Decir sus verdades le costó a veces la cárcel, el exilio, y perder elecciones, pero jamás traicionó ni ocultó sus propias convicciones. Muchas de sus frases mantienen plena vigencia, pero quizás pocas han envejecido tan bien como esta: “La demagogia es incompatible con el verdadero sentido y función del gobierno democrático. El demagogo no sólo no soluciona los problemas sociales, sino, por el contrario, los crea, porque es su única forma de gobernar”. Una calle recuerda su nombre en la ciudad de Paraná, pero no es una figura demasiado recordada, aún entre las filas de su propio partido, la UCR. 

Entre las muchas intervenciones memorables que tuvo en la Cámara de Diputados de la Nación vale la pena recordar una en la que expuso con particular elocuencia y lucidez, cuando se debatió en 1947 la ratificación legislativa del decreto ley que reformó el artículo 8º de la ley 1.420 de educación común e implantó la enseñanza religiosa en las escuelas públicas. Expresó en ese momento el legislador entrerriano:

“Yo siento hasta como una necesidad física de rendir mi emocionado homenaje a la ilustre generación del 80, que contribuyó a plasmar el espíritu argentino. Ellos dieron vida y sustancia a las directivas de los Constituyentes del 53, concretaron formas orgánicas y arquitectónicas a nuestra magnífica Constitución, sancionando una serie de leyes que forman el mejor acervo de nuestra legislación, entre ellas la ley 1.420 cuyo espíritu hoy, con total desaprensión, se quiere hacer desaparecer. Los debates de esos días del Congreso argentino siempre tendrán que ser recordados y quedarán ahí, como normas indestructibles, las palabras de prominentes argentinos. Se impuso en definitiva el punto de vista laicista. Esa ley fue el mejor tributo conciliador para nuestro futuro. Los árboles, dice el Eclesiastés, se juzgan por sus frutos. ¿Cuáles han sido los resultados de esta ley? Una Argentina alfabetizada, sin problemas raciales y religiosos. ¿La sanción de la ley 1.420 fue sólo la interpretación de una cláusula constitucional? ¿Se tuvo en cuenta la conformación de nuestro conglomerado social heterogéneo por naturaleza, para que no se produjeran choques entre sus componentes? ¿Se tuvo en cuenta también la necesidad de formar generaciones respetadas y respetuosas, que libremente ofrendaran su fe al Dios de sus creencias? Todo eso, señor presidente, y algo más. Salíamos de la noche de ignominia de la tiranía, en que al grito de “Facundo” y de “Mazorca”, se proclamaba la consigna siniestra “Religión o muerte”, grito revivido hoy en las calles de nuestra metrópoli, asociando el nombre de Cristo Rey con el de Juan Manuel de Rosas. ¡Blasfemia moral, blasfemia histórica, blasfemia argentina, porque no pueden conciliarse dos nombres, aunque sean simbólicos, cuando el uno representa aspiraciones de perfección y solidaridad humana, de felicidad y de grandeza moral, y el otro, dolor, miseria y sangre!”.                

En su libro “Nazismo en Argentina” Silvano Santander también se refiere a la educación. En la parte final del texto expresa lo siguiente:

“No fue suficiente la implantación de la enseñanza religiosa compulsiva, acentuadamente racista. Era menester algo más para no dejar ninguna duda respecto al camino que se seguía. En ocasión de celebrarse el aniversario de la revolución de junio, (se refiere el golpe del 4 de junio de 1943) se dispuso que en todas las escuelas se dieran clases alusivas, exaltando virtudes y valores espirituales que no son los que conforman nuestra tradición histórica”.

Tras citar textualmente los principios a los que debían sujetarse las clases para los grados superiores, Santander los analiza con detenimiento, y por momentos hasta con humor, subrayando “algunas frases que no son sino la repetición de leyendas conocidas”. 

“Primero la Patria que perdura; después las instituciones que cambian”. La Patria es una abstracción. Las instituciones le dan contenido ideal y son su fundamento. Sin éstas, aquella no es nada más que una expresión geográfica. Pero la intención es evidente: hay que cambiar las instituciones.

“La Patria siempre tiene razón”. Así, tomada la expresión en su sentido lato, esto es un disparate. ¿Cómo se podría concretar la premisa? Más, con extensión especulativa, mirando hacia Alemania o hacia la Italia que fue, la frase tiene su hondo sentido. Hitler siempre tiene razón. El Duce siempre tiene razón…

“Somos una nación libertadora e institutora. Por eso tenemos el derecho inalienable de desempeñar una gran función en América”. La circular de los jóvenes militares del Apéndice 1º condensa este pensamiento. El bloque Austral. Tutoría. Imperialismo, en una palabra.

“Debemos cultivar y mantener nuestra personalidad diferenciada dentro del tronco institutor, que es criollo, por lo tanto hispánico y católico”. Hispanidad. Pudo agregarse, aunque fuere como una definición original, que Dios es criollo.

“Ser argentino no constituye una posición pacífica, especulativa o literaria. Ser argentino es una condición dinámica, esencialmente activa”. El sentido heroico de la vida de Mussolini. El dinamismo conceptual de Goebbels.

“Un hijo más es un nuevo centinela de la soberanía”. Un hijo para el Führer, clamaban en Alemania; otro para el Duce pedían en Italia. ¿Para quién será ese hijo en la Argentina?

Vemos, de este modo, que ha invadido la escuela -¡la escuela de Sarmiento!- la ponzoña nazi, con todas las derivaciones destructoras para la niñez argentina, como un tremendo desafío a las generaciones que construyeron el edificio moral y espiritual de nuestro país.”   

Silvano Santander no alcanzó a ver la trágica noche de la dictadura que comenzó el 24 de Marzo de 1976, ni las manifestaciones del terrorismo de Estado que la antecedieron. Sí pudo ver en sus últimos días algunas derivas violentas de movimientos populares. Buena parte de su prédica estuvo dirigida a alertarnos acerca de los riesgos de las doctrinas que sustentaron la acción de quienes por izquierda o por derecha buscaron caminos basadas en la violencia y el autoritarismo.-       


Publicado en el diario La Calle el 6 de Noviembre de 2022.- 


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domingo, 6 de noviembre de 2022

LAS “CASAS PARA OBREROS MUNICIPALES” DE 1942

 

Por José Antonio Artusi 

Entre 1942 y 1943 la Municipalidad de Concepción del Uruguay, durante la gestión como Presidente Municipal de Ambrosio Artusi, construyó 10 viviendas destinadas trabajadores municipales, ubicadas en la manzana delimitada por las calles hoy denominadas 25 de Agosto, Rivadavia, Dra. Ratto y República de Chile. 

La publicación “Caminos y Transporte” informaba en ese momento que “para los obreros Municipales se construirán casas con dos habitaciones de 3.60 x 3,10 m. y de 3,60 x 3.20 m respectivamente, con un comedor de 3,50 x 3.20 m., cocina de 2,20. X 2.10 m. y con un baño de 1.35 x 2.10 m., siendo la superficie cubierta total de 49,80 m2. Dentro del tipo económico que caracteriza a las casas a construirse éstas responderán, por la calidad de los materiales a emplearse y por el partido adoptado en la distribución de los distintos ambientes a todas las exigencias de solidez y confort necesarias para que los obreros municipales posean viviendas cómodas, higiénicas y durables”.

En el informe que detalla las concreciones de su gestión, Ambrosio Artusi expresó que “su construcción, que está a cargo de la empresa local Atilio V. Nichele, se inició en Diciembre de 1942 y está próxima a terminar, habiendo trabajado en la misma más de treinta obreros de vuestra ciudad. Se trata de cinco grupos de dos casas modernas…cuyo costo total asciende a $36.692. Los obreros irán pagando el precio de estas casas con un alquiler módico. La comuna ha adquirido la manzana que perteneciera a la Sociedad de Beneficencia, en cuyo terreno se levantarán las casas para empleados municipales”. Lamentablemente esta segunda etapa no alcanzó a concretarse.

En la manzana en la que se construyeron las viviendas para obreros, en el barrio La Concepción, se dispusieron 12 terrenos, pero se levantaron en ese momento 10 viviendas. Los lotes ubicados sobre las calles República de Chile y Rivadavia tienen aproximadamente 13 metros de frente x 22 de fondo. Los lotes sobre calles 25 de Agosto y Dra. Ratto, en el centro de la cuadra, son de 11 metros de frente por 26 de fondo. La superficie ronda en todos los casos los 290 metros cuadrados. Las viviendas son unidades espejadas que comparten una medianera, con un pequeño retiro de la línea municipal y un espacio libre sobre la otra medianera, que comunica con el patio. Se trata de casas que han resistido muy bien el paso del tiempo, con un envidiable estado de conservación, tras 80 años de su construcción. En varios casos puede apreciarse claramente el diseño original de la fachada, de líneas rectas y austeras, propias del racionalismo. En otros las reformas han ocultado parcialmente las formas primigenias. La planta de las viviendas es compacta y agrupa de manera eficiente las áreas húmedas de cocina y baño, a la vez que minimiza las superficies destinadas a circulaciones. Las condiciones de ventilación e iluminación estuvieron adecuadamente previstas. En general el diseño original ha permitido ampliaciones razonables y funcionales, tanto hacia el patio como hacia el lateral libre, llegando en algunos casos a edificarse un segundo nivel en ese sector. 

Si tenemos en cuenta el costo de construcción de cada vivienda, alrededor de $3.670, y lo comparamos con los salarios de los trabajadores municipales en ese momento nos daremos una idea del impacto que podría haber tenido la continuidad de un programa habitacional de ese tipo. En el presupuesto de 1941 podemos ver que un peón recibía un salario mensual de $120. Suponiendo que destinara el 25% de su ingreso al pago de la cuota de la vivienda, o sea $30, y que el costo de ésta se incrementara en un 6% en virtud de los intereses, lo que llevaría el costo total a $3890, podría terminar de pagar el crédito en poco más de 10 años. Suponiendo también que se incrementara el costo total si se computara el valor del suelo, tendríamos que esos trabajadores municipales, en la escala más baja de la nómina salarial, podrían terminar de pagar su vivienda tranquilamente en no más de 15 años.            

El proyecto de las viviendas formó parte de un ambicioso plan de obras públicas que se concretó en esa gestión, junto al nuevo mercado y al matadero y frigorífico, financiadas con un empréstito municipal. Entre las 3 obras se invirtió una suma total de $885.280, y se requirió el empleo directo de más de 230 obreros. Se trata de cifras realmente significativas para la época. Tengamos en cuenta, por ejemplo, que el presupuesto municipal del año 1941 ascendió a $521.600, y que la población de la ciudad no debía superar en ese momento los 25.000 habitantes (el censo nacional de 1947 arrojó una cantidad de 25.934 personas). Vale decir que el plan de obras públicas concretado, computando sólo esas tres obras, superó al presupuesto del año 1941 en un 69,72%, y se generaron puestos de trabajo directo que representaron aproximadamente el 1% de la población. Hoy equivaldría, estimamos, a aproximadamente 900 personas; más todo el empleo indirecto que siempre se genera en torno a la industria de la construcción.        

La administración de Ambrosio Artusi fue pionera en materia de políticas públicas de vivienda a nivel local. Anticipándose a programas nacionales y provinciales en la materia, no sólo dispuso este programa de construcción de viviendas que hoy todavía están en pie, sino que sentó las bases para la institucionalización de dicha política con la creación sobre el final de su mandato de la Comisión Municipal de la Vivienda Popular.-

Vaya un agradecimiento especial a los vecinos del Barrio La Concepción que habitan esas casas y que me abrieron generosamente sus puertas para conocerlas.-  


Publicado en el diaro La Calle el día  30 de Octubre de 2022.-

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sábado, 29 de octubre de 2022

EL CENTRO HISTÓRICO DE CONCEPCIÓN DEL URUGUAY Y SU RICO PATRIMONIO ARQUITECTÓNICO Y URBANÍSTICO

Por José Antonio Artusi 

El plano tipo utilizado por Tomás de Rocamora, con el trazado ortogonal de calles rectas y manzanas cuadradas propio del esquema general derivado de las Leyes de Indias, difiere sin embargo con otros de la época en el menor tamaño de las manzanas y en la particularidad de tener una plaza central de mayores dimensiones, como producto de la integración de las 4 manzanas centrales, con los dos ejes principales cortando la plaza en 4 cuadrantes. Este plano tipo fue proyectado por el Piloto 2º Pedro de Olmos, sobre el modelo utilizado un año antes para la fundación de dos ciudades en la Banda Oriental, hoy denominadas Santa Lucía y Canelones. Podríamos decir que este casi ignoto personaje, Pedro de Olmos, es entonces el primer “urbanista” que interviene en Concepción del Uruguay, determinando un trazado urbano fundacional de 8 manzanas por lado, generando por lo tanto 60 manzanas destinadas a edificios públicos y básicamente a solares para viviendas, y las 4 manzanas centrales de la plaza central, hoy Plaza Francisco Ramírez, declarada “Lugar Histórico Nacional” en 1956. Las previsiones de Pedro de Olmos proyectan sus consecuencias en el tiempo de diversas maneras. En primer lugar, el hecho de contar con manzanas de menor superficie, cuadras cortas y calles estrechas va a condicionar el proceso posterior de subdivisión de la tierra, tamaño de los lotes, y relación de estos con las tipologías edilicias. También va a impactar obviamente en el sistema de movilidad y transporte, y a su vez va a permitir que la generosa dimensión otorgada a  la Plaza Ramírez le brinde condiciones para materializar un espacio público de calidad que, a pesar de cambios sucesivos en su fisonomía, en ningún momento perdió su condición de principal referente de la centralidad urbana.      

Octavio Paz nos enseñó que “la arquitectura es el testigo insobornable de la historia, porque no se puede hablar de un gran edificio sin reconocer en él el testigo de una época, su cultura, su sociedad, sus intenciones…”. Ahí están pues la Plaza Ramírez, la casa de Urquiza, el Colegio del Uruguay, la Basílica de la Inmaculada Concepción, los dos edificios de la Escuela Normal, el Banco de Entre Ríos, la casa de Delio Panizza, el Templo de la Logia Masónica Jorge Washington, el edificio de Asociación Educacionista La Fraternidad, entre tantos otros; testigos insobornables, hablándonos – si sabemos escuchar – de la enorme riqueza  histórica que encierran esos espacios. No están, lamentablemente, la casa Perette Jorge, la casa Chiloteguy, el teatro 1º de Mayo, y tantos otros valiosos exponentes de nuestro patrimonio arquitectónico de diversas épocas que han sucumbido. 

Patricia Rodríguez Alomá nos recuerda que “la producción de cartas y manifiestos internacionales acerca de la preservación de  bienes  patrimoniales  tiene  su  antecedente  en  la  Carta  de  Atenas  de  1931,  de  la  Sociedad  de  las  Naciones,  con  el  que  se  reconoció  la  necesidad  de  preservar ciertas perspectivas particularmente pintorescas. Sin embargo el concepto de centro histórico se enuncia claramente por primera vez en la Carta de Venecia  de  1964,  haciéndose  énfasis  en  la  importancia  del  conjunto  urbano (centro  histórico)  más  allá  del  ya  reconocido  valor  de  los  monumentos  aislados, planteando que “la noción de monumento histórico incluye también al sitio urbano o rural que de testimonio de una civilización particular...”. La Carta de Venecia (Carta Internacional sobre la Conservación y la Restauración  de  los  Monumentos  y  de  los  Sitios)  es  un  documento  internacional que ha sido revisado periódicamente, por tanto ha ido actualizándose.” No haremos aquí una reseña ni una valoración de tales documentos; pero sí parece pertinente enfatizar, siguiendo a esta autora, que “la Carta de Veracruz (1992) establece la absoluta necesidad de contar con una voluntad política que no solo reconozca la prioridad requerida por la rehabilitación  del  centro  histórico  en  su  dimensión  socioeconómica,  sino  que  se  establezca  un  marco  jurídico  especial,  de  nivel  nacional,  y  se  reconozca  una  oficina  de  gestión  del  centro  histórico  con  competencias  delegadas  por  cada  una  de las instituciones relacionadas con su salvaguarda. Otorga vital importancia a la redacción  de  un  plan  en  el  marco  del  planeamiento  general  de  la  ciudad,  que  señale  etapas,  presupuestos  y  prioridades,  así  como  el  seguimiento  del  mismo  para garantizar su implementación y la correcta aplicación de los recursos, para lo cual se debe contar con adecuados y concretos instrumentos jurídicos y financieros. Además, recalca la importancia de interpretar al centro histórico como un organismo económicamente activo y socialmente positivo.” Siguiendo este criterio, y teniendo en cuenta la gran cantidad de monumentos y lugares históricos nacionales y la doble condición de “Capital Histórica de la Provincia de Entre Ríos” y “Cuna de la Organización Nacional” de la ciudad, no parece a priori descabellado pensar en una oficina de gestión del centro histórico uruguayense que coordine las acciones de las distintas dependencias involucradas, de la administración pública nacional, provincial y municipal. Otro aspecto clave es la elaboración de un plan específico, en el marco del proceso general de planificación del desarrollo urbano. De esa manera se podrían buscar soluciones viables a los problemas que tenemos, y aprovechar el enorme potencial de nuestro centro histórico, sin que tal aprovechamiento, por ejemplo por medio del desarrollo turístico, afecte negativamente ni su calidad patrimonial ni la calidad de vida de sus habitantes, ni genere procesos de gentrificación y encarecimiento excesivo del suelo. El proceso en marcha de revisión y reforma del Código de Ordenamiento Urbano de la ciudad es una magnífica oportunidad en tal sentido, que abre la posibilidad de introducir instrumentos innovadores y efectivos para la protección y valorización de nuestro valiosísimo patrimonio cultural.-


Publicado en el diario La Calle el día 23 de Octubre de 2022.- 

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UNA VISIÓN RADICAL

Por Roberto Rodriguez Vagaría

En el 114° aniversario del nacimiento de Arturo Frondizi

Son oportunos los 114 años de su natalicio para recordar aquellos desencuentros en el seno de la UCR por 1957 y que dieron el pulso, después, a la oposición del radicalismo "del Pueblo" desde 1958 a 1962.

Me es oportuno contarle a uds como es que fui testigo y actor de diálogos ya desapasionados que se fueron enhebrando con el tiempo nuevo, pero que habían arrancado con la ruptura dura y enconada de una generación anterior.

Se hizo evidente que la unidad de trinchera de aquel radicalismo de los años 40 hasta el 55 tuvo un membrete unificador sólido en la difícil convivencia entre aquellos gobiernos y nuestro principal partido opositor, de una oposición excluida, cuando no perseguida y en exilio.

Tantas luchas decantaron en un inesperado internismo infértil para el radicalismo.

Apagadas las pasiones y en el plexo de otra generación quiero remarcar las coincidencias que trajeron en el portafolio los nuevos gobiernos radicales con decisiones de Arturo Frondizi presidente. Esto se fue dando en el marco de la lacerante crisis permanente que envuelve a nuestra Argentina.

Fueron síntesis superadoras de las que poco se ha hablado y por eso vengo a aquí a enunciar solo algunas paradigmáticas, como radical y testigo de cómo han sido.

● Ningún gobierno radical modificó la Ley Domingorena de educación que tanta movilización y fervor costó por aquel artículo 28, pudiendo haberlo hecho. Es más, el gobierno radical del 83 convocó a Domingorena a formar del mismo.

● Es fértil indicar que después de la anulación de los contratos petroleros de la Administración Frondizi, que fuera una bandera programática del radicalismo del 63, la renovada conducción radical promovió nuevas miradas y Raúl Alfonsín, por iniciativa de Conrado Storani(también actor del 63-66), resolvió enunciar el Plan Houton, en Texas, en marzo de 1985, ante los petroleros, para transmitir un compromiso de seguridad jurídica a los contratos futuros y continuidad a decisiones de gobiernos democráticos anteriores para la extracción, transformación y exportación de hidrocarburos. Supera el simbolismo.

● Nunca más necesario que hoy recordar el esfuerzo de Frondizi en impulsar la relación con Brasil, que había estado sostenida en un planificado malentendido, alimentado en ambas partes.

Los acuerdos de la Conferencia de Uruguayana entre Don Arturo y Quadros en 1961, criticados en su época, resultó el antecedente para el acuerdo de Alfonsín con Sarney en 1985 en aquella Declaración de Foz de Iguazú para aventar sospechas de aprovechamiento bélico secreto nuclear. Así se pudo firmar con tranquilidad de conciencia e interés nacional, el Tratado de Tlatelolco para la desnuclearización de América Latina,  amén de ayudar a la  pacificación con Chile, fabricante de misiles.

● Me consta que muchos de los pasos de política exterior entre 1958 y el 62 fueron tenidos en cuenta para los fundamentos del 83 en la Convención Nacional UCR, que integramos, para encontrar el tono a la relación con los EEUU y Europa.

● El acento por el industrialismo de la UCRI modifica la programática de la UCR definitivamente.

● Si en dos oportunidades los radicales sentimos que otro radical lo había pensado antes, fue cuando nos tocó el turno de actuar en La Hora del Pueblo en noviembre de 1970, noveles abogados de la Juventud Radical y 11 años después, en la Multipartidaria Nacional de 1981.

En ambos casos era obvio, que más que una presión a una dictadura militar era contribuir a que el Justicialismo reingresara en un camino de convivencia democrática.

Temática en la que mucho antes había meditado Frondizi y sus equipos, por el 57/58.

Estos puntos he querido remarcar porque fueron temas de conversaciones muy discretas con los presidentes Alfonsín y De la Rúa, antes de serlo y que consideraban que Arturo Frondizi fue también y sobre todo un presidente radical con pensamiento y vuelo propio.

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lunes, 17 de octubre de 2022

A 100 AÑOS DEL INICIO DE UNA PRESIDENCIA EJEMPLAR

Por José Antonio Artusi

Se cumplieron el pasado 12 de Octubre 100 años del inicio de la presidencia de Marcelo de Alvear, una de las mejores que tuvo la República Argentina. El 10 de Octubre de 2021 dije en las páginas de La Calle que “los argentinos, pero sobre todo los radicales, sus correligionarios, hemos sido injustos con Alvear”, y detallé allí algunos de los numerosos logros de su magnífica gestión. Pero por alguna razón dejó de estar en algún momento, a pesar de sus sobrados méritos, entre los próceres radicales. Por qué? Félix Luna nos da algunas pistas en un artículo publicado en La Nación al cumplirse 50 años de su muerte: “La lucha interna desarrollada entre 1946 y 1950 constituye un modelo de renovación de un partido que de un momento a otro tiene que enfrentar la amarga evidencia de haber perdido la virtud mayoritaria y necesita cambiar sus formas y contenidos para aspirar a captar nuevamente la voluntad del electorado. El núcleo que lideraban Balbín, Lebensohn, Frondizi y otros, usó una dialéctica que satanizaba al alvearismo y sus epígonos; al triunfar, esta dialéctica quedó tan consagrada en el discurso partidario como la Declaración de Avellaneda. Así Alvear quedó condenado inapelablemente… Yo mismo, en mi lejana juventud radical, fui cómplice de esta desmemoria; en parte la salvé escribiendo una biografía de Alvear en la que criticaba sus posiciones políticas, pero valorizaba la simpatía de su figura, su integridad, y la sinceridad de su lucha. Pero los radicales, que han vivido tantos avatares, no han indultado a Alvear”. Así es; no es frecuente ver retratos de Alvear en las casas radicales. Y los retratos no son meros ornamentos, tienen una significación simbólica que muchas veces se nos escapa.

Pero Alvear fue, además, víctima de quienes alejándose del tronco radical pretendieron construir un Yrigoyen cercano a Perón. Se instaló de esa manera un relato falaz, en el que se ensalzaba un Yrigoyen popular y progresista y se demonizaba un Alvear oligárquico y conservador. Por otro lado, más tarde, y hasta nuestros días, desde algunos sectores liberales y conservadores se pretendió reforzar esa falsa antinomia entre Yrigoyen y Alvear, en este caso condenando a un Yrigoyen populista, y rescatando a un Alvear casi extraño al radicalismo. Ninguna de estas visiones se compadece con la realidad histórica. Más simple, Yrigoyen y Alvear fueron, cada uno con su estilo propio, simplemente radicales, liberales progresistas que querían que la libertad no estuviera reñida con la igualdad y la fraternidad.

A tal punto llegó el olvido de Alvear que Teodoro Marcó, en una carta publicada por el diario La Nación el 9 de Octubre de 1986, manifestó que había visto “con profunda simpatía, como demócrata y como radical, que el Comité Nacional de la Juventud de mi partido, con motivo de haberse cumplido los primeros mil días del gobierno de la democracia, haya rendido… homenajes a los presidentes constitucionales Yrigoyen, Perón e Illia… La sola enunciación de dichos nombres pone en evidencia que se ha omitido, cometiendo una injusticia que no puedo silenciar, al Dr. Marcelo T. de Alvear.” Más adelante, el ex diputado nacional y ex vice gobernador de Entre Ríos señaló que “la figura de Alvear – como Presidente de la República o como líder del radicalismo – se agiganta a través de la historia. Es un hecho unánimemente reconocido que su proficua gestión de gobierno se caracterizó por la plena vigencia del Estado de Derecho y las libertades públicas, así como también por su espíritu progresista y de claro contenido de justicia social, concretado en leyes fundamentales de nuestra legislación laboral…”

Enrique Pereira, en su monumental tarea de investigación y esclarecimiento de la historia del radicalismo, reivindicó a Alvear sin retaceos ni concesiones: “Otro tópico divulgado es el del “alvearismo”, que circula por los ámbitos políticos a la manera de un vago comodín, más o menos despectivo, cuyo exacto significado nadie precisa ni quiere precisar. La verdad es que los documentos y la realidad nos enseñan algunas cosas tales como las siguientes: Yrigoyen confió siempre en Alvear, y don Marcelo, con su personalidad de hombre libre militante de un partido democrático y no de lacayo, fue en lo trascendente y esencial, leal a Yrigoyen, a tal punto que la suya fue una presidencia progresista, ejemplar, cuya imagen histórica fue deteriorada obviamente por la división radical…”.

Un conservador honesto y lúcido como Emilio Hardoy tuvo la generosa e infrecuente actitud, en ocasión del cincuentenario de la muerte de Alvear, de reconocer culpas y pedir perdón: “… mi presencia obedece a una expansión irresistible de mi espíritu, a una confesión pública que debo hacer, que ya he hecho en otras circunstancias, pero ninguna ocasión más solemne ni oportuna que esta. Vengo a pedir perdón públicamente por el fraude electoral que cerró el paso al poder a este gran ciudadano que fue Marcelo de Alvear. Cerrarle el paso al gran señor de la República fue un acto irracíonal, y más que eso, fue un acto de locura, un crimen político…”     

Asistimos quizás en estos momentos a un proceso de revalorización de la figura de Marcelo de Alvear . Enhorabuena. Se trata de un rescate largamente merecido, pero sobre todo útil para entender mejor nuestro pasado y para construir un futuro mejor.- 


Publicado en el diario La Calle el día 16 de Octubre de 2022.-  

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“MUJERES, VIDA, LIBERTAD”

Por José Antonio Artusi

El pueblo iraní está gobernado por un régimen teocrático y opresor que se hace llamar “República Islámica de Irán”. Podríamos pensar que el sistema republicano es afín al laicismo y demanda la separación nítida entre las competencias y funciones de las instituciones religiosas y el Estado; y que una democracia verdadera no puede ser nunca “tutelada” por los jerarcas de ninguna fe, y que el Estado de derecho moderno requiere el imperio de normas surgidas de la deliberación pública basada en la voluntad popular y no en los preceptos de una determinada religión, que se tornan obligatorios para todos los ciudadanos, profesen o no esa religión. Pero supongo que los clérigos iraníes condenarían estas disquisiciones y las calificarían de zonceras occidentales inaplicables a su propio país, o más aún, blasfemias imperdonables inspiradas por el propio Satán. Cuando criticamos el carácter “islámico” de la seudo república iraní no caemos en absoluto en el pecado de la “islamofobia”, dado que la musulmana es una religión tan respetable como cualquier otra, profesada por millones de fieles en todo el mundo, incluso en nuestro país, que conviven en paz y armonía con sus vecinos de otras religiones y con los que no tienen ninguna. Lo objetable, lo inaceptable, es que se pretenda volver de manera reaccionaria a fundar la legitimidad de la acción del Estado en relación con sus ciudadanos en la vigencia con carácter de norma general de preceptos establecidos en antiguos textos que algunos consideran sagrados y generados por acción divina.

Pero algo está cambiando. Hace pocos días una joven iraní de 22 años, Masha Amini, fue detenida por la “policía moral” por no llevar bien puesto el velo que le cubría el cabello, vulnerando de esta manera una de las absurdas y machistas reglas impuestas desde la revolución de 1979, que exigen que las mujeres se cubran el pelo en público.  El abogado de su familia denunció que en el marco de la injusta privación de su libertad fue salvajemente golpeada, sufrió un infarto, y murió. La muerte de Masha Amini desencadenó una ola de protestas – básicamente a cargo de mujeres – en todo el país, que salieron a las calles a manifestar su bronca y su dolor, seguramente reprimido por años, y a reclamar no sólo que se haga justicia en el caso del crimen de Masha Amini, sino mucho más, que termine un nefasto sistema de opresión y discriminación, que castiga y perjudica sobre todo a las mujeres y a quienes asumen identidades de género diversas. Reclaman, en el fondo, que Irán sea una verdadera república, y que deje por lo tanto de ser una dictadura teocrática.

La lección de lucidez y coraje que las valientes mujeres iraníes nos están dando a todos los amantes de la libertad es conmovedora, y demanda de todos nosotros solidaridad y respeto. Lamentablemente, en todo Occidente, y en particular en la Argentina, el silencio y la indiferencia de muchas organizaciones que deberían estar consustanciadas con la defensa incondicional de los derechos humanos y sobre todo con los de las mujeres, ha sido ensordecedor.

Ya se han cometido demasiados crímenes atroces al amparo encubridor y falaz de supuestas identidades culturales y particularismos antiuniversalistas. Por eso es necesario recordar una vez más que los derechos humanos son universales, que rigen en todo el mundo, para todas las personas, y que no dependen ni la religión, ni de la nacionalidad, ni de la ideología, ni del color de piel de las personas, sino que están solamente vinculados a la condición humana.

Algún día, la ominosa teocracia iraní será sólo un doloroso recuerdo, y las hermosas mujeres iraníes podrán lucir el pelo como se les cante, podrán escuchar la música que se les antoje, podrán tomar lo que quieran en un bar, y podrán ir a la playa mostrando su cuerpo hasta donde les plazca. Algún día ningún iraní homosexual será condenado por el solo hecho de serlo. Ese día, Irán y el mundo serán un poco mejores. Y se lo deberemos en buena medida a las mujeres iraníes que se están jugando  - y algunas perdiendo - la vida en las calles, reclamando libertad e igualdad.-   


Publicado en el diario La Calle el día 9 de Octubre de 2022.- 

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domingo, 16 de octubre de 2022

“LOS PRINCIPIOS”

Por José Antonio Artusi

El diario “Los Principios” fue fundado en 1924 por Ambrosio Artusi, quien fue concejal en varios períodos, diputado nacional entre 1926 y 1930 y Presidente Municipal de Concepción del Uruguay entre 1939 y 1943. El medio tuvo una clara identificación con el radicalismo yrigoyenista. Fueron sus directores Nicolás San Martín, Albino Romanzo, Ernesto Bourband T., Víctor Etcheverry, Luis María Rodríguez, Manuel Eduardo Nocetti, y el mismo Ambrosio Artusi. Tras su muerte el diario no pudo subsistir demasiado tiempo.

La revista “Panorama” publicó en 1939 un artículo titulado “Los Principios es tribuna de la democracia”, en la que lo califica como “uno de los diarios más respetados de la provincia”. Allí se expresa que “este prestigiosísimo órgano periodístico cumplió el 1º de Agosto próximo pasado su décimo quinto año de vida, editando en esa oportunidad un hermoso número extraordinario que fue recibido con satisfacción unánime por el público. Es propiedad de la Sociedad Anónima “Los Principios”, de cuyo Directorio es Presidente el Sr. Ambrosio Artusi. Se edita en talleres propios, siendo sus ediciones diarias de 8 y 10 páginas. Su tiraje oscila alrededor de los 3.000 ejemplares diarios… Su ideario político está contenido en los postulados de la Unión Cívica Radical, de la que es un digno y esforzado defensor, que actúa con miras elevadas y desde un plano superior… Aunque es órgano político, no ha dejado por eso “Los Principios” de asumir su rol de defensa del interés público de una manera integral. Ha sabido ejercer, en ese sentido, la representación de los intereses de la ciudad y el departamento, desde un punto de vista amplio y dirigido al beneficio común sin parcialidades… Pero mucho mejor que nosotros ha expresado el mismo diario este aspecto fundamental de su labor, en un artículo editorial del día 1º de Agosto de 1938, al cumplir un nuevo año de existencia. Decía, en parte, aquel artículo: “Creemos sinceramente haber cumplido con nuestro deber porque entendemos que el periodismo es grande más que por el número de derechos que confiere, por la suma de enormes responsabilidades que impone… No tenemos la pretensión de haber realizado obra ilustrada, pero sí la tenemos de haber sido sinceros, veraces y respetuosos. Esto último basta para justificar nuestra tranquilidad de espíritu”.  

Andrés Rousseaux, en un trabajo sobre los 60 años del Diario “La Calle”, refiere que “en la década de 1940 se publicaban en Concepción del Uruguay los periódicos “La Juventud” y  “Los Principios” como órganos de prensa más importantes, que respondían a la ideología política de sus fundadores, además circulaban una variada  gama de boletines.” El diario funcionó en un inmueble ubicado en la esquina sur oeste de las calles 8 de Junio y Ameghino. El mencionado autor señala que al cerrar definitivamente sus puertas, la viuda de Ambrosio Artusi y propietaria del local donde funcionaba el diario, Isabel Romanzo de Artusi, “alquila el edificio  de calle Ameghino Nº 139 -incluído sus máquinas- a “La Calle SRL”, en $ 100 pesos mensuales, trasladando sus talleres y redacción… Posteriormente este edificio es rematado el  domingo 10 de agosto de 1947 siendo adquirido por la empresa “La Calle SRL” en la suma de $11.200… la adquisición del edificio y máquinas del ex periódico “Los Principios”… permite al diario ampliar notoriamente sus ediciones habituales y mejorar su presentación gráfica”.

“Los Principios”, efectivamente, resultó clave en los inicios del diario “La Calle”. Tal es así que en uno de sus primeros números, en Enero de 1944, el nuevo periódico “cumple con agradecer a su colega “Los Principios” la amplia adhesión exteriorizada materialmente al haberle ofrecido y puesto a su disposición maquinarias de su taller tipográfico. Con ello se ha logrado allanar en buena parte varias importantes dificultades que hubieran retardado en algunas horas más sus ediciones iniciales”. Más aún, en la edición del 14 de Enero de 1944, con el título “Opiniones de la prensa sobre la aparición de “La Calle”, el flamante matutino reproducía la generosa referencia que había sido publicada en “Los Principios”: “La aparición de un nuevo colega en la vida periodística de una ciudad no puede sino ser una satisfacción, no sólo para la población sino también para sus colegas… Su primera edición ha causado excelente impresión… El aspecto gráfico de “La Calle” es cuidado y no dudarlo habrá de ser mejorado en sucesivas ediciones. Al saludar al colega y establecer el canje de práctica, “Los Principios” desea que a su aparición le siga una secuela de constante superación y triunfos…”.     

“Los Principios” acompañó durante prácticamente 20 años la trayectoria política de Ambrosio Artusi y del radicalismo yrigoyenista uruguayense. Como su fundador, es representativo de una época, y constituye un testimonio privilegiado de ese tiempo histórico. Quizás queda como asignatura pendiente para nosotros el desafío de reconstruir su colección completa, para que pueda nutrir la valiosísima hemeroteca del Museo Municipal “Casa de Delio Panizza”, cuyo personal está llevando adelante una magnífica tarea de digitalización, digna de amplio reconocimiento y apoyo por parte de toda la comunidad.       


Publicado en el diario La Calle el día 2 de Octubre de 2022.-

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ALFREDO PALACIOS Y EL LIBERALISMO CLÁSICO


Por José Antonio Artusi

Uno de mis placeres porteños es caminar por calle Corrientes y hurgar sin ningún plan preestablecido en librerías que ofrecen libros viejos y baratos. Siempre aparece algo interesante. Esta semana, entre otros, me encontré con un ejemplar de una obra de Rubén Giustiniani, “El socialismo de Alfredo Palacios”, que me resultó muy útil para rescatar algunos aspectos de la influencia del liberalismo clásico en el ideario del legendario legislador socialista de la ciudad de Buenos Aires.    

Comienza diciendo Rubén Giustiniani que “en la tarde del 13 de marzo de 1904, como salidos de “El crepúsculo” de Quinquela Martín, los obreros de la Boca festejaban la llegada del primer diputado socialista de América al Congreso de la Nación. La modificación del régimen electoral que el ministro Joaquín González pone en vigencia a partir de un plan político del Presidente Julio Roca determinó la división de la ciudad de Buenos Aires en veinte circunscripciones donde cada una de ellas elegía sus representantes a la Cámara de Diputados. El barrio de la Boca era la expresión de la nueva Argentina. Las casas de zinc en los doscientos conventillos albergaban a los obreros de los astilleros, los marinos y los pescadores en la pobreza y el hacinamiento. En esa abigarrada población abundaban los garibaldinos, los masones, los anticlericales, los abstenidos radicales. Serán ellos los protagonistas de la histórica elección”.

Cuando me refiero a las influencias del liberalismo clásico en el socialismo de Palacios no aludo solamente a la dimensión política propia de la democracia republicana, en la que de manera igualitaria se reconocen a los individuos derechos y garantías para el ejercicio de su autodeterminación. Hablo también de la dimensión económica, que interactúa con aquella y la complementa, dando lugar a lo que algunos han denominado la democracia social. Esta veta liberal progresista puede observarse en al menos dos grandes tópicos de la política económica: las tensiones entre el libre comercio y el proteccionismo y la cuestión del acceso a la tierra por parte de los trabajadores.

Continúa Giustiniani su prólogo aseverando que “recorrer la obra de Alfredo Palacios es transitar caminos de increíble actualidad”. El libro contiene textos del propio legislador socialista, que – efectivamente – revisten una notable vigencia.

Escribió Alfredo Palacios en su rechazada tesis doctoral: “Los mismos factores determinantes del sistema económico que hunde en la miseria a millares de proletarios en la decrépita Europa, aparecen en este pueblo de vejez prematura y de incapacidad política… Los presupuestos de gastos arrojan cifras cada vez mayores. El sistema proteccionista, proclamado por el gobierno, favorece a unos cuantos industriales con detrimento de los consumidores. Los impuestos internos y de Aduana, como la gota de aceite, van extendiendo cada vez más su esfera…”. Nada nuevo bajo el sol; Palacios parece estar describiendo la realidad argentina contemporánea, la de trabajadores y consumidores castigados por impuestos regresivos y distorsivos y por los altísimos precios de bienes producidos por empresarios acostumbrados a “cazar en el zoológico”. La Historia suele ser más compleja que las simplificaciones maniqueas y absurdas que se pretenden instalar a veces como verdades reveladas. No es demasiado frecuente que se recuerde al socialista Palacios condenando el proteccionismo para defender los derechos de los consumidores frente al gobierno conservador de Roca.   

La otra cuestión es la del acceso a la tierra, uno de los tres factores de producción de la economía clásica, junto al trabajo y al capital, pero sin confundirse nunca con éste, pues son de naturaleza diferente. Dirá Alfredo Palacios en el Congreso de la Nación en 1940: “nuestras leyes de tierras, mal aplicadas, han permitido la expansión del latifundio que destruye el vigor de los pueblos en vez de facilitar la colonización… Nuestro campo se habría poblado con la aplicación honesta de una ley de colonización y con la implantación del sistema de impuesto al mayor valor de la tierra que debía regir antes de efectuarse expropiaciones para entregar la tierra al productor… Tal sistema impositivo favorecería la división de la tierra, porque el propietario abandonaría su actitud pasiva, en espera del mayor valor; atenuaría la especulación, el viejo enemigo de la pequeña propiedad rural triunfante de las leyes agrarias y que contribuye a detener la población preparando grandes convulsiones para el futuro; regularizaría las fluctuaciones del valor y propendería a que la tierra fuera entregada al trabajo… Urge un sistema fiscal que permita al Estado apoderarse, en relativa proporción, del aumento del precio del suelo, facilitando la adquisición de la tierra a los que quieran trabajarla. Se trataría de tomar una parte de los valores producidos por el trabajo de la sociedad…”. Los ecos de la obra del economista norteamericano Henry George y de los economistas clásicos ingleses son evidentes.

El último legislador nacional que propuso una reforma tributaria tendiente a crear algo parecido al sistema propuesto por Alfredo Palacios fue el Dr. Eduardo Conesa, del Partido Demócrata de la Ciudad de Buenos Aires. Paradojas, o no tanto, de la Argentina contemporánea.-    


Publicado en el diario La Calle el día 25 de Septiembre de 2022.-      

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viernes, 7 de octubre de 2022

UN SISTEMA ENFERMO

Por José Antonio Artusi

La realidad en materia de salud pública en la Provincia de Entre Ríos muestra un panorama francamente desalentador. Las dificultades y problemas cotidianos de todo orden que deben sufrir quienes acuden a centros de salud y hospitales públicos son la manifestación más visible de la crisis en la coyuntura, que recaen sobre todo, obviamente, en los sectores más vulnerables de nuestra sociedad.    

Pero además, aunque menos visibles, problemas estructurales como los déficits en materia de promoción, prevención y atención primaria de la salud, la falta de una adecuada regionalización hospitalaria, el incumplimiento de la cláusula constitucional que ordena que los directores de hospital se designen por concurso, la ausencia de una eficaz articulación del sector salud con otras áreas de las políticas públicas como educación y vivienda, la insuficiencia de acciones en materia de educación sexual y salud sexual y reproductiva, el agravamiento de problemas ambientales y sociales, entre tantas otras cuestiones, demuestran a las claras que se ha venido improvisando y colocando parches, sin un plan estratégico que dé respuestas a la necesidad de revisar profundamente el sistema de salud, que - como en todo el país - se caracteriza por su fragmentación y desarticulación, en el que la masa de recursos que se invierten no se compadece con los resultados alcanzados.

Tenemos un sistema de salud disperso y profundamente desigual e inequitativo, con superposición caótica de funciones y responsabilidades entre los distintos niveles del Estado y entre éstos y las entidades de la seguridad social y el sector privado, lo que determina una alta ineficiencia del gasto público en salud.    

Es necesarios recordar que la política sanitaria es fundamental para brindar igualdad de oportunidades, para que todos puedan disfrutar efectivamente del derecho a la salud y de otros derechos económicos y sociales de raigambre constitucional.

En este sentido es menester señalar también la incomprensible demora en reglamentar nuevos derechos e institutos incorporados al texto de la Constitución de Entre Ríos, reformada en 2008. Basta leer el Artículo 19, entre otros, para tomar conciencia de la distancia que media entre el mandato constitucional y la realidad:

"La Provincia reconoce la salud como derecho fundamental, desarrollando políticas de atención primaria. La asistencia sanitaria será gratuita, integral, adecuada y oportuna. Será prioritaria la inversión en salud, garantizando el primer nivel de atención, así como la formación y capacitación. Se implementará un seguro provincial de salud para toda la población y una progresiva descentralización hospitalaria. El medicamento es un bien social básico. El Estado regula y fiscaliza el circuito de producción, comercialización y consumo de éstos y de los productos alimenticios, tecnología médica y acredita los servicios en salud. La ley propenderá a jerarquizar el nivel de atención hospitalaria de tiempo completo".

Otros artículos de nuestra Constitución provincial se refieren también, directa o indirectamente, a la salud: artículo 20 (derechos sexuales y reproductivos), artículo 21 (personas con discapacidad), artículo 22 (derecho a un ambiente sano), artículo 24 (derecho a la alimentación y a un ingreso mínimo indispensable para la subsistencia en determinadas situaciones), artículo 25 (derecho a la vivienda), etc..

La pandemia y las respuestas que se brindaron desde el Estado, muchas veces en detrimento de la adecuada atención de otras patologías, vinieron a agravar problemas existentes, que se combinan ahora de manera preocupante con una crisis social que muestra elevados índices de pobreza y exclusión social, sobre todo en la población infantil. Urge encontrar caminos razonables para aplicar remedios estructurales a sistema enfermo, que no resiste más meros paliativos y demanda soluciones de fondo. Sin un adecuado sistema de salud pública provincial, articulado eficientemente con las políticas nacionales y con las de los gobiernos locales, no podremos aspirar a ser una provincia pujante y desarrollada. Es obvio por otro lado que los sistemas de salud no operan en el vacío, sino en el contexto de un determinado escenario económico y social, para mal o para bien. Será clave por ende procurar la debida sinergia entre las políticas públicas de todos los sectores.

El Objetivo de Desarrollo Sostenible 3 de Naciones Unidas - “garantizar una vida sana y promover el bienestar en todas las edades es esencial para el desarrollo sostenible” - y sus metas para el año 2030 nos deberían motivar a reconocer la gravedad del problema, a elaborar diagnósticos adecuados, y a implementar estrategias viables y efectivas, que lejos de la declamación y las meras promesas, se transformen en realidades concretas para una mejor calidad de vida de todos los entrerrianos.-   


Publicado en el diario La Calle el día 18 de Septiembre de 2022.- 

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