José Antonio Artusi
Hace un año vimos con estupor y angustia cómo
se producía el mayor atentado contra el pueblo judío después del Holocausto.
Miles de personas inocentes, entre ellos bebés, fueron masacradas, vejadas,
torturadas y secuestradas; y las imágenes de las víctimas y la barbarie de la
que fueron objeto quedaron registradas por los propios victimarios, la organización
terrorista Hamas. A diferencia de los nazis, que documentaban sus crímenes más horrendos
pero que no los exhibían con tanto desparpajo, las atrocidades del 7 de octubre
fueron mostradas al mundo y fueron hasta reivindicadas con orgullo y siniestra algarabía
por sus autores materiales e intelectuales, quienes incluso llegaron a asegurar
que sólo se trataba de un macabro comienzo.
Al dolor y desconcierto inicial por la masacre
y al temor por la suerte de los secuestrados sobrevino otro dolor; el de
constatar que las víctimas, en vez de suscitar la solidaridad incondicional, la
empatía y el acompañamiento unánime de todo el mundo civilizado, recibían la
indiferencia y hasta la negación de su condición de víctima por parte de
muchos, sobre todo en Occidente. Y los crímenes de Hamas, en vez de ser
condenados de manera absoluta, eran relativizados o hasta directamente alabados
y justificados en nombre de supuestas causas de liberación y de consignas
absurdas y delirantes. Al dolor del 7 de octubre por lo que pasó ese día y los
días que siguieron, hasta el día de hoy, se le sumó el espanto de constar el
surgimiento de una ominosa ola de antisemitismo, a menudo disfrazada de antisionismo.
La defensa del derecho de autodeterminación del pueblo de Israel y de tener su
propio Estado en su propio territorio, reconocido por la comunidad
internacional y sin amenazas existenciales de enemigos que procuran lisa y
llanamente su destrucción, es presentado como una oscura y tenebrosa
conspiración contaminada de los antiguos prejuicios y mitos antisemitas, a los
que ahora se le agregan nuevos. De la mano de esa tergiversación el término
“sionista” aparece por lo tanto automáticamente cargado de una connotación
negativa y se transforma en un insulto y en una acusación. Quienes advertimos
que la falacia y la mentira son evidentes tenemos la obligación de exponerlas y
decir que reconocemos la legitimidad del Estado de Israel y proclamamos su
derecho a defenderse.
Reivindicar la causa del Estado de Israel,
única democracia liberal de Medio Oriente, no significa justificar ni pasar por
alto los errores o las acciones impropias de sus gobernantes. Por el contrario,
la sociedad civil israelí es la única de la región que puede darse el lujo,
propio de las democracias republicanas, de manifestarse públicamente para criticar
determinadas decisiones de su gobierno. Los ciudadanos de países enemigos de
Israel, si se atreven a hacer lo mismo se ven automáticamente expuestos a las
represalias de regímenes autoritarios y absolutistas, con consecuencias que van
desde la cárcel al destierro, y que en muchos casos determinan directamente la
muerte.
Tras la barbarie del 7 de octubre siguieron las
agresiones de otros brazos armados del régimen iraní, una teocracia que sojuzga
a su propio pueblo y reprime ferozmente las disidencias, en particular a las
mujeres que luchan por ejercer derechos básicos que increíblemente aparecen
vulnerados y cuestionados en pleno siglo XXI. Y siguió también, obviamente, una
guerra en múltiples frentes, que como toda guerra es cruel y dolorosa.
No puede dejar de enfatizarse que Israel
respondió a la agresión del 7 de octubre en primer lugar para tratar de
rescatar con vida a las personas secuestradas y para lograr que nunca más, esta
vez sí, nunca más, tengamos que soportar una tragedia similar. Ante la guerra,
no podemos repetir ingenuamente las consignas buenistas de los que pretenden
hacernos creer en la teoría de los dos demonios y lanzan llamados
“políticamente correctos” pero falaces, que terminan siendo funcionales a la
causa de organizaciones terroristas que reivindican abiertamente la barbarie
del 7 de octubre y exhiben con absoluta franqueza su propósito de borrar al
Estado de Israel del mapa.
El pueblo palestino y el pueblo libanés también
son víctimas de Hamas y Hezbollah, y junto a otros pueblos sometidos merecen
ser liberados del yugo opresor de regímenes fundamentalistas y retrógrados que
desprecian profundamente los valores de la libertad y los derechos humanos.
Es imprescindible advertir y diferenciar las
actitudes de quienes se enfrentan en este conflicto. Quienes atacaron a Israel
procuraron deliberadamente masacrar civiles inocentes y toman a su propia
población civil como escudo humano. Las fuerzas de defensa de Israel buscan por
todos los medios posibles minimizar las muertes de no combatientes y defender a
toda costa a su población. Se trata de dos actitudes diametralmente opuestas
ante la vida y la muerte, que de ninguna manera pueden ponerse en un pie de igualdad
y compararse como si fueran actitudes semejantes.
El año pasado, a propósito del 81º aniversario
del estreno de la película “Casablanca” escribí algo que me parece pertinente
recordar hoy:
“Hay muchos silencios ensordecedores en estas
horas oscuras. Quizás los que serán recordados como la mayor infamia son los de
organizaciones que nacieron como supuestas abanderadas del feminismo y la
defensa de los derechos humanos. El “ni una menos” y tantas otras consignas
parece que no son válidas si las víctimas son mujeres judías…
Hoy está claro de qué lado están la libertad,
la igualdad y la democracia y de qué lado la opresión y la teocracia
fundamentalista.
Como en Casablanca, como en 1942, no es tan
difícil saber de qué lado hay que estar.”
Y poco después del 7 de octubre dije que “el
pueblo y el Estado de Israel merecen el apoyo y la solidaridad de todos los
demócratas del mundo. No están solos. Pero en la guerra que se está librando en
estos momentos, sí, están solos…
Israel prevalecerá. Y le deberemos eterna
gratitud y reconocimiento por ello”.
Hoy es un día de tristeza, de dolor y de
ejercicio de la memoria. Pero también debe ser un día de reflexión, de
compromiso, y de esperanza.
Texto
pronunciado por el autor en el acto de la Asociación Israelita de Villaguay el
7 de octubre de 2024.
Publicado en el diario La Calle el día 13 de
octubre de 2024. -
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