lunes, 23 de mayo de 2022

MAYO, LA REVOLUCIÓN INCONCLUSA

Por José Antonio Artusi

Se cumplen 212 años de la Revolución de Mayo de 1810, hito fundamental de la historia argentina. Se han hecho y se seguirán haciendo diversas interpretaciones acerca de su significado y sus motivaciones. Hay sobradas razones para caracterizarla como una revolución democrática, republicana, liberal y progresista, que va a terminar gestando un nuevo sentido de la nacionalidad, y cuyos fines últimos fueron traicionados una y otra vez. Por lo tanto, una revolución inconclusa.

Moisés Lebensohn escribió estas líneas en 1951, que adquieren, quizás por diversas cuestiones, una renovada e inusitada vigencia:

“¿Quisieron los fundadores de la nacionalidad segregarse de España para crear simplemente un país más? Otra es, por fortuna, la magnitud de nuestra revolución. Su grandeza reside en el aliento universal que la posee, en la decisión de confundir en un ideal nacional, el ideal de enaltecer la condición del hombre. En el conflicto milenario que enfrenta al mundo de las cosas, y del poder de la fuerza que le son ajenas, con el mundo moral de los hombres y su ansiedad y angustia de justicia, el pensamiento de Mayo alza las banderas de una vida nueva, en la que resplandece límpida la dignidad del hombre, y despliega un proceso paralelo de emancipación nacional y de emancipación humana. Por eso no se detiene en los confines del país y se lanza hacia otras latitudes para combatir por la misma esperanza. Nadie revela el latido íntimo de la voluntad revolucionaria, con tanto vigor expresivo como San Martín, que proclama la independencia de Chile ante la “confederación del género humano” y define, en Perú, la causa argentina como “la causa del género humano”.

Esta identificación con una causa, erigida en móvil de la nacionalidad, nos caracteriza y distingue de los países europeos, que fueron preexistentes a los ideales que prevalecen en su seno. Un europeo puede contrariarlos, sin dejar de ser patriota, porque su patrimonio fluye ante todo, de su amor a su tierra natal… La situación argentina es distinta. Un argentino no puede ser buen argentino en oposición a las inspiraciones que promovieron nuestra formación nacional, porque la patria Argentina se constituye precisamente para realizar la concepción de vida formada en esas inspiraciones. El patriotismo argentino no es sólo el sentimiento que nos vincula al rincón del mundo en que vimos la luz primera y nos liga en un haz indestructible a sus tradiciones, recuerdos, perspectivas y emociones. Es todo eso, pero fundamentalmente a los principios de justicia y libertad que dieron nacimiento a esta tierra, a las “finalidades de la Nación”, al decir de Yrigoyen. Antes de esos principios no existía la Argentina; existía la Colonia. Suprimidlos; suprimiréis el origen y la razón de ser de nuestra patria. Regresaría el sentido de la vida contra el cual ella insurgió; es decir, la negación de la Argentina”. (1)

Se podrá aducir que Lebensohn escribió eso en otra época, en otro contexto, en una peculiar coyuntura que lo condicionaba y seguramente lo motivaba. Y no faltará la razón a quien lo señale.

De todos modos, siguen siendo palabras útiles para estimular reflexiones contemporáneas que enriquezcan nuestra comprensión cabal de la Revolución de Mayo.

Por otro lado, autores contemporáneos pueden brindarnos nuevas miradas y enfoques, vinculando al proceso político con el pensamiento económico, y con las motivaciones e intereses que impulsaron a sus protagonistas a transformar las estructuras sociales del viejo orden colonial. Es así que el historiador Fabián Harari plantea que “lo que ocurrió en 1810 fue una auténtica revolución burguesa, porque la burguesía agraria se hizo de todo el poder del estado para impulsar una serie de transformaciones, fue creando las condiciones para el desarrollo del capitalismo: derrotó a los contrarrevolucionarios -los monopolistas y los ejércitos realistas- con métodos violentos, impuso el comercio libre contra el monopolio, neutralizó las maniobras diplomáticas, terminó con siglos de transferir riquezas a la metrópoli, ocupó nuevas tierras, impulsó la creación del trabajo asalariado, entre otras medidas… Con la revolución, se expandió la producción, la infraestructura, el mercado interno, la mano de obra asalariada (contra la esclava y otras formas de trabajo precapitalistas), las tierras en producción, entre otras. Produjo una sociedad desigual (el capitalismo), pero fue un avance en relación al contexto feudal”. (2)   

Aún con matices diferenciales en la interpretación que hagamos, podemos y debemos seguir reflexionando y debatiendo sobre el glorioso legado de Mayo, teniendo al menos en claro que sus ideales imperecederos de libertad, igualdad y fraternidad nos motivan a seguir bregando por su concreción en nuestra patria.

  

1. Lebensohn, Moisés. Pensamiento y acción . Buenos Aires : Fundación Máximo Mena, 2006.

2. Colazo, Flavio. La Revolución de Mayo, una revolución burguesa . [En línea] 24 de Mayo de 2019. [Citado el: 18 de Mayo de 2022.] https://lmdiario.com.ar/contenido/150569/la-revolucion-de-mayo-una-revolucion-burguesa 


Publicado en el diario La Calle el dia 22 de mayo de 2022.- 

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