lunes, 27 de noviembre de 2023

CASABLANCA

Por José Antonio Artusi

Se cumplen 81 años del estreno de Casablanca, la película dirigida por Michael Curtiz y protagonizada por Ingrid Bergman y Humprey Bogart, que obtuvo el Oscar a la mejor película en 1943. Casablanca es por lejos la película que más veces ví. Me tiene sin cuidado lo que digan los críticos, para mí es una obra de arte imperecedera y quizás insuperable que me sigue emocionando cada vez que vuelvo a la escena de la Marsellesa, o a la del final, o tantas otras.

Más allá de la estética y la emoción, es imposible no ver en Casablanca un mensaje político e ideológico. Recordemos que se estrenó en plena segunda guerra mundial, cuando todavía el resultado del conflicto era incierto.  En el momento de su estreno la revista Variety la describió como una “espléndida propaganda anti Eje”.    

Marcelo Birmajer, entrevistado en la revista Seúl hace un par de semanas, dijo algo muy interesante, donde “Casablanca” aparece como una metáfora, un símbolo de la resistencia contra el fascismo, un instrumento de comunicación eficaz en pos del triunfo de la libertad y la democracia: “Estamos hablando de momentos terribles, trágicos o catastróficos. No estamos hablando de que salgo a la calle y hay una disputa, estamos hablando de la supervivencia y de la libertad del mundo. Muy bien, el intento de solución es la construcción de un consenso intelectual contra el islamonazismo de la suficiente consistencia y contundencia como existió entre el ’39 y el ’45… Te estoy hablando de Casablanca, te estoy hablando de Roosevelt, te estoy hablando de Churchill, te estoy hablando de esa mancomunión que existió entre todas las personas libres de la Tierra que era indubitable. Tiene que existir ese consenso, tenemos que derrotar incondicionalmente al nazismo”.

Es posible observar cierta similitud entre el momento histórico que retrata Casablanca y las horas oscuras que vivimos actualmente. Pero también es necesario detectar las diferencias. Los nazis ocultaban sus crímenes más horrendos, y nunca asumieron pública y formalmente su pretensión genocida de borrar de la faz de la Tierra al pueblo judío. Los terroristas de Hamas filmaron y difundieron la barbarie inenarrable del pogromo del 7 de Octubre y no fueron pocos, incluso en Occidente, que lo celebraron alborozados. Hamas dice abiertamente en su carta fundacional y sus líderes lo repiten a quien quiera escuchar, que su propósito es eliminar al Estado de Israel e implantar un califato absolutista.  

En nuestro país, como en todo Occidente, cierta izquierda a la que no le cabe otro calificativo de neo nazi no sólo se ha negado a condenar los horrendos crímenes de Hamas contra personas indefensas y el secuestro de centenares de rehenes inocentes de todas las edades sino que los ha reivindicado, y pretende contra toda evidencia acusar al Estado de Israel de genocida y negarle su legítimo derecho a proteger a su pueblo. Como bien dice Marcelo Birmajer, sin vueltas, “esta izquierda que celebra la muerte de judíos es nazi, como la alianza entre Stalin y Hitler entre el ’39 y el ’41”.

Las alabanzas al asesinato de miles de inocentes no son novedosas. Ahora que se vuelve a hablar  de Osama Bin Laden, es oportuno recordar que Hebe de Bonafini defendió el ataque a las Torres Gemelas en 2001 y hasta se alegró por esa tragedia. Horacio Verbistsky le contestó en un artículo en el que condenaba a los “asesinos seriales de Hamas” y destrozaba las incoherencias de Hebe de Bonafini intentando justificar la barbarie de Al Qaeda; aunque cometiendo el despropósito de poner como dos demonios equiparables a Hamas y los colonos - según él fascistas - del primer ministro israelí Ariel Sharon. Paradójicamente, luego Sharon fue quien implementó la retirada unilateral israelí de Gaza en 2005. 

“No es una guerra, es un genocidio”, proclaman agrupaciones trotskistas. Sí, es una guerra y la inició Hamas el 7 de Octubre de la manera más cruel e inhumana contra civiles indefensos. Y no, no es un genocidio. Genocidio es lo que quiere hacer Hamas (y el régimen iraní) contra el pueblo israelí y lo proclaman con sinceridad. Goebbels tiene nuevos discípulos.

Por otro lado, además de las ruidosas consignas de la izquierda neo nazi, hay muchos silencios ensordecedores en estas horas oscuras. Quizás los que serán recordados como la mayor infamia son los de organizaciones que nacieron como abanderadas del feminismo y la defensa de los derechos humanos. El “ni una menos” y tantas otras consignas parece que no son válidas si las víctimas son mujeres judías. Después del peor crimen contra judíos desde el Holocausto una ominosa y gigantesca ola de antisemitismo y antisionismo recorre el mundo.

El planteo de contradicciones fundamentales puede sonar un poco maniqueo, pero es necesario seguir reconociendo el bien y el mal, para no caer en el riesgo de que cierto relativismo perverso nos lleve a justificar cualquier aberración en nombre de particularismos culturales o identitarios.

Hoy está claro de qué lado están la libertad, la igualdad y la democracia y de qué lado la opresión y la teocracia fundamentalista.

Está claro de qué lado están los valores de la República y de qué lado los de un califato totalitario. 

Está claro de qué lado está la defensa irrestricta de la universalidad de los derechos humanos y de qué lado el relativismo cultural que legitima su violación sistemática en nombre de una supuesta ley divina.

Está claro de qué lado está la vigencia de los derechos de las mujeres y los homosexuales y de qué lado la sumisión y represión machista, misógina y homofóbica.   

Está claro de qué lado está la libertad de expresión y de qué lado la censura.

Está claro de qué lado está la libertad de culto y la tolerancia y de qué lado la religión oficial elevada al rango de ley impuesta para todos y la represión de las demás.  

Como en Casablanca, como en 1942, no es tan difícil saber de qué lado hay que estar.-

 

Publicado en el diario La Calle el día 28 de Noviembre de 2023.-

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viernes, 24 de noviembre de 2023

Unidad, Cambio, y Renovación

Carta abierta a mis correligionarios:

La Unión Cívica Radical se enfrenta a un desafío trascendental, uno más en su larga y fecunda historia al servicio de las causas de la libertad y la igualdad. La renovación de las autoridades de su Comité Nacional constituye en este sentido una oportunidad ineludible para iniciar un proceso de profundas transformaciones en la estructura y en la dinámica del partido.

Este desafío está atravesado por 3 consignas fundamentales, que unidas coinciden con las siglas de la UCR: Unidad, Cambio y Renovación.  

Unidad. La unidad de los radicales contenidos en la organización partidaria es un requisito indispensable para cualquier posibilidad de recuperación. La UCR nació de un cisma, y quizás esa circunstancia la predispuso a una permanente tendencia a dividirse en ramas que reclamaban cada una por su lado el monopolio de la pureza doctrinaria. Debemos ser el único partido en el mundo cuya marcha dice literalmente “que se rompa”. Nada bueno surgió de las divisiones de la década del 20 ni del cisma del 58 ni de la libanización del 2001. Cada vez que el radicalismo se dividió le dimos aire a opciones retrógradas y populistas, y condenamos a la ciudadanía a tener que optar entre alternativas que no tenían nada bueno que ofrecerle a la República. La unidad como componente estratégico de nuestra acción política no puede, obviamente, esconder debajo de la alfombra diferencias insalvables, pero sí debe ofrecer un margen razonable de flexibilidad que contenga a los diversos matices en el marco de nuestras concepciones pétreas. Quienes creyeron, profundamente equivocados, que el peronismo en cualquiera de sus versiones podía significar una alternativa válida de canalización de los ideales del radicalismo ya se han ido y lo único que deberían hacer es renunciar a su afiliación.  

Cambio. Ese hermoso y poético texto que es nuestra Profesión de Fe Doctrinaria - recordarlo nunca está de más - dice expresamente que “para el Radicalismo los fines son inalterables: los de la libertad y los de la democracia para la integración del hombre, así como pueden ser variables los medios porque son instrumentos, y variables son las condiciones sociales de la realización nacional”. Los fines son inalterables, pero los medios instrumentales que hemos implementado son en buena medida obsoletos y las condiciones sociales han cambiado profundamente. Es hora por ende de cambiar los medios. Cambiar los medios no puede ser una mera consigna gatopardista que se reduzca a maquillajes y retoques de circunstancia. Se imponen cambios de raíz; en nuestras normas, en nuestros métodos, en nuestras prácticas cotidianas, en nuestra comunicación, en nuestras estrategias proselitistas, en nuestras bases de acción política y en nuestras propuestas para un programa de gobierno. Esa revisión de nuestros postulados acerca delo que queremos para la sociedad argentina y cómo pretendemos lograrlo debe aproximarnos a las demandas y las exigencias de un partido moderno y preparado para gobernar de acuerdo a las condiciones cambiantes y complejas del siglo XXI, un partido político que se nutre de sus mejores tradiciones y sus principios inmutables pero que a la vez es capaz de hacer una profunda y sincera autocrítica y aprender en serio de sus propios errores y desvíos.    

Todo ello implica un proceso participativo y horizontal a lo largo y a lo ancho del país para involucrar a cada afiliado en pos de comprometerse a generar una nueva mística que recupere la confianza en nuestras propias fuerzas, sin la que no podremos transmitir la esperanza de un futuro mejor a la sociedad en su conjunto. Como dijo Yrigoyen en su momento, habrá que empezar de nuevo, con paciencia, con sentido estratégico, sin dejar que la coyuntura nos nuble la mirada hacia el futuro.   

Renovación. Se impone una profunda renovación de nuestros cuadros dirigentes a cargo de las máximas responsabilidades en la conducción del partido. La magnitud de los cambios imprescindibles expuestos más arriba demanda una dirigencia que no tenga vinculación directa con las tácticas y estrategias que a nivel nacional nos han llevado a este estado de situación, que sea capaz de concitar la suficiente credibilidad y confianza adentro y afuera de las filas partidarias. Sin tirar a nadie por la ventana, sin arrogancia ni soberbia por parte de nadie, asumiendo cada uno sus responsabilidades, es hora de dar paso a una nueva generación de dirigentes jóvenes y representativos, que se nutran de la fortaleza que dimana de nuestra presencia en gobiernos provinciales y locales, de nuestra activa presencia en el movimiento estudiantil, en organizaciones sociales y en la amplia geografía de casas radicales en todo el territorio nacional.  

La ciudadanía nos ha puesto a nivel nacional en el lugar de la oposición y es ese el rol que debemos desempeñar. Una oposición seria, responsable y constructiva; la contracara de la oposición intolerante y golpista que siempre lleva adelante el peronismo, la burocracia sindical, las corporaciones prebendarias y la izquierda marginal. Ser oposición, debe quedar claro, implica abstenernos por completo de ocupar responsabilidades en el actual gobierno nacional. Debemos preservarnos como alternativa. Ni los éxitos ni los fracasos de la próxima administración serán nuestros, y la ciudadanía lo debe advertir con claridad. Es clave por lo tanto no agotarnos en la mera oposición sino comenzar a construir una alternativa. Una alternativa basada en un sólido programa de gobierno y encarnada en una coalición de partidos políticos que compartan con nosotros principios, ideas y propuestas concretas; y no una mera conjunción de “espacios” que quizás sirven para ganar elecciones pero no para gobernar bien y llevar adelante las profundas transformaciones estructurales que nuestra sociedad demanda en todos los campos.      

El desafío es enorme y partimos de una situación harto difícil y compleja, pero ello no debe ser motivo de desánimo ni de pesimismo. Por el contrario, debe motivarnos a redoblar esfuerzos para encontrar los medios y los instrumentos que nos lleven a acercarnos a nuestros fines inalterables, los de la libertad y los de la democracia republicana en sentido integral.

Adelante radicales…!

 

José Antonio Artusi

Afiliado a la Unión Cívica Radical

 

Concepción del Uruguay, Cuna de la Organización Nacional, Noviembre de 2023.-  

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martes, 21 de noviembre de 2023

NÉLIDA BAIGORRIA

Por José Antonio Artusi

Se cumplen 7 años de la muerte de Nélida Baigorria, una mujer extraordinaria que haríamos bien en rescatar del olvido.                  

Nélida Rosa Teresa Baigorria nació el 23 de junio de 1921 y murió el 26 de noviembre de 2016 en Buenos Aires. Maestra Normal, Profesora en Letras, toda su vida estuvo signada por un compromiso ineludible con la educación al servicio de la democracia y la construcción de una sociedad mejor. Ejerció la docencia durante más de 35 años. Conocía el mundo de la educación profundamente, desde adentro, combinando adecuadamente el rigor de los marcos teóricos con la experiencia concreta en el trato con estudiantes y docentes.  

Desde muy joven canalizó su vocación política en la Unión Cívica Radical. En el dañino cisma partidario de 1957 optó por la Unión Cívica Radical Intransigente, y en 1958 fue electa diputada de la Nación por la Capital Federal. Diferencias con el gobierno del Presidente Arturo Frondizi la llevaron a abandonar la UCRI y optar por la Unión Cívica Radical del Pueblo.    

En 1963 el Presidente Arturo Illia la designó Presidente de la Comisión Administradora de Radios y TV, cargo que ejerció con solvencia hasta el nefasto golpe de Estado de 1966. 

En 1984 fue designada por el Presidente Raúl Alfonsín como Presidente de la Comisión Nacional de Alfabetización. Al frente de ese organismo implementó el Plan Nacional de Alfabetización, política pública cuyo significativo impacto favorable fue reconocido por el Premio de la Asociación Internacional de Lectura en el concurso mundial de la UNESCO celebrado en París en 1988.

De Nélida Baigorria nos quedan su ejemplo de dedicación honrada a las causas nobles y sus textos, de una claridad conceptual inusual. Es oportuno que la recordemos, a modo de modesto homenaje, con sus propias palabras, escritas poco antes de su muerte:

“Los procesos educativos se extienden en el tiempo y se reservan el derecho de no mostrar sus efectos hasta que la evidencia, criterio de verdad que no necesita demostración, impone su veredicto. En nuestro país, la destrucción del brillante sistema educativo que nos destacó ante América latina y el mundo se inicia hace seis décadas y lentamente va socavando sus cimientos hasta llegar a la etapa terminal que es nuestro presente. Los primeros atisbos comienzan a verse en 1943, cuando el gobierno de facto vulnera los principios filosóficos de la sabia ley 1420 e inicia el camino de su derogación, efectivizada en 1947, durante el primer gobierno de Juan Perón.

A partir de ese momento, la educación argentina comienza su descenso involutivo, incentivado a través del tiempo por leyes, decretos y resoluciones que ratifican el objetivo prioritario de poner fin a la escuela popular del gran Sarmiento.

Esa inconcebible defección del Estado, frente al avance de la corriente privatista, no pasó inadvertida para maestros y políticos comprometidos con la educación popular, pero sus denuncias y recaudos para el futuro de las nuevas generaciones se consideraban agorerías mendaces.

Quienes fuimos no espectadores, sino protagonistas en los debates en los que se jugó el destino de la escuela pública, tenemos bien documentada, en los diarios de sesiones y en la prensa de la época, cuál fue nuestra posición en esa lucha implacable contra poderosísimos grupos de presión que nos acusaban de estar al servicio de ideologías totalitarias ajenas a la tradición democrática del país. Aducían, hipócritamente, que se trataba de un ataque a la enseñanza privada, aunque de la lectura de esos debates surge que nuestros amargos vaticinios se han consumado con el tiempo…

Para saber qué son los autodenominados "progresistas", deberíamos preguntarles: ¿son progresistas a la manera de Esteban Echeverría, de Alfredo Palacios, de Sarmiento, de Arturo Illia, de monseñor De Andrea, del inolvidable papa Pablo VI, cuya encíclica Populorum progressio seguramente jamás leyeron? Los "progres" que conocemos dicen luchar en defensa de la igualdad de oportunidades y, no obstante, nadie como ellos hizo que en nuestro país, el de la educación popular por excelencia, se profundizara el abismo entre las clases sociales, hasta lograr la trágica partición en escuelas para ricos y escuelas para pobres…

El lema mundial que acuñó la Unesco refleja un anhelo de la humanidad: "Educación para todos". La experiencia ha demostrado que la piedra basal para vencer la pobreza es la educación del pueblo. Es deber del Estado ofrecer en todas las escuelas públicas -por lo tanto, gratuitas- la mejor calidad de enseñanza. En el bicentenario de nuestra patria, el mayor homenaje será encender nuevamente la llama de la educación popular que iluminó la gran pasión de Sarmiento.” *

A 40 años de la recuperación de las instituciones de la Constitución, las palabras de Nélida Baigorria pueden servirnos como inspiración para valorar el rol insustituible de la educación como herramienta fundamental en la consolidación de una democracia genuina, profunda, en la que todos tengamos acceso a las condiciones materiales de la libertad, que nos posibiliten ejercerla con plenitud.- 

 

* : https://www.memo.com.ar/opinion/nelida-baigorria-el-dia-de-la-alfabetizacion-y-cambios-que-no-son-cambios/

 

Publicado en el diario La Calle el día 19 de Noviembre de 2023.-  

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lunes, 13 de noviembre de 2023

EL 20 DE NOVIEMBRE

Por José Antonio Artusi

La ley nacional 20.770, promulgada el 9 Octubre de 1974, declara 'Día de la Soberanía' el 20 de noviembre de cada año, en conmemoración del Combate de la Vuelta de Obligado, librado en esa fecha en 1845. A su vez, el decreto 1584 del año 2010 estableció el 20 de Noviembre como uno de los días feriados nacionales y días no laborables. Hemos naturalizado ambas normas y la fecha es para muchos sólo un feriado más. Sin embargo, quizás haya llegado la hora de revisarlas. Hasta antes de 1974 la reivindicación del 20 de Noviembre como el “Día de la Soberanía” era un reclamo marginal de grupos violentos del nacionalismo católico integrista como Tacuara, agrupación abiertamente antisemita que reivindicaba a Hitler y Mussolini, entre otros deleznables personajes. 

En los considerandos del decreto 1584 se sostiene que “el 20 de noviembre de 1845, en la batalla de Vuelta de Obligado, algo más de un millar de argentinos con profundo amor por su patria, enfrentó a la Armada más poderosa del mundo, en una gesta histórica que permitió consolidar definitivamente nuestra soberanía nacional”. No son pocos los historiadores que discrepan con esta visión sesgada y antojadiza de este episodio y de los procesos estructurales de los que formó parte.  

La Historia está siempre sujeta a interpretaciones diversas, y las disputas sobre el significado de los hechos del pasado no son neutras; entrañan por el contrario una enorme capacidad de distinguir y valorizar las ideas que nos pueden ayudar a construir un futuro mejor, y a su vez a identificar y abandonar aquellas rémoras que nos atan a un estado de atraso y decadencia.  

No se puede hablar de la Vuelta de Obligado sin hablar de Rosas. Gustavo Gabriel Levene, en su Nueva Historia Argentina, nos advierte que “conviene, en efecto, no perderse entre las sombras dramáticas del terror “rosista” y examinar las consecuencias sociales y económicas de la tiranía, porque así descubriremos que hubo un plan; y éste consistió en restaurar, en lo posible, el pasado colonial. Si antes había existido el monopolio comercial, ahora la tiranía monopolizaba la tierra y el ganado, bases fundamentales de los saladeros”. Levene enfatiza el papel del régimen rosista al servicio de la consolidación de una oligarquía terrateniente conservadora y despótica: “una ley de mayo de 1836 prescribía “que el gobierno procederá a vender 1.500 leguas cuadradas de terrenos que están dados en enfiteusis y demás baldíos que pertenecen al Estado”. Esta ley suponía una actitud más resuelta en la lucha, iniciada años antes, para destruir la concepción de Rivadavia de que las tierras públicas no debían enajenarse. Estas 1.500 leguas fueron compradas por personajes vinculados con Rosas por la política o el parentesco. Otras disposiciones de fecha posterior terminaron por hacer de la tierra pública un premio a los partidarios de la tiranía… Tratada así la economía rural, los que no eran dueños de estancias debieron trabajar como peones y quedar sometidos al despotismo de los patrones”.

El carácter reaccionario de la tiranía de Rosas también puede advertirse en relación a su posición con respecto a la inmigración y la colonización. Gustavo Gabriel Levene nos recuerda en este sentido que “en Agosto de 1830, en uno de los primeros actos de su gobierno, Rosas había eliminado la Comisión de Inmigración que Rivadavia creara en 1824. Esta actitud de Rosas suponía renunciar a una política de efectiva colonización, y en verdad no hizo sino anticipar la orientación que entregó la tierra pública a los grandes propietarios…”.

Otro autor, Miguel Bravo Tedín, en un artículo publicado en Clarín en 2013 titulado “Combates que dejan huellas” argumenta que “Rosas inventó al menos entre nosotros “el terrorismo de Estado”. Dijo respetar al gaucho y lo mantuvo en la misma pobreza e ignorancia en la que estuvo siempre a la que agregó un sometimiento digno de un señor feudal. El reglamento que estableció para sus estancias lo confirma. No construyó ni una sola escuela en todo el país, instauró como política comunicacional la grosería y el insulto, el maltrato constante y la denigración al adversario, política que ha tenido hasta nuestros tiempos feliz y próspera vida”. Y en relación específica al combate que nos ocupa, este académico señala que “para el interior, tal como lo marcaba José Carlos Chiaramonte en su artículo “Una batalla que no fue nacional”, la Vuelta de Obligado no tiene el mismo significado que para el puerto…”.

Una de las claves interpretativas en esta cuestión es analizar la política aduanera y el comercio exterior; recurrimos para ello nuevamente a Levene: “el proteccionismo dispensado a las industrias del país no tuvo consecuencias progresistas. Reforzó un sistema de producción que… se encontraba más cerca de la economía medieval que de la capitalista… la economía nacional y la iniciativa privada debían ajustarse, prácticamente, a los dictados de Buenos Aires. Sobre todo el Litoral, obligado a comprar y vender en Buenos Aires, debió ajustar su economía a la de Rosas. El puerto único como pretensión hegemónica de Buenos Aires reiteraba, pues, en 1835, la misma política equivocada que en 1813 había contribuido tan decisivamente a las divergencias entre la capital del país y el caudillo oriental Artigas. Como se recordará, la Asamblea General Constituyente de ese año había rechazado a los diputados uruguayos porque Artigas reclamaba, con razón, el derecho de la Banda Oriental a comerciar con los puertos de Maldonado y Colonia”. Más adelante, Levene agrega, refiriéndose a Rosas, que “su política antinacional y egoísta de puerto y aduana únicos había entorpecido la libre navegación de los ríos Paraná y Uruguay”. No podemos dejar de coincidir con el mencionado historiador cuando concluye que “la política negativa de Rosas, al no unir las provincias argentinas en una nación organizada y al no aceptar los cambios técnicos y económicos que la marcha del mundo imponía a todos los países, es la principal responsable de los riesgos que frente a las ambiciones extranjeras corrieron la integridad territorial y la independencia argentinas. Únicamente unido y organizado, únicamente poblando su territorio y acelerando su transformación económica, un país como el nuestro podía defenderse. Lo contrario sólo ocultaría, tras telones patrioteros, traiciones conscientes o inconscientes a los verdaderos intereses del país…”.

Más cerca en el tiempo, otro historiador, Luis Alberto Romero, se ha referido en diversas ocasiones al significado de la fecha en la prensa periódica. Así, en una columna publicada en Clarín en 2014, titulada “Delirio nacionalista: el mito del combate de Obligado”, sostuvo que “los hechos son claros. En noviembre de 1845 la flota anglo francesa, que en ese momento sitiaba Buenos Aires, decidió remontar el Paraná y llegar hasta Corrientes, acompañando a buques mercantes cargados de mercaderías. Para impedirlo, el gobernador de Buenos Aires, J.M. de Rosas, dispuso bloquear el río Paraná en la Vuelta de Obligado, con cadenas protegidas por dos baterías. Se intercambiaron disparos, los buques cortaron las cadenas y siguieron su navegación hasta Corrientes”.

Más adelante Romero señala que “el punto central del mito reside en la idea de que allí se defendieron los intereses nacionales. Pero en 1845 la nación y el Estado argentinos no existían. Había provincias, guerra civil y discusión de proyectos contrapuestos, basados en intereses distintos. El Combate de Obligado, y todo el conflicto en la Cuenca del Plata, es un ejemplo de esas diferencias. Rosas aspiraba a someter a las provincias, incluyendo a la Banda Oriental y a Paraguay, cuya independencia no reconocía. Corrientes defendía su autonomía y pretendía comerciar directamente con ingleses y franceses. En cambio Rosas quería que todo el comercio pasara por el puerto de Buenos Aires y su Aduana. El río Paraná, abierto o cerrado, estaba en el epicentro de las diferencias. En Corrientes creían en el federalismo y la libre navegación de los ríos. La flota anglo francesa fue recibida amistosamente; hubo fiestas,…”.    

Luis Alberto Romero es categórico, y sus palabras pueden servir para ayudar a desnaturalizar el mito: “Es curioso que sobre esta situación, que puede leerse en cualquier libro serio, se haya constituido el mito de la victoria -una verdadera trampa cazabobos- y el de la defensa de la soberanía nacional... Desmontar estos mitos es una parte de la batalla cultural que deberemos encarar”. La necesidad de dar esa batalla cultural sigue presente.

Antes, en un artículo titulado “Transformar la derrota en victoria”, publicado por La Nación en 2010, Luis Alberto Romero nos había recordado que “Rosas defendió con energía el monopolio portuario porteño, de cuyas rentas, no compartidas, vivía la provincia. Contra Rosas estaban quienes creían que la libre navegación de los ríos los beneficiaría. El conflicto se dirimió luego de Caseros. Mientras Rosas elegía exiliarse en Inglaterra -quizá para estudiar más de cerca a la "pérfida Albión"-, el Pacto de San Nicolás en 1852, y la Constitución Nacional en 1853, abrieron el camino a la libre navegación. Los neorrevisionistas hablan del triunfo de los intereses antinacionales. Eso los llevaría a ubicar a nuestra Constitución en el campo antinacional. A los que vemos en la Constitución el fundamento de nuestro orden institucional nos resulta imposible acompañarlos en esa posición”.

Es obvio que no se puede tener una visión ingenua que prescinda de la crítica al imperialismo de las potencias europeas en el siglo XIX, y está claro que no se puede dejar de condenar, desde una perspectiva de la defensa de los intereses nacionales, la “diplomacia de las cañoneras”. Dicho eso, Rosas, más que paladín de la defensa de los intereses nacionales, es el defensor de los privilegios del puerto de Buenos Aires y de la oligarquía terrateniente. Celebrar la Vuelta de Obligado equivale a reivindicar el centralismo porteño en detrimento de los intereses de las provincias del interior, el autoritarismo mesiánico que habilita a un dictador a decidir quien puede comerciar y quien no, el proteccionismo absurdo que perjudica a la enorme mayoría de los trabajadores y consumidores y favorece a una pequeña camarilla de seudo empresarios vinculados al gobierno de turno. Reivindicar ese combate como una gesta fundante de nuestra soberanía significa renunciar a reconocer las ventajas del libre comercio, de la libre navegación de los ríos y de la integración virtuosa al mundo como pilares de una sociedad abierta, próspera, tolerante y progresista.

Pero además, en una república democrática la soberanía recae en la voluntad popular expresada en libertad acorde a las reglas establecidas en una constitución que garantiza derechos individuales. Nada de eso existía en la época de Rosas, y ni siquiera la Nación estaba constituida, sino que éramos un conjunto de provincias cuya organización institucional era sistemáticamente rechazada por el Restaurador de las leyes. De las leyes de la colonia, podríamos agregar. No es válido pregonar la soberanía nacional tal como les gusta hacer a todas las dictaduras si no se la asocia de manera inescindible con la soberanía popular. De modo tal que es absurdo, y perjudicial, que el 20 de Noviembre se festeje el “Día de la Soberanía”. Tenemos fechas más apropiadas para ello; el 30 de Octubre, por ejemplo, para recordar y celebrar que en esa fecha en 1983, hace 40 años, reconquistamos la democracia para siempre.-   

 

Publicado en el diario La Calle el día 12 de Noviembre de 2023.-   

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sábado, 4 de noviembre de 2023

THEY HAVE DECLARED WAR ON US

By José Antonio Artusi

 Hamas, other jihadist terrorist organizations and the Iranian regime have declared war on us.

To the republican democrats who believe that the only legitimacy of governments and their laws arises from the freely expressed popular will and not from supposed sacred writings interpreted by supposed prophets and their self-declared interpreters, they have declared war on us.

To those of us who believe that Jews have the right to defend themselves, that the State of Israel – the only liberal democracy in the Middle East – has the right to exist and protect its territory and its citizens, they have declared war on us.

To those of us who believe in the inseparable universality of human rights, beyond cultural, ethnic and religious particularisms, they have declared war on us.

To those of us who believe that women and homosexuals (and whatever gender identity comes to mind) have the same rights as men to perceive themselves however they wish, to show their hair however they want, to study, to work, to listen to the music that they like, to drink whatever they like and sleep with whoever they want as long as they do not harm others, they have declared war on us.

It is not new (we Argentinians especially should know this well), but the barbarity of the brutal terrorist attack on defenseless people last weekend - among whom were our compatriots - has made it evident, has shown it clearly, has exposed it to sunlight.

The attack is not only against Israel. Let's imagine for a second what would happen if Hamas and Hezbollah carry out to the letter what they themselves have been saying they are going to do for decades and erase the State of Israel from the face of the Earth. Let's try to visualize what would happen if ISIS took control of a vast territory and created a caliphate in which the rule of law would not govern but Sharia, Islamic law. Let's think about a scenario in which the Iranian regime (calling it a “republic” is a cruel mockery) manages to have a nuclear arsenal. We have no right to be so naïve as to believe that they would stop there. The fact that there are ideological, religious, political and strategic differences between these terrorist organizations and that they sometimes massacre each other does not hide their fundamental similarities. They do not believe in republican democracy, they do not believe in freedom or the universality of human rights. They are united by anti-Semitism and contempt for the values ​​of Western modernity. They are reactionaries, fundamentalists, misogynists, totalitarians, fundamentalists, messianists and terrorists. And they often openly display their ideology and their macabre principles and objectives. If they cannot be accused of anything, it is that they did not notify us.

The main victims of these governments are their own people. The Palestinians who live under an oppressive and bloodthirsty regime, which does not hesitate to use its own civilian population, often children, as a shield for its war actions. The Iranians in exile who had to abandon their land to preserve their lives. Iranian women who fight to exercise a right as basic as being able to show their hair, among many other violations. Homosexuals who are hung from cranes by the Taliban for the sole fact of being gay. Afghan girls who are deprived of the right to education. Palestinian children who are indoctrinated in an ideology of hate and death. The list could be very long.

That is why it is essential to permanently refute the fallacies and lies that are and will be used to relativize and justify barbarism and to demonize the State of Israel in the conflict that will inevitably take place. The effortful pirouettes and argumentative contortions of a certain left no longer cause astonishment, we have become accustomed to it, but they do cause anger and indignation. Between stupid and complicit, this increasingly fascist “left” resembles cuddly kittens of the ayatollahs, who obviously would not hesitate for a second to have their throats cut if they dared to raise their “progressive” slogans in their domains. We must not stop exhibiting the insurmountable incoherence of those who seek to defend and justify Hamas from internationalist, secularist and feminist perspectives. And we must not cease in our condemnation and repudiation of terrorist barbarism.

It is absolutely valid to criticize specific policies of the Israeli government, and in fact its citizens fully exercise that right, but this criticism cannot be transformed into a questioning of the legitimacy of the State of Israel or into claiming that its population cannot defend itself. Much less can it mean supporting their aggressors, who also make a perverse use of the legitimate aspirations of the Palestinian people and a sinister misappropriation of Islam, a religion as respectable as any other if it is limited to the area reserved for religions in pluralistic and tolerant societies.

The people and the State of Israel deserve the support and solidarity of all democrats in the world. They are not alone. But in the war that is currently being fought, yes, they are alone.

In other times it was a widespread custom to put canaries in coal mines to quickly detect when oxygen begins to be lacking, since in that case these birds die before the miners can realize it with their own senses. That is why the metaphor of Jews as the canaries of the West has been resorted to. When innocent Jews fall it is an unmistakable sign that the oxygen of freedom and peace is beginning to run out, not only for them.

Israel will prevail. And we will owe to Israel eternal gratitude and recognition for it. Unfortunately, it will not be without pain, blood, sweat and tears.-


Illustration: Elías Wengiel

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