Por José Antonio Artusi
Henry George fue uno de los escritores más famosos en el siglo XIX en
Estados Unidos. Su obra “Progreso y miseria”, publicada en 1879, sólo fue
superada por la Biblia en cantidad de ejemplares vendidos. Por alguna razón,
más tarde su vida y su obra cayeron en un cono de sombra. Sus ideas - que
explicaban la paradoja de sociedades que crecían y progresaban a la vez que
veían aumentar la pobreza, y que proponían como remedio radical una profunda
reforma tributaria basada en un impuesto “único” que grave las rentas no
ganadas del suelo y de los recursos naturales - cayeron en el olvido.
Sin embargo, la vigencia de su legado podría estar resucitando. Algunas
noticias recientes muestran indicios en tal sentido. El 15 de abril pasado New
York News publicó una nota de Johan Sheridan (https://www.news10.com/news/ny-news/land-value-tax-pilot-program-proposed-to-make-new-york-housing-affordable/) en la
que afirma que “legisladores estatales demócratas presentaron un proyecto de
ley que convertiría los impuestos a la propiedad inmueble en un impuesto al
valor del terreno libre de mejoras. Los promotores afirman que transformar el
sistema actual mitigaría los efectos de la crisis de vivienda en todo el estado”.
El artículo continúa señalando que “los impuestos sobre el valor del suelo
gravan el valor del terreno en sí mismo, sin considerar las construcciones o
mejoras realizadas en él. Gravar el valor del terreno libre de mejoras pretende
disuadir a los propietarios de especular (conservar terrenos baldíos o
infrautilizados mientras esperan que suban los precios, un factor importante
que aumenta la inasequibilidad) y, al mismo tiempo, incentivarlos a desarrollar
la propiedad para construir viviendas.”
El autor enfatiza que “el impuesto al valor del terreno presionaría a
quienes ocupan terrenos baldíos en lugar de recompensarlos con bajas facturas
de impuestos, de modo tal de impulsar la construcción de viviendas. El cambio podría aumentar la vivienda
asequible, reducir la falta de vivienda y evaluar facturas de impuestos más
justas para las personas que luchan con el aumento del costo de vida”.
New York no está sola en esta tendencia.
En un artículo publicado recientemente (https://www.realtor.com/advice/finance/land-value-tax-solve-housing-shortage/) Allaire Conte sostiene que en Estados Unidos “los
expertos estiman que, al ritmo actual de construcción, la actual crisis de
vivienda tardará más de siete años en resolverse. Esos siete años son
demasiados para muchos compradores e inquilinos esperanzados, hartos de los
altos costos de la vivienda. Cuando ocurren crisis como esta, es común buscar
una solución, ya sea el movimiento YIMBY que promueve cambios en la legislación
urbanística, programas de asistencia para el pago inicial que ayudan a quienes
compran su primera vivienda o incluso promotores inmobiliarios que lideran la
construcción de nuevas viviendas. Pero el héroe que necesitamos es uno al que
pocos recurren: la reforma del impuesto inmobiliario. Actualmente, la forma en
que utilizamos nuestros impuestos penaliza el desarrollo urbanístico”, explica
Greg Miller, director ejecutivo del Centro para la Economía del Suelo. Miller
es uno de los defensores del impuesto al valor del suelo como un posible factor
decisivo para resolver la escasez de viviendas… Miller lo pone en perspectiva,
señalando que el impuesto a la propiedad inmueble es, en realidad, dos
impuestos en uno: un impuesto sobre los edificios y un impuesto sobre el valor
del terreno, o mejor aún, sobre el valor de la ubicación. Lo que quiere decir
es que el valor del terreno se basa en gran parte de su proximidad a atractivos
como parques, buenas escuelas y economías prósperas. Esto significa que un
terreno baldío puede revalorizarse significativamente si el terreno circundante
se urbaniza para desarrollar esos parques, vecindarios y economías prósperas. Pero
los propietarios de terrenos productivos (propietarios de viviendas,
arrendadores e inquilinos) pagan más impuestos sobre la propiedad debido al
valor que han añadido (mediante la construcción de viviendas, edificios
comerciales o comunidades), mientras que el propietario del terreno baldío paga
impuestos bajos, pero aun así se beneficia del aumento del valor de las
propiedades en la zona… “No es un impuesto adicional”, dice Miller. “No estamos
añadiendo más impuestos. Es totalmente neutral en términos de ingresos,
simplemente trasladando el impuesto de los edificios al terreno”.”
“Según Miller, todo se reduce a alinear los incentivos del mercado. Tomemos
como ejemplo un terreno baldío en venta en Austin, Texas. Sus impuestos
prediales anuales ascienden a $1,990, mientras que una vivienda unifamiliar en
un terreno de tamaño comparable en el mismo vecindario paga $7,712 anuales. A
pesar de que el terreno baldío está valuado en aproximadamente la mitad del
valor de la vivienda, su propietario paga solo una cuarta parte de los
impuestos prediales. Esta estructura fiscal desproporcionada genera poca
motivación para que el propietario invierta en la construcción del terreno. En
otras palabras, si bien el valor de mercado refleja el uso potencial del
terreno (como construir una casa), los impuestos prediales no lo hacen. Sin
embargo, con un land value tax, tanto el terreno baldío como el propietario
incurrirían en facturas de impuestos prediales similares, lo que incentivaría
al propietario a desarrollar el terreno para un uso productivo y compensar así
el costo de su mantenimiento”.
El artículo hace referencia a la experiencia de Pittsburgh: “Tras el
colapso de la industria siderúrgica, Pittsburgh se enfrentó a la amenaza del
deterioro urbano que azotó a muchas ciudades industriales durante las décadas
de 1970 y 1980. Pittsburgh ya contaba con un sistema de LVT, que gravaba el
suelo con el doble de la tasa de los edificios, y entre 1979 y 1980, la ciudad
aumentó la tasa hasta cinco veces la de las estructuras. Este cambio
estratégico supuso un gran incentivo para desarrollar terrenos improductivos. Investigaciones
realizadas en las décadas posteriores han demostrado que la combinación del LVT
y las reducciones fiscales específicas permitieron a Pittsburgh superar el
deterioro urbano y contribuir a un período que ahora se conoce como el
Renacimiento II de Pittsburgh… “Necesitamos alinear los incentivos del
mercado para crear una inmensa cantidad de viviendas”, enfatiza Miller. “Cuando
tenemos una inmensa oferta de viviendas, los precios bajan para todos”.
Publicado en el diario La Calle el 27 de abril de 2025.
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