martes, 15 de agosto de 2023

ONÉSIMO LEGUIZAMÓN

Por José Antonio Artusi

Onésimo Leguizamón nació en Gualeguay, Entre Ríos, el 15 de febrero de 1839 y murió en Buenos Aires el 20 de agosto de 1886.

Su padre fue el coronel Martiniano Leguizamón, que sirvió a las órdenes de Justo José de Urquiza, y su madre Paula Rodríguez, vinculada con lazos de parentesco con Francisco Ramírez. Sus hermanos Honorio y Martiniano tuvieron una destacada actuación en el campo educativo y literario respectivamente. Estudió en el Colegio del Uruguay. La leyenda señala que el propio Justo José de Urquiza hizo bolear su caballo cuando el joven Onésimo huía del colegio, procurando volver a la tranquilidad de su hogar. Siendo muy joven pudo estudiar en Europa gracias a una beca otorgada por el entonces Presidente Urquiza.

Tras el magnicidio de Urquiza Onésimo Leguizamón se opuso la elección de Ricardo López Jordán como gobernador y debió exiliarse en Buenos Aires. En 1870 intentó sin éxito buscar un acuerdo entre el gobierno nacional y el provincial, procurando el retiro de las fuerzas federales del territorio entrerriano, la no injerencia del gobierno nacional en la elección del gobernador; y la intervención de una nación amiga para garantizar las condiciones del acuerdo.

A pesar de su temprana muerte a los 47 años Onésimo Leguizamón tuvo una destacada e intensa actuación pública, como jurista, docente, periodista, escritor, y político; llegando a ocupar numerosas responsabilidades: secretario del Consejo de Instrucción Pública de Entre Ríos, diputado provincial, Ministro de Justicia e Instrucción Pública durante la presidencia de Nicolás Avellaneda, entre 1874 y 1877, integrante de la Suprema Corte de Justicia de la Nación entre 1877 y 1882, Presidente del Congreso Pedagógico, interventor en la Provincia de Catamarca, fundador y director del diario La Razón, y diputado nacional en tres oportunidades . En este último rol le tocó ser el gran defensor del proyecto que terminaría siendo, en 1884, la ley 1420 de educación común, laica, pública, gratuita y obligatoria, uno de los pilares de la Argentina moderna y republicana. El presidente y el ministro que firmaron el decreto promulgando esa ley, el 8 de Julio de 1884, habían sido, como Leguizamón, alumnos del histórico Colegio del Uruguay fundado por Urquiza, el primero laico del país: Julio Argentino Roca y Eduardo Wilde.    

Antes, como Ministro de Justicia e Instrucción Pública, tal como recuerda la Corte Suprema de Justicia en su reseña biográfica, “reorganizó y creó escuelas normales de mujeres, hizo una reforma del plan de estudios de los colegios nacionales, instituyó la Comisión Nacional de Escuelas y reglamentó el funcionamiento de las escuelas de agronomía. También inició un plan general para la educación común y señaló como bases fundamentales la división en grados, la instrucción obligatoria y el fondo escolar independiente, propiciando la secularización de la enseñanza y el desarrollo de la estadística escolar”.

En 1886 se encaminaba a ser candidato a gobernador de Entre Ríos y su muerte nos privó de lo que habría sido seguramente una administración extraordinariamente progresista. Sus condiciones, su formación y su experiencia así lo señalaban, pero el destino quiso otra cosa.  

A pesar de su enorme significación histórica, la figura de Onésimo Leguizamón permanece bastante olvidada y desconocida. Fue un gran impulsor de la educación pública, a punto tal de hacer confesar sus celos a Sarmiento: “tanto veo que elogian sus trabajos de educación, que empiezo a ponerme celoso”. En la hora dolorosa de su despedida final Eduardo Wilde dijo de él: "El aula de los colegios, la cátedra universitaria, la tribuna del parlamento, el gabinete ministerial, la alta magistratura, el foro y la prensa, repiten aún los ecos de su palabra honrada y laboriosa … Ha llevado su tarea en la tierra con honradez, con brillo y con talento. Apenas cabe en la extensión de su corta vida la abundancia de su trabajo. Fue el ardiente propagandista de las ideas avanzadas, el temible campeón de la libertad de conciencia y de los luminosos principios que abren las puertas de la Nación al progreso del mundo”. Avellaneda lo llamó “maestro de maestros”.

A poco de cumplirse 137 años de su muerte, recordemos y honremos a Onésimo Leguizamón rescatando del olvido sus propias palabras, en los memorables debates legislativos que antecedieron a la sanción de la ley 1420: 

“Sólo la educación forma a los pueblos, sólo la educación da carácter a sus resoluciones, sólo ella dirige de una manera segura el rumbo de sus destinos. Sólo los pueblos educados son libres. Tratándose de un gobierno como el nuestro, es decir un gobierno de forma republicana representativa, este principio es todavía más estricto y apremiante en sus conclusiones lógicas. No es posible, Señor Presidente, comprender siquiera las ventajas del sistema representativo republicano si el pueblo que lo ha de practicar es un pueblo inconciente de sus destinos y de sus derechos… Si la Constitución Argentina es tolerante, la escuela tiene necesariamente que ser tolerante. Si la Constitución ha proclamado la libertad más absoluta de conciencia para los ciudadanos, la escuela no puede venir a alterar los principios de la Constitución borrándolos en la práctica y a hacer obligatoria la enseñanza de una religión determinada en esa escuela a la que concurren los hijos de todos los habitantes…”.-      

 

Publicado en el diario La Calle el día 13 de Agosto de 2023.-

No hay comentarios.: