Por José Antonio Artusi
Habemus Papam. Infobae informó que “el pontífice explicó que la
elección del nombre de León no fue casual ni meramente simbólica, sino profundamente
intencionada: un homenaje a León XIII, autor de la encíclica Rerum novarum de
1891, que sentó las bases de la doctrina social de la Iglesia en el contexto de
la primera revolución industrial”. “Hay varias razones, pero la principal es
porque León XIII, con la histórica Encíclica Rerum novarum, afrontó la cuestión
social en el contexto de la primera gran revolución industrial”, explicó el
papa, subrayando que en la actualidad el mundo atraviesa una nueva revolución,
esta vez ligada al desarrollo de la inteligencia artificial. A su juicio,
los desafíos contemporáneos en torno a la dignidad humana, la justicia y el
trabajo requieren que la Iglesia ofrezca “su patrimonio de doctrina social” como
respuesta. La nota también señala que “el dolor compartido por la pérdida
del pontífice argentino estuvo presente en las palabras de León XIV, quien
exhortó a los presentes a recoger “esta valiosa herencia” y continuar el camino
iniciado por su predecesor”.
Recordemos a su vez que el Papa Francisco, a través de un video en 2021 pidió
discutir la implementación de "un ingreso básico, el IBU, o salario
universal para que cada persona en este mundo pueda acceder a los más
elementales bienes de la vida". Lamentablemente el Papa empleó en esa
ocasión indistintamente dos términos que pueden aludir a conceptos diferentes, pudiendo
prestarse a confusión el “ingreso básico universal” con el “salario universal”,
que no necesariamente consisten en lo mismo. De todos modos, la utilización en
ambos casos de la palabra “universal” refuerza la idea de que se estaba
refiriendo al primero, que tiene a la universalidad y a la incondicionalidad
como atributos fundamentales.
Es interesante vincular ese llamado del pontífice argentino con la
referencia de su sucesor a la revolución que supone el desarrollo de la
inteligencia artificial. Esta cuestión ha estado presente en el debate
contemporáneo en los países desarrollados sobre las alternativas de
financiación de un sistema de ingreso ciudadano o ingreso básico universal,
poniendo el acento en la necesidad de redistribuir las rentas generadas por la
inteligencia artificial, teniendo en cuenta que se trata de avances
tecnológicos que habrían sido imposibles sin inversión pública, y que se nutren
de una u otra manera de información y acciones de prácticamente todas las
personas. Esta fuente se suma de esta manera a la más tradicional argumentación
que aboga por financiar un ingreso ciudadano gravando y distribuyendo las
rentas no ganadas de la valorización del suelo y de los recursos naturales. Es
con relación con ese tópico que podemos entonces volver a la Rerum Novarum y a
la carta abierta que como réplica le envió Henry George, el autor de “Progreso
y miseria”, obra en la que propone una profunda reforma tributaria basada en el
“single tax”, un impuesto único que gravaría el valor de la tierra libre de
mejoras y que presupone a su vez, al menos en la versión ideal, la eliminación
de todo otro tributo.
La carta abierta de Henry George, que dio lugar a un libro cuyo título
ha sido traducido como “La cuestión obrera” contiene pasajes memorables, dignos
de recordar:
“Nuestros postulados están todos expuestos o implicados en vuestra
Encíclica. Son las percepciones primarias de la humana razón; las enseñanzas fundamentales
de la fe cristiana. Nosotros sostenemos que: Este mundo es creación de Dios.
Los hombres traídos a él por breve período de su vida terrenal son las iguales
criaturas de su bondad, y objeto por igual de su próvida tutela. Por su
estructura, está el hombre acosado por necesidades materiales de cuya
satisfacción depende no sólo la conservación de su vida física, sino también el
desarrollo de su vida intelectual y espiritual. Dios ha hecho que la
satisfacción de esas necesidades dependa de los propios esfuerzos del hombre, a
quien ha dado la facultad e impuesto el mandato de trabajar; facultad que por
sí misma lo eleva por encima del bruto, hasta el punto de que sin irreverencia
podemos decir que lo capacita para hacerse, como si dijéramos, auxiliar en la
obra creadora.
“Siendo creados como individuos, con necesidades y facultades
individuales, los hombres tienen individualmente derecho (sujetos, por
supuesto, a obligaciones morales que surgen de relaciones tales como las de
familia), al uso de sus propias facultades y al goce del correspondiente
producto o resultados. De ahí surge, como previo a las leyes humanas y
derivando su validez de la ley divina, un derecho de propiedad privada sobre
las cosas producidas por el trabajo; derecho que su poseedor puede transferir,
pero del que privarle sin su consentimiento, es robarle. Ese derecho de
propiedad, originado en el derecho del individuo sobre sí mismo, es el único y
pleno completo derecho de propiedad. Afecta a las cosas producidas por el trabajo,
más no puede afectar a las cosas creadas por Dios”.
“Permítame Vuestra Santidad pedirle que considere los tributos sobre los
procesos y productos de la industria, mediante los cuales son recaudados los
ingresos públicos en todo el mundo civilizado: los impuestos de consumo que
circundan de barreras las ciudades italianas; los monstruosos impuestos
aduaneros que estorban el intercambio entre los Estados llamados cristianos;
los impuestos sobre las profesiones, sobre las ganancias, sobre las
inversiones, sobre la construcción de edificios, sobre el cultivo de los
campos, sobre la industria y laboriosidad en todas sus formas. ¿Pueden ser esos
los medios dispuestos por Dios para que los gobiernos recauden los recursos que
necesitan? ¿Tiene alguno de ellos la característica indispensable a todo plan,
para que podamos admitirlo como justo?”.
El economista Milton Friedman admitió en cierta ocasión que a su
entender el impuesto “menos malo” era precisamente el que gravaba el
valor de la tierra libre de mejoras, en sus propias palabras, la vieja idea de
Henry George. Como en El Eternauta, a veces, “lo viejo funciona Juan”.
Publicado en el diario La Calle el 18 de mayo de 2025.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario