lunes, 17 de julio de 2023

URQUIZA, LA INMIGRACIÓN, Y LO QUE FALTÓ (Y SEGUIMOS NECESITANDO)


Por José Antonio Artusi

Se cumplieron el 2 de Julio 166 años de la fundación de la Colonia San José por parte de Justo José de Urquiza, quien designó a Alejo Peyret como su administrador. Como Villa Urquiza en la costa del Paraná, Esperanza en Santa Fe o Chivilcoy en Buenos Aires, San José es tanto un símbolo de la Argentina que fue como de la que pudimos tener y no tuvimos. La de inmigrantes que encontraron en estas tierras una oportunidad de prosperidad y movilidad social ascendente, y que se integraron armoniosa y pacíficamente con criollos y entre sí, sin conflictos étnicos ni religiosos. Pero también de la Argentina que en algún momento ya no fue tan atractiva, que dejó de recibir inmigrantes, y que incluso en este momento ve con dolor el fenómeno opuesto, el de los descendientes de esos inmigrantes que buscan mejores horizontes fuera de nuestras fronteras.    

Respondiendo a la generosa convocatoria del preámbulo de nuestra Constitución Nacional, muchos de nuestros abuelos, bisabuelos o tatarabuelos vinieron y encontraron aquí libertad, igualdad, y educación pública gratuita y laica. Pero además tuvieron acceso a abundante tierra barata y por ende salarios altos. Cuando se acabó la tierra barata y primó la especulación, con el proceso de urbanización y expansión de la frontera agrícola, los inmigrantes dejaron de venir e incluso muchos se volvieron a Europa. Pero pudo haber sido de otra forma. Ahí estuvo la gran asignatura pendiente de la generación del 80. Lo explica magistralmente el profesor Eduardo Conesa en su libro “Economía Política Argentina”, bajo el título “La omisión de un impuesto liberal a la tierra libre de mejoras”:

“Después de tantos elogios que hemos brindado a la generación argentina de 1880 cabe hacer una importante crítica. Ya en 1817 el gran economista clásico liberal inglés David Ricardo había señalado que el mejor impuesto que el Estado debería establecer para favorecer el progreso general de toda la nación tendría que ser “el impuesto al valor venal de la tierra libre de mejoras”. Esto significaba valorizar cada parcela de tierra individual como si estuviese pelada…, pero, por supuesto, computando el mayor valor de la tierra proveniente de los mismos ferrocarriles, los caminos de acceso, y las cercanías a ciudades o puertos, etc… todos ellos factores externos al predio de que se trate pero que, evidentemente, aumentarían considerablemente su valor. La Argentina en 1880 tenía un inmenso territorio despoblado donde cada parcela de tierra tenía un valor casi nulo porque esa tierra era demasiado abundante, inaccesible y hasta peligrosa… Pero con la construcción de ferrocarriles y puertos, la tierra pasó de valer un centavo por legua cuadrada a centuplicar y a multiplicar por millones su valor… Cuando a partir de 1900 comenzaron a llegar crecientes cantidades de inmigrantes deseosos de trabajar la tierra, se encontraron con que ya era cara y sólo podían arrendarla. Ello trajo un resentimiento inútil y lamentable en la sociedad argentina que se materializó, por ejemplo, en el conocido Grito de Alcorta de 1912. Cuarenta años después, ese resentimiento lo capitalizó Perón. Pero este presidente fue incapaz de seguir las ideas de David Ricardo y propiciar un impuesto a la tierra libre de mejoras en todo el país para obligar a los propietarios a trabajarla para poder pagar el impuesto, o, de lo contrario venderla barata a quien la supiera trabajar, y así inducir aumentos en la productividad y al mismo tiempo fomentar la formación de una democracia de millones de pequeños propietarios”.             

Y en términos más generales, Henry George había descripto antes el mismo proceso general, que se dio no sólo en Argentina, en su obra cumbre, “Progreso y Miseria”:

“Donde los valores de la tierra son bajos, salarios e interés son altos, aunque relativamente la producción de riqueza sea pequeña. Vemos esto en los países nuevos… La diferencia no es debida a la naturaleza, sino a que la tierra es más barata. En consecuencia, la renta toma una menor porción… No se requiere una sutil teoría para explicar por qué los salarios son tan altos relativamente a la producción en los países nuevos donde la tierra todavía no está monopolizada. La causa salta a la superficie. Nadie trabajará para otro por menos de lo que pueda ganar empleándose a sí mismo… Es sólo cuando la tierra llega a ser monopolizada, y estas oportunidades naturales están cerradas, que los trabajadores se ven obligados a competir entre ellos por trabajo”. Cabe consignar que todas estas consideraciones hechas a propósito del suelo rural, son también válidas para el suelo urbano. 

Nunca dejemos de reivindicar y de enorgullecernos de lo que la República Argentina hizo con la inmigración. Gloria y loor a Urquiza, Sarmiento, Peyret y tantos otros! Pero el mejor homenaje consistirá en volver a ser un país atractivo para inmigrantes. Tenemos un enorme territorio en general muy poco denso, con enormes posibilidades de desarrollo. Con una buena reforma tributaria se puede lograr. Manos a la obra…

 

Publicado en el diario La Calle el día 16 de Julio de 2023.-

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