miércoles, 26 de enero de 2022

THOMAS PAINE Y MILTON FRIEDMAN


 Por José Antonio Artusi

 Me referí la semana pasada a Thomas Paine, y dije de él que fue “uno de los pioneros más lúcidos de una propuesta que se ha vuelto a debatir intensamente en todo el mundo: el ingreso ciudadano, o ingreso básico universal”. Es posible, pero muy infrecuente,  vincular las ideas de Thomas Paine con las de alguien más cercano en el tiempo y con el que no se lo suele emparentar, el economista estadounidense Milton Friedman. Reivindico a menudo al menos dos de sus planteos: la consideración del impuesto al valor del suelo libre de mejoras como el “menos malo”, en sus propias palabras, el argumento de Henry George; y la propuesta de un impuesto negativo a la renta, quizás la forma más simple y práctica de implementar un sistema de ingreso ciudadano de carácter universal e incondicional. Suelo encontrar respuestas que denotan cierta sorpresa frente a mi defensa de ideas esgrimidas por un economista al que se rotula como “neoliberal”, al que por lo tanto hay que cancelar sin más trámite. Es en esos momentos cuando me acuerdo del consejo de Raúl Alfonsín, “no sigan a hombres, sigan a ideas…”. Y en esas dos ideas, al menos, Milton Friedman no se equivocó. Por el contrario, son un marco conceptual plenamente vigente, que espera la lucidez y el compromiso de gobernantes que los hagan realidad por medio de políticas públicas concretas. No debería ser necesario que aclare – pero por las dudas lo hago – que mi coincidencia con esas dos propuestas no es en absoluto incompatible con diferencias con otras, y aún más, mi rechazo a algunos de sus posicionamientos políticos.  

Milton Friedman nació el 31 de Julio de 1912 en New York y murió en San Francisco el 16 de Noviembre de 2006.  Recibió el Premio Nobel de Economía en 1976. Curiosamente (o no tanto), es rarísimo o directamente imposible encontrar entre sus seguidores conservadores adhesiones a alguna de estas dos ideas. El propio Friedman lo advirtió en su momento, y a propósito del impuesto negativo a la renta manifestó que la iniciativa fue recibida “con considerable (aunque lejos de unánime) entusiasmo en la izquierda y con considerable (aunque, de nuevo, lejos de unánime) hostilidad por la derecha”.       

En una entrevista en 1978 Milton Friedman declaró que “todos los impuestos son antagonistas de la libre empresa, pero de todos modos necesitamos impuestos. Entonces la cuestión es, cuáles son los impuestos menos malos? En mi opinión, el impuesto menos malo es el impuesto a la propiedad sobre el valor de la tierra libre de mejoras, el argumento de Henry George de hace tantos, tantos años…”. Y agregó que el siguiente menos malo es el impuesto a los ingresos por encima de un mínimo no imponible con una tasa fija.

En un interesante reportaje imaginario a Henry George publicado en La Nación en 2009, Juan Carlos de Pablo lo presenta como “el padre de la criatura, el norteamericano Henry George (1839-1897)… que en “Progreso y pobreza”, publicado en 1879, propuso precisamente reemplazar todos los impuestos por uno a la tierra”; y le hace decir que “los modernos entusiastas del impuesto a la tierra… le prestan atención al hecho de que ese impuesto, al ser independiente del nivel de producción, no distorsiona las decisiones privadas y maximiza los esfuerzos del productor. Esa es la razón por la cual entusiasmaba tanto a Milton Friedman”.    

La otra idea, el impuesto negativo a la renta, se trata de un crédito fiscal que – como todos – puede reducir el monto del impuesto a pagar por el contribuyente. Pero, a diferencia otros créditos fiscales, se otorga incluso si el ciudadano no debe pagar nada de impuesto.  

Una forma sencilla de implementar un impuesto negativo a la renta (o mejor dicho, a las ganancias)  podría consistir en  establecer un ingreso ciudadano, de carácter absolutamente universal e incondicional, que reciben todos los habitantes adultos. Adicionalmente podría pensarse en un ingreso ciudadano a la niñez, de menor cuantía, como el que propuso en su momento Elisa Carrió, sustitutivo de la AUH y otros subsidios condicionados (los famosos “planes”, que caen en la “trampa de la pobreza”, vale decir que desincentivan el trabajo y la formalidad laboral), las asignaciones familiares y las deducciones por hijo en el impuesto a las ganancias. El impuesto tendría un mínimo no imponible y una tasa nominal fija. La persona que no recibe ningún ingreso recibiría el 100% del ingreso ciudadano como transferencia mensual. Por debajo de determinado monto de ingresos, que daría como resultado un monto a pagar menor a la cuantía del ingreso ciudadano, la persona recibiría como transferencia neta la diferencia. Por encima de ese monto de indiferencia, que daría como resultado un monto a pagar mayor al ingreso ciudadano, la persona debería abonar la diferencia en su pago del impuesto. Lo interesante del sistema es que la combinación de una tasa nominal fija, no progresiva, con un mínimo no imponible y con un ingreso ciudadano igualitario como crédito fiscal es que las tasas reales del impuesto a pagar se transforman automáticamente en progresivas, vale decir aquellos que ganan más pagan un porcentaje mayor de sus ingresos, sin necesidad de tablas escalonadas que suelen generar problemas y en algunos casos desincentivan a los trabajadores a trabajar más. Hay un antecedente muy reciente e ilustrativo al respecto de empleados de Toyota en nuestro país. La reforma propuesta debería abarcar la eliminación de diversos impuestos, entre ellos el monotributo. Todos estarían en igualdad de condiciones en el mismo régimen. Ello no quiere decir que todos pasarían a pagar ganancias. Es evidente que resulta clave en este sentido la determinación de 3 variables: el monto del ingreso ciudadano o crédito fiscal, el mínimo no imponible, y la tasa del impuesto. Resultaría muy interesante que especialistas en la cuestión hagan simulaciones con información estadística actualizada para analizar el impacto de diversas hipótesis combinando diferentes valores para esas variables.

Mucho menos estudiada, por no decir no estudiada en absoluto, es la idea de aplicar el mismo concepto básico de la tributación negativa al impuesto al valor del suelo libre de mejoras, generando en este caso un crédito fiscal a aplicar sobre dicho impuesto. También aquí el tributo debería tener un mínimo no imponible y una tasa nominal fija. La persona que no es propietaria de ningún bien inmueble recibiría el 100% del crédito fiscal. La persona que posee un inmueble valuado por debajo de determinado monto, que daría como resultado un monto a pagar menor al crédito fiscal, percibiría como transferencia neta la diferencia. La persona que posee uno o varios inmuebles, cuyo valor sumado supera ese monto de indiferencia, que daría como resultado un monto de impuesto a pagar mayor al crédito fiscal, debería abonar la diferencia en su pago del impuesto. También aquí la combinación de una tasa nominal fija, no progresiva, con un mínimo no imponible y con un crédito fiscal dan como resultado que las tasas reales del impuesto a pagar se transforman automáticamente en progresivas, vale decir aquellos que son propietarios de suelo de mayor valor  pagan un porcentaje mayor de su patrimonio.

Eduardo Conesa propuso en 2016 siendo diputado nacional una reforma tributaria en la que el impuesto al valor del suelo libre de mejoras podía computarse a cuenta del impuesto a las ganancias. Incorporando una cláusula en este sentido los dos impuestos negativos mencionados – a las ganancias y al valor del suelo – se vincularían de manera sistémica, generando diversas posibilidades de combinaciones. Podría ser que el impuesto al suelo abonado por el propietario sea mayor que su liquidación de ganancias, y por lo tanto directamente no pagaría este tributo. O podría ser que resulte menor, en cuyo caso descontaría el monto abonado en concepto de impuesto al suelo de su liquidación de ganancias. En este caso, la tasa real del impuesto a las ganancias sería aún menor.

Una reforma tributaria de este tipo debería implicar la eliminación por completo (y en algunos pocos casos la reducción) de diversos malos impuestos, tanto nacionales como provinciales: monotributo, bienes personales, ganancia mínima presunta, retenciones a las exportaciones, aranceles desmedidos a las importaciones, ingresos brutos, sellos, etc.   

Se pasaría de esa manera a un esquema en el que desaparecerían tributos regresivos y distorsivos y el sistema se basaría mucho más en los que Milton Friedman consideraba los dos menos peores impuestos. Y nos habríamos aproximado muchísimo a lo que propuso Thomas Paine en 1795. Estaríamos en presencia de algo que para muchos es una utopía pero que se debate cada vez más en el mundo desarrollado: un ingreso ciudadano financiado por la recuperación de la valorización del suelo. En Corea uno de los candidatos presidenciales para las elecciones del próximo 9 de Marzo, Jaemyung Lee, tiene entre sus propuestas medidas de este tipo.

Un documento del Observatorio Fiscal de la Pontifica Universidad Javeriana de Bogotá de 2020 titulado “El impuesto negativo a la renta de Friedman: ¿un camino para hacer realidad la renta básica?” (en algunos países el término “renta básica” es utilizado para referirse al ingreso ciudadano o ingreso básico universal) finaliza diciendo que “las ideas de Milton Friedman, fallecido en 2006, podrían ayudar a que sectores en pugna se pongan de acuerdo para nivelar la cancha a favor de los más pobres y contribuir así a sacar a más ciudadanos de la pobreza. Si de privilegian los intereses de quienes más necesitan de estas miradas, es una idea que fácilmente podría ponerse en práctica. Veremos si lo hacen”. Quizás el primer paso consista en elevar la calidad del debate, y no dejarnos llevar por las etiquetas y los rótulos, sino más bien analizar las ideas por sus méritos intrínsecos, despojados de prejuicios.-


Publicado en el diario La Calle el dìa 23 de enero de 2022.-

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