sábado, 2 de abril de 2022

OTRO TIRO EN LOS PIES…

Por José Antonio Artusi

Proponer que los alquileres se fijen en un monto equivalente al 2% del valor fiscal de la vivienda no sirve. Es una medida no sólo inconducente sino directamente perjudicial, un remedio peor que la enfermedad. Ese 2% puede significar un monto muy bajo, y desalentar  y reducir de esa manera la oferta, haciendo más difícil y caro el alquiler (en la realidad); o demasiado alto, si los valores fiscales se actualizan y se acercan a los de mercado. Recordemos que en el Consenso Fiscal de 2017 la Nación se comprometió a disponer de un organismo federal que determine los procedimientos y metodologías de aplicación para todas las jurisdicciones con el objeto de lograr que las valuaciones fiscales de los inmuebles tiendan a reflejar la realidad del mercado inmobiliario y la dinámica territorial, y las provincias a su vez se comprometieron a adoptar dichos procedimientos y metodologías.   

El precio de los alquileres, como todo precio, surge de la interacción entre oferta y demanda. La diferencia con otros precios es que la oferta de viviendas en alquiler, como la de cualquier inmueble, se asemeja a la de suelo, es muy inelástica. Hay que lograr que aumente la oferta y disminuya la demanda y así bajen los precios.

La forma más efectiva de promover el aumento de la oferta es reformar el impuesto inmobiliario desgravando todo tipo de mejoras y construcciones, gravando sólo el valor del suelo con alícuotas y avalúos razonables, y eliminando otros impuestos que castigan la construcción de viviendas. Esta alternativa es preferible a la de cobrar un impuesto adicional a las viviendas vacías, por diferentes razones. Es pertinente recordar, tal como se señala en el Documento de la Secretaría de Política Económica titulado “La reforma tributaria argentina de 2017”, que “los impuestos inmobiliarios están típicamente fijados en función del valor de las propiedades, más no de la tierra que ocupan. Si bien no ha sido discutido en el Congreso, es deseable una coordinación a nivel federal para reformular el impuesto hacia el valor de la tierra libre de mejoras. Se trata del impuesto menos distorsivo posible: la oferta de tierra urbana es fija y no es posible afectar decisiones respecto de su uso productivo. El mismo fomenta la actividad de la construcción respecto de los impuestos inmobiliarios típicos. Un impuesto de estas características también permitiría capturar algunas rentas de localización de los propietarios, que han sido en otros países (y probablemente también en Argentina) motores de la desigualdad en años recientes”. Lamentablemente, ni a nivel nacional ni provincial se han observado intentos de impulsar reformas tributarias de esa naturaleza, con algunas pocas honrosas excepciones que no han tenido demasiada repercusión.

Por otro lado habría que complementar el aumento de la oferta con una disminución de la demanda, por la vía de reconstruir el mercado hipotecario para compra de viviendas y por mayor disponibilidad de viviendas de interés social financiadas por el Estado, utilizando a tal efecto instrumentos de recuperación y reinversión de la valorización del suelo generada por la comunidad en el proceso de urbanización. Precisamente, el impuesto al valor del suelo libre de mejoras es el más sencillo de tales instrumentos, pero no el único; y en esta materia provincias y municipios tienen a su disposición un amplio menú de herramientas, lamentablemente muy poco utilizadas. Como para cualquier política pública, lograr reducir la inflación es un requisito indispensable para asegurar el éxito de todas estas acciones.

Estamos viendo el enésimo intento de pretender solucionar un problema por la curiosa vía de agravarlo. Sería otro tiro en los pies…


Publicado en el diario La Calle el día 27 de marzo de 2022.-

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