sábado, 14 de diciembre de 2019

AUMENTAR LAS RETENCIONES NO ES EL CAMINO

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Por José Antonio Artusi / El gobierno nacional acaba de anunciar un aumento generalizado de las denominadas "retenciones", un impuesto que grava las exportaciones, básicamente de productos agropecuarios y agroindustriales. Por diversas razones, se trata de una medida desacertada, aplicada en un contexto donde no se aprecia un plan macroeconómico que brinde certidumbre. 
Las retenciones son un mal impuesto. No gravan la riqueza o patrimonio, ni la rentabilidad, sino la producción exportable, por lo que deprimen los precios que reciben los productores agropecuarios, reduciendo sus márgenes de rentabilidad, y en algunas zonas tornando inviables ciertos cultivos. En particular en nuestro país corremos el riesgo de que fomenten el monocultivo de soja, del que veníamos saliendo en el gobierno anterior del Presidente Macri, con cosechas record y adecuada rotación de cultivos, merced en buena parte a la reducción y eliminación de ciertos derechos de exportación. 
Es verdad que las retenciones no pueden analizarse en el vacío. Tienen una relación obvia con el tipo de cambio. Es evidente que para los productores agropecuarios sería más conveniente un tipo de cambio muy competitivo (dolar alto en términos reales) y retenciones bajas, que un esquema sin retenciones pero con un tipo de cambio muy rezagado. El propio gobierno del Presidente Macri tuvo que recurrir el año pasado, a pesar de su voluntad, a reimplantar las retenciones a ciertos productos luego de la devaluación producto de la crisis externa. Existe una tendencia generalizada y errónea a creer que las retenciones significan sacarle algo al que más tiene o al que más gana, supuestamente para darle al que menos tiene. No es así, las retenciones castigan al que más produce, no al que más gana ni al que más tiene. Para eso están otros impuestos, mejores por diversas razones: el impuesto a las ganancias y un impuesto que no tenemos pero deberíamos tener, en la medida que sustituya otros impuestos provinciales como el inmobiliario e ingresos brutos; el impuesto al valor del suelo libre de mejoras que propusiera en un proyecto de ley el diputado nacional (m. c.) Eduardo Conesa. 
Está claro entonces que aumentar las retenciones a las exportaciones de productos agropecuarios en estos momentos es una mala medida de política económica. Pero hay que ofrecer alternativas, y el déficit fiscal no es una. Las retenciones a la exportación de productos no elaborados, con un tipo de cambio muy competitivo y alícuotas razonables, puede ser una medida de transición en la coyuntura para evitar el déficit fiscal hasta que se implemente una verdadera y profunda reforma tributaria; todo en el marco de un plan macroeconómico consistente. No se observan ninguna de esas condiciones, lamentablemente. Están poniendo el carro adelante de los caballos. 
En primer lugar porque el aumento de las retenciones abarca también a las economías regionales y a los productos más elaborados como la carne o la leche en polvo, que comenzarán a tributar retenciones por el 9% de cada operación, que es más o menos el doble de lo que venían pagando hasta el momento. 
En segundo lugar porque las alícuotas excederán en muchos casos los niveles razonables y afectarán la rentabilidad, disminuyendo por esta vía la recaudación por impuesto a las ganancias y desalentando la inversión en mejoras y tecnificación de la producción agropecuaria. Corremos el riesgo de dañar severamente toda la cadena agroindustrial que tiene particular relevancia en el interior del país. 
En tercer lugar porque no pareciera que el año que viene vayamos a tener un tipo de cambio competitivo en términos reales. Como muestra el economista Eduardo Levy Yeyati en el gráfico, el tipo de cambio real y los términos de intercambio están en los mismos niveles del segundo semestre de 2011, el momento del inicio del estancamiento. Levy Yeyati sostiene que hay poco margen para un ancla cambiaria, pero es probable que el gobierno se vea atentado a usarla como mecanismo de control de la inflación, con lo que el tipo de cambio se deterioraría aún más. Si a eso le sumamos precios internacionales deprimidos y el fantasma de una sequía que puede afectar los rindes, el panorama no es prometedor. 
Otro daño colateral del aumento de las retenciones es que afecta el federalismo fiscal, que con tanto esfuerzo había reconstruído del gobierno del Presidente Macri. Las retenciones no se coparticipan a las provincias, y reducen la recaudación de otros impuestos que sí se coparticipan, como ganancias, además de ahogar la actividad económica en las provincias agropecuarias como Entre Ríos. 
En definitiva, estamos ante una medida aislada e incoherente, que no contribuye a dar señalar claras a los productores para que inviertan y se esfuercen en ser más eficientes y competitivos, sino todo lo contrario, a la vez que agudizan conflictos y tensiones que generan más incertidumbre. Debe quedar en claro también que hay alternativas, y que todos los sectores de la sociedad debemos aportar ideas a un debate imprescindible en ese sentido. El Congreso de la Nación debería ser el ámbito institucional más apropiado para ese debate, pero lamentablemente el gobierno nacional no parece dispuesto a darlo.-

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